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Guerreros de almas rotas por Luthien99

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La noche en la que Sirius le besó, Remus apenas pudo dormir. Se mantuvo despierto toda la noche observando el dosel de su cama intentado olvidar el sabor de los labios de Sirius. Pero el esfuerzo fue en vano, pues su sabor se había quedado impregnado muy adentro, donde nada más puede llegar. Aquel fue un beso con sabor a tabaco, un beso amargo y a escondidas, un beso a media noche.

La noche antes del beso, Sirius había estado coqueteando con una chica de Hufflepuff durante la cena. Y Remus se había visto obligado a contemplar las tácticas del juego de seducción de Sirius Black; como se acercaba mas de la cuenta a ella, como se movía el pelo y se lo echaba hacía atrás en un movimiento perruno, como sonreía torciendo el gesto, como acariciaba sutilmente su mejilla y como la chica temblaba y se sonrojaba con el simple roce de sus dedos. Y aquella no era la primera vez que lo hacía. Remus había tenido que soportar como Sirius arrinconaba a todas las chicas de Hogwarts en los oscuros pasillos del castillo noche si y noche también. Había tenido que soportar los juegos y apuestas de James y Sirius durante años.

—¿Qué te apuestas a que yo me la hago primero?

—Me apuesto lo que quieras, Cuernos. Pero esta es mía antes de mañana.

—Lo que tu digas, Canuto.

Remus había sido testigo de como Sirius y James apuntaban y tachaban chicas de aquella maldita lista. —¡Malditos capullos! —Pensaba Remus cada vez que sacaban la lista y tachaban un nombre más.

Había pasado mucho tiempo desde que entendió que aquel sentimiento de rabia e ira iba mucho más allá de la desaprobación de aquel comportamiento misógino de sus dos amigos. Aquella ira que sentía no eran más que unos celos incontenibles. No sentía lo mismo cuando James tachaba un nombre a cuando lo hacía Sirius. Cuando él lo hacía, nacía un dolor mucho más profundo, una especie de asfixia interior que le quitaba el hambre y que lo tenía en vela toda la noche. Así que cuando, a la mañana siguiente al beso, Sirius le buscó desesperado, Remus estaba escondiéndose de él a toda costa. Escondiéndose porqué no quería verle, porqué no quería recordar y reavivar su sabor.

La biblioteca le pareció el mejor lugar donde poder pasar la tarde sin que nadie pudiera molestarle. Pero Lily Evans pareció no entender lo que Remus no paraba de repetirle —Quiero estar solo.

—No voy a dejarte solo… ¿Te has visto la cara?

—Si, Lily… Desgraciadamente.

—No, tonto —dijo la chica con fastidió—. Lo digo porqué tienes un aspecto horrible.

—No lo estas arreglando.

—Parece que no hayas dormido en tres días… —dijo— ¿Has estado llorando?

—¡No! —exclamó alterado, levantando la vista de su libro—. Cállate.

Lily se quedó callada unos segundos y observó. Inspecciono su rostro, sus ojos más tristes que de costumbre, su nariz más roja y el pelo más revuelto. Las comisuras de sus labios estaban ligeramente más curvadas hacía abajo, y su malhumor la extrañó.

—Aun quedan dos semanas para la luna llena… —susurró—. ¿Se puede saber que demonios te pasa, Remus Lupin?

—No me pasa nada, Lily… —dijo con brusquedad—. ¡¿Por qué no me dejas en paz de una vez?!

Remus se levantó, cogió sus libros y los metió nervioso la mochila. Lily le miraba incrédula, no podía dar crédito al extraño comportamiento de su amigo. Se quedó sentada mientras Remus se marchaba iracundo de la biblioteca sin despedirse. Y sin saber muy bien por qué, Lily supo perfectamente quien era el culpable de todo aquello.

Dejó los deberes a medias, pero no le importó. Recogió sus cosas y salió de la biblioteca pocos minutos después que Remus se marchara. Pero no le siguió. Supuso que el chico se habría ido a esconder a su habitación o algún rincón oscuro de la Sala Común.

Ella tenía otro objetivo en mente.

Bajó al primer piso y salió del castillo. Caminó lo más rápido que pudo, manchándose de barro los zapatos y las pantorrillas. El campo de quidditch estaba ocupado por Gyrffindor que entrenaba para el partido de la próxima semana. El campo parecía un gran lodazal, envuelto por gradas y por alumnos curiosos que venían a ver entrenar a los campeones de su casa. Pero lo que le interesaba a Lily era encontrar al engreído de Potter y al egocéntrico de Black, así que entró en el campo y gritó sin escrúpulos sus nombres.

