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Hojas de Almendro por Maria-sama

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Todo era algarabía sin importar la terrible humillación de Riki. Parecía que el pueblo estaba por demás a gusto con la victoria del rubio y más cuando este dispuso muchas viandas traídas por hermosos chicos y chicas de distintas razas, ataviados con unas túnicas francamente cortas.

Obviamente no podían negarse al banquete servido tan fastuosamente y más si con ello constataban el enorme poder de su rey. A decir verdad desde que Iason había tomado el trono el reino se vio cada vez más fuerte hasta llegar a ser temido por todo el ancho mundo y así se los demostraba al entregarles al jefe de la horda de bandidos de la montaña que tanto habían mellado la economía del país.

Riki dejaba que su furia hirviera, viendo a Iason con todo ese odio por tenerlo como principal atracción. Ciertamente no podía darse el lujo de separarse ni de pelear pero lo que sus ojos le decían al rubio era más de lo que hacía falta, más de lo que las palabras hubiesen podido expresar.

El rey se limitó a hacer como que no veía nada pero en un instante en el que después de convidar a los demás elfos a disfrutar de la comida, regresó en una fugaz mirada algo similar, sólo que Riki pudo leer en ellos una amenaza… pagaría caro la próxima vez que estuviese a solas con el rey.

Un ligero escalofrío lo recorrió por entero. No quería que el otro se diese cuenta pero, ese maldito temblor le acudió justo cuando el otro lo soltase y antes de arrojarlo al suelo, a la derecha de su trono… cual si se tratara de una mascota.

Riki lo encaró con otra fúrica mirada, pero Iason le proporcionó una que fue más molesta que la anterior, la de suficiencia, ya que al parecer el soberano elfo se sabía de antemano el autor del temblor que le acometiese instantes atrás… 

Si hubo un momento en que Riki quiso huir fue ese, para no sentir sobre él las miradas de burla o lástima que le daban los elfos y alguno que otro humano, sin embargo no era algo que se pudiese llevar a término puesto que el señor del Almendro tenía a bien disponer gran parte de sus fuerzas y no podría hacerse de la puerta sin antes morir…

Morir, si lo deseaba, pero ahora no podía otorgarse semejante lujo. Primero debía dar con el lugar donde tenían a sus camaradas, liberarlos y ya así poder acoger la muerte con mayor calma. Sin dar importancia a que tan viable fuese eso, aún que él no era muy dado a creer en la esperanza, en ese momento de gran deshonra sólo eso le mantenía agachado sin cometer una locura, pues una locura fue lo que lo llevó allí junto con los suyos, no debía seguir tentando a la suerte. Además Forferían había encendido ese rayo de luz al informarle que sus subalternos no habían perecido como tanto temía, sino que estaban en ese castillo… gracias a los dioses no los vio en ese momento… ese sería el cenit de la vergüenza.

Iason parecía estar muy divertido.
Elfos y humanos daban cuenta de las viandas, intentando estos últimos olvidarse de su condición servil, ya que en el castillo del Almendro se podía comer junto con los esclavos, cuando la celebración era importante.

Dar cuenta del vino y las viandas fue tarea que todos los presentes se tomaron con seriedad.

-Lord Iason cuanto me alegra que nos halla librado de tan desagradable rapiña- dijo un elfo de cabellos negros mirando con sorna a Riki.

El rey elfo sólo se limitó a aceptar el halago sin decir nada.

-Si, es una pena que Raoul-sama no esté aquí- añadió otro cortesano.

Irúviel se acercó al trono para intentar informar algo a su señor pero al parecer los cortesanos estaban muy ocupados en impedirle el paso, mientras todos trataban de adular a su rey con vanas felicitaciones.

Riki estaba por demás fastidiado, así que dejó vagar la mirada por el salón y se asombró de que efectivamente ese al que llamaba Raoul, que lo había prendido no estuviese compartiendo la gloria que, a su ver merecía más que el rey. No lo había visto desde que lo capturara.

Dejó escapar un suspiro mientras su mente vagaba remontándose hasta su hogar… o lo que antes lo fuera puesto que en su aldea había una especie de ley la cual indicaba que se daría por muerto a todo aquél que no regresara luego de dos puestas de sol y ya no faltaba mucho para la segunda. 

Para el día siguiente sin duda se realizarían los funerales rituales y toda suerte de gente acudiría a venerar un túmulo vacío… Hacía ya tanto que él se preguntara sobre el tema, sobre si realmente los que creían muertos lo estaban o si se encontraban presos, pero siempre obtenía la misma respuesta de parte del consejo de ancianos y en particular de Ghul (quien se encargara de su educación luego de que su padre no regresara de una de esas excursiones y su madre muriese poco después del suceso), su gente no podía ir en busca de los que salían, ya que no eran una tribu numerosa y sus armas no tenían comparación con las de sus enemigos y que quien salía en busca de alimento en las caravanas élficas sabía muy bien a que atenerse… los que se iban bien sabían que su sino podía marcar su muerte…

Otro vago suspiro se fue de su lado. Si lograban escapar debían buscar otro lugar en el que asentarse. No podían aparecer así como así luego de que se celebrasen sus funerales sin mencionar el peligro inminente que representaba el que los siguiesen y con ello no sólo sumiría a unos cuantos a la esclavitud, sino a toda la aldea.
Viéndolo por donde lo viera no podían volver…

La tristeza la impidió escuchar los ruidos provenientes del exterior y hasta los de la misma fiesta de su captura… todo dejó de tener color por un segundo… como si realmente hubiese muerto y según creía así debía ser. Comenzó a borrar los dulces rostros de sus hermanos y hermanas, el afable anciano Ghul que sin saberlo ocupó el lugar de su padre… el fragante pasto… las flores amarillas y blancas que se daban en la primavera… las chozas rodeadas de árboles añosos… el olor de los guisos que se desprendía a medía tarde de los grandes calderos negros… todo lo debía olvidar, para así dar paso al futuro que se alzaba más incierto que nunca.

Sin aviso previo las puertas gimieron sobre sus goznes nuevamente para dejar pasar a alguien más, con no muy buenas intenciones.

-¡¡¡¡Hagan el favor de salir de aquí AHORA!!!- gritó una voz tan potente que se escuchó por sobre el rudajero que tenían elfos y humanos.

Toda la concurrencia se giró para ver quién los invitaba tan amablemente a salir y se encontraron con un guerrero alto, enfundado en el abrigo de piel de gamo de un general. Al instante todo el mundo enmudeció.

-Veo que tus modales siguen siendo deplorables- dijo el rey elfo al recién llegado.

-Y yo veo que sigues comportándote como un autentico idiota. Sigues dándole diversión al pueblo…- dijo para detenerse a ver con fiera mirada a los demás- ¡Y ustedes! ¿qué rayos están viendo? ¡Es que acaso no me oyeron! ¡Fuera! ¡A sus deberes todos! ¡YA!- gritó con autoritaria voz, pero los otros se quedaron pasmados, puesto que al fin y al cabo estaban allí por invitación de su rey…

-Retírense- dijo Iason a los no pocos que se habían girado a verlo, confirmando los deseos del recién llegado.

Riki sólo abrió los ojos. Apreció el cuerpo de tan altanero elfo, pero no evito con ello el ver de soslayo a Iason quien al parecer hacía cuanto aquél quería ¿Qué demonios significaba eso? Un simple general, comandante o lo que fuese no podía dirigirse de aquella forma al que era su soberano, o tal vez se equivocaba con eso y las costumbres eran más holgadas en ese punto como lo eran en la sexualidad. 

Con paso firme el recién llegado se acercó al trono y ya para ese momento quedaban únicamente Iason, Riki, Forferían y algunos soldados que corrieron a aponer bajo resguardo a su majestad. 

-Irúviel, veo que lo bella no te quita lo holgazana, pues sino mal recuerdo te mandé anunciarme- le espetó el recién llegado.

La temblorosa aludida articuló una escueta disculpa.

-La señora Ilean, general de las tropas de su majestad en la zona Norte- anunció Irúviel. 

-Retírate- le dijo muy severamente tras fulminarla con la mirada.

La altanera sirviente salió también.

Los soldados se alejaron al saber quien era, dejando en claro a Riki que debía de tratarse de alguien muy importante.

Forferían rápidamente hincó la rodilla en son de respeto y musitó un débil “es un gusto tenerla de regresó señora”

¡¡¡Señora!!! Se asombró Riki pero si al verla entrar, abriendo esas pesadas puertas, sola, pensó que se trataba de un hombre, pero Ilean se había abierto el abrigo de pieles dejando al descubierto un ceñido traje escotado, dejando ver una fina cintura y unos muy generosos pechos…

-Forferían cuantas veces he de decírtelo, no me digas señora, sólo dime Ilean- dijo la mujer levantando al chico y dándole un sonoro beso en la frente, tras el cual dijo:- y nada de reverencias conmigo ¿eh?

El elfo le sonrió cálidamente y Riki notó que Forferían le tenía cierto cariño.

La recién llegada dirigió una mirada con sumo reproche al rey y por ello el moreno humano pensaba que venía a ajustar algunas cuentas o algo parecido, pero su muy elevada sorpresa se acrecentó más al ver como la elfa se arrojaba a los brazos de Iason y este le respondía el gesto con una gentil sonrisa.

-Te he extrañado hermano- dijo la joven

-También yo- concedió el rey.

Riki estaba algo mareado por tanta nueva noticia, pero al reparar en la alta y bien formada elfa no pudo menos que admitir que el parecido era increíble, de todo a todo eran muy idénticos, el cabello rubio, la tez pálida, la estatura. Si el rey era la belleza masculina, la mujer encarnaba con creces la femenina, resaltada por esa exacerbada confianza en si misma que le daba su militar condición. Coronando su exótica belleza, el singular color de sus ojos; a diferencia de los azules de Iason los suyos eran violetas.

El asomo de sonrisa cálida de la elfa se torno en un gesto de fastidio.
Vio a Riki y después a su hermano.

-Sigues con lo mismo. ¿Es que nunca piensas madurar? Ya tienes 721 años ¡Por los Dioses!

Iason permaneció en silencio.


-Primero Forferían ahora este chico. Realmente estas haciendo que me arrepienta de haberte dejado el trono a ti y no haberlo tomado cuando nuestro padre murió.

-Ilean, estás yendo muy lejos. Te guste o no soy el rey y haré lo que me venga en gana.

-Eso lo veo, pero ¿qué culpa tienen ellos?- dijo señalando a ambos esclavos.

-¡¿Qué culpa?! Bien sabes que esto es un castigo por sus fechorías.

-¿Y quién te castigará por las que con ellos cometes?

-Modera tu lengua.

-Y tu tus acciones- dijo la elfa calmándose un poco- Recuerda que dependemos del favor de la diosa y estás abusando de su poder en beneficio tuyo y no del pueblo. Para este momento los landarians están en el borde noreste del fuerte y yo ya no los puedo contener. Ahora más que nunca necesitamos del poder de la gran Señora. No puedes ir por allí como si tuvieses 100 años Iason y lo sabes. Raoul también está luchando contra los negruts del sur y que te quede bien claro- se detuvo la elfa para asegurarse de que su hermano ponía toda la atención que requería- tus correrías nos pueden costar el reino.

-No hago nada que la diosa no desee.

-Tal vez, pero ese poder que te da debes compensarlo. ¡No debes recurrir a su poder sino es para algo esencial!

-Era necesario.

-¿Para quién? ¿Para ti? Eres la cabeza del reino pero no el reino entero, así que haz el favor de demostrar un poco de sensatez o todo se vendrá a bajo.

Iason suspiró fastidiado. La elfa tenía razón, a fin de cuentas su hermana siempre tenía razón y a veces se preguntaba por que ella no había aceptado el trono.

-Ilean, si piensas que soy un mal rey por que no tomas el trono y listo.

-No digas idioteces, yo no quiero eso, sólo quiero que estés bien- dijo Ilean en tono dolido.

Iason se quedó sin palabras.

Ilean se agachó ante Riki y sin más lo abrazó.

-De verdad lo siento- musitó muy quedo Ilean mientras abrazaba a Riki y el moreno se abandonó a ese contacto tan maternal. No había no asomo de burla, ni de lástima sino de autentico arrepentimiento y el humano supo de inmediato que ella no le pedía perdón por si misma, sino por Iason… por todo lo que el le hizo.

Forferían recordó que con él hizo algo similar y sonrió ante el recuerdo; Ilean seguía siendo una buena persona, tal y como la recordaba.

-¿Qué crees que haces Ilean?- dijo Iason en tono que se suponía era burlón pero sonó áspero, casi enojado.

-Nada. ¿O es que no soy libre de hacer lo que me venga en gana también?- preguntó Ilean sin saber la causa del enojo de su hermano hasta que notó la mirada fulminante que le dirigió a Riki y con una sonrisa se dispuso a saber si lo que pensaba era cierto, aprovechando que el moreno se había sonrojado…

-Ya puedes soltarlo.

-Gracias por la sugerencia pero creo que no. Además es muy lindo- dijo guiñándole picaramente al humano quien se sonrojó más si cabía por ese comentario. 

En definitiva, pensó Riki ella era muy diferente a su hermano, pero también cierto era que la encontraba bastante guapa.

-No tiene gracia Ilean, deja a MI esclavo AHORA.


-Lo dejaré sólo si el lo desea… además ambos somos benditos de la diosa y pues si le has puesto el sello es tan mío como tuyo- dijo la elfa, para luego dirigirse a Riki y decirle con aterciopelada voz-… ¿O acaso crees que soy fea?

Riki tragó saliva y lo único que hizo fue negar con la cabeza.

-¿Ves? Creo que el se podría acostumbrar a mi fácilmente- soltó triunfante ante un Iason muy enojado.

-Además hermanito a diferencia de ti yo lo dejaría estar arriba.

-¡¡¡Ilean Mink!!!

La elfa rió y Forferían también lo hizo, cuidando que Iason no lo notara.

Riki pensó en que esa mujer que ya lo había soltado era todo un enigma para él.

-¿Vas a continuar con tus tonterías o me darás un reporte detallado de los ataques que sufre el reino?- le espetó Lord Iason conteniendo su furia. Ella era la única persona que le sacaba de su hermetismo. La única que podía sacarlo de quicio. Sonrió para sus adentros al pensar que realmente la había extrañado muchísimo.

Ilean adoptó seriedad.

-Los landarians nos superan en número, por si fuera poco el rey Katze, el único rey humano que no esta corrompido o sitiado está muy presionado por otros asuntos por lo que no podrá sernos de ayuda, aunque según veo tampoco creo que se convierta en nuestro enemigo lo cual ya es una enorme ganancia.

Iason pareció cavilar un poco. Riki no perdía detalle y al pacer Forferían tampoco.

-Bien. ¿Has sabido algo de Raoul?

-Solo que lo mandaste al sur apenas te trajo a Riki y que llegó a todo galope esta misma madrugada, pero los negruts han salido de las cavernas… y no han podido cazarlos, ya que como sabes son muchas ¡Miles de pusilánimes y mal olientes agujeros! Nuestra visión es mejor que la de los humanos, lo sé pero sin los cristales que nos orienten estamos en desventaja.

-El numero de humanos en las tropas es mayor en ese sitio- dijo Iason en tono que evidenciaba que esperaba una derrota de un momento a otro.

-Si- concedió Ilean con derrota- una desventaja más para la colección- agregó con amargura.

-¿Por qué no intentan sahumar las cavernas?- dijo Riki asombrando a los otros. Tanto Iason como Forferían le lanzaron tales miradas que mejor hubiese sido que no hablara, pero Ilean parecía tomar la sugerencia.

En el justo momento en el que Riki iba a ver a otro sitio reprendiéndose por su osadía, Ilean soltó una carcajada triunfal, y la causa no fue únicamente la buena idea sino que si sus ojos no la engañaban el humano retaba cada que podía a su hermano… empezaba a tomarle cariño.

-¡No esta mal Riki! Aunque habrá que pensarlo un poco puesto que las cavernas forman galerías subterráneas, conectándose unas con otras y si se internan mucho no podremos alcanzarlos. 

Esas cavernas estaban en las dunas del sur a pleno desierto, pero dentro había una suerte de pasajes que llevan a un verdadero edén subterráneo.

Iason abrió los ojos como dando a entender que no iba a aceptar la propuesta de un simple humano.

Ilean decidió ignorar a su hermano y se dispuso a pensar de qué forma podría sahumar el lugar.

-Podría ser azufre… no seguramente ya están acostumbrados a eso…-dijo la elfa más para si que para los otros.

-las mandrágoras negras… -sugirió el moreno algo temeroso para luego tomar decisión y continuar- crecen mucho por todo tipo de lugares y según sé en las dunas son más venenosas.

-Si… los hechiceros podrían apostarse tras la hoguera y antes de echar las mandrágoras, realizarán un hechizo “sílfide” así nos aseguraremos de que los envenenados son los moustros y no nosotros… ¡¡buena idea Riki!!

Y nuevamente la elfa atacó con un a brazo al moreno quien no dijo nada, por la sorpresa, pero al ver la cara de pocos amigos de su “amo” correspondió el gesto atrapando entre sus brazos a la escultural Ilean.

La mujer estaba feliz por la táctica obtenida pero no por ello tardó en dar en la razón del que el otro le correspondiese y soltó otra de sus atronadoras carcajadas para luego tomar del mentón al humano y decirle algo como que ya lo estimaba mucho.

-Veo que te has topado con un buen reto hermanito- dijo maliciosamente al rubio quien esperaba encontrarse a solas con Riki y darle otra buena lección.

Nuevamente el deseo apareció en la piel de Riki… ese maldito sello volvía a arderle…

Para la mala fortuna del moreno la elfa tuvo que retirarse ya que según ella debía darle en persona el mensaje a Raoul, claro que no se fue sin antes despedirse de él afectuosamente y de reiterarle su agradecimiento.

Al verla partir Riki sintió como ese reciente brote de camaradería se iba. Quizá se sintió a fin con la mujer por que ella era también una guerrera y al verla tan profesional en su campo no pudo más que admirarla, pero también se trataba de esa extraña calidez que desprendía; sin hacer mención de esa suerte de buen cuerpo que cargaba. 

-Forferían prepara mis aposentos- dijo Iason tras ver partir a su hermana.

Ahora estaba a solas con el moreno y ese traicionero escalofrío le acometió nuevamente, disfrazándolo con un desafío pintado en el rostro.

Iason lo tomó del brazo, del mismo en el que hacía unas horas le pusiese el brazalete que servía de refrendo para su esclavitud. El ex jefe de la horda no se amedrentó o fingió no hacerlo, puesto que encaró al Lord cual si de un igual se tratase.

-También yo debo mostrarte mis agradecimientos- dijo Iason con una mueca nada alentadora para el humano.


Como si se tratase de una hoja el rubio llevó a su esclavo al lecho.

Riki se tragó las súplicas que acudían en masa a su boca… esa habitación otra vez… no…

-Veo que no tiene nada mejor que hacer señor que ponerse a jugar conmigo en lugar de atender su reino…- Riki de improviso estaba en el suelo, sin poder terminar de proferir sus reproches… Su corazón acelerado le decía que estaba haciéndolo todo mal, pero le resultaba difícil hacer caso a las sugerencias de Forferían por muy sensatas que fuesen.

El adusto rostro de Iason confirmó sus sospechas… se había extralimitado y ahora iba a pagarlo.

Sin mayor dilación Iason se abrió la túnica dejando expuesto su generoso sexo… el cual no tardaría en erguirse tan orgulloso como la víspera, sólo que esta vez Riki si lo esperaba y lo deseaba, sin embargo su orgullo no le permitía verlo… darse cuenta.

Ese perfume tan característico impregnó el sitio… aunado a ello una sutil fragancia que estaba carcomiendo la ya mellada razón de Riki.

-Ven esclavo y compláceme- dijo ásperamente mostrando su sexo… esperando que el humano hiciese lo que Forferían había hecho la noche pasada.

Riki quedó pasmado… pero sin darse cuenta su cuerpo se acercaba más y más al de su amo y su boca casi iba a tocar la intima parte del elfo.
Por más que su mente se negaba su cuerpo ya iba a hacerlo… por qué?

Continuara...


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