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Hojas de Almendro por Maria-sama

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Ya había pasado cierto tiempo desde que el sol decidiese salir…

Riki buscó por todos lados tratando de dar con el sito en el que se encontraba y a su memoria volvió el suceso de la noche anterior.

Recordó las agitadas respiraciones de ambos elfos, al terminar senda faena, luego de la cual el señor de los elfos decidió quedarse a solas con su nuevo esclavo.
Riki adoptó una mueca de enojo ante esa palabra… y de lo que ella implicaba, puesto que el rey elfo no conforme con lo que ya le había hecho, lo volvió a tomar otra vez. Sin duda ese rubio era insaciable.

Recordar no tenía nada de malo, lo único que parecía turbarle era sin duda el hecho de que el cuerpo de Iason el señor de los elfos no desapareciera de su cabeza, aún con todo lo que lo usó sin darle importancia cuan cansado estaba, el rubio lo tomó dos veces más la víspera y ahora no estaba allí. 

¿Cómo la vida puede cambiar tan drásticamente? Eso sólo los dioses lo saben y quizá ni ellos. En la soledad de esa habitación opulenta recordaba el rostro de su gente y ahora se veía reducido a la más extraña esclavitud, siendo la ramera de un caprichoso elfo quien por cierto debía de estar en esos momentos colgando o degollando a sus camaradas… todo por sus malos cálculos, por su falta de buen juicio… por un descuido y vano orgullo. La culpa carcomía su alma más allá de la humillación de saberse amante de su enemigo natural.

Sin embargo había que reconocer que el lecho en el que lo había dejado el rubio era por demás cómodo, suave y mullido, más no tenía idea de cómo iba a llevar su vida de ahora en adelante, si es que había para él un “adelante” por que tal vez lo de la noche anterior no fuese más que un tipo de castigo antes de la muerte, pero de ser así Riki creía que sería lo mejor… posiblemente con la muerte dejase de pensar en el rey elfo, en su suave y blanca piel, en su arrobador perfume, en la firmeza de sus caricias.
Pero la muerte no traería la redención. El sofocante calor que se agolpaba en su pecho con sólo recordar la pasada noche iba aumentando dramáticamente, yendo desde su abdomen, justo donde, Iason lo había marcado. En su cuerpo obraba una magia antigua, pero no por ello poco poderosa, desde el instante en el que fue marcado, su mente y cuerpo tenían un solo dueño y preciso era que lo buscara.

Se alejó del cómodo lecho, buscando la sutil fragancia de lord Iason, pero no tuvo que hacer demasiado. Su corazón dio un vuelco al notar que alguien entraba en la habitación, pero el no veía al recién llegado puesto que le daba la espalda a ala puerta. 

Una lucha se encendió en su pecho, deseaba voltear y encarar al rubio con algún comentario hiriente, pero al mismo tiempo se moría de ganas de quedarse donde estaba y que fuese el otro quien hablase o actuase.

-Lord Iason desea que comas- dijo la voz de Forferían a la vez que dejaba una bandeja con algunas viandas en una mesa que estaba cerca- y también desea que te vistas con esto- continuó arrojando una túnica color crema- luego de comer, baja por la pequeña puerta que esta frente a ti, allí serás lavado y perfumado. Cuando te hayas vestido me seguirás.

Riki se sintió entre decepcionado y aliviado por que no fuese el elfo que esperaba, más una vez dejado eso de lado le sorprendió la frialdad con que el peligris se dirigía a él, como si no le conociera… Dudó un momento, pero en su mente se agolpaban bastantes preguntas.

-¿Qué me han hecho?- preguntó el moreno sin poder evitarlo, girando a ver al elfo.
El naguirian se limito a mirarlo sin decir nada.

-Te hice una pregunta

-Come y déjate de sandeces.

-¿Sandeces? No son sandeces, necesito saber por qué siento tanto calor… ¿qué le pasó a mi gente? Y…- Riki no podía seguir. Le dolía en su orgullo reconocer que ansiaba que la sesión carnal se repitiera.

