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L'entente amoureuse por Marcianita

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      Tres

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Pese a la llegada previa, pudo hablar con Lavi solo tres veces en lo que fue un mes. Según, estaba muy ocupado, primero buscando dónde vivir, y luego aguantando el asco de volver al estilo neoclásico y hacerlo dibujando a nada más que Lverrier. Un hombre que compartía su animadversión, y la presumía aun cuando lo había contratado.

Lavi increpaba que su trabajo se debió más a un amigo llamado «Brote de habas»* —era un nombre falso, al parecer— que tenía una buena relación con un aprendiz/sirviente, de uno de los integrantes de la “Cámara de Lores”. Entre el ir y venir de esos dos, Link —el nombre del aprendiz— vio sus antiguos dibujos y lo supo aprendiz de Bookman. Lverrier era admirador del trabajo de su ex tutor, y…   

—Esto que me pasa es culpa del viejo —decía tras un largo suspiro—. Quién me manda a ser aprendiz de un hombre del que al final ni emularía su estilo.

 —¿Entonces por qué aceptaste el pedido?

—¿Por qué más? No tengo nada interesante que dibujar, estoy en baja económica y…

—¿Y?

—Por alguna razón quería volver y quedarme aquí un tiempo.

Lenalee resopló una risa, y un comentario muy inadecuado se vio presto a salir de sus labios. No lo hizo, lo retuvo, guardó el comentario y hasta lo encerró. Sin importar si este era cierto o una mala interpretación, a ella no le importaba. Ahora ya no.

—Pues entonces más te vale venir, una vez tragues tu mal humor.

—¿Qué crees? Lo haré tras abrirme un tiempo en mi agenda.

—Vaya… qué ocupado.

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De esa forma  pasaron dos meses de casi nula interacción.

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Tiedoll era un hombre agradable. Desde el día que la conoció pareció muy animado en tratarla como una hija más, y a tiempo presente solía llamarla para visitarlo. Siempre con ánimo de hablar de su hijo, y, a veces, de cuándo se le daría la felicidad de conocer a un nieto.

Lenalee pese a evitar hablar del último tema —a fin de cuentas, había quedado con Kanda en que era muy pronto para tener familia— gustaba de ir a su casa. Tiedoll era un hombre muy culto y amable. Podía mimarla con todo tipo de delicatesen de su cocina, o dotarle de largas conversaciones que iban más allá de banalidades. Y con todo el historial dado, además del franco cariño, ella fue ese día a verlo.

Al llegar a la puerta los sirvientes le saludaron amigablemente, y la guiaron a él. Le dijeron, en el camino, que tenía un nuevo invitado favorito, y que estaba enfrascado en una calurosa charla, de la que no debía cohibirse y que en cambio debía luchar por insertarse en ella.

Lenalee asintió con simpatía, y cuando estuvo en un pasillo cercano a su destino, se desembarazó de sus manos y aseguró poder ir sola. Una vez sin compañía, ella miró a su alrededor, feliz de encontrarse a presencia de lo nuevo y viejo. Antiguos retratos de personas que ella no conocía, y la vida cotidiana del ahora. Donde podía ver claros esbozos de sus cuñados, y además el rostro —falsamente— sonriente de su esposo. Un detalle que le llamó mucho la atención fue el empapelado de la casa. De un color verde ligero y con dibujos de la flor de lis* en ella, se dio cuenta, Tiedoll logró este último una reconciliación con sus orígenes.

Una vez salida de ahí quedó fascinada ante el espectáculo. En su delante había una charla en clara lengua francesa,  ambos hombres se encontraban hombro a hombro, garabateando en una hoja quién sabe cuántas figuras. Ni se inmutaron cuando entró, pero ella tuvo un leve momento de consternación cuando reconoció cabellos rojos, y que sí, Lavi era definitivamente un francés viviendo en tierra enemiga. Igual que Tiedoll, y ambos también artistas.

No fue ella quien dio la primera palabra, sino que antes de hacerlo, fue vista por un ojo curioso y recibida con una sonrisa.

—Hey, Lenalee, ¿Por qué no me contaste que Yuu fue a la guerra?  

 —Te lo dije hace tiempo.

—¿Oh, sí? Creo que pensé que solo mentías.

Ante su comentario el recibió la risa subsecuente de Tiedoll, y unas palmadas —tal vez un poco más fuertes de lo justo— en la espalda.

—¡Solo era una broma! Pero como sea, ahora tengo que verlos. A ti, porque ya estoy más libre, y mi estimada, me temo que ahora no te dejaré ni respirar sola y a tu esposo, porque… será mi musa.

La idea resultó insulsa, más cuando tenía muy en cuenta los tantos intentos de Tiedoll de retratarlo de forma fiel*. Lo mismo teniendo en cuenta que a Lavi ahora le llamaba más la cotidianidad humana de los sectores más desamparados, y que antes gustaba solo de dibujar figuras femeninas. Pero aun con ello en vez de mofarse, preguntó lo que más le llamó la atención:

—¿Musa?

—Sí, lo que me cuente puede llamarme a retratarlo.

—¿Entonces solo dibujaras lo que te diga y no a él?

—Exacto, él no me parece lo más interesante a dibujar.

 —¿Pero te servirá lo que te diga?

—Sí, claro que lo hará.

Lenalee resopló entre ofendida y divertida, pero la idea de alguien que hablase con Kanda más que de cosas de suma importancia, le pareció agradable. Un amigo para su marido, un amigo que también era el suyo… Eso no parecía desagradable. Mucho menos cuando sabía que Lavi siempre obtenía lo que quería.

—Te puedo llevar con él si así lo gustas.

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Previo lograrlo evitaron hacerlo. Kanda tenía un carácter terrible, y una clara animadversión por Lavi; su amigo… parecía más decidido a pasar tiempo con ella que desviarse a hacer un trabajo que vaya más allá de dibujar la cara fea de Lverrier.

Con ello tal vez fue más de un mes de esquivar, y seguir. El mayor avance que ella tuvo al respecto fue hablar con Kanda del tema, y tentarlo a abrirse más a la gente. Kanda no vio agradable aquello, y ella no vio razón para atosigarle demasiado, ya que sabía que se saldría con la suya.

Al final hasta se olvidó de ese hecho, y por esa misma razón para cuando Lavi, sin pena ni recato agarró la manga de su esposo —en una visita de las suyas— y le pidió el favor de unirse a una conversación con él. Ella tragó duro, a sabiendas del próximo resultado.

Antes de que este sucediera, Lenalee se metió a volver la disputa en charla y luego obligó a Kanda a sentarse y dialogar con el invitado. Al cabo de nada ella salió de la habitación, esperando el próximo estallido y hostigamiento.

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Lavi había logrado su objetivo de tener al menos una charla decente con Kanda, pero insistía en que  «no era suficiente». Según, la charla tendía a ser escueta, con largos silencios incómodos, y que además, en ella Lavi nunca obtenía lo que quería. Lo cual no era nada más que cuentos de guerra.

Cuentos de los cuales ni ella sabía, máximo reconocía que Kanda prosperó en una de las operaciones de alto riesgo y salió condecorado por el esfuerzo; pero eso era algo altamente difundido entre la gente, y no representaba novedad. Suponía que su poco conocimiento se debía a nada más que su nacionalidad. Era china a final de cuentas, y aunque ella no tuviera lazos sentimentales con su pueblo; el tema seguía viéndose como espinoso y sensible. Una barrera por la patria, se podría decir.

Ante sus palabras Lavi resopló y dijo:

—Entonces conmigo no hay esperanzas, mi sangre le debe caer muy mal.

Era una broma, por supuesto, ya que él no mermó esfuerzos en acercarse, y tras un viaje que ella realizó a casa de su hermano; pudo notar una notable mejoría. Y de ahí se trazó un rumbo a aun menos complicado.

Uno que a cada semana mostraba una mejora, desde conversaciones ya no eran brutalmente cortantes, la facilidad con la que Lavi se movía alrededor de él, o las palmadas amistosas que el pelirrojo daba a la espalda de su esposo, sin que todo acabe en un momento de agresión. Todo fácil, y natural, como si siempre hubiera tenido que suceder.

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Una noche Lavi apareció en su casa, y le pidió el favor de convencer a Kanda de ir a tomar unas cuantas copas con él. Costó un montón sacarlo, pero cuando lo lograron, Lavi, en broma, aseguró cuidarlo bien.

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Fueron buenos tiempos.

Lavi solía ir a visitarlos a ambos, tenía una larga conversación de tertulias, buscaba formas de sacarlos de casa, y hasta les ofreció amistades con grandes funcionarios de Inglaterra, tales como Lverrier  —lo odiaron— y Link.

Los días se movieron a prosperidad, las labores diarias se volvieron menos pesadas, y hasta hubo un ánimo más alegre en casa.  Y sabiendo que el cambio venía del alivio a la cotidianidad que representaba Lavi, se vio en la necesidad de ayudar.

O al menos lo intentó con la reiterada alusión de las jóvenes casaderas que ella conocía, y con las cuáles Lavi podría encontrar compatibilidad. Él solía negarse reiteradamente y poner la excusa del momento. En una hasta admitió que estaba bien, mientras pudiera pintar y que Kanda le siguiera dando material de apoyo para sus dibujos.

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Lo extraño fue que su arte de género inacabado, nunca llegó a ser más que una exposición. Tuvo el éxito deseado, pero muchos empezaron a nombrar lo suyo una renovación al neoclasicismo, y otros difirieron, llamándolo romanticismo.

Lavi no le encontró gracia a sus opiniones, sin embargo más tarde lo vio viendo a la nada, en profunda meditación. Parecía haber encontrado una respuesta. 

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Tres y medio

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Solo tardaron dos años para que las cosas empezaran a oscurecerse. La enfermedad vino rápido y acalló la vida en un santiamén. Tan fácil como soplar una vela y quitarle toda luz adquirida. Como tal, ella no lo esperó.

La condición de Tiedoll empezó de forma lenta. Tuvo algunos días donde se sentía cansado, mareos, perdida de hambre, y luego un rápida recobración de ánimos.  Él decía que era achaques de la edad, y cosa de una alimentación mal encaminada. Sin embargo aun con lo dicho, un día tuvo todos los síntomas y luego un desmayo. No tardó mucho en fallecer.

Lenalee lloró mucho ante la pérdida, pero aun con ello el evento pasó, y por la debilidad se refugió en la casa de su hermano, en busca de consuelo.  

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Por el mismo estado de ánimo no se dio cuenta, pero todo ese periodo de duelo no lo pasó con su esposo, ni mucho menos con su amigo.

 

Notas finales:
  1. Lavi es un artista, pero al nacer en este siglo, los estilos preponderantes son el neoclasismo –aunque ya pasado de moda—y el romanticismo. Lavi le va más al área de lo realista, aunque… como están en 1944, pues… la corriente no existe, por tanto él hace “su propio arte”.
  2. Bueno, ya saben, Moyashi es… “Brote de habas” o algo así en español.

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Bien, ya pongo esta parte a pesar de la falta de apoyo. Vamos en la recta final, solo faltan 3 episodios más. Es super corto, ya lo dije


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