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Crónicas de un villano por Silence Tsepesh de Lenfet

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Notas del fanfic:

Hola

Pues aquí estoy con una nueva historia, espero que les guste y la disfruten.

Notas del capitulo:

Pues iniciamos con este nuevo proyecto que tenia algun tiempo pendiente pero  que al fin quedo, aun no termino con mi otra historia, Bloodless, pero estare actualizando las dos, aunque aun no sé que día publicare las actualizaciones de esta historia, posiblemente cada viernes.


Bien, sin mas, espero que les guste.

Luxor, Egipto, valle de los reyes. Actualmente.

 

Arena, arena… y más arena.  Juro que jamás volveré a pisar este lugar en muchos años.  Claro, que si estas en medio del desierto en una maldita tormenta de arena lo único que vas a encontrar es irónicamente arena.   Y aun así, sigo intentando caminar entre la arena, tan lento…

Lo único que hace que no me pierda es el rastro que sigo desde que salí. Es bueno que haya una tormenta, significa que no hay mortales por aquí.  Y como aparecida de la nada, la entrada a la tumba en la que me estoy ocultando sale de entre la arena.  Verán, este lugar es magnífico para mí, no ha sido descubierto aun. El ruido del viento se detiene cuando entro, y hago desaparecer el rastro.  Luego, extiendo la mano y sello la entrada.

— Han—  llamo, mi voz suena amortiguada por el manto de tela que usaba para protegerme de la arena, lo desenredo y lo dejo cae al suelo. Ah, hay arena en todas partes— HAN— nada. Mi aprendiz solo no aparece. — Hanley, si no vienes aquí ahora mismo  te hare un maleficio de urticaria.

— ¿otra vez?

— Pequeño mocoso insolente—  Hanley es un adolecente, dieciséis años y actualmente es una pesadilla— ¿lograste hacer el ritual?

— ammm… no.  Hice el pentagrama, juro que salió bien, pero no apareció nada—  Han y yo vivimos en cualquier lado, vamos de un lado a otro, aunque a veces nos quedamos mucho tiempo en algún lugar, los dos somos algo así como proscritos. Nadie nos quiere, nadie nos ocupa.

— de seguro estuviste vagueando otra vez.

— claro que no, me ofendes, maestro Hadrien—  suspiro, estos mocosos. Hanley tiene el cabello rojo oscuro, la piel blanca y los ojos color ambarino, casi amarillos y con las pupilas alargadas.  Aun es un niño, su rostro es muy infantil y redondeando, por lo que no pareciera que estás viendo a un nigromante.  Por eso la apariencia tan inusual de Han.  Eso no es nada.

Yo, soy Hadrien, el mejor nigromante que existe hoy en día.  Si la apariencia de Han es única, la mía lo es más. Mi cabello es negro, negro real y no castaño oscuro, y mis ojos son de color azul pálido, casi traslucido y demasiado para un humano.  Todos los que nacemos con el destino de poder usar algún tipo de magia tenemos alguna marca distintiva, algo que nos hace diferentes al resto de las personas, y al resto de nosotros mismos también.  

— ¿me dices que hiciste un pentagrama en una tumba en el valle de los reyes, lleno de momias y espíritus y que no pudiste invocar ni un miserable espíritu?

— no.

— no lo haces bien— gruñó, y levanto la mano, con la palma hacia arriba, siguiendo mi movimiento, un espectro sale de la tierra, no es más que un espíritu grisáceo, casi transparente— y sin pentagrama— Han silba, observando el espectro. Con un ademan de la mano lo hago desaparecer.

— no es justo, tú tienes más tiempo practicando.

— Han, esto lo hacía desde… mejor olvídalo y sigue practicando—  claro que tengo más experiencia, no en vano he vivido tanto haciendo esto.  

— Tengo sueño.

— nada de tengo sueño.  Vas hacer invocaciones hasta que hagas que algo aparezca—  Han reniega, pero aun así le veo ir hasta el fondo de la tumba, donde hay un pentagrama pintado en el suelo con tiza.  

Ser un nigromante no es la gran cosa… bien, la verdad sí. Ser un nigromante significa muchas cosas, ninguna buena para ser sinceros.  

