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Stony Stories por Wind Girl

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Tony

El paraíso existe y se llama Bora Bora, pero no sería un paraíso perfecto sin tener a Steve a mi lado.
Llevábamos tan solo dos días de luna de miel y ya quería quedarme a vivir aquí. Aunque más que por lo paradisíaco es porque por una vez Steve se está relajando de verdad y no tiene nada de los Vengadores en la cabeza. Se había tomado muy en serio nuestra luna de miel y que tan solo fuera para nosotros. Me alegra saber que puede dejar su modo soldado por un tiempo y ser tan solo un marido normal. Bueno, un poco sobre musculado con súper fuerza y extremadamente bien dotado, eso no es normal y doy las gracias a mi padre y a Dr. Erskine por eso. Quién me iba a decir que le agradecería algo a mi padre, y en algo como que dotara bien al marido de su futuro hijo. Tiene bastante gracia la verdad.
Pero volviendo a lo que verdaderamente importa, Steve es el mejor hombre que podía tener a mi lado. No le hace falta ni una semana de casados para hacerme el hombre más feliz del mundo. Realmente ni un día necesita, con solo una hora ya me puede hacer sonreír como un estúpido enamorado, y eso estaba haciendo ahora mientras le veía tirado en su hamaca leyendo un libro.
¿Cómo algo tan simple me hacía enamorarme más? Solo él podía sacarme está sonrisa sin hacer nada.
– Lo estás haciendo otra vez –murmuró, antes de beber de su limonada.
– No puedo evitarlo, eres perfecto –me defendí, al ser pillado una vez más mirándole.
– Si te aburres dímelo y dejo de leer para que hagamos algo –cerró su libro y extendió una mano hacia mí.
Sonreí involuntariamente tomando su mano y acaricié sus dedos, centrándome en el que llevaba el anillo.
– No me aburriría nunca de verte –sonreí de lado mirando su cuerpo–, pero si tengo ganas de hacer algo solo que nos echarían de la playa si lo hago.
Steve río suavemente ruborizándose y se levantó de la hamaca tirando de mí.
– Necesitas un baño, creo que tanto sol te está sobre calentado –bromeó.
Me llevó de la mano hasta a la orilla y sentí el agua cálida en mis pies. Era una sensación realmente agradable.
A penas nos habíamos bañado en estos dos días porque nos habíamos perdido en nuestra habitación. Entre el jet-lag y mi insaciabilidad por Steve nos había tenido en la cama casi todo el día. Aun así era maravilloso porque teníamos un bungaló sobre el mar con vistas a una pequeña montaña verde rodeada del mar cristalino y un inmenso cielo azul. No daban ganas de salir de una habitación así, ni siquiera para bañarnos en el mar. Tan solo la noche anterior nos habíamos bañado y había sido desde nuestro bungaló. Hoy era el primer día que habíamos salido de ahí para venir a la playa, y aunque es agradable sentir la arena y las olas del mar, la verdad prefiero la privacidad del bungaló, ahí no debo frenar mis instintos. Sin embargo Steve me ha obligado a salir, supongo que precisamente para no seguir en la cama.
La verdad es que me quejaría más si no fuera porque ver a Steve en bañador ponerse protector solar había sido todo un gozo para la vista.
– Antes he visto un puesto de submarinismo. ¿Te gustaría ir? –Me preguntó adentrándose en el agua.
– Si te apetecen sí.
– No lo digas con tanto entusiasmo –dijo con sarcasmo–. No podemos pasar todo el día acostándonos, Tony. Estar en un lugar tan hermoso y no disfrutarlo es un desperdicio.
– Está bien, haremos más cosas el resto de días –murmuré, pegándome a él cuando el agua nos cubrió hasta poco más de la cintura–. Solo te pido una cosa a cambio.
– Sexo –respondió divertido.
– Le quitas todo el misterio, Steven.
– Eres demasiado previsible –sonrió dándome un beso.
Me separé poniendo mi mano en su boca.
– ¿Ahora es malo que me guste darte amor?
– Tony, solo bromeo –me volvió acercar a él, hundiéndonos hasta que el aguas llegó a nuestro hombros–. Me siento igual estos días, aún tenemos la euforia de la boda sobre nosotros y supongo eso nos hace más fogosos –me guiñó el ojo y me sentí derretir por dentro.
Con tan poco conseguía tanto que me sentía indignado de ser tan débil a sus insinuaciones, si no fuera porque me beneficia me molestaría de verdad.
– Ahora mismo me siento muy fogoso –susurré bajando mis manos por su espalda.
– Tony –me advirtió al ver mis intenciones.
Hice caso omiso y continúe bajando hasta su trasero. Mordí mi labio dándole un apretón.
– Tony aquí no, para.
– Solo es un poco de manoseo, Rogers –dije casi como un ronroneo.
– Sé bien a dónde llevan tus manoseos, Stark –contestó agarrando mis manos.
– Le quitas emoción a la vida, Steve –me queje–. No se ve nada bajo el agua, no seas así.
Pegué nuestros cuerpos, rozando nuestros labios, pero en vez de darle un beso bajé a su cuello y di varios besos suaves. Sentí como su cuerpo se estremeció por un segundo y ahogó un gemido en su garganta.
– Tony, por favor... –murmuró casi como un gemido, aferrando con fuerza sus manos en mi cintura.
Quise pasar mis manos esta vez por delante pero me contuve. No iba hacer algo que sabía que él no quería, aunque yo muriera de ganas.
– ¿Ahora también es malo que te de besos?
– No me preocupan los besos, si no lo que viene después.
–Está bien... –me separé levantando las manos–. Ya no te volveré a tocar hasta que tú me lo pidas.
– No seas dramático.
Negué sin decir nada y me sumergí en el agua, alejándome varios metros buceando.
Sé que si era dramático, pero a veces me molestaban los extremismos de su parte tan puritana. Y sí, ya sabía bien eso antes de casarnos y lo acepto como es, pero él también tiene que aceptar mis dramatismos cuando me molesto.
Saqué la cabeza del agua y tomé aire mientras limpiaba mi rostro de agua. Me giré hacia Steve y para mi sorpresa estaba saliendo del agua. ¿También se había molestado?
Nadé hasta la orilla rápidamente, pero cuando llegué Steve ya había recogido sus cosas para irse.
– ¿A dónde vas? –Le pregunté, cogiendo mi toalla y yendo tras de él.
– Al bungaló.
– ¿Por qué? ¿Te has enfadado?
– No, pero es evidente que si seguimos aquí vas a tener lo que quieres, así que mejor que sea allí.
Coloqué la toalla sobre mi hombro, yendo a su lado. Le miré de reojo y parecía tranquilo, para nada molesto.
– ¿Está todo bien entonces?
Me miró tomando mi mano y dio un beso en el dorso.
– Sí, tú quieres hacer el amor, pues lo haremos, pero no en la playa rodeados de personas.
Apreté su mano suavemente y sonreí.
En parte me parecía muy dulce que pensara así, hasta que se volvía terco y me irritaba hasta molestarme, pero el que decidiera volver a la habitación solo para eso me gustaba aun y cuando significaba no hacerlo en el mar. En otro momento lo volvería a probar, quizá dónde no haya tanta multitud, o incluso de noche. Creo que hasta las estrellas darían su romanticismo al acto.
– Por la noche no hay nadie –dije alzando la mirada hacía él.
– ¿Por qué eres tan tozudo? Cuando algo se te mete en la cabeza no hay manera de sacártelo.
Negó con la cabeza, abriendo la puerta del bungaló. Tiró su toalla y el libro sobre el sofá, yendo directo al dormitorio.
Le seguí hasta el umbral y le miré quitarse el bañador para quedar completamente desnudo.
– Es un fantasía –dije tratando de sonar tranquilo, apoyándome en la puerta de la habitación–. Tú, yo, el mar y las estrellas. ¿No suena bonito?
Agachó la cabeza, haciendo una risa débil.
– Ahora haces que algo depravado suene hasta romántico.
Cuando levantó la mirada nuevamente tenía una gran sonrisa que me hizo saber que le había convencido. Tiré de mi bañador hacía abajo y me fui hasta él, empujándole a la cama para subirme sobre su cuerpo.
– Podemos ensayar aquí hasta que se haga de noche –susurré en sus labios.
Sus manos pasaron por mi espalda acariciándome suavemente, pero no dijo nada, tan solo me miró a los ojos con una pequeña sonrisa asomando en sus labios.
