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L'entente amoureuse por Marcianita

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Notas del capitulo:

Sí acabamos aquí, el tener seis episodios era un deseo, pero el límite de palabras en lo mínimo fue un obstáculo insalvable, jajaja. 

Cinco

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Kanda no volvió a la normalidad.

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Ante la realidad representada ante sus ojos, ella decidió tan solo esperar. Las heridas de Kanda sanarían tarde o temprano, y como esa “mujer” —o quien sea— había desaparecido de su vida; eso era algo que debía suceder.

Sin embargo aún con la espera y decisión, aquella empresa se volvió… solitaria. Kanda apenas estaba en casa, raras veces hablaba, la miraba, o… hacía lo que sea. El desapego se volvió parte de él, y no sabía si es que era un enojo mal dirigido  —ya que “aquella”— desapareció, o si es que de verdad la culpaba a ella de algo… o si era una rabia desenfundada hacia sí mismo. Con ello, es que empezó a buscar un refugio en su propia casa, al punto de pasar mucho tiempo en las despensas de sus sirvientas, o haciendo que ellas se unan a sus actividades. Una amistad de papel nacida en su espera a… algo que tardaba en venir.

¿Pero cuánto tiempo más duraría eso?

¿Es que acaso alguien puede generar tanto desbarajuste en la vida de otra?

Al parecer sí, ya que, si bien el comportamiento sí tuvo mejoras; nada volvió al curso previo. Y no fue así en un año, dos… tres.

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Se preguntó si esa era una nueva personalidad que nunca se iría, o tan solo una herida aun no cicatrizada.

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Lo convocaron cuando comenzó el disturbio. Sabiéndolo ya no tan joven, y con un buen tiempo fuera de un verdadero campo de batalla. Empero aun con ello, Kanda no rehusó al servicio y el mundo lo celebró.

Ella no lo hizo, pero cuando Kanda le preguntó si estaba de acuerdo con su decisión, Lenalee no la renegó, a sabiendas de cómo era él.

«Debes cuidarte», fue lo que ella ordenó «más te vale hacerlo, Kanda». Él aseguró volver vivo, y solo con eso le quedó contentarse.

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Cuando lo vio partir se dio cuenta de la cruenta realidad a la que iba. Los soldados alrededor de él se despedían de su familia desde jubilosos a sumidos en llanto. Algunos apretaban la mandíbula para darse valor, o daban sus plegarias en busca de consuelo divino.

Kanda no hizo nada de eso, solo veía a la lejanía con expresión inmutable.

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Luego se enteró que el aliado del Reino Unido era Francia.

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La ida de Kanda dejó un vacío que era tanto notable como imperceptible.

Por una parte, había el hecho de no verlo, sentirlo pasar o reconocerlo en las mañanas o las noches. Por otra… la casa no cambió demasiado y si lo hizo, fue a bien. Los sirvientes se vieron más felices de no tener que verlo y sufrir su mal humor; las criadas pasaban más tiempo con ella, y la misma Lenalee ya no tuvo que sufrir el rechazo no grosero. Hace tiempo que eran compartían la misma vivienda, pero… nada más… solo eso…

En el tiempo que no gozó su presencia, intentó replantearse sus sentimientos. Pero la empresa solo llegó a tener como conclusión, el que ella acepte una fidelidad absurda que la hacía vetar la idea de pagarle con la misma moneda. Un sinsentido, toda una proeza del amor alucinado.

Por momentos pensó en contarle de su situación a otra persona, pero sintiendo todavía una dura desconfianza por —el que fue— su mayor confidente, no quiso… Lo calló, lamentó otro poco y  —como ya era común— esperó.

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Entre toda la pérdida de tiempo, empezó a ocurrir algo que no merecía espera. Uno a uno, sus criados empezaron a caer enfermos, algunos se salvaron, otros empezaron a incurrir al alivio de la muerte. La desesperación la comía con profundidad e hizo todo para velar por ellos, y aferrarse a su esperanza de vida*.

Eran su compañía en ese tiempo, su hogar y refugio… Nunca esperó que en medio de toda esa tragedia vuelva a aparecer Kanda en su puerta —cuando aún se batallaba la guerra en China— también en estado lamentable. Lavi era quien lo traía.