James y Sirius se giraron extrañados por aquellos coléricos gritos que provenían del suelo. Ambos sobrevolaban el campo en sus escobas, James —como capitán— dejó de ordenes a sus jugadores y Sirius paró una quaffle y la lanzó a uno de sus compañeros.

Descendieron hasta el suelo y caminaron hasta Lily. Sirius caminaba detrás de James con mucho menos interés que su amigo, que había descendido desesperado para encontrarse con ella.

—Lily… —suspiró James—. ¿Has venido a verme entrenar?

—Ya te gustaría, Potter.

—Evans… ¿A que debemos el placer de tu visita? —dijo Sirius con fastidio—. Estamos entrenando, si no te importa.

—No, no me importa en absoluto —los ojos de Lily soltaban chispas.

—Bueno, vale. ¿Qué coño quieres? —preguntó Sirius harto.

—Quiero saber que le pasa a Remus —dijo Lily muy segura de sus palabras—. ¿Que le habéis hecho?

—¿Que qué le hemos hecho nosotros? —inquirió James—. ¡Nosotros no le hemos hecho nada a Remus!

—Pues entonces… ¿Qué le pasa?

—¿De qué estás hablando, Lily?

—Vengo de estar con él en la biblioteca… Y nunca le había visto así, ni si quiera antes de una luna llena —dijo Lily—. Le pasa algo, está triste.

—Pues nosotros no sabemos nada…¿Por que íbamos a hacerle algo malo a Remus, verdad Canuto? —James miró a Sirius, que había estado callado durante toda la conversación. En cuanto Sirius escuchó el nombre de Remus y la preocupación de Lily, el dolor y la asfixia que había estado padeciendo todo el día volvieron a aparecer. El quidditch había apaciguado su dolor, pero las palabras de Lily lo habían reavivado y Sirius sentía la culpa latir bajo su piel.

—Claro… —mintió Sirius— ¿Por que íbamos nosotros a hacerle nada a Remus? Es nuestro amigo…

—¡Capitan, te necesitamos! —gritó un jugador desde el aire.

—¡Voy! —dijo James—. Tengo que volver. Luego hablamos, Evans. —James subió en su escoba y con la elegancia que tanto se le atribuye, alzó el vuelo y volvió donde estaba antes de que Lily llegara.

Sirius, sin embargo, se quedó inmóvil junto a ella.

—¿Por que lo preguntas? —dijo muy serio.

—¿Tu también lo has notado?

—No —Sirius desvió la mirada—. Remus está bien, estamos todos bien.

—A mi no me engañas, Black —dijo Lily. Sirius estaba dispuesto a irse, pero la chica lo cogió del brazo y le hizo retroceder—. Se que esto tiene algo que ver contigo, algo entre tu y Remus… James no miente, pero tu lo haces fatal —hablaba con firmeza y decisión—. No le hagas daño, Black…

—Tranquila, Evans… Yo sería el último en permitir que alguien le hiciera daño a Remus —dijo encolerizado y con los ojos más negros que nunca—. El último, te lo aseguro.

—Pues por ahora no lo estás haciendo muy bien.

—¡Piérdete, Evans! —ladró Sirius—. ¿Que quieres conseguir haciéndome creer que yo soy el culpable de todas las putas desgracias del mundo? ¿Quieres que cambie?

—Sólo quiero que me cuentes que ha pasado con Remus… ¿Qué le has hecho?

—¡¿Que qué le he hecho yo?! —bramó iracundo—. ¿Por qué no se lo preguntas a él? Por que si te digo la verdad, no tengo ni puta idea de que coño le pasa… ¡No me ha hablado en todo el día! Es él quien tiene el jodido problema, no yo.

—¿Pero se puede saber que os ha pasado?

—¡Nada, joder! —Sirius estaba empezando a hartarse—. A mi no me pasa nada, es él.

—Gracias por tu ayuda, Black… Eres siempre tan locuaz —dijo indignada—. Si le hubieras visto la cara a Remus entenderías de lo que estoy hablando. No está bien.

—¿Crees que no lo sé? He intentado hablar con él antes, pero no quiere escucharme.

—No lo has intentado suficiente.

—¿Y que quieres que haga?

—Decírselo.

—¿El que?

—Ya lo sabes —inquirió Lily.

—No, Evans… No lo sé. No tengo ni puta idea de que me estas hablando.

—Díselo —entonces la chica se dio media vuelta y dejó allí a Sirius, con la mirada perdida en sus propios pensamientos e intentando entender que significaban las palabras de Lily.

 

Notas finales:

Gracias por leer, nos vemos en el próximo.

Besos, Lúthien.

 


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