– Tomaré eso como un sí –dije, finalmente rindiéndome a su boca.
Escuché un gruñido ronco en su garganta cuando me sujetó con fuerza contra él. Su lengua se movió con ansiedad buscando la mía y me sentí realmente satisfecho de lograr que desee esto tanto como yo.
Dio un giro sobre sí mismo para dejarme bajo él y entonces se separó despacio para verme a los ojos nuevamente. Sus ojos brillaban con dulzura, de una manera que sentí un cosquilleo en el estómago. Nunca pensé que con tan poco se podría sentir tanto.
Steve bajó la boca por mi cuello, rápidamente saltó a mi pecho y enseguida supe a dónde iba. Me encantaba cuando era el quién llevaba la iniciativa para acostarnos, hasta los último meses aún se le hacía incómodo algunas cosas en el sexo, pero era tan gratificante verle finalmente cómodo con esto que le veía extremadamente sexy y me excitaban en desmedida.
Sus besos bajaron por mi estómago, provocando que los músculos de mi vientre se contrajeran en respuesta. Su mano se anticipó a su boca y agarró mi miembro, acariciando despacio de arriba abajo.
Separó su rostro de mi cuerpo para hacer una mirada rápido hacia mí y sonrió al ver lo expectante que estaba esperando su contacto. No me hizo rogar y alargó su lengua hasta rozar la punta con suavidad. Parecía dar caricias, concentrándose en el glande mientras con la mano estimulaba el resto haciéndome endurecer rápidamente. Dio una vuelta con la lengua sobre mi punta y mi cuerpo reaccionó con un espasmo justo antes de que metiera todo en su boca.
Gemí ante la sorpresa, enredando mis dedos en su cabello y dando un leve tirón. Guié con la mano sus movimientos, mientras presionaba sus labios por todo mi miembro, succionando con suavidad.
– Oh, sí... –gemí, mordiéndome el labio.
Si continuaba a este ritmo iba a correrme pronto.
Tensé todo los músculos para contenerme, pero me era imposible aguantar ante Steve. Sabía perfectamente cómo hacerme enloquecer.
– Para o me vendré ya... –logré decir.
Se separó, levantando la cabeza para mirarme, pero sin dejar de mover su mano.
– Eso estoy intentando –respondió agitado con una sonrisa.
Enseguida volvió a meter mi erección en su boca y mi espalda se arqueó cuando se la introdujo por completo. Ni siquiera podía quejarme porque lo estaba disfrutando demasiado, prefería que hiciera lo que quisiera conmigo y rendirme al placer que solo él sabe darme. Cesó de golpe cuando me sentí al borde del colapso y alargó el cuerpo hasta la mesita para agarrar el lubricante.
Me quedé jadeando, mirándole casi indignado de que parara en ese momento, pero no me dio tiempo ni a quejarme de ello cuando se puso en pie y tiro de mis piernas para acercarme al borde de la cama. Me lúbrico introduciendo sus dedos y se me escapó un débil gemido involuntario. Le miré con la boca entreabierta por la excitación mientras él se lubricaba y tan solo con verle tocarse casi me vengo.
Estaba tan silencioso y concentrado, me gustaba lo decidido con que hacía todo, se notaba todo el cambio que había habido en él desde el inicio. Todo su miedo y timidez habían desaparecido y sentía que había corrompido su inocencia. Era muy excitante.
Separó mis piernas, levantándolas para colocar mis pies sobre sus hombros, y se agachó un poco para quedar a la altura de la cama. Me miró al rozar la entrada con su erección y sonrió al verme morder mi labio.
Gracias a Dios no me hizo rogar por más y enseguida se adentró en mí lentamente. La sensación de plenitud me provocó un espasmo que fue directo a mi miembro y juraría que estaba por salir la primera gota.
Su cintura reculó y rápidamente volvió a embestirme con brusquedad. Mordí con más fuerza mi labio para ahogar un gemido y vi como Steve torció su sonrisa con picardía.
– Me vuelves loco... –logré decir casi sin voz por la falta de aire.
– Y tú a mí, de lo contrario nunca estaría haciendo esto –dijo, sujetando fuerte mis piernas mientras daba nuevamente con fuerza.
Esta vez no pude evitar gemir y salió de mí todo el aire a la vez que mi espalda se arqueaba.
Una de sus manos subió por mi pierna y acarició mi cadera hasta llegar a mi erección. La sujetó con fuerza, sin dejar de golpear con su cintura contra mí, y con una simple caricia explote sin necesidad de que hiciera nada. A Steve se le escapó una risa débil muy satisfecho con lo que había conseguido, pero lejos de parar me masturbó hasta que saqué la última gota y después tiro de mi pierna, levantándome con facilidad la cintura y así poder adentrarse mejor.
Su agarre y movimientos hacían que todo se viera tan fácil como excitante. Podía moverme a su antojo, y la verdad es que a estar alturas no me importaba. Podía hacer conmigo lo que quisiera, con ese cuerpo y fuerza me rendía ante el placer que sentía de tan solo mirarle. Lo mejor de todo es que él era todo mío para siempre y no podía dejar de pensar en que esto es lo que me esperaba para el resto de mi vida.
Steve se recostó sobre mí, haciendo que mis piernas quedarán sobre mi torso, haciendo que todos mis músculos se tensarán incrementado el placer en un segundo. Besó suavemente mis labios, entrando en mí, esta vez con más delicadeza y soltó un débil gemido junto a mi boca cuando se hundió por completo. Cerró los ojos, haciéndome sentir cada suave roce como una agradable tortura que me llevó a un nuevo orgasmo que me hizo clavar las manos en su espalda.
La respiración de Steve incremento rápidamente con cada movimiento hasta que finalmente se quedó paralizado ahogando un gran gemido contra mis labios.
Apoyó la frente sobre la mía y abrió los ojos, viendo directamente a los míos dejando salir una sonrisa.
– Así de loco me vuelves –susurró agitado.
Se dejó caer a mi lado y me giré para verle de frente, aun tratado de recobrar el aliento.
– Espero seguir volviéndote así de loco por muchos años –sonreí, acariciando su cabello.
– Eso no lo dudes, mi amor.
Tomó mi rostro acercándolo al suyo para besar mis labios. Dio unos besos suaves y tiernos, pero rápidamente incremento la pasión, presionando con más fuerza y dejando que su lengua atacara la mía.

•••

Después de una buena cena Steve volvió a sacarme del bungaló. Esta vez no me quejé porque esperaba que fuera a cumplir lo que habíamos hablado antes, aún tenía la esperanza porque no volvió a decir no.
Había anochecido y se veía un cielo precioso. Nunca se ve un cielo así en Estados Unidos, tiene demasiada contaminación lumínica, pero aquí era como estar en el mismo espacio de la increíble intensidad que tenían las estrellas.
Steve apretó mi mano al verme perdido mirando al cielo y bajé la vista con una sonrisa.
– Es precioso, ¿verdad? –Dije, acercándome a él para pasar mi brazo por su cintura.
– De lo más precioso que visto jamás –respondió mirándome con dulzura.
– Hay más estrellas que nunca.
– ¿Hablabas de eso? Es que la estrella que tengo pegada a mí me roba toda la atención –sonrió.
Reí suavemente negando con la cabeza.
Derrochaba azúcar por sus poros con tantas cursilerías que llegaba a decir, sin embargo no podía evitar que me gustara.
– Qué idiota eres –reí, alzándome en mis puntas para besar sus labios.
– Tú forma de dar las gracias es un poco extraña –bromeó, rodeándome con un brazo para apretarme contra su cuerpo.
– Ya me conoces, no me gusta lo cotidiano.
– A mí tampoco –respondió tomando mi mano.
– Ahora entiendo por qué estás conmigo –reí.
– Hay muchas más razones que esa –susurró atrayéndome a él, sujetando mi cintura con firmeza.
– Tenemos toda la vida para que me las numeres –sonreí.
– Creo que necesitaré más de una vida.
Golpeé suavemente su pecho con una risa.
Era imposible para él controlar su dulzura y cursilería, y no sé si era por la luna de miel o qué, pero me encantaba más que nunca sus tiernos halagos.
Steve me tomó por sorpresa cuando me alzó por la cintura y bajó el corto tramo de escalones que llevaba hasta la arena de la playa y me soltó.
– ¿Sabías que tengo pies? –Bromeé.
Soltó una suave carcajada dándome un beso en la sien mientras pasaba un brazo por mis hombros, pegándome a su costado mientras caminaba hacia el mar.