— ¿encontraste lo que querías?­

— No te escucho invocar—  inmediatamente se pone a murmurar.  Hanley, o Han como prefiero llamarlo, no era más que un chiquillo cuando lo encontré. Caminó hasta donde está ahora, observándole invocar algo— eleva el tono en esa palabra…. Estas diciendo mal ese verso, es al revés.

— bien.

— Deberías saberlo ya—  me agacho a corregir también un símbolo en el pentagrama— sigue intentándolo— me siento, sin despegar la vista de Han.  Me estoy quedando dormido, cuando su voz me despierta.

— Hadrien, Hadrien ¡Mira, hice algo!-  cuando abro los ojos, una mano está saliendo del suelo. Una mano esquelética. Ah, este niño.

— te pedí un espíritu, no un zombi. Bueno…-  cortó la magia que hizo eso, y la mano desaparece en la tierra de nuevo. Han suspira, sentándose— nada mal para donde estamos—  Han no controla del todo su poder, y eso puede ser peligroso.

— No es difícil, pero los espíritus no quieren hablar conmigo—  quizá sea verdad.

— como sea, hay que dormir. Tenemos que irnos mañana temprano—  Hay un par de sacos de dormir, y Han va bostezando hasta uno.

— Entonces si encontró lo que quería—  le sonrió, mostrándole el libro por el que estamos en este polvoriento lugar— genial—  dice, apenas apoya la cabeza, se duerme. Dejo una versión muy antigua del libro de los muertos a un lado de donde me acuesto. No creo que vaya a dormir hoy, no mucho.  

¿Por qué tengo que estar oculto en medio de momias?   Es parte de lo que soy. No, más bien de lo que me he visto obligado a ser. 

En este mundo existe la magia, hay magia en todo. En el aire, la tierra, el fuego, el agua… en la luz, y en la oscuridad.  Algunos humanos pasaron su vida intentando controlar esa magia… y lo lograron. Ahora muchos años después, todavía nacen personas con más aptitudes que otras.  A algunas es fácil reconocerlas, como a mí o a Han, hay otros en los que no es tan notorio su marca mágica, por más ridículo que eso suene.

Yo soy un nigromante, alguien que puede usar la magia negra, puedo hablar con los espíritus, invocar muertos y esas cosas que a la mayoría le parecen desagradables. Desde que recuerdo puedo ver a los espíritus deambulando por ahí, me hablan. Les escucho y a veces les respondo, casi siempre cuando estoy aburrido. Hasta hace algunos años, viví solo mucho tiempo así que me he acostumbrado a tener por compañía solo a los espíritus.   Nadie quiere a alguien como yo a su lado. No exagero.

Lo he comprobado muchas veces.

Para empezar, la forma en que se puede mantener alejada la magia de todo el mundo, es regulándola. Vigilando y asegurándose de que los humanos no se enteren que cualquiera puede usar la magia.  Para eso existe el parlamento, la máxima regencia de los magos, hechiceras y cualquier ser mágico, formado por representantes de cada grupo de magos… y los nigromantes no son bienvenidos en el parlamento.   Por lo tanto, yo no soy bien recibido ahí.

— Han…— llamo, pero el sí que está dormido. El chico tampoco la ha pasado bien— en serio…—hago que la tela suba.  Podremos estar en el desierto, pero es frio en este lugar.   Yo no quiero ser parte del parlamento, y quizá estoy dando una mala impresión.

Yo amo ser un nigromante.  ¿Qué haces cuando lo único que puedes hacer es crear zombis y echar maldiciones? Pues crear zombis y crear maldiciones.  Viajo por donde quiera, causando caos por donde voy. No tengo un trabajo fijo, y vamos,  ni siquiera con magia podría hacer aparecer dinero. Voy vendiendo mis maldiciones a los humanos, dando mis servicios de nigromante a cualquiera que pueda encontrarme y pagarme.  Claro, eso está prohibido, y por eso el parlamento me busca. Por eso termino metido en lugares como este, donde solo puedo ver un pequeño trozo del cielo.

— maestro… Hadrien.

— Umm.

— eh... Alguien... alguien le está buscando— abro los ojos. Han está ahí, y a unos pasos atrás, el espíritu del que parece ser el dueño de esta pirámide.

— ah, ya me encargo— sería muy fácil hacerle volver, desaparecerle.  Ya casi ha amanecido, es hora de seguir— lamentamos haber perturbado su sueño, nos marcharemos ahora mismo.

— ¿ya?  Tengo hambre.