-Mira humano, te aconsejo que dejes de pensar idioteces y te limites a acatar las ordenes, cuanto antes lo hagas más fácil te será llevar el sello de la esclavitud.

-¿Qué sello?


-No te hagas el tonto.


-Mira que eso me toca a mí decirlo.


-¿Si? Pues dilo todo lo que desees. Lo que ayer ocurrió hasta un bárbaro como tú lo sabe o medio entiende, a menos claro que las leyendas sean ciertas y que los hijos de la montaña salgan de la misma tierra- dijo Forferían con un dejo de malicia en la voz.


-No, no lo entiendo muy bien ya que en mi aldea sólo lo hacemos con mujeres.


-Lo imagino, al menos por la expresión de tu rostro anoche.

Ante el enfadado Riki el peligris decidió dejar de lado las bromas.

-A decir verdad a mí me pasó algo similar y créeme cuando te digo que es mejor acatar las órdenes del amo que negarte, eso sólo redobla las fuerzas del sello de la diosa.


-Eso del sello, explícamelo.


-Es muy sencillo, él nos ha marcado aunque mi sello es menos poderoso que el tuyo, ya que sólo es medio sello, ¿lo ves?- dijo el elfo mostrándole el abdomen a Riki quien se sonrojo un poco a causa de un traicionero recuerdo que tenía por protagonista ese apetecible abdomen.

Con sonrojo y todo el moreno pudo notar que bajo el ombligo el naguirian tenía una marca como una especie de cuña.

-Es un pétalo de flor de almendro en forma de media luna creciente, con esto soy suyo ante la diosa y es mejor que cualquier cadena ya que mi espíritu y mi cuerpo no conciben un lugar sin lord Iason.

Un pesado silencio se ciñó sobre ambos dejando a ambos meditabundos. Hasta que Riki pudo articular un débil “¿y yo?” 

-Lo qué hizo contigo no lo sé- dijo con voz teñida de compasión, sólo sé que empleó mucha más fuerza que conmigo y que el tuyo es un sello completo, dos pétalos que se encuentran, luna creciente y menguante formando a su vez una luna mucho más poderosa… creo que no lo entiendes… mejor para ti. Sólo te digo que no te resistas, eso sólo aumentará el poder del sello y tarde o temprano cederás.

-¿Por qué me haría algo así? Con sólo matarme o torturarme…


-Acaso crees que hay peor tortura que el que tu alma deje de pertenecerte? No, jamás lo pienses. La voluntad es el bien más preciado que posee cualquier ser y es con el sometimiento de la misma que el rey Iason a forjado su imperio. El tiene muy claro que eso es mejor y más sutil que los golpes o las amenazas.

Riki no quería dar crédito a sus oídos.

-Y sobre tu gente, aún viven, en algún lugar de este enorme castillo, pero también sobre esto debo advertirte: el lord usará la culpa que sientes en tu contra, te obligará a sacrificar ese tonto orgullo que posees en son de ellos.

Riki se sumió nuevamente en el silencio. Realmente no sabía que hacer y a su mente vino lo que el rey elfo le dijese sobre su altanera conducta… no era más que una forma de defensa, de negar el miedo que carcomía su mancillada alma. El destino le pedía a cuenta dejar su única defensa y seguir cada una de las ordenes… sin embargo difícil es hacer tal cosa cuando se esta acostumbrado a darlas y no a recibirlas.

Forferían sabía lo que el otro sentía y decidió dejarlo un momento a solas, para ir a preparar el baño.

Riki tardó en notar que estaba solo de nuevo. Al notarlo, suspiró. Salió del lecho con lentitud, cual si se dirigiese a su muerte. Comió frugalmente y desnudo se dirigió al pequeño cuarto que estaba a un costado. Allí vio un hermoso conjunto de armónicos mármoles y una tina de alabastro… tan parecida a la piel de lord Iason. Tembló ligeramente ante el escalofrío que le supuso recordar tan perfecto ser, pero no se permitió detenerse en ese pensamiento y dejó vagar sus pasos hasta quedar frente a la bañera.