A pocos metros de la orilla se sentó en la arena y me sentí decepcionado al ver que no era lo que esperaba, aunque tampoco iba a quejarme de un bonito momento bajo las estrellas con él.
Me senté a su lado, apoyando la cabeza en su hombro mientras los dos mirábamos al horizonte estrellado con el sonido de las olas rompiendo el silencio.
Era increíble cómo solo un paisaje podía hacerte sentir tanto. Una sensación de relajación me invadía con fuerza la cual traía tanta paz a mí que podía sentir como mi mente se vaciaba. Tan solo podía pensar en Steve a mi lado, este maravilloso paraíso en el que nos encontrábamos y el cómo habíamos llegado hasta aquí.
No sé en qué momento todos estos sentimientos se habían vuelto tan intensos, solo sé que crecían a medida que me hacían crecer a mí. Puedo notar que he cambiado mucho aunque me siga sintiendo igual, es como si realmente este siempre hubiera sido yo solo que había estado escondido todos estos años. Ahora me doy cuenta de ello, sin embargo Steve lo supo desde que empezamos juntos. Él ha abierto mi mente y mi corazón a una nueva experiencia que me aterraba. El compromiso de sentirme atado a alguien siempre me había hecho huir, pero Steve me ha dado la tranquilidad que nadie más ha sabido darme. Sabe cómo usar sus palabras para apaciguar mis miedos y ha logrado darme la estabilidad emocional suficiente para vencer mis miedos. Sin él jamás hubiera sido capaz de adoptar a Peter, no me hubiera visto emocionalmente preparado para guía a un niño por el buen camino porque nadie me habría guiado a mí primero.
Todos estos sentimientos se transportan dentro de mí al quedar mi mente tan vacía y me hacían revivir todas esas sensaciones placenteras, llenándome el pecho por completo.
Steve apretó mi mano al mirarme con una sonrisa y se la devolví. Verle así me hacía inmensamente feliz y me hacía olvidar de cualquier problema. Llegaba incluso a no importarme que nos vean juntos, al punto de que yo mismo necesito gritarle al mundo la clase de hombre que tengo a mi lado. Estoy orgulloso de estar con él y ya no quiero guardarlo solo para mí.
Sé que aunque es lo que quiero, también va a ser difícil adaptarme a ello, y Steve también. Pero es algo que debemos hacer y por eso el primer paso era comportarnos con libertad en nuestra luna de miel. Lo primero que le dije al aterrizar aquí era que me obligara a cogerle de la mano siempre si me veía dudoso. Aquí no nos conocen de la misma manera que lo hacen en América y creo que es el mejor lugar para comenzar a comportarnos como una pareja libremente. Por suerte no ha debido obligarme todavía, aunque también es porque casi no hemos salido, pero yo mismo busco el tomar su mano las veces que lo hemos hecho.
Espero que esta misma naturalidad me salga el día que anunciemos nuestra relación. Pepper ya está preparando todo para que lo hagamos y poder resolver esta situación en cuanto volvamos de la luna de miel. La mejor manera es dando una entrevista exclusiva y así poder decir por nosotros mismos a los medios de comunicación que estamos juntos y de este modo no puedan sacar sus propias conclusiones de tan solo un titular. Me da bastante miedo pensar a qué tipo de preguntas nos enfrentaremos, pero sé que todo esto ayudará a nuestro matrimonio, y sobre todo ayudará a que Peter tenga libertad para decir quiénes son sus padres.
Espero que todo vaya bien después de eso, porque sé que nuestra vida va a cambiar completamente y tanto Steve como yo tenemos miedo de las reacciones. Obviamente decimos que nos da igual las opiniones de otros, pero la realidad es que no podemos evitar sentir la negatividad en el fondo. Aunque si algo tengo claro ahora es que no tengo miedo a plantar cara y defender a mi familia y mi propia orientación sexual.
– ¿Estás extrañamente callado? –Susurró, Steve, pasando un brazo sobre mis hombros.
– Solo pienso –respondí.
– ¿Qué te preocupa? –Ladeó la cabeza con curiosidad.
– En lo que nos espera al volver a casa –levanté la mirada a la suya–. Cuando todo el mundo lo sepa nuestra vida cambiará.
– Nosotros tenemos que seguir siendo los mismos, no dejes que esas opiniones interfieran entre nosotros –besó mi sien y dejó su cabeza apoyada en la mía–. Piensa en lo bueno, en la libertad que tendremos ahora.
– Lo sé, eso me gusta –hice una pequeña sonrisa, pero desapareció enseguida–, aunque es difícil evitar todas las habladurías.
– Precisamente para evitar tanto eso quisiste la entrevista.
– Sí, creo que contar nosotros mismos sobre nuestra relación hará que todo quede claro y así evitar que malmetan y rumoreen cosas que no son.
– Sabes que estoy de acuerdo, me asusta pensar en que podrán preguntar, pero creo que es lo mejor precisamente por lo que dices –sonrió y bajó su mano para acariciar mi espalda.
– ¿Todo seguirá igual entre nosotros, verdad?
– Ni siquiera lo dudes, Tony –su sonrisa se amplió más–. Me ha costado mucho casarme con el playboy más cotizado de América, ahora no pienso dejarle escapar.
Se me escapó una carcajada al escucharle. Me encantaba cuando sacaba su sentido del humor, le hacía ser un idiota encantador.
– Idiota –reí, dándole un beso.
– Sí, pero al menos he logrado que te rías y dejes de preocuparte.
Eso era cierto, tenía ese don de hacerme cambiar de ánimo con solo una palabra.
Aun intento recordar cómo podía vivir sin él, en todo un año mi vida ha mejorado tan drásticamente, de una forma tan agradable que ni tuve tiempo a asimilarlo y ya era inmensamente feliz con una familia.
– Tú haces que todo esté bien –murmuré, acariciando su mejilla–. Mientras estés a mi lado no necesito preocuparme de nada.
Di un suave beso en sus labios, sujetándole por la nuca para poco a poco intensificarlo.
La mano de Steve se aferró con fuerza a mi espalda atrayendo mi cuerpo al suyo provocándome un estremecimiento por la calidez de su piel con la mía. Me apoyé en sus hombros para ponerme de rodillas y empujarle sobre la arena para subirme sobre él.
Rió en mis labios, sujetando mi cintura para mantener mi cuerpo cerca del suyo y besarme con la misma pasión que yo lo hacía. Era embriagador su fuerza y decisión. Me enloquecía completamente hasta al punto de excitarme.
Como amaba la luna de miel, era el único momento donde no estaba mal visto excitarse con cualquier cosa y no hacía falta contenerse.
– Tony… –le escuché murmurar entre besos para tratar de pararme.
Esta vez no iba a servir, estamos totalmente solos así que no podía quejarse de que nos vieran. Además la oscuridad de la noche nos daba más intimidad, no podía desperdiciar la oportunidad especial de hacerlo en una playa bajo las estrellas.
– Esta vez no, Rogers –ronroneé mordisqueando su labio.
Le vi abrir la boca y le besé para evitar que replicara. Iba a tomar lo que era mío, aquí y ahora, no me importaban sus puritanismos en este momento.
Bajé mi mano hasta su entrepierna y la apreté suavemente sobre el bañador. Gimió en mi boca y me separé un poco para poder meter la mano.
– Eres imposible, Tony –dijo casi sin aire.
– Te encanta, no te quejes –susurré, rozando nuestros labios.
– Mentiría si dijera que no.
Sonreí más ampliamente con su respuesta.
– Entonces cierra la boca y disfrutemos, Steven.
Le guiñé el ojo y me puse en pie para quitarme el bañador y lanzárselo en la cara mientras salía corriendo hacia el mar.
El agua estaba todavía caliente después de todo un día al sol, sin embargo la brisa nocturna era fresca por lo que el mar incitaba a que me adentrara más. Cuando el agua me cubrió hasta la cintura me volví y vi a Steve en la orilla riendo mientras negaba.
– ¿Vas a dejarme aquí solo?
– Eres tú quién me ha dejado solo a mí –respondió aun riendo
Salí un poco para que pudiera ver mi cuerpo y luego le lancé agua.
Se logró apartar a tiempo y resoplé volviendo a hundirme en el agua. Si él no iba a venir yo tampoco iba a ir, no pensaba desperdiciar una noche tan bonita.
– Eres como un niño caprichoso... –le escuché quejarse.
Me molestaría, pero tenía razón y no pude hacer más que reprimir una risa.
