PROVOCACIÓN
Luffy lo miró, pestañeó cuando vio que él también lo miraba. Siguió observándolo, sonrió con inocencia. Y fue correspondido con otra sonrisa, una sonrisa con intenciones completamente opuestas.
Kid lamía la espalda que se doblaba justo enfrente de él, su lengua recorría cada centímetro haciéndola estremecer. Poco a poco la llenó de su saliva, se llenó de su sabor; su paladar se inundaba con la esencia del chiquillo. Luffy se acomodó relamiéndose los labios, antes de la penetración mordió la almohada, imaginaba que si no lo hacía era capaz de gritar. Kid arremetió de una sola estocada, tan fuerte y salvaje que llegó hasta el fondo. El pequeño cuerpo se tensó, sus paredes aprisionaron el sexo intruso y su boca exclamó un grito por el dolor. Kid se inclinó sobre él, dejó la espalda y se dispuso a morder la nuca agregándole más dolor al que ya sentía el pequeño, quería dejar sus huellas para convertir esa piel en un arma de provocación.
Luffy gritaba sin control; estimulantes gritos a los oídos del pelirrojo. El chiquillo se dejaba hacer ante la provocadora voz que minutos antes lo había llamado; una voz fuerte y cargada de sensualidad en combinación con una mirada de deseo y un cosquilleo que nació desde su propio sexo. Todo eso lo llevó a acercarse al pelirrojo, a sonreírle de todas las maneras que conocía, atreverse a tocarlo y sentir la blanca piel bajo sus dedos descubriendo nuevas impresiones que dejaban huella en su interior; todo Kid, el pelirrojo por completo, le provocaba seguir con sus hallazgos regocijándose con cada convulsión de placer.
Los embates seguían sin control, sin un punto final o ya en su defecto un descanso. Con ímpetu y fuerzas renovadas cada que escuchaba un jadeo, Kid se enterraba una y otra vez; no lo dejaría en paz un solo segundo, no podría hacerlo, su lujuria se encontraba al máximo, necesitaba acabar con él, extinguiéndose a su lado. Que provocadora había sido aquella expresión. En un principio tan estúpidamente idiota y que se convirtió en una atrayente curiosidad al darse cuenta que lo buscaba con los ojos. El chiquillo lo veía, el propio Eustass correspondió de la misma forma y entonces el pequeño sonrió. Luffy le regaló su sonrisa, sonrisa endemoniada y sugestivamente adorable. Provocador. No necesitó más. No hubo más. Solo la insinuación de aquel rostro y, ahora, la de sus gritos, y su cuerpo, y sus jadeos, y los temblores, y el placer.
Luffy ya no lo soportaba, quería que lo incitaran más así que, como pudo, cambió la posición para verlo a la cara y tratar de volver a escuchar esa voz mencionando su nombre de manera tan lasciva. Kid a regañadientes le concedió el capricho y lo acomodó boca arriba con sus piernas recargadas en los hombros; no quería verle el provocativo rostro, no lo soportaría.
El contacto visual fue inevitable. El pequeño volvió a sonreír y Eustass añoró esa sonrisa tan endemoniada como inmaculada, pero, por sobre todas las cosas, provocativa.