Un aroma de flores, sumamente fragante le acogió, trayéndole un sutil recuerdo de su niñez en las montañas. Nuevamente ese traicionero tirón en el corazón, sacudió la cabeza tratando de olvidar, de negar…

Forferían contemplaba al humano sin decir nada. Sin embargo no podía dejar que perdiera el tiempo de esa manera, ya que ambos eran esclavos y el amo ordenó que bañara al jefe de la horda y después de quedar presentable, lo llevase ante su presencia.

-Entra- dijo Forferían señalándole a Riki la hermosa bañera.

El moreno entró en ella como pudo, ya que jamás había usado una. Además parecía del todo extraño que el día anterior le hubiesen lavado fuera y ahora se le lavara allí en ese suntuoso sitio que sin duda había albergado la satinada piel de Iason Mink. 
Se sonrojó violentamente al caer en cuenta de que volvía a pensar en el cuerpo de su enemigo y desearlo como jamás hubiese deseado algo. Nunca mujer alguna se había colado tan fuertemente en su interior (literalmente).

Forferían comenzó a lavar al moreno. Los pensamientos de Riki se detuvieron en las suaves y gráciles manos del elfo gris, quien prodigaba un masaje del todo relajante y no pudo más que abandonarse, a esas dulces manos y a la exquisita fragancia del agua, cerrando los ojos.

El naguirian apreciaba cada parte del humano, admitiendo que era atractivo, bastante a decir verdad. Aunque no lo admitiría so pena de ser castigado por su señor.

En el dulce momento en el que una dulce paz embriagaba la mente de Riki, ya fuese por los masajes cada vez más íntimos o tal vez sólo una suerte extraña, su cuerpo clamaba otro sensual encuentro con el rey de los elfos… a solas.

El recuerdo se iba acercando con mayor viveza hasta hacer creer al humano que realmente estaba sintiendo de nuevo los fuertes brazos de su señor, cargándolo para llevarlo al lecho, mientras que Forferían salía de la habitación. El cansancio era demasiado, pero el elfo estaba nuevamente excitado y precisaba consumar en ese momento el ritual… Lo tendió boca arriba tomando un instante para verlo dejando que descansara muy poco. Se inclinó y le susurró al oído “realmente eres una buena adquisición”

Quiso el moreno protestar pero le fue imposible, al sentir como la hombría de Iason volvía a irrumpir en su interior; su cuerpo se tensó y en poco tiempo era él mismo quien abría las piernas dando espacio al elfo, exuisito contraste entre el grito que pugnaba por salir de su boca, y escuchando los gemidos que Iason le daba al estar totalmente incrustado en su cuerpo… tan adentro. Todo el cuerpo del señor de los elfos era una caricia, con su piel suave que tocaba ese punto suyo tan secreto como placentero y su largo y sedoso cabello hacía que Riki gimiera gustoso. 

El rubio disfrutaba de la entrega del humano, teñida de cierto pudor puesto que Riki no osaba mirarlo a los ojos, ladeaba el rostro gimiendo quedamente, mientras sus entrañas reclamaban aún más, si cabe, la enhiesta hombría del rubio, cual si tratase de asegurarse que aún estaba dentro de su ser. Con rítmico acento acariciaba las piernas de Iason con las propias, subiendo y bajándolas lentamente, mientras ofrecía gemidos más fuertes con forme el orgasmo iba llegándole. No atinaba a poner las manos en ningún lado.

Sucedió que ninguno de los dos lo previó de esa manera. Riki disfrutaba, sin pensar en nada, gozando cada roce con todo su ser, solazándose en sentir la deliciosa extensión del intruso miembro, mientras que el rubio notaba que la situación se salía de sus manos. Simplemente el deseaba humillar al humano y tal vez matarlo o venderlo, pero ahora que sentía su cuerpo bajo el suyo, todo fuego, como ningún otro amante jadeando sin control muy a su pesar, no pudo más que admitir que era adorable.

Necesitaba morder, besar, succionar, lamer esa morena piel, marcarla cuantas veces fuera necesario y volver a comenzar, regodeándose en sus cálidos gemidos…

Ambos sabían muy bien que no iban a durar por más tiempo en tan delicioso ejercicio, así como también el que si lo prolongaban daría como resulta una relación dependiente, ya que ambos conocían la fuerza, el poder, de cierta manera estaban más unidos de lo que ellos mismos pudiesen creer.

Iason arremetía cada vez con mayor ardor y Riki podía escuchar las palabras entre cortadas de su amante, humedeciendo su oído con la salaz lengua, repitiendo una y otra vez como poseso “eres mío”, culminando así, tras lo cual se ciño al cuerpo de Riki. Éste hizo lo impensable… luego de gritar “mi señor” el también terminó y al hacerlo se aferró desesperadamente al cuello del elfo… el abrazo duró no importa cuanto sino que los llenó de una extraña sensación al compartir ambos el aliento irregular, frente contra frente, sonrojo por sonrojo de tal guisa que quien los viese creería sin temor a dudas que ambos eran los más tiernos amantes. 
Forferían ya había terminado de bañar al humano. Riki totalmente apenado trató de hablar del clima o cualquier cosa que impidiese que el elfo gris notara su erección, aunque lo hizo al parecer demasiado tarde puesto que Forferían parecía hacer apoteósicos esfuerzos por no reírse.

Tuvo la delicadeza de dejarlo a solas nuevamente hasta que escuchó un débil gruñido y supo que Riki ya estaba “visible”

El jefe de la horda siguió cada una de las instrucciones del elfo gris, (quien fingía secarlo con indiferencia) así que tardó poco en estar listo. 

-El señor espera- dijo Forferían con una mirada maliciosa a la vez que daba a entender con su tono que el señor no gustaba de esperar.

Riki únicamente se limitó a asentir y a seguir al elfo, por el laberíntico conjunto de escaleras hasta llegar al salón de audiencias, dónde Riki conociese por vez primera a Lord Iason.

Los guardias abrieron las pesadas puertas y fueron anunciados por Irúviel ante su señor.

-Acérquense- ordenó con poderosa voz el rubio rey.

Tanto el naguirian como el humano lo hicieron, escuchando el eco de sus pasos en el recinto, deteniéndose hasta quedar cerca del Lord. Forferían hincó la rodilla derecha, tal y como Irúviel hiciese antes y llevándose la mano al pecho declaraba que allí estaba el humano conocido como Riki y el cual era acusado de ser jefe de una pandilla de ladrones montañeses.

Riki hizo lo mismo que el naguirian, evitando mirar a los ojos a Iason y rogando a la Diosa que su rostro no estuviese encendido. El piso parecía de pronto muy interesante…

-Acércate humano- dijo el rey y Riki se levantó preguntándose por que le dolía que el rey fuese tan frío con él.

En su trono elevado Iason se veía sumamente poderoso, casi irreal. El temor reverente hizo que el moreno bajara la cabeza.

-Es hora de que todos vean la ceremonia del brazalete. Irúviel traerá a los invitados. Al momento la elfa salió a dar la llamada y en menos de unos minutos el lugar estaba casi lleno. Elfos y unos cuantos humanos librados de sus pesadas tareas iban a ver con suma curiosidad.

El zumbido de las voces de elfos y humanos entremezcladas aturdió a Riki…
Iason pidió silencio, tras el cual se levanto majestuosamente y habló así:

-Súbitos, cierto es que hace mucho les había prometido encargarme de la molesta rapiña que los humanos hacían a las caravanas de tesoros. Pues bien, vean que cumplo mi palabra. He aquí el jefe de dicha horda antes dicha, reducido a la condición de esclavo.
Una vez terminado el discurso, el silencio se vio roto por unas cuantas exclamaciones casi inaudibles. Los habitantes volvieron su atención al rey cuando éste tomó con brusquedad el brazo izquierdo de Riki y en el incrustó una especie de alhaja… el brazalete.

Elfos y humanos por igual prorrumpieron en atronadores vítores.

Riki sólo deseaba alejarse de Iason… de la humillación de estar allí…

Continuara...


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