Unos segundos después pude escuchar el sonido del agua y me giré automáticamente para ver cómo lanzaba su bañador a la orilla y rápidamente nadaba hasta mí.
– Ni se te ocurra decir nada, Anthony... –me advirtió al ver mi gran sonrisa triunfante.
Negué cerrando una cremallera imaginaría en mi boca, acercándome a él para abrazarle.
Amaba como me consentía, sé que no debería siempre retarle de esa manera, pero en el fondo me gusta ver cómo se abre y cede por mí. Luego le compensaré por ello porque lo merece completamente.
Pegué mi cuerpo al suyo, rozándome con su entrepierna. Era muy tentador sentirle, pero quería ir despacio y no sintiera tanta presión. Aunque al parecer no sirvió de mucho.
– Ya me tienes dónde querías, ¿no? –Susurró.
– Te lo dije antes y tú no dijiste que no –traté de defenderme.
– Tampoco dije que sí... Aunque al menos ya no es a plena luz del día y con decenas de personas alrededor.
– Puedo ser razonable con mis caprichos a veces –dije, enrollando mis piernas en su cintura.
– Gracias a Dios, porque no iba aceptar de otro modo esto.
– Pero, ¿dime si no era excitante?
– No, claro que no, Tony. Podían vernos niños, no creo que lo vieras tan excitante si se tratara de Peter.
Y se fue todo el momento...
Odio cuando tiene razón en estas cosas, no sé qué hacer para darle la vuelta y ganar en la conversación lo que lo hace bastante irritante.
– Está bien, tienes razón. Tú ganas –dije, separándome de él.
Di media vuelta para salir del agua, pero Steve me agarró de la muñeca devolviéndome a su lado.
– ¿A dónde vas? No he entrado aquí para nada, Stark.
¿Qué? ¿Estaba hablando en serio? Creía que su sermón significaba que esto era una locura depravada.
Me llevó hasta él y tomó mi rostro, besándome con suavidad mientras deslizaba una de sus manos por mi cuerpo hasta llegar a mi trasero para presionarme contra el suyo. Con un simple roce sentí cuán duro estaba y sonreí con picardía.
– Para no querer hacerlo en el mar estás muy listo para ello –murmuré acariciando su abdomen, tratando de contenerme para no ir más abajo.
– No he dicho que no quiera, he dicho que no es apropiado, es muy distinto.
– Pues vas aguantarte porque te voy hacer muchas cosas inapropiadas –susurré, mordiéndome el labio.
No dejé que dijera nada más y tomé aire para sumergirme en el agua.
Me sujeté de su cadera y le sentí temblar ante el contacto, haciendo que sonriera y salieran varias burbujas al soltar aire. Aun así no me detuve y con la otra mano cogí su miembro, acariciándolo de arriba abajo para después meterlo en mi boca.
Steve dio un espasmo y sus manos bajaron a mis brazos para tratar de sacarme. Sabía que tenía suficiente fuerza para conseguirlo y le solté dándome impulso con los pies hacia atrás, saliendo a la superficie a varios metros.
– Tony no hagas eso, te vas ahogar –me reprendió.
– Como mucho me ahogaré por lo profundo que llegas en mi garganta, cariño –respondí, guiñándole el ojo.
Steve se quedó con la boca abierta y sé que si no estuviera tan oscuro podría verle totalmente ruborizado. Era todo una ternura.
Volví a coger aire para hundirme y buceé el espacio entre nosotros, directo a seguir con lo que estaba haciendo. En cuanto sintió mi roce le escuche llamarme, pero le ignoré completamente volviendo a meterle en mi boca y hacer lo que acababa de decirle. Sus manos fuero directamente a mi nuevamente, sin embargo esta vez tan solo las puso sobre mis hombros.
Continúe moviendo mi boca por el largo de su erección, sintiendo como a cada segundo me faltaba más el aire, pero me negaba a salir todavía. Quería hacerle disfrutar más y así no viera esto tan mal.
Finalmente fue Steve quién me sacó a la fuerza, en parte lo agradecí porque casi no aguantaba más, pero me molestaba que se ayudara de su gran fuerza para levantarme como si fuera un peluche.
Respiré profundamente para devolver el aire a mis pulmones y luego le miré, notando que trataba de parecer molesto, sin embargo se veía lo excitado que estaba.
– Ahora hazme el amor –dije rodeando su cuello con mis brazos para besarle.
Acarició con sus manos mi cintura, acercándome para que nuestros cuerpos se tocaran.
Me sujeté en él para colocar mi piernas alrededor de sus caderas, provocando que sonriera mientas llevaba sus manos a mi trasero para levantarme.
– Siempre logras lo que quieres –susurró mirándome a los ojos.
– Así es –sonreí con picardía.
Hizo una suave risa que logró distraerme los segundos justos para que su erección me tomara por sorpresa al entrar en mí. No pude evitar soltar un gemido e intenté ocultar los siguientes contra su hombro, que tenía un sabor salado por el agua del mar.
Me movió con suma facilidad para pasar las manos bajo mis piernas hasta mi trasero y así moverme con más fuerza. Era un postura realmente incómoda, pero entraba tan bien que no iba a quejarme, todo lo contrario. Me sujeté con más fuerza para no resbalarme con el agua y así Steve pudiera moverme con más rapidez. Sabía bien lo que quería sin necesidad de hablar y él solo aceleró sus embestidas, chocando nuestros cuerpos haciendo que el agua salpicara por todas partes.
Era tan malditamente excitante el sonido que causaba nuestros cuerpos en el agua que sentí como el orgasmo quería llegar ya.
– Steve... Más despacio... –logré decir casi sin aire.
Paró de golpe y me miró con la boca entreabierta, respirando con brusquedad.
– ¿Estás bien?
– Sí, pero no quiero llegar todavía... Quiero disfrutarte más –respondí entrecortado.
– Tienes toda la vida para ello –susurró, bajado mis piernas.
Automáticamente salió una gran sonrisa en mi rostro y le besé con fuerza, sujetando su rostro para intensificarlo.
Siempre tenía las palabras exactas para enloquecerme hasta lo más hondo. Desde que me enamoré ningún día he dejado de sentir esa sensación, un gran cosquilleo continuo en mi pecho y estómago, y cuando decía sus cursilerías ese cosquilleo enloquecía de una manera tan agradable que no quería que jamás parara.
Tuve que obligarme a separarme para coger aire y Steve sonrió.
– Date la vuelta –murmuró, dándome un beso rápido.
Solo tres palabras y ya sentí mi cuerpo tensarse de nuevo por lo que esas palabras prometían.
Hice lo que dijo y se presionó contra mi espalda, dejándome sentir lo duro que estaba. Instintivamente me froté contra él dejando salir un ronroneo de mi garganta.
Steve besó mi cuello mientras sus manos acariciaban mi abdomen, empujando suavemente mi cuerpo hacía el suyo, aumentando la fricción contra su erección. Arqueé mi espalda para dejarle mejor acceso y eso le hizo no pensarlo más para volverse a adentrar en mí.
En esta ocasión lo hizo despacio, sujetando con una mano mi cadera y con la otra buscando mi miembro y acariciándolo de arriba abajo, al ritmo que marcaba su cintura. Amaba su tortuosa suavidad. Podía sentir cada roce a una magnitud tan grande que se disparaba mi desesperación por besarle y abrazarle.
Esas eran las cosas que me hicieron descubrir que esto era amor. Nunca antes había sentido el querer sentirme unido a tanta intimidad, hasta el llegar a encontrar una conexión más allá del sexo. Con Steve era más que placer sexual, también lo era emocional, e incluso diría que vital, porque hay momentos que no sé si pudiera vivir sin él en mi vida.
Curvé mi espalda hasta apoyar la cabeza en su hombro y busqué sus labios para acallar los gemidos que salían de mí cada vez que él entraba. Su roce incrementó poco a poco y comencé a perder la fuerza, provocando que mi cuerpo temblará. Steve me sujetó con fuerza y continuó como si nada hasta que el orgasmo sacudió mi cuerpo y él se clavó en mí por última vez con un gemido ronco junto a mi odio.
Me abrazó para que no me hundiera y me cogí a su cuello, apoyando la cabeza en su hombro, y dejando besos en su cuello.
– Eres magnífico... –jadeé casi sin aire.
Dio un beso en mi mejilla, relajándose y dejándonos flotar en el mar.
– No tanto como tú –susurró en mi oído.