— Han, comeremos algo de camino— el espíritu no está contento con nuestra presencia. O quizá por estar invocando cosas en su lugar de descanso eterno.   No traemos muchas cosas, solo un par de bolsas de dormir y un par de mochilas con algunas cosas

— ¿no hablara con él?

—  no es necesario, quiere que nos vayamos. Y ya es hora de irnos, o no podremos salir sin llamar la atención—  menos de cinco minutos después, salimos.  No hay nadie afuera, todavía hay rastros de la tormenta de arena de anoche.

— ¿A dónde iremos ahora?

— ah, a un hotel. Quiero quitarme toda esta arena antes de ir a algún otro lado—   Han asiente efusivamente. No es para menos, hemos pasado casi dos semanas durmiendo entre la arena.  

— ¿vamos a trabajar también aquí?

— no lo sé… podríamos ir de compras, vamos, estamos en Egipto, es un paraíso de magia oscura. Y tú podrías aprender algo para variar.

— Anoche hice una invocación. 

—  no fue exactamente lo que pedí.

— ¿puedo hacer las maldiciones hoy?

— ah, claro. De todos modos se supone que causan un desastre—  Puedo ver la mirada indignada de Han. Hay gente entre los magos que nos busca para su beneficio, siempre terminan recurriendo a la magia negra cuando están lo suficientemente desesperados.  El sol ya calienta cuando llegamos a la ciudad. Lleno de turistas, típico de Egipto.

— ¿Por qué no solo aparecemos?

— no queremos llamar la atención—  y no soy muy bueno con ese tipo de magia.  Cuando no tienes de quien aprenderlo, no tienes muchas opciones. Sí, yo tuve un maestro también, pero al igual que yo, no tuvo muchas opciones.  Solo magia negra. Puedo desaparecerme yo solo, pero no creo que pueda llevar a Han.

— Quedémonos en un buen hotel.

—  ah, elígelo tu— le digo. Me da lo mismo donde pueda quedarme. Detengo a Han, jalándolo a un callejón.  

— ¿Qué pasa?

— Vayamos por acá— un espíritu en la calle, lejos de nosotros me indica que hay un mago por aquí. Es lo bueno de tener espíritus a mi servicio, quizá no pueda sentir la magia de un mago cuando me acerco, pero los espíritus nunca mienten, mucho menos si yo los controlo.  Es la forma en la que he escapado cientos de veces de morir.

— pero…

— Han, obedece—  salimos por otra calle, andando hacia los hoteles, alejándonos del mago. Han no noto nada, y al parecer tampoco nos notaron. Desventajas de ser un nigromante experimentado, la muerte me sigue y la magia negra es muy notoria, es muy fácil saber donde estoy con solo acercarse, es como ser un punto llamativo en medio de la oscuridad.

— Este, quiero quedarme en este—  no es un hotel muy grande, pero sin duda es bonito… y hay un cementerio a unos metros. No lo veo, pero puedo sentirlo, y de seguro Han también.

— Bien— no tengo problema en usar mi nombre para registrarnos, no me oculto todo el tiempo, y lo único que se puede saber de esto, es que mi grandiosa persona estuvo aquí.  Adentro está fresco, la cama parece muy suave.  Me siento cerca de la ventana, Han corrió al baño para meterse a la tina.  

No debería hacer esto… debería solo encerrarme y dejar que todo siga normalmente. Pero yo nunca hago lo que debería. Dejo pasar algunas personas, buscando algo que no llame realmente la atención.   Finalmente un chico, como de la edad de Han, pasa, no pierdo el tiempo. Ya no veo todo desde arriba, ahora estoy en el cuerpo de este chico.  Las posesiones no me gustan mucho, me hacen sentir muy vulnerable, es difícil manejar la magia en un cuerpo que no es mío.

Regreso por dónde veníamos, buscando. El sol sigue siendo muy intenso, pero no me cuesta mucho encontrar lo que busco, porque no se ha alejado de donde estaba, un mercado bastante pintoresco.  Ah, este cuerpo es odiosamente pequeño, me tengo que parar de puntas para seguir a mi objetivo.  Nos alejamos de la gente, caminando por estrechos callejones donde no parece que sea de día.  Me agacho, juntando una piedrecilla.

— ¿Qué…?