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—Va a estar bien, o sea, ya pasó el estado crítico. Ahora solo tiene que recuperar, comer bien y sentirse cómodo. Lenalee, por favor dime que lo vas a cuidar.

Lavi dijo todo aquello en el mismo tono de siempre, empero… temblaba, como si estuviera más asustado de lo que nunca antes. Como si la pelea entre ambos nunca hubiera sucedido, como si le importara, como si…

—¿Cómo te enteraste de su estado?

—Yo… una carta.

—¿Una carta? ¿Por qué te la mandó a ti y no…?

—No lo sé, no importa. La cosa es que lo cuides, eres su esposa, ¿verdad? Dime que lo harás.

Lenalee vio a Kanda en ese momento, él dormía ajeno de toda la palabrería de Lavi, y pese a reconocer la urgencia de lo dicho, y estar segura de compartir el sentimiento… No pudo evitar sentir molestia.

—Claro que lo haré, ¿quién crees que soy?

Lavi rió de forma seca —casi desairada— a su respuesta, y luego, casi sin poder evitarlo, dio una larga mirada a Kanda. Sus ojos tenían un sentimiento que ella nunca vio antes de él. Una mezcla de preocupación, tristeza y… anhelo. No era estúpida, supo reconocerlo, y con ello sintió un nudo en el pecho. Antes que pudiera decir algo, Lavi la interrumpió:

—No te preocupes, él solo me llamó para decirme cuánto me odia.

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Luego se fue.

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Cuando Kanda despertó, buscó algo en la habitación, y tras verla a ella, pareció dejar el intento. Solo le preguntó cuándo llegó, aseguró pronto estar mejor, y al escuchar la tragedia de casa, le ofreció un pésame como consuelo.

Solía mirar al techo con detenimiento, como si estuviera buscando algo irrealizable en este, y en vez de su ánimo taciturno de antaño, se atrevió a hablar con ella, nombrar algo de la batalla, y hasta le pidió disculpas, si su sensibilidad fue dañada por atacar a su madre patria.

Nunca preguntó por Lavi, y tal vez la misma omisión fue el problema, porque en ella estaba la aceptación, y además… la resignación. Ya no había malos días, frialdad, o escape. Kanda la aceptó en su vida, pero nunca como lo que suponía que fueran. Era un «Lo siento, aun no te quiero, pero… ya no puedo».

Ella sabía que debía haberse ido, pero al final… No quería final.

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Seis         

 

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Primero vino la noticia del estancamiento en la carrera artística de Lavi, luego el divorcio, la enfermedad y todo acabó en muerte. No supo cómo tomar el hecho, de que el testamento de Lavi tenía como único heredero a Kanda.

El plan era que ambos vayan a ver el lugar a hacer un conteo de las pertenencias, pero antes de llegar a este, Kanda buscó una excusa y desvió sus pasos a otro lado. Ella en cambio, se dio valor para entrar, y ver el último lugar donde residió el que alguna vez fue su amigo.

La casa era pequeña, sucia, desordenada y de baja categoría. Tenía tan solo dos cuartos, y un living. El último tenía solo un sofá de mala calidad predispuesto para invitados, una sucia alfombra, y muebles manchados por velas consumidas. Su habitación era más pobre, solo constaba con una cama, no tenía ni cortinas, y el ropero se encontraba a desuso. Pero en cambio, el último cuarto estaba repleto.

Diferentes lienzos a medio pintar superpuestos en distintos caballetes, pintura en el suelo, en las paredes, cortinas y ventanas. Y un montón de obras encajadas en diferentes lados del lugar. Al acercarse a ellos, pudo notar que todos tenían un protagonista. Este no era más que Kanda.

Había retratos de él, en diferentes posiciones y estilos. Desde retratos hechos cuando él estaba de soslayo, a pequeñas representaciones de él, comidos por el infinito de un cuadro. Vio en ellos, hasta un Kanda convaleciente en un cuarto lleno de enfermos. Vio tanto, pero tanto que ella no conocía.

Por fin ese día, se dio el trabajo de ver la firma que Lavi ponía en cada uno de sus cuadros. Era una letra pulcra antepuesta en una esquina de su trabajo, escribiendo de forma hermosa el nombre propio. Era una letra digna de elogio, claramente de un artista…   

 —Te odio.

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Se preguntó si el escape de Kanda, no era para nada más que visitar la tumba de aquel que lo había secuestrado.

Notas finales:
    1. La historia fue inspirada, de alguna forma en la novela de “Drácula” –se supone que este fic debía ir en forma de diario—y… bueno, mi obsesión malsana con el FrUK –FranciaxInglaterra—de Hetalia, quienes me hicieron ver un poco mejor esta época –ya que quería investigar de ellos--. Además de algunos fics de otras épocas que leí en el fandom de Hetalia, que me hicieron pensar… ¿por qué no?
    2. La razón de Kanda un inglés con raíces japonesas, y Lavi francés, es nada más que dar un tipo de simbología a esta historia. China en estos tiempos tuvo una guerra muy injusta, Inglaterra obligó la comercialización del Opio con China, y fue por lograr esto –y cosas del té—que se da la guerra, y bueno, en la segunda guerra Francia va como aliado apoyando a su eterno enemigo. En este caso, Lenalee es China, el Opio representa al ensueño del amor, y bueno… Kanda para mí no es un villano, pero en cierto sentido la lastima además es él quién le hace entrar en el ensueño, y Lavi… ayuda en la caída.
    3. Sin embargo en todo el fic hay mucho veneno en el fic –aunque no se note-- y todo es referencia a lo francés. ¿Explico? En Inglaterra el arsénico estaba en muchos productos de la época, y de alguna forma muchos productos tenían que ver con lo francés. Por decir el tapiz que Lenalee ve en la casa de Tiedoll es un producto que sí existió en Inglaterra y… tenía arsénico en gran cantidad –y sí, era uno con flores de Lis, que tenía nombre francés, muy famoso en esa época—y las velas de sus empleados estaban hechos de arsénico –el inventor es un francés--. El veneno hace referencia a Lavi. Y las muertes hacen referencia al fin de la estabilidad y posibilidades de Familia –Tiedoll—y el hogar feliz –los empleados--. A ello que también fui algo seca con ellos, jajaja. 
    4. El que Lavi siga la corriente del romanticismo explica sus sentimientos. Es el momento cúspide de su enamoramiento.
    5. Viendo las modas de esos tiempos, y tal. Me parece que el Lavi hecho con Hoshino representa la figura del Dandy, aunque uno más modernizado para ella. Si ven cómo se vestían Lavi entra en el patrón, si vamos a cómo se comportaban… pues… ahí tal vez no.
    6. Disculpas si no hablan con los términos de la época, pero no quería matarme la cabeza. 
    7. No lo hago nunca, pero este fic fue hecho con estas tres canciones: La pluie y La légende des colibrís de ZAZ; y Je m’ obstine a tout moment de Eiffel.
    8.  No se si lo notaron, pero hay un claro paralelismo en la última parte --donde Lenalee lee la firma de Lavi-- a una escena en especial del segundo episodio, jajaja. 

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¿Qué puedo decir? Este fic es un fracaso comparado con las espectativas que le tuve, sin embargo, pese a eso, amé todo el tiempo que pasé escribiendo. Tiene mucho de lo que quise, y ese amor no correspondido de ser poseedor, pero no propietario de algo --para algo que me sirvan los términos jurídicos-- que... siempre me atrae. 

Y sí, sé que hay puntos vacíos, pero hay veces donde no se puede explicar todo, creo que justamente eso puede dar forma y vida a la historia, ya que nosotros mismos podemos ir rellenando todo --pero si preguntan yo cuento todo--. 

Otra cosa, aquí no hay anti ningún personaje, es un romance malo y trágico, que acaba mal en todos los lados, pero... no hay de otra y así es la vida y las cosas, no hay de otra. 

Siento mucho que haya quedado como quedó en cuanto a lo triste y deprimente. Amo este tipo de finales, pero... sé que no todos comparten opiniones, jajaja. 

Nos vemos, ¿a alguien le gustó este fic?

PD: Un disque long fic terminado. 


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