Sonreí involuntariamente.
Dejé mi cuerpo sobre el suyo, con la cabeza en su pecho, escuchando como su respiración iba disminuyendo rápidamente hasta ser unos suaves suspiros.
Era increíble con la facilidad que recuperaba el aliento, yo podía llegar a tardar hasta 15 minutos en respirar con normalidad nuevamente, me hacía sentir viejo. Aunque técnicamente hablando, yo era mayor que él en cuanto a edad biológica, porque lo último que aparentaba eran sus 90 años de edad. Entre el hielo y el suero su edad era mucho menos que la de cualquiera del grupo.
Espera… ¿Eso quiere decir que estoy casado con el joven del equipo? Que bien suena eso.
Reí para mis adentros con ese pensamiento.
– Empieza hacer más frío, deberíamos secarnos o terminaremos la luna de miel con una neumonía –dijo, Steve, devolviéndome a dónde estábamos.
No me había dado cuenta, pero era cierto, comenzaba a tener los vellos de punta por el frío.
Tomó mi mano para salir del agua e inmediatamente sentí como la brisa de la noche helaba mi piel mojada. Steve frotó mi cuerpo para darme calor hasta llegar a nuestros bañadores y enseguida emprendimos camino a nuestro bungaló para entrar en calor.

Steve

Marqué bien las líneas de mi dibujo, tratando de hacer resaltar un poco más las olas del mar para luego volver a centrarme en la parte principal del dibujo. Levanté la mirada una vez más y sonreí como un tonto al ver lo plácidamente que dormía Tony bajo el sol mientras trazaba las líneas de su contorno.
En una semana él ya había logrado ponerse moreno mientras que yo solo parecía una gamba con piernas, como Tony me llamaba. Él tenía suerte y ahora podía ponerse bajo el sol cuanto quisiera, yo me la pasaba bajo las sombrilla y untado en protector solar. Aunque fue muy agradable cuando Tony me puso crema de aloe vera por toda la espalda anoche. No estaba mal ser cuidado por él, sobre todo porque lo hacía con tanto cuidado y le hacía ver adorable. Gracias a eso esta mañana tenía la espalda perfectamente, aunque eso no ha evitado que me haya tenido que poner nuevamente protector para prevenir que pase de nuevo.
Sin embargo no me quejaba porque la habitación tenía puertas que se abrían al 100% y desde el interior podía ver perfectamente como Tony dormía en su hamaca junto a la piscina del bungaló. Llevaba tan solo un bañador ajustado, que realmente lo había comprado a juego con otro para mí y así verme bien ajustado en él. Ahora veía gracioso este tipo de perversiones suyas, cuando antes me molestaba que se centrara en ello. Pero después de un año con él he aprendido que así es él y aunque tiene esa parte loca y perversa tiene mucho más dentro. Me ha demostrado cuando amor y madurez puede llegar a tener, y creo que ver el que su balanza de bueno y malo queda nivelada hace que le vea perfecto. Sus defectos le hacen quién es igual que lo hacen sus virtudes y he aprendido a que ese torbellino de rasgos me enamoren aun y me saquen de quicio, porque debe ser fiel a sí mismo ya que eso es lo que me enamoró de él.
Tony se movió en su hamaca entreabriendo los ojos y levantando su mano para tapar el sol que le daba en la cara.
– Buenas tardes, mi amor, ¿cómo has dormido? –Dije con una sonrisa, viéndole bostezar.
Hizo un gemido mientras se incorporaba y estiraba sus brazos.
– Bastante bien, solo me faltaban tus brazos para ser perfecto.
– Luego te lo compenso con doble de abrazos –contesté.
Vino hasta mí y me rodeó para abrazarme sobre los hombros y ver qué estaba haciendo. Sonrió al ver el dibujo y dejó un beso en mi mejilla.
– No sé cómo haces para que siempre me hagas quedar tan bien en tus dibujos. Siento que es otra persona –rió.
– Este ere tú al 100%, mi amor. Perfecto de pies a cabeza.
Le miré sobre mi hombro dejando la libreta para volverme y así robarle un beso.
– Te has despertado a tiempo para la clase de submarinismo que teníamos reservada. ¿Te apetece? –Pregunté, levantándome para poder abrazarle.
– Preferiría quedarnos aquí...
– No –le corté–. Prometiste que saldríamos mínimo una vez al día del bungaló.
Tony bufó y se dejó caer sobre la cama con los brazos abiertos. Ladeé la cabeza mirándole e hizo un gruñido provocando que me riera.
– Si no quieres submarinismo otra vez hay más cosas.
– ¿Cómo qué?
– Hay un puesto en la playa dónde puedes dar de comer a mantas y otro tipos de peces, y justo al lado se pueden alquilar motos acuáticas
Levantó la cabeza de golpe, como un perro cuando escucha que le ponen de comer.
– ¿Has dicho motos acuáticas? –Preguntó incrédulo.
– Sí –dije algo dudoso por su repentina actitud.
– ¿Y por qué hicimos submarinismo ayer para ver unos malditos corales cuando podíamos ir en motos acuáticas, Rogers?
¿Qué? ¿Por qué se ponía así? Estuvo bonito ver los arrecifes y todo lo que esconde esas partes del mar. Incluso dijo que no estuvo mal.
– Dijiste que te gusto.
– No se puede comparar con motos acuáticas –dijo levantándose rápidamente.
– Te recuerdo que la idea de venir aquí fue tuya así que tú deberías saber más que yo –respondí.
– No es mi culpa que me hayas quitado a Jarvis y mi teléfono para que pueda buscar que hacer –se cruzó de brazos.
Resoplé y me di media vuelta para ir al baño.
No quería discutir por esta estupidez, si quería motos acuáticas ahí iríamos, pero no iba a entrar en el tema de la tecnología otra vez. Era un momento para nosotros, no quería que perdiera el tiempo husmeando en internet cualquier cosa que pudiera absorber su tiempo. Para saber de Bora Bora solo tenía que mirar el mapa que compré al llegar al aeropuerto.
Cogí el bote de protector solar y me eché un poco sobre los hombros, tratando de estirarme lo máximo para ponerme también en la espalda.
Tony se apoyó en el marco de la puerta con un suspiro.
– ¿Te has enfadado?
– No –murmuré en respuesta.
– Pues lo pareces.
Se acercó a mí me quitó el bote para terminar de echarme por la espalda y brazos.
– Sabes que son bromas, Steve, bueno, no lo del teléfono, pero si lo del submarinos y las motos acuáticas –dijo con una voz muy tranquila.
Sabía perfectamente que se trataba de una broma, pero aun lograba sacarme de quicio porque precisamente las hace para molestar a la vez que dice parte de una verdad. Sin embargo es algo que me gusta soportar. Puede que eso me haga un poco masoquista, pero merece la pena a cambio de todas sus cosas buenas. Además, prefería discutir por estas miserias a tener una discusión seria y deba preocuparme por nosotros. Por suerte eso no ha pasado todavía, y espero no pase jamás.
Me di la vuelta cuando terminó de ponerme el protector y le di un beso.
– Ojalá todas nuestras discusiones sean así de tontas en el futuro –sonreí.
– No sé si todas, pero si prometo muchas.
Se me escapó una suave risa y le abracé dándole un beso.
Así de fácil lograba quitarme cualquier molestia. No podría vivir sin esto, o más bien, no quiero vivir sin esto.
– Vamos a esas motos acuáticas –susurré en sus labios, dejando un beso en ellos.

•••

– ¡Acelera, Steve, no sea abuelo! –Gritó, Tony, sobre mi hombro.
Rodé los ojos.
Le había quitado de conducir la moto precisamente porque iba muy rápido y casi nos caemos los dos, no iba a ser igual de imprudente que él por mucho que me molestara.
– Eres un aburrido, Rogers –murmuró cuando no le hice caso.
– Y tú eres un necio, Stark.
– ¿Acabas de llamarme necio? –se soltó de mi cintura, dolido–. Retíralo, Rogers.
– No, con esa actitud solo me das la razón.
– Solo quiero pasarlo bien contigo, eso no me hace necio, abuelo –dijo casi con un gruñido.
Contuve una carcajada, era tan adorable hasta enfadado.
Sabía que solo quería pasarlo bien, pero para él eso era hacer locuras sin pensar en que daños podía correr y no quiero que se haga daño. Aunque debo decir que su actitud me estaba tentando. Sin mirarle podía imaginar su cara de enfado con el ceño fruncido al igual que sus labios, como Peter cuando estaba molesto. No me gusta verle así, pero mi sensatez me pide que no cometa una locura.
