Treinta años antes.
“¡Toma un bote y vete lo más lejos que puedas de aquí!”
“Arruinaste mi vida.”
“No, tú arruinaste tu propia vida. ¡Y la mía! ¡Te detesto!”
“Solo así podrás enmendarte conmigo. Pero no te amo más”
Llevaba más de doce horas conduciendo, la carretera estaba desierta. Unas luces a lo lejos llamaron su atención. MOTEL 24/7
No tenía dinero, pero estaba exhausto. Ya encontraría la forma de pagar.
Imagino un escenario en el que Ford lo invitaba a pasar unos días en la cabaña para ponerse al tanto pero enseguida desechó la idea. Pensar solo lo lastimaría. Y había conseguido poner su mente en blanco como para arruinar esa tranquilidad.
Entró a la habitación, encendió las luces y se dejó caer en la cama. Se había olvidado del libro que llevaba en la chaqueta. Sintió el peso sobre su pecho cuando se recostó. Esa cosa era de la que se tenía que deshacer.
Pasó unos instantes mirando el techo cuando decidió que lo mejor era descansar. Ese libro debía pesar mucho porque sentía como le aplastaba el corazón. Lo sacó del bolsillo para hacerlo a un lado pero el dolor seguía allí.
Lo miró, la mano de Ford estaba en la portada. Era lo más cerca que estaría de tocarla en una vida.
“2”
Los ojos se le aguaron.
Este libro era la única razón por la que Ford lo mandó llamar en tanto tiempo. Quería arrojarlo lejos pero no tenía fuerzas, lo abrió lentamente y pasó las hojas para encontrar en qué consistía.
Un diario con disparates, escrito con puño y letra de Ford.
Mi musa.
Stan sonrió, al fin Ford se había conseguido una chica. Que fuera feliz lo alegró en su profunda tristeza.
No reparó en los dibujos ni en más detalles de la página. Se quedó profundamente dormido. Hasta que una voz lo trajo a la realidad.
-¡Vaya, vaya, vaya! ¿Pero qué tenemos aquí?-
Stan miró muy asombrado a la criatura que había aparecido ante sí, miró en todas direcciones. Seguía en la habitación del motel pero esta era oscura y solo iluminada por la luz que emanaba de aquel ser de porte celestial.
-¿Qué eres, una alucinación del desierto?- Dijo irónico y tratando de ocultar el temor.- No me digas que eres dios.
-El tuyo, y me necesitas tanto hijo mío. Me necesitas para darte fuerzas y terminar tu dolor.-
Stan desvió la mirada, era cierto. Una punzada le atravesó el vientre apenas lo recordó. Sufría mucho.-Puedo ayudarte- Le tendió una mano encendida con flamas azules.- Con una condición, los detalles no son importantes.- Siempre sospecharía de un trato con condiciones pero su voz compasiva disipó cualquier duda. -Te conozco Stanley-Siguió.- Y puedo hacer que esto termine de una vez.- Había algo en la seriedad de su voz que le hizo sentir qué decía la verdad. Que realmente podía terminarlo todo.-Solo dame la mano.- Y Stan estaba tan desesperado. El receló cesó cuando el espíritu dijo lo siguiente.- Antes escribamos una nota a Shermy.-
¡Shermy! No había pensado en él en todos esos días ni una sola vez. Era verdad, Ford no era su mundo, y el mundo no giraba alrededor de él. Estaban Shermy, mamá, papá. El abuelo, la abuela y todos a los que siempre quiso.
-¡Díselos!- Instó- ¡No hay que perder tiempo!-
Al parpadear se dio cuenta de que tenía pluma y papel en mano. Se sentó ante la mesita de la habitación y comenzó a escribir. A cada uno de sus seres queridos. Para decirles cuánto se arrepentía de no haber sido mejor persona, pero sobre todo cuánto los amaba. A cada uno de ellos. Estaba tan contento con la redacción de su carta. Sus palabras eran claras y expresaban todo su sentir y sin tener que haberlas ensayado antes. Gracias a este ser es que fue capaz de hacerlo.
Cada nota con un destinatario, perfectamente alineadas una al lado de la otra sobre la mesita.
-Hay que terminar el trabajo.-
Stan asintió. No tuvo que pensar demasiado, fácilmente se le ocurrían mil y un sitios para ocultar el diario, pero a sugerencia de su huésped lo guardó una vez más en el bolsillo de su chaqueta.
-Bien.-
Entonces el triángulo cerró su único ojo, parecía que estaba soñando. Y por un instante, a pesar de la irrealidad de la situación Stan sintió que él también. Luego tosió descontroladamente, tosió y tosió.
-Coff, coff. coff…..- Así hasta que los accesos por fin cedieron. Stanley abrió los ojos cuando ya no le faltó el aire. Su mirada se cruzó con la del triángulo que lo miraba inquisitivamente. Así por varios minutos hasta que se recuperó para hablar. Carraspeó.
-¿Qué tanto miras?
-Es que apenas me doy cuenta. De que tienes la postura perfecta para reverenciar mi buen esclavo. Anda, vámonos ya. A la dimensión de las causas perdidas, mi mundo de pesadilla.-
Continuará....