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Bajo una lluvia de estrellas por Pimennys

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Notas del fanfic:

Hace mucho que no subía nada, y este lo escribí como regalo para una amiga.

—Esto es…


—¡Genial! Claro que lo es Drew, de verdad extrañaba pasar el tiempo así…


—Yo también lo extrañaba— Susurró Andrew O’Connor, un joven pelirrojo de 20 años. Australiano. Alto, con extremidades largas y delgadas; “Drew” para su mejor y único amigo Daniel Bennett, un año mayor que él. Canadiense. Alto, un tanto atlético, de piel clara y cabello rubio tintado de azul.


Ellos son lo que podría decirse, hermanos de distinta sangre. Se conocen desde hace algunos años, desde la secundaria, cuando Daniel se acercó a conversar con Andrew durante la ceremonia de ingreso el primer día.


 


Estaban en Wasaga Beach en Canadá, en la casa de los padres de Danny, acompañados por Sarah, la hermana mayor del ya mencionado. No era la primera vez que se pasaban las vacaciones en ese lugar, pero desde que habían logrado llevar a Andrew a vacacionar con ellos todo había cambiado.


 


Danny es un chico alegre, bromista, es alguien muy extrovertido y extremadamente efusivo, su personalidad no es muy fácil de descifrar a primera vista, sin embargo, una vez que convives con él todo resulta más sencillo, es muy difícil que no sepas lo que piensa puesto que suele gritártelo a la cara. Por el contrario, Sarah es una chica más tranquila, amistosa y muy agradable, puedes hablar de cualquier cosa con ella, es bastante madura y da buenos consejos. Y Andrew es un chico más introvertido, del tipo que se pasa pegado a una nube hasta que alguien le grita desde abajo y por muy contradictorio que suene, sus instintos también se llevan gran parte de su accionar.


 


—No puedo creer que tus padres te dieran las llaves de la casa


—Quien crees que soy, por supuesto que iban a dármelas Drew


—Aunque técnicamente me las dieron a mí pequeño Daniel— Rio Sarah


—No me llames así— Dijo Daniel haciendo un puchero mientras su hermana se reía aún más de él.


—Lo que sea, pero yo estoy a cargo, así que nada de fiestas, no traigan chicas…


—Ni chicos— Interrumpió Andrew mirando de reojo a Danny


—¿Chicos? Y para que quiero chicos si Te.Ten.go.a.ti. — Canturreó el canadiense abrazando por la espalda al pelirrojo.


 


Sarah los miró y movió la cabeza negativamente apoyando la yema de sus dedos en su entrecejo. Siempre los había visto bromear así, pero algo le decía que por lo menos por parte de su hermano no era solo un juego, aunque quizás solo era su imaginación. Suspiró y aclaró su garganta.


 


—Ya par de nerds, vayan a dejar su equipaje y pobres de ustedes que los encuentre haciendo cochinadas en el cuarto


 


—Como ordene Sargento Bennett — Respondió bromista Andrew mientras Daniel lo observaba de reojo algo molesto. Él pensaba, más bien estaba seguro que a su mejor amigo le gustaba su hermana y por supuesto este viaje, imaginaba, sería de lo más incómodo, especialmente porque en secreto de sus padres Sarah se encontraría con su novio. Se sentía mal por el pelirrojo.


 


—Okay anciana, hay que obedecer a los mayores~—


Daniel cogió sus cosas sonriendo ampliamente y esperó a que su amigo hiciera lo mismo. Subieron las escaleras hasta los cuartos.


—Traje mi telescopio, hoy habrá una lluvia de meteoros— Comentó Andrew golpeando suavemente un bolso negro que traía con él.


—Eso suena genial, buscaré mi cámara— El dueño de casa le enseñó el cuarto al pelirrojo una vez estaban en el segundo piso. Todas las habitaciones eran iguales en apariencia y tamaño. Luego Daniel se dirigió a la propia, la que usaba cada año desde niño.