– Para, Rogers, me voy nadando –dijo golpeando mi espalda.
– No –respondí, mirando sobre mi hombro.
Tony entrecerró los ojos y se puso de pie apoyándose en mis hombros.
– Para ahora.
– De acuerdo.
Frené de golpe y cayó sobre mí por culpa de la inercia del freno. Sin querer se me escapó una risa y Tony pareció mucho más ofendido. Trató de empujarme, pero no tuvo la suficiente fuerza para sacarme del asiento.
– Eres un completo idiota.
De acuerdo. ¿Quería un idiota? Pues lo tendrá.
Aceleré lo máximo que me permitió la moto y esta vez Tony se fue hacia atrás, cayendo al agua.
Ahora sí podía llamarme idiota.
– ¿Qué tal el agua, Stark? –Me burlé al dar la vuelta y pasar por su lado.
– Te odio.
– Te amo, gruñón –reí.
Le vi contener la sonrisa mordiéndose el labio, pero no podía engañarme, le ha gustado que cometa locuras por él, incluso cuando él es el que acabado mal.
– Me las pagaras, Steven –puso una voz grave tratando de sonar molesto.
Sabía que no era así, aun podía ver en la comisura de sus labios como asomaba una sonrisa.
– Lo pagaré como quieras –le guiñé el ojo extendiendo una mano hacia él.
Tomó mi mano y subió a la moto, mojándome en el proceso.
Me giré un poco y dejé un beso en sus labios.
– Querías diversión, ahí está.
Finalmente se le escapó una risa y se abrazó a mí devolviéndome el beso.
– Estoy creando un monstruos –rió–, pero por favor no dejes nunca de sorprenderme.
– Sacas lo mejor de mí, Tony. Gracias a ti soy más tolerante y hasta me divierto de maneras que no creía que me iba a gustar –sonreí ampliamente–. Siempre sabes cómo alegrar mis días.
– Tu alegras los míos, me quitas todas las preocupaciones –sujetó mi rostro y me besó con suavidad repetidas veces.
– Perdóname por tirarte al agua –susurré.
– ¿Perdonarte por la cosa más divertida que has hecho en 90 años? No, hasta me siento orgulloso –rió.
Me reí con él dándole un beso más.
Tenía mucha razón, nunca he sido de divertirme haciendo locuras, las pocas que hice fue porque Bucky me arrastró a ello, sin embargo nunca fue de esta manera. Con Tony intento pensar en la prudencia primero, pero siempre logra que mi mentalidad cambie, y aunque sé que no debería, me gusta soltarme así con él. Le hace feliz y me hace feliz a mí verle así. Solo por ello merece la pena arriesgarse un poco, porque a estas alturas me arriesgaría a cualquier cosa con él. Gracias a arriesgarnos estamos casados hoy y no hay nada que me haya hecho más feliz en la vida.
Él dice que le he enseñado mucho y ahora es diferente, pero Tony también me ha cambiado a mí. Por él he descubierto maneras diferentes de percibir las cosas, no todo tiene que ser seriedad y prudencia. Ver la vida con más humor, arriesgar y divertirse son cosas que hoy me aportan mucho para ser feliz en el día a día y hacen que merezca la pena seguir vivo. Aunque me dé nostalgia admitirlo, no extraño a la persona que fui antes de congelarme. Tan sólo las misiones me devuelven a ese yo, el resto del tiempo una parte de mí ya es lo que Tony ha hecho de mí. Soy muy feliz de poder ver la vida de otra manera y haber aprendido a vivirla más haya de nuestro deber de salvar el mundo.
Cuando volví del hielo y verme tan sólo en este nuevo siglo mí cabeza automáticamente se centró en el deber. Mi mente solo quería salvar el mundo porque vi que aun y en 70 años seguía habiendo personas atentando contra el mundo y nada había cambiado realmente. Eso mi hizo querer centrarme en cambiar eso ya que no había nada más que me importara de verdad.
Sin embargo un tiempo después conocí a Tony y los demás y me dieron la oportunidad de realmente hacer lo que quería, pero no esperaba que Tony fuera a tener esa personalidad tan peculiar con la que sacarme de quicio. Yo era mucho más frio por culpa de ver que el mundo seguía igual, o peor más bien, y el que Tony tomara todo como una broma me hacía pensar que no era apto para poder salvar el mundo... Sin embargo supo cómo hacerme cambiar de opinión, y no de cualquier manera, arriesgó su vida en aquel portal y eso le honró completamente. Había notado atisbos buenos en él al ayudar en helicarrier, pero definitivamente lo del portal me hizo saber que era muchísimo más de lo que él dejaba ver.
Aquél día comenzó un cariño diferente hacia él, nunca imaginé de qué tipo era, pero sabía que ya tenía una amistad con él... Y poco más de un año después estamos aquí, celebrando nuestra luna de miel. Suena como una locura, en tan poco ha pasado tanto y sin embargo no cambiaría nada.

•••

Después de pasar la tarde entre las motos acuáticas y la playa volvimos a la habitación bastante cansados de nadar. Yo me había vuelto a quemar la piel, esta vez en la cara ya que solo me había echado protector en el cuerpo, lo único bueno es que no había sido tanto como la primera vez.
– Eres un hermoso tomatito –bromeó, Tony, echándome crema de aloe vera–, pero si te empiezo a notar más moreno también, creo que en un par de días estarás como yo.
– Nadie puede tener un bronceado tan sexy –respondí divertido.
– En eso tienes razón, nadie puede lucirlo tan bien como yo.
Reí negando al ver que yo mismo le había dado pie a su egocentrismo.
Terminó de ponerme la crema y se quitó la toalla que llevaba atada a la cintura después de la ducha, dejándome una gran vista de su trasero.
– ¿Qué te parece un jacuzzi nocturno mientras decidimos que cenar? –Preguntó yendo directo a la terraza para meterse en el jacuzzi.
– Me tientas con estás vistas... –ladeé la cabeza deliberada para verle mejor y luego reí acercándome a la terraza–. Pero no, ya no quiero más agua por hoy. Aunque me quedo aquí para escoger la cena –dije sentándome en la hamaca y viendo la carta del servicio de habitaciones.
Se apoyó en el borde del jacuzzi cerca de mí y miró la carta también.
Enseguida elegimos la cena que consistía en mucho pescado y fruta, eso abundaba en estas islas. La verdad es que era todo muy exótico, pero verdaderamente delicioso, y Tony había descubierto el mejor acompañante que era una bebida llamada mai tai, yo no sabía que era, pero decía que la había probado ya en América, sin embargo que aquí tenía un sabor distinto y mucho más rico. Si se tomaba tres seguidos luego se la pasaba riendo así que debía controlarle porque la primera noche le tuve bailando sobre mí hasta que cayó dormido y luego a la mañana siguiente le dolía la cabeza.
– Mientras esperamos podemos llamar a Peter, allí aún debe ser temprano –murmuró, dejando caer gotas por su mano para que cayeran en mi brazo.
– Solo quieres que te devuelva el teléfono –bromeé, dando un golpe suave en su mano para que dejara de mojarme.
– Calla –rió–. Realmente le echo de menos, creo que solo por él quiero volver a casa, si no preferiría quedarme más tiempo aquí relajándonos –dijo con un suspiro.
– Sí, yo también le extraño, aunque yo sí quiero volver para saber cómo está todo allí.
Tony rodó los ojos y me alcé para llegar a sus labios y besarle.
– Nunca sales de tu modo Vengador.
– Sí salgo, de lo contrario no estaría aquí –me levanté dándole otro beso–. Y la verdad es que no me importaría venir más veces si es contigo, pero no debemos olvidar quiénes somos.
Fui a la habitación y busqué en la maleta el teléfono de Tony para después volver nuevamente con él.
– ¿Entonces si te escaparías más veces conmigo? –Una sonrisa pícara apareció en su rostro.
– Todas las veces que quieras –le devolví la misma sonrisa.
– Me encantas –dijo con un ronroneo, levantándose del jacuzzi para atraerme a él y besarme con pasión.
Lancé el teléfono a la hamaca y le rodeé con mis brazos, acariciando toda su piel desnuda. Si no fuera porque debían traernos la cena me dejaría llevar, pero no iban a tardar mucho en traer todo y no quería quedarme a medías.
Para disuadir a mi instinto de ir por ese camino volví rápidamente a coger el teléfono y se lo di a Tony para que llamara a Peter.
