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Espresso por kenni love

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-Potter, estas oficialmente invitado a mi boda. – Al otro lado de la línea se escucha la risilla de James. Es de noche, Sirius está cansando del trabajo, y aun así tiene ánimos para contarle todo sobre el chico de Starbucks a James. Su amigos lo escucha sin interrumpir, y Sirius se asegura de contarle cada detalle.

-Vaya, nunca te había escuchado tan… ¿feliz?

- ¡Lo sé! Nunca me había sentido así, tengo ganas de fumarme unos diez cigarrillos de marihuana y correr hasta tu casa.

-¿Seguro que no te los has fumado ya? – Ambos se ríen. La euforia recorre el cuerpo de Sirius, imparable, causando miles de sensaciones dentro de él. Recuerda esos ojos listillos y esos párpados caídos, y esas pestañas enormes, y esos labios que lo seducen cada vez que se mueven.

- James, te juro que él es especial. Es como si lo conociera de años. Tienes que conocerlo, sé que te caerá bien.

-Claro, en cuanto regrese a Londres iré a visitarte. ¿Y qué vas a hacer cuando acaben las vacaciones? Ya no lo vas a poder ver.

- James, estás hablando conmigo, por favor. Cuando las vacaciones terminen ya seremos novios. Y lo iré a visitar todos los días después de la escuela. – James le asegura que después de la escuela llegará a su casa a quedarse dormido. Sirius no puede negarlo. Sin embargo, la idea de ser novios y verse todos los días es demasiado agradable. Sirius suspira, profundo, desde el alma. Habla un poco más con James, le pregunta sobre España, si no tiene problemas con el idioma, qué tal está la comida, y si las españolas están más bonitas que las inglesas. Después de unos minutos, que resultaron ser horas, Sirius se despide, se acuesta en su cama y observa el techo, sin observarlo en realidad. Repite sin descanso todo lo que pasó ese día, deteniéndose en los detalles, recordando y memorizando el rostro de Remus, sus manos, sus brazos, su espalda, su trasero, y, por sobre todo, sus sonrisas, puesto que tiene una para cada ocasión, según el análisis exhaustivo de Sirius. Se pregunta si está siendo un poco exagerado, sólo ha  hablado con él una vez y ya siente que lo conoce de años. Y no sólo años, sino más allá, una existencia entera, otra vida, otro mundo. Porque su voz lo relaja y le hace tener sensaciones inexplicables, porque su mirada revienta sus neuronas que tratan sin descanso de recordar dónde la han visto antes, porque su corazón no pudo equivocarse la primera vez que lo vio y sintió un extraño vuelco, como si ya lo hubiera tenido antes.

Antes de dormir, Sirius busca en su Facebook a Remus, seguro de que no va a encontrar nada, y un poco desilusionado al ver que tiene razón.

 

 

-Hola. – Remus levanta la mirada, para nada sorprendido de ver a Sirius de nuevo. Es hora del descanso. Sirius se recarga en la barra y pide un Espresso  antes de que Remus le pregunte qué es lo que quiere.

-¿A nombre de quién? – Remus actúa como si se tratara de cualquier otro cliente, aunque una ligera sonrisa se esconde en sus labios.

-Sirius, S-I-R-I-U-S – Deletrea, sacando un poco la lengua, acentuando cada palabra. Remus escribe algo, y Sirius está seguro que no es su nombre. - ¿Qué tal? ¿Cómo te ha ido el día de hoy? – De nuevo Remus se da a desear. Ladea un poco la cabeza y aprieta los labios pensando en su respuesta. Sirius lo mira ansioso, como un perro cuando ve su juguete favorito.

-Teniendo en cuenta que sólo llevamos tres horas trabajando, me ha ido bastante bien. ¿Y a ti? ¿Ya te has acostumbrado?

-Bueno, no hay caviar para comer, pero es relativamente agradable. – Sirius decide bromear, aligerar el ambiente. Remus se ríe entre dientes y también se recarga en la barra, un poco alejado de Sirius, provocándolo con la mirada, con esas pestañas que aletean coquetas. El chico  está flirteando y no se ha dado cuenta.

-Me alegra oír eso. – Sirius se acerca, lento, precavido, con movimientos naturales. Bebe de su café sin desviar la mirada de Remus, de su media sonrisa, de su rostro avergonzado.

-¿Y qué te gusta hacer? Ya sabes, cuando no estás trabajando. – Remus entrelaza sus manos y juguetea con sus dedos. Tarda en responder.

-No mucho. Me gusta leer, estar en mi casa. Cosas aburridas.

-¿Vives por aquí?

-Sí, bueno, por los alrededores.

- Eso no es por aquí. – Sirius se da cuenta que Remus vive lejos, demasiado. Para llegar a las afueras de la ciudad se deben tomar dos autobuses y un subterráneo. El trayecto es de una hora y media, más el tiempo que se hace dependiendo a la zona que vaya. Sirius se sitúa en frente de Remus, invade su espacio personal, se recarga en la barra y penetra sus ojos. Remus le sostiene la mirada por unos segundos, los suficientes para darse cuenta que comienza a sentirse incómodo. - ¿Qué tal si te invito un café y a cambio me das tu número de celular? – La incomodidad desaparece y deja lugar a la picardía. Remus roda los ojos y se ríe, ligero, casi inaudible, pero Sirius le oye y se fascina de ese sonido.

-¿Qué tal si regresas a tu trabajo? Ya pasó media hora. – Sirius gruñe por lo bajo, frunce el ceño y acepta a regañadientes. Se despide con una amenaza de volver y Remus no se despide del todo, puesto que unos clientes llegan y “olvida” despedirse.

Sirius llega al McDonald’s, se pone su gorra y gira su vaso de café. No se sorprende en absoluto al ver las pequeñas letras apretujadas, incluso las está esperando. Remus no ha escrito su nombre, sino algo mejor, algo digno de alguien como él: “El chico de la Royal School of England, el de acento refinado”.  


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