Karoku se enteró hace poco. Quería golpear a Gareki por mancillar a su niño, nadie tenía derecho a tocarlo, no por celos, Karoku se sentía como un padre con el pequeño conejo, ¡pero era un niño por Dios!. Aún no sabe como manejarlo.
Hace un par de días iba tranquilamente a la habitación de Nai y el adolescente para preguntarle si quería dormir con él (¿qué hay de malo en querer dormir con su "hijo"?), pero no se esperaba lo que había escuchado tras la puerta justo cuando tenía su mano sobre la perilla.
-Shh, estás haciendo mucho ruido.- esa sin duda era la voz del mayor pelinegro. ¿Estaban jugando acaso? Lo dudaba, el chico no era de esos que les gustaban las actividades infantiles.
-Pero Gareki....¡ahh!- muy bien, eso fue extraño. En su mente no había ningún recuerdo de su niño haciendo ese tipo de sonido. Frunciendo su ceño y dudando si entrar o no, recordó lo que el albino le dijo no hace mucho, "Estoy en celo". Y también recordó que cuando se lo dijo el "problema" entre sus piernas ya no estaba; ahora sabía bien por qué. Sin indagar más en el asunto se marchó a su cuarto con una sentencia de muerte sobre alguien en su mente.
Un temblor subió por la espalda del ojiazul, que aún tenía sus manos dentro del pantalón del conejo, y detuvo todo movimiento. Sabía que la sensación que lo recorrió hace un instante no tenía nada que ver con lo que estaba haciendo en esos momentos, por lo que alejó el pensamiento sobre esto en un instante.
Podía sentir que sus pantalones le quedaban más apretados por delante, y que además rozaba con el trasero del niño ¿Nai se enojaría si trataba de tocarle esa parte? Seguramente no, tenía una confianza ciega en él. No, era muy pequeño. A pesar de tener tal vez unos 3 o 4 años de diferencia eso no quitaba que el tuviese la mentalidad de un niño de mucho menos edad, tocarlo más allá estaba totalmente descartado. Pero eso no significaba que no pudieran hacerlo juntos de otra manera.
Al día siguiente Nai fue muy feliz a despertar a Karoku, el cuál por cierto no se encontraba con el mismo ánimo que él. Sentado en el comedor frente al pelinegro no pudo evitar lanzarle cuchillas por los ojos. Ese demonio hormonal, no sólo había tocado a su niño una vez cuando se enteró del problema, si no que lo más probable es que lo hicera muchas veces más. Furioso apretó los cubiertos en sus manos.
-Karoku ¿Qué sucede? ¿No te encuentras bien?- la voz de Nai sacó a Gareki de su atención en la comida y levantó su vista dirigiéndola al mayor. De pronto, el escalofrío que tuvo anoche en la habitación mientras hacían su "actividad nocturna" cobró sentido y lo entendió. Karoku sabía, y esa mirada en sus ojos sólo significaba algo, iba a morir algún día, o al menos salir muy golpeado.
-¿Karoku?- en ese momento, el ladrón se lamentó un poco no avanzar más ayer con la causa de su despertar hormonal. Supone que tendría que evitar morir a manos del "padre" por el momento hasta lograr el objetivo.