Salió del jacuzzi colocándose la toalla en la cintura y se sentó en mi regazo en la hamaca. En seguida marcó el número y descolgó Ben Parker.
– Hola, Ben, ¿podemos hablar con Peter? –Pregunté, con ganas de escucharle.
– Sí, ahora le paso.
Se escucharon varios murmullos y rápidamente seguido la voz animada de Peter respondió.
– ¡Papá! ¡Papi! –Dijo con mucho entusiasmo.
– Hola, pequeño ¿cómo estás? –Sonrió automáticamente, Tony.
– Muy bien, ¡pero con muchas ganas de veros! ¿Cuándo volveréis?
– La semana que viene –respondí.
– ¿La semana que viene? Eso es mucho –se quejó.
– Déjanos disfrutar un poco de la luna de miel, Peter, luego ya tendremos mucho tiempo para estar los 3 juntos –le dijo Tony, tratando de hacerle entender.
– ¿Podremos ir al parque de atracciones?
Ambos reímos ante su tono emocionado.
Era evidente que tenía muchas ganas de poder ir en familia en libertad. Se podía contar con los dedos de una mano las veces que habíamos ido los tres a algún lugar en público y creo que realmente Peter añoraba el poder hacer cosas normales con nosotros como hacían sus amigos con sus padres.
Sin embargo en estas próximas semanas se hará realidad eso. Ya teníamos prácticamente listo para hacer público nuestro matrimonio así que después de eso nuestra vida cambiará drásticamente, solo espero que para bien, al menos en cuanto a Peter. El primer paso sería ir a dónde él quiera y sin necesidad de ir tapados hasta arriba.
– Claro, dónde tú quieras iremos.
– ¡Sí! –Grito con entusiasmo.
Tony me miró con una sonrisa extremadamente dulce que hizo a mi corazón saltarse un latido.
Apoyó la cabeza en mi hombro, dándome un beso justo al final de la mandíbula bajo mi oído. Ese roce volvió hacer que mi corazón diera otro brinco.
– ¡Y también podemos ir al cine, al zoo o a la expo de papi!
– ¿Quieres ir a la expo? –Preguntó, pasando ahora toda su atención a Peter.
– ¡Sí! Quiero empezar a aprender a ser como tú.
– ¿Cómo yo? –Dijo incrédulo.
– Sí, quiero llegar a inventar cosas tan geniales como tú. Quizá así cuando sea mayor pueda ayudarte hacer cosas para los Vengadores.
Tony quedó mudo y vi en su rostro como aguantaba las emociones entre orgulloso y sorprendido.
– No vayas tan rápido, Peter, te falta mucho para poder pensar en eso –dije para dar tiempo a que reaccionara.
– Déjale, él puede ser lo que quiera ser, solo tienes envidia porque no ha dicho como tú –se burló, Tony.
Me reí a la vez que negaba con la cabeza.
– No sé porque pero presiento que el futuro te hará arrepentirte de esas palabras –sonreí.
– Papi no seas malo, es que yo no puedo ser como papá, él es muy fuerte, rápido y ágil, no puedo imitar eso.
Sonreí con sus palabras. Lo decía con tanta pureza que me derretía el corazón completamente.
– No necesitas eso para ser mejor que yo, hijo, estoy seguro que encontrarás tu propia forma de ser que te hará especial y mucho mejor que nosotros.
– Habla por ti, Rogers, para superarme tendrá que trabajar mucho.
Le di un golpe suave en el brazo.
– ¡Hey! –Se quejó.
Su egocentrismo a veces cuando salía no tenía límites ni filtros. No me gustaba que dijera algo así frente a Peter y él se pueda sentir intimidado por sus palabras, o peor, que se le contagie el ego. Con un ego como el de Tony en casa era más que suficiente, ya abarcaba el de tres personas.
La puerta nos sobre saltó y Tony se incorporó automáticamente.
– Peter, tenemos que dejarte, pero pronto te llamaremos de nuevo –se apresuró a decir Tony.
– Te amamos, Pete. Pórtate bien con tus tíos –me despedí, rápidamente.
– ¡Adiós, papis! ¡Os amo también! –Gritó justo antes de que colgara.
En cuanto deje el teléfono Tony salió corriendo a abrir la puerta. Me levanté y fui hasta el umbral de la puerta que daba al salón y esperé a que sirviera todos los platos en la mesa. Tony le dio una propina y se fue igual de rápido que llegó.
– Huele muy bien –cogí una gamba en salsa y la comí–, y sabe mucho mejor.
– Comete otra –dijo con un tono en el que no supe percibir que pretendía.
Le miré por unos segundos extrañado, pero hice lo decía. Cogí otra y abrí bien la boca para meter la gamba. Volví a mirarle mientras masticaba y se mordió el labio con fuerza.
– Eres sexy hasta para comer. Deberías estar prohibido –dijo en un ronroneo.
Vino directo hacía mí estirando de su toalla para dejarla caer en el camino y me besó con fuerza mientras me empujaba para hacernos caer sobre el sofá.
Solté una carcajada, sujetándole con fuerza para que no se cayera al rebotar.
– ¿No me vas a dejar cenar, verdad?
– Puedes cenarme a mí –dijo mordisqueando mi labio inferior.
– Pues parece que eres tú quién quiere cenarme a mí –reí.
– Qué buena idea… –sonrió de lado con picardía.
Su cara me dejó saber que pasaba por su mente y sentí un estremecimiento en mi columna.
Aunque ahora ya sabía que me gustaba no dejaba de incomodarme un poco al pensar en ello, pero sé que con el tiempo eso se irá, Tony dijo que también le pasó y era mejor solo pensar en lo positivo, nosotros y el placer.
– Déjame ir a por el lubricante –murmuró contra mis labios.
Me senté bien en el sofá en lo que el volvía y sonreí viendo cómo se movía su cuerpo desnudo al caminar.
En mi mente aún me paraba a pensar en cómo era que un hombre podía excitarme tanto, o más como Tony lo hacía. Simplemente con Tony había sentido esta atracción, necesito la física tanto como la emocional para poder sentirme así y él me enloquecía en ambas.
Volvió rápidamente y se subió sobre mí a horcajadas, acariciando mi pecho mientras hundía su rostro en mi cuello para dejar pequeños besos. Cerré los ojos para ampliar la sensación de su cálido contacto dejando que mis manos vagaran por su espalda acariciando su piel.
Sus besos se movían hacía abajo pasando por la clavícula hasta que llegó a mis pecho y paró. Dejó que su lengua fuera ahora la que hiciera todo y acarició con la punta mi pezón con mucha suavidad. Mi cuerpo se tensó un segundo con su delicado tacto y dio varias vueltas mientras mis manos iban clavándose más en él a medida que aumentaba mi excitación.
En seguida se separó alzando la mirada con una sonrisa pícara.
– Parece que alguien ha despertado...
Sentí un leve calor en mis mejillas pero reí con su comentario.
Era evidente que iba a despertar, con que este sobre mí ya es provocación suficiente. Era como pedirle a gritos que se levantara aunque fuera para tocarle, como justo ahora hacía a través de mi bañador contra su trasero.
Bajé la mirada y vi que no era el único despierto.
– Parece que no soy el único –susurré.
– Es que está deseosa de probarte otra vez –dijo en tono provocativo, mirándome a los ojos.
– Dile que puede hacerlo cuando quiera –respondí, con una respiración profunda.
– Eres el mejor esposo del mundo –su sonrisa se ensanchó y besó mis labios.
Sin despegarse de mí bajó sus manos y acarició mi miembro sobre la tela. No tardó más que dos segundos contados para que se levantara y así poder quitarme el bañador para dejarme desnudo.
– Tú serás capitán, pero ahora mando yo –ronroneó, acariciando mis piernas–. Vamos hacer que este sofá vea lo que es pasión de verdad.
Tragué saliva con sus palabras. Parecía que iba hacer algo que iba a doler, aunque quiero pensar que sus palabras solo eran llevadas por su ego. Ojalá no me equivoqué porque no quisiera que esto doliera y luego me costara ser receptivo.
– ¿Asustado, Capitán? –Alzó una ceja.
Supuse que mi expresión debía delatar mis pensamientos.
– Un poco... –dije en un susurro.
Tony rió dándome un beso.
– Solo bromeo, idiota. Aunque en cuanto te acostumbres lo haré de verdad –me guiñó el ojo, sentándose junto a mí sin dejar de acariciar mi cuerpo.