— vaya, para ser el héroe del parlamento, estas muy distraído, Kiran D´Chaudry—  él se gira, me ve, sin reconocerme unos momentos. Yo sonrió— ¿Qué hace el héroe solo? sería muy fácil matarte— la comprensión se pinta en su rostro, se pone serio.

—  Hadrien  Von Nacht.

— ¿Qué trae al gran Kiran a este lugar? — me burlo. Kiran es… todo lo contrario a mí. Es un gran mago, el que ha salvado al parlamento y a los humanos de magos como yo. Ah, sí, lo olvidaba. Para todos, yo soy el malo. Soy el villano, al que deben derrotar, el que siempre está tramando algo malo aunque solo este cuidando de un mocoso en un hotel.  

— ¿Qué haces aquí?

— oh, pero si yo pregunte primero— los ojos de Kiran, de un color entre verde y marrón,  se entrecierran.

— Hadrien, no tiene nada que ver contigo. Yo… preferiría mantener esto…- ah, entonces no está aquí por mí. Es un poco decepcionante.  Conocí a Kiran hace muchos años, cuando yo aún no era un nigromante, le admire como todo un chiquillo admira a su héroe, y como todo chiquillo… me enamore.  Kiran, el héroe de cabello castaño y piel morena.  El único que no me miro mal nunca.

Desearía poder deshacerme de estos sentimientos.

— ¿entonces estas ocultando algo? Ja, quien diría que hasta tú tienes secretos— por un tiempo, pensé que él tenía algún interés en mí y justo antes de hacer cualquier cosa… mis poderes me delataron, me echaron y me volví  lo que soy.

— Hadrien…

— no, no.  En realidad no quiero pelear, quería ver si tenía que largarme de aquí— hace demasiado tiempo que no hablo con Kiran a solas. Jamás admitiré que hay un espíritu siguiéndolo por órdenes mías. 

— ¿Qué haces en Egipto?

— no sabía que tenía prohibido estar en Egipto.

— No te metas en problemas.

— Yo no me meto en problemas…— ellos me ocasionan problemas— como sea, si no estás buscándome, seguiré con mis cosas como si nada—  me giro, dando unos pasos hacia atrás. Kiran nunca haría nada que ponga en peligro a un humano.

— ¿Qué estas tramando? — giro medio cuerpo, sonriéndole.

— Eso no es asunto del héroe—  no me muevo cuando intenta detenerme, solo suelto mi control sobre este cuerpo. Todo se vuelve oscuro unos momentos, y luego, estoy en el hotel. Controlar el cuerpo de alguien más es agotador.  Suspiro, mirando la calle.  El sol sigue calentando, ¿acaso hace otra cosa en Egipto?

No me gusta nada la presencia de Kiran aquí. Mañana bien podría haber un montón de magos buscándome por aquí. O tal vez no, podría invocar un espíritu para preguntarle, pero estoy cansando.  

— oye, Hadrien, puedes usar el baño ahora.

— Bien— lo necesito.

La vida no siempre es justa con todos, lo sé desde hace mucho. No tiene caso quejarse por eso, yo solo he hecho lo que puedo con lo que tengo. El agua no está fría, pero refresca.  

En toda historia se ocupa un villano, alguien que haga resaltar al héroe. Y casualmente a mí desde siempre me dijeron que no era bueno. ¿Qué más podía hacer?  No me iba a lamentar toda la vida por estas cosas. Ya no podría ver a Kiran cuando me echaron…

Pero aun podía hacer algo ¿no? si lo que necesitaba para verle era ser malo, entonces lo seria. Lo que todos buscaban era un villano, y me convertí en uno. De todos modos, no sería bien recibido en ningún lado, a donde que fuera me mirarían mal.  Solo les di un motivo para hacerlo de verdad.  No me siento mal por esto.

Pienso que mi destino es como una estrella fugaz, siempre destinado a caer. Nunca logro brillar por más de un poco tiempo antes de caer.  Ya no me duele. He vivido muchos años sabiendo esto. Ahora mismo, soy muy feliz siendo lo que soy.  Me gusta causar miseria, dolor, jugar con las emociones humanas.  Soy un villano, el malo del cuento… y esto es solo el comienzo.

Esta no es la historia del héroe,  esta es la historia del villano…esta es mi historia.

¿Quieren escuchar la versión del malo?

 

 

Notas finales:

¡Gracias por leer!


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