 


Estando ellos arriba, Sarah subió con su equipaje. Su cuarto estaba frente al de Andrew. Daniel observó como ella acomodaba algunas cosas y pronto entraba al cuarto del australiano. Contempló a escondidas como ella lo abrazaba por la espalda y él le sonreía cómplice. No pudo evitar sorprenderse. Sabía que ella iba a encontrarse con su novio, con su nuevo novio y ese era ¿Andrew? Sintió una punzada en el pecho y retrocedió. No podía ser verdad, se sentía traicionado de algún modo ¿Por qué no le habían contado? Tragó grueso y alzó la voz la que se oyó sutilmente quebrada por lo que acababa de observar.


 


—Saldré a caminar, regreso más tarde — Eso fue todo. Simplemente huyó. No quería regresar y encontrar una escena entre ellos. Era asqueroso, incómodo y ¿doloroso? Bromear tanto con Drew le estaba afectando. No. Nunca había bromeado con él.


 


Corrió hasta un bosque cercano, dónde se refugiaba cuando era niño. Su lugar secreto. Nadie lo conocía excepto él. Se sentó en un tronco junto a un lago de tranquilas aguas. Cubrió su rostro con ambas manos. Sentía rabia, estaba molesto, mucho. Había sentido pena, lástima, por su amigo y él lo estaba engañando descaradamente, pero lo que más le dolía era no saber…


 


Sintió un cálido líquido correr por entre sus dedos, estaba llorando. ¿Por qué nunca se había dado cuenta de eso? De lo que sentía por él. Solo había pasado, habían tenido tantos buenos momentos juntos, había risas, bromas, llanto, largas platicas, serias e incoherentes: noches en vela, habían tantos momentos y así nada más sin darse cuenta se había enamorado de él, de su mejor amigo, un pelirrojo que pasaba más en su cabeza que en la tierra, un chico dulce y apasionado por lo que creía.


 


…¿Cuándo lo había perdido?


 


No quería regresar. No quería saber nada, pero no podía evitar pensar en él. Las lágrimas aumentaron seguidas de un llanto sordo. Acababa de aceptar que había perdido todo. Si, Andrew se había convertido ese su todo sin darse cuenta y ahora él estaba hecho nada.


 


En la casa Sarah se alejó del australiano cuando oyó el grito de su hermano. Suspiró cerrando los ojos.


“Espero así se dé cuenta este idiota” Pensó y ayudó a Andrew a ordenar su ropa en las gavetas de un mueble tallado.


—¿Dónde habrá ido Danny?


—Quién sabe


—Quería un recorrido por el lugar pero supongo que puede ser mañana, tenemos un mes…


—Tendrás que esperar y además… solo, mi novio vendrá por mí así que te toca cuidar la casa— Andrew la observó confundido. Lo habían invitado y ambos se iban. Ella con su novio y Danny… ¿Danny tendría novia? Hasta donde sabía nunca había salido con nadie. Por supuesto había tenido su par de enamoramientos fugaces, pero nada serio, solo hasta donde llegaba su imaginación. Asintió y se sentó en el borde de la cama.


—¿Cuándo regresas?


—En un par de días, así que tú estarás a cargo.


—Okay…


—Cuida del tarado de Danny y de que no incendie la casa


—Roger that!


La chica sonrió y acomodó un mechón de su rubio cabello tras la oreja. Era el reflejo de su hermano, o más bien él era el reflejo de la muchacha, solo que ella era un poco más baja que él, tenía una figura curvilínea y cabello largo y sedoso.


 


—Iré a cambiarme, procura vigilarlo también, aunque no se note se preocupa por ti


—Lo sé, también me preocupo por él, no dejaré que muera a mi cuidado


—Eso espero… —Bromeó aunque lo decía en serio, su movida había sido brusca y tenía miedo de haber roto su corazón o aún peor que Andrew se lo rompiera.


 


La chica fue hasta su cuarto, donde se clavaron las pupilas de Drew antes de trasladarlas al techo.  Debía haber supuesto que los hermanitos lo habían traído para usarlo de coartada frente a sus padres. Cerró los ojos y sin contemplarlo siquiera se quedó profundamente dormido.


 


Pasadas unas horas despertó. El cielo tenía matices rojizos. Con los ojos entrecerrados distinguió un objeto brillante sobre la mesita de noche. Se acercó y ahí estaban las llaves junto a una nota de Sarah.


 


“No quise despertarte, cuida a Danny.


Besos.


Sarah”


 


Sonrió tenuemente y se estiró bostezando. Se levantó y fue al baño a lavarse la cara. Con una toalla se secó y fue en búsqueda de su amigo pero para su sorpresa él aún no regresaba. Abrió los ojos, ya completamente despierto, estaba preocupado. Bajó y lo buscó por si estaba en otros cuartos, pero se encontraba solo en la casa.


Salió de la misma y observó el exterior. No había rastro de ningún ser vivo. Entró y buscó una sudadera, tomó las llaves y salió dejando cerrado. Comenzó a caminar sin rumbo fijo esperando encontrar a Daniel, temía que algo le hubiese pasado y que por eso no hubiese regresado a casa hasta esa hora.


Caminó observando a su alrededor para así no perderse y terminar todavía peor. Aunque a decir verdad, temía mucho más encontrar a Daniel herido o no encontrarlo. Tragó saliva y apuró el paso sin notar que la luz del sol desaparecía. Aún no lo encontraba. El miedo se apoderó de él hasta que oyó un extraño ruido. Levantó la cabeza y se adentró un poco más. A través del ramaje pudo contemplar un hermoso lago que contenía la luna y las estrellas. Una silueta oscura lanzaba piedras al lago, ese era aquel sonido que había oído poco antes. Y por supuesto aquella silueta era Daniel, sería imposible que no lo reconociera.


 


Sonrió ampliamente y se acercó sin hacer ruido. Pisó una que otra hoja pero el peliazul parecía demasiado concentrado en lo que hacía que no notó su presencia. No tardó mucho en detenerse estando ya tras de él. Con la sudadera que llevaba lo cubrió trayendo de nuevo al muchacho a tierra.


 


—Creí que tendrías frio, dada la hora…


—¿Drew?


—¿Quién más? Me tenías preocupado — Cogió su mano y comenzó a caminar —Así que nos vamos a casa — Daniel no replicó al respecto, solo lo siguió cabizbajo y sin decir palabra alguna. Solo veía sus pies avanzar, su mano siendo sostenida por la de su mejor amigo y la espalda del mismo. Presionó con más fuerza su mano, no quería soltarla, ahora ni nunca.


—¿Estás bien Danny?— La suave y masculina voz de su acompañante lo despertó. Habían llegado a casa y aún seguía a su lado. Asintió moviendo la cabeza. Andrew abrió la puerta y ambos ingresaron. Subieron las escaleras y terminaron en la habitación de Daniel.


—¿Quieres algo de comer? Puedo preparar algo sabes… no soy un experto como Sarah…


—¿Sarah? ¿Dónde está Sarah?


—Dijo que saldría con su novio, me dejó a cargo— Sonrió mostrando sus dientes al tiempo que el canadiense levantaba la mirada y la fijaba en él.


Se abalanzó sobre el muchacho rodeándolo con sus brazos. Nunca se había sentido tan aliviado en su vida. Estaba feliz. Mucho.


—¿Danny? Estas comenzando a preocuparme ¿De verdad estás bien?


—S-Si mejor que nunca— Titubeante se separó un poco del pelirrojo. Su mirada estaba fija en las verdes orbes ajenas, podía verse tenuemente reflejado en ellas, siempre había querido ser todo lo que esos ojos miraran y así se sentía en ese preciso instante.


—Si sigues mirándome así tendré que golpearte… o besarte— Bromeó el australiano correspondiendo el abrazo con algo de duda.


Sin embargo, luego de unos segundos lo abrazó con fuerza, cuando sintió el contacto de sus labios con los de Daniel. Cerró los ojos correspondiendo el beso apasionadamente. Los dedos del peliazul se deslizaban y enredaban en los rojizos mechones de Andrew, ansiosos buscaban algo a qué aferrarse mientras aquel intenso sentimiento los envolvía. Eso era todo, eran ellos dos en ese momento.


Andrew se alejó un poco de Daniel. Lo contempló, sus mejillas estaban ligeramente ruborizadas.


—Daniel yo… ¿Sientes algo por mí? — Daniel lo observó sorprendido durante unos segundos. ¿Acaso no acababa de corresponderle? No era un juego ¿Lo había tomado como un juego?


—Te… amo…— Andrew abrió los ojos más de la cuenta mientras cubría su boca con la diestra ocultando la sonrisa que acababa de asomarse junto a aquella confesión —Lo siento yo… acabo de arruin– — El pelirrojo lo interrumpió con un beso, uno corto pero dulce que solo buscaba callarlo.


—También te amo… me alegra que dejes de jugar — Le sonrió y sus labios se unieron por tercera vez. Daniel retrocedió lentamente quitándose la sudadera que Andrew le había dado. Tropezó con la cama, mas no cayó, se sentó en la misma y continuó retrocediendo lentamente dejando que su acompañante se quitara algo de lo que traía puesto.


Una vez ambos sobre la cama devoraron sus bocas mutuamente en una agitada desesperación. Sus labios se rozaban intensamente mientras sus lenguas danzaban coordinadas por los latidos de su corazón. Se desprendieron de sus ropas fugazmente mientras sus cuerpos respondían vehementes al tacto ajeno. Sus corazones estaban sincronizados, al igual que sus respiraciones. Compartían el mismo aire caliente entre besos y caricias que les quemaban poco a poco la piel. Andrew nunca había deseado así a nadie. Daniel jamás había imaginado encontrarse en una situación así con su mejor amigo, pero al destino le gusta jugar y ahora no podía imaginar un futuro sin él.


 


Andrew esparció tiernos y cálidos besos por el cuello de Daniel, dejando que más tarde su lengua se encargara de saborear su piel milímetro a milímetro haciendo que el peliazul se estremeciera de placer con cada contacto. Pronto llegó a su pecho, jugueteó y mordisqueó los pezones rosáceos del muchacho quien exhausto gemía su nombre. Bajó hasta llegar al ombligo donde pudo percibir el temblor del cuerpo de su amante. Andrew estaba más que complacido. Su piel tenía un suave dulzor que lo estaba volviendo adicto. Quería sentir más, oír como su voz se llenaba de aquella lujuria que comenzaba a impregnarlos a ambos. Llegó a su entrepierna. Contempló su erecto y grueso miembro, relamió sus labios y posteriormente probó aquello que se presentaba ante sus ojos. Las manos de Daniel se aferraron a sus cabellos mientras exclamaba con más fuerza en nombre del pelirrojo.


—No puedo An…drew… haaa haaa— Apetitoso, lo acogió en su boca y embistió un par de veces con la misma percibiendo la contradictoria respuesta de Daniel, sus labios decían no, pero su cuerpo gritaba que no se detuviese.  No quería que se agotara antes de entrar en él. La pasión era demasiada y ambos eran primerizos, así que lo sacó de su boca y continuó con su recorrido separando las piernas de su compañero. Finalmente, se detuvo en su entrada. Deslizó la lengua con cuidado. Una vez más sintió como el cuerpo de su compañero se sacudía ligeramente ante aquel contacto.


—¿Q-Qué haces?


—Te hago sentir bien, ¿me detengo?— Al no escuchar replica continuó deslizando su lengua y posteriormente embistiendo suavemente con la misma. El interior de Daniel era cálido y quería sentirlo completamente. Mordió su labio inferior ansioso y llevó dos de sus dedos a su boca. Y cuando estuvieron húmedos introdujo uno en Daniel comenzando a prepararlo, posteriormente un segundo dedo acompañó al primero. Iba a ingresar un tercero en el momento en el que el peliazul lo detuvo irguiéndose ligeramente. Sus ambarinos ojos se clavaron en los propios. Tenían un extraño brillo que nunca antes había visto. Sonreía lujuriosamente.


—Entra en mí ahora… por favor…


Andrew sacó sus dedos del interior y con cuidado encajó la punta de su miembro en la entrada del joven. Daniel volvió a recostarse sintiendo como su cuerpo se estremecía y temblaba sin control con tan solo sentir el roce. Andrew empujó un poco más mientras Daniel se aferraba a las sábanas alzando la voz. Sabía que iba a doler pero no había podido negarse.


—Entra… ya…— Andrew empujó con más fuerza pero con cuidado, logrando entrar por completo. La espalda de su amante se curvó producto de la sorpresa y el dolor. Respiró agitado. El interior, en efecto, era cálido, muy, sentía que se iba a derretir dentro de él.


—¿Estás bien?— El de ojos ámbar asintió con una sonrisa y le indicó con un gesto que se inclinara. Así lo hizo. Se besaron con ímpetu mientras Andrew comenzaba a embestir lentamente. Daniel se abrazó de él ahogando gemidos en sus labios, entre besos suspiraba derramando deseo. Sus piernas algo débiles rodearon las caderas de su amante permitiéndole entrar más profundamente en él.


—A…haaa…Andrew… haaa Andrew— Gemía mientras sus uñas se enterraban en la espalda del mismo con cada arremetida del menor. Estaba loco por él y se notaba. Embestía con fuerza y profundamente haciendo gritar a Daniel con cada una de éstas. Poco a poco el placer comenzó a inundar el cuerpo del mayor de ambos haciendo que aquellos gritos se tornaran dulces melodías cargadas de deleite, buscó los labios ajenos para degustarlos una vez más entremezclando sus respiraciones y haciendo danzar con frenesí sus lenguas sin contener sus sentimientos que se desbordaban con solo tocarse levemente. El ambiente era cálido y ambos se encontraban embelesados por éste mientras sus cuerpos se fusionaban lenta e intensamente.


—Te amo Daniel


—También te amo O’Connor


Sus ojos se encontraron como antes, vivaces, ahora embriagados por la excitación del momento y por la profundidad de sus sentimientos. Estaban completamente conectados, no era necesario decir palabra alguna, más aun decidían hacerlo para simplemente reafirmar lo que estaban transmitiendo física y emocionalmente en ese instante.


 


Las arremetidas del australiano se volvieron poco a poco más profundas y enérgicas haciendo que Daniel se aferrara a su espalda. Gustoso besaba su cuello sintiéndolo respirar agitado sobre él. Su aroma era delicioso, empapaba todo su cuerpo, pero quería más.


—Y-ya… no puedo… más… hazlo…


—¿J-juntos?— El peliazul asintió dejando que algunos mechones húmedos cubrieran su rostro. Se aferró con fuerza al cuerpo de su amante sintiendo el éxtasis del clímax. Lo habían hecho juntos, habían terminado juntos, podía sentir como su cuerpo se llenaba de la esencia de Andrew.


El pelirrojo buscó los labios de Daniel mientras sus brazos lo rodeaban. Las piernas del canadiense lo soltaron para que pudiera salir de su interior. Lo hizo con cuidado y sin dejar de besarlo. Se recostó sobre él compartiendo aquel íntimo sentimiento una vez más pero ahora en calma. Sus cuerpos estaban cubiertos por una delgada capa de sudor producto del intenso ejercicio.  Andrew se incorporó levemente para sonreírle a Bennett y contemplar su rojiza expresión.


—Creo que se nos pasó la lluvia de meteoros, realmente quería ver como llovían estrellas


—¿Te arrepientes?


—Claro que no Drew, eso puedo verlo hasta en la computadora, pero tenerte así, para mí… creo que si tuviese que elegir, pues supongo que ganarías…


—Supones, eres cruel Bennett


—¿Y tú, no querías verlo?


—Ya las vi


—¿Qué? ¿Cuándo?


—En tus ojos mientras hacíamos el amor


—…— Daniel se quedó callado y unos segundos después su cara tomó un color rojo intenso. Acababa de decir que habían hecho el amor. Estaba feliz, demasiado, parecía que su corazón explotaría por lo rápido que latía y por lo ligero que se sentía. Lo abrazó con fuerza.


—Te quedarás conmigo esta noche ¿verdad?


—¿Creías que no? Ahora que te tengo, no planeo dejarte escapar — Sonrió con dulzura y besó su frente, luego sus labios. Daniel se aferró a su espalda tal como lo había hecho momentos antes.


—Quiero que mi novio me haga el amor toda la noche


—Como desees Daniel… —Susurró apoderándose paulatinamente de la boca de su amante derritiendo poco a poco su cuerpo al contacto del mismo. Ya lo habían experimentado una vez, pero sin importar cuantas veces demostraran aquello que sentían, sabían que responderían del mismo modo.

Notas finales:

Espero que les haya gustado!

No me juzguen es la primera vez que publico lemon porque no me siento confiado con eso (?)

Se aceptan consejos (????)

Gracias por leer :3


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