Gran parte de mí se relajó y sonreí al ver que podía ser razonable y considerado. Cuándo me acostumbre espero poder pagarle por la espera.
– ¿Qué te parece si te hago mover ese trasero sobre mí?
Mordió su labio mirándome de forma lasciva.
– Si me enseñas me parece bien –respondí, tratando de ocultar mi inseguridad.
Sus manos pasaron por mi torso y luego a mis brazos, dónde suavemente tiró de mí para levantarme.
– Siéntate sobre mí.
Le miré un poco dudoso por unos segundos, pero así lo hice y me senté a horcajadas en su regazo. Creo que jamás había estado en esta posición con él y me causaba un poco de incomodidad, sin embargo en el fondo sentía curiosidad por lo que iba a pasar. Eso me hizo saber que estaba listo para esto y todo lo que nos esperaba.
Tony beso mi pecho, esta vez de una forma cariñosa y provocó que mi vello se erizara. Acarició toda mi espalda de forma delicada, con tanta calidez y suavidad que enloqueció a las mariposas de mi estómago. Aunque lo que más me gustó era que fuera dulce conmigo sin necesidad de esforzarse en ello, le estaba saliendo natural y para mí eso significaba mucho ya que sabía que podía ser muy lujurioso al dejarse llevar.
Sus manos continuaron moviéndose, esta vez en descenso directo hacía mi trasero. Dejé salir el aire despacio al saber lo que iba hacer y tan solo me apoyé sobre su hombro dejando que hiciera su trabajo.
Me lubricó y rápidamente sus dedos comenzaron la intrusión, despacio y con suavidad. Tony no dejaba de mirarme y le devolví la mirada con una sonrisa. Me sentía muy relajado, más de lo que esperaba, pero ahora que ya sabía que me deparaba después no me sentía tan tenso como la primera vez y Tony lo sabía porque en su cara podía ver cómo avanzaba rápido al notar que cada vez mordía con más fuerza su labio.
– Creo que a tú culito le encanta ser invadido, está muy receptivo –sonrió con picardía.
Escondí el rostro en su hombro por la vergüenza que me causaron sus palabras sin embargo se me escapó una suave risa. Aunque enseguida se volvió en un jadeo cuando adentro más los dedos en mí y sentí una gran ola de placer repentina.
– Creo que estás muy listo ya –susurró tan cerca de mi oído que me dio con su aliento.
Mi cuerpo se estremeció en respuesta, pero rápidamente me tensé levemente al ver cómo agarraba el bote de lubricante y se echaba en su miembro.
– ¿Sabes qué toca ahora, verdad?
Le miré a los ojos y di un asentimiento.
Le he visto, y sentido, hacerlo miles de veces, sin embargo era extraño ser yo quién iba a estar arriba en esta posición. Aunque la mirada de deseo de Tony me quita cualquier duda, era evidente sus ganas de estar en mí, incluso diría que sentía morbo por lo poco usual que era esto. Sé que le encantaba regodearse en "cuánto músculo hacía retorcerse de placer", y no voy a negarlo, lo hacía muy bien.
– Baja despacio –dijo mirándome, mientras guiaba su erección a mi entrada.
– Y yo que creía que querrías algo rápido –respondí un poco agitado, descendiendo por su miembro.
Contuve el aire por un instante cuando noté un pequeño dolor y Tony acarició mi cintura sin apartar la mirada de la mí.
– Me conoces bien –sonrió ampliamente–, pero prefiero que sea suave y te guste, así en el futuro lo haremos a mí manera cuando ya estés acostumbrado.
Intenté no reír para no tensarme.
Me gustaba ese lado salvaje, sobre todo cuando lograba hacérmelo sacar a mí. No esperaba que algo así llegaría a gustarme tanto, pero Tony ha logrado cosas inimaginables en mí y lo disfrutaba al 100%.
Como en este instante, aunque sentía el cómo su invasión tiraba de mi piel y los músculos del recto quería tensarse, podía notar a la perfección el roce que nos unía y eso era en lo que me gustaba pensar, porqué esa era la finalidad de esto. Estar unido a él.
Puse las manos sobre el respaldo del sofá para estabilizarme y subí despacio para volver a bajar sobre él. Tony dejó salir el aire de sus pulmones echando la cabeza hacía atrás y me regodeé internamente de orgullo de hacerle sentir así con tan solo un movimiento. Me centré en el contacto que nos unía y enseguida noté como me relajaba y el placer aumentaba. Era una sensación embriagadora que me hacía querer más, necesitaba sentir más de él.
Los leves gemidos de Tony hacían aumentar más mi excitación y mi necesidad creció hasta el punto de que involuntariamente estaba moviéndome cada vez más rápido. Me di cuenta en el momento que Tony puso sus manos en mis caderas, mirándome con una mezcla de pasión y excitación que me provoco un gran cosquilleo en el estómago. Esa sensación me hizo dejar escapar un gemido por la oleada de emociones dentro de mí.
Tony tomó mi rostro con una mano para acercarme y besarme con frenesí. Parecía completamente necesitado y eso me hacía sentir más poderoso. Dejé que mi lengua entrara en su boca y la suya en la mía mientras seguía moviendo mi cintura al mismo ritmo. Escuchaba sus gemidos ahogados en mi boca, poniéndome tan duro que empezaba a sentir la necesidad de saciarme y sin pensarlo baje una de mis manos para comenzar a masturbarme.
Se separó para respirar dejando una sonrisa en su rostro y me apartó la mano.
– Eso es para mí después –murmuró entre jadeos, lamiéndose el labio mientras veía cuan duro estaba por él.
Con sus palabras solo logró excitarme más y volví a besarle mientras trataba de ir más rápido.
Tony me apretó contra su cuerpo bajando sus manos hasta mi trasero y moviéndose al mismo ritmo que yo. Su respiración incremento dentro de mi boca y cortó el beso jadeando haciéndome ver lo cerca que estaba. Motivado por su expresión de completo placer continué hasta que clavó sus manos en mí soltando un gemido ronco al correrse.
Despacio fui parando y acercó mi rostro por la barbilla para besarme.
– Eres una maravilla –dijo casi sin respiración.
Sonreí devolviéndole el beso y después me levanté con cuidado, sintiendo mis piernas pesadas por tanta tensión. Me dejé caer a su lado y apoyé la cabeza en su hombro y él apoyó la suya contra la mía.
Cogió mi bañador del suelo y se limpió los restos de semen y lubricante que habían quedado en él al levantarme.
– Es tu turno –su mirada fue directa a mi miembro.
Lo tomó dando un suave apretón, moviendo su mano despacio por todo el largo y luego se inclinó sobre mí metiéndolo en su boca. Succionó con fuerza y con solo ese contacto me volví loco.
– Joder… –gemí.
Escuché una risa en la garganta de Tony, pero no cesó la presión de su boca.
La introdujo toda dentro y mi cuerpo se tensó por completo. Se movió lentamente, con mucha delicadeza, tanta que era tortuoso a la vez que placentero. Mi mano se apretó contra su espalda y mordí mi labio para no volver a gemir. Sin embargo su boca continuaba acariciando toda mi erección hasta que ya no pude aguantar y colapsé dentro de él.
Tony se apartó y rió limpiando los restos que salían por la comisura de sus labios para luego chuparse los dedos.
– Te debería haber avisado, lo siento –dije agitado.
– No lo sientas, cariño, estás delicioso.
– ¿No te da asco?
– ¿Por qué iba dármelo, Rogers? –Ladeó la cabeza–. Deberías probarlo.
Negué con la cabeza.
Eso estaba ya demasiado lejos de mi alcance, había dado mucho de mí para conseguir llegar hasta esto, pero hay límites para todo.
– Ya tienes más de mí de lo que se podría esperar, así que no pidas más –contesté, recostándome en el sofá para relajarme al fin.
– Y con esto me basta y me sobra –dijo levantándose para coger un plato de la cena–, aunque no mentiré diciendo que no me gustaría verte hacer un poco más de cochinadas, Rogers.
Su sonrisa pícara atravesó su rostro y me reí negando nuevamente.
Hizo un encogimiento de hombros con resignación y luego se acostó en el pequeño hueco que había entre el respaldo y yo, quedando medio cuerpo sobre el mío. Apoyó la cabeza en mi pecho y dejó en mi abdomen el plato con frutas troceadas.
Le rodeé con mi brazo y acaricie su espalda sudada con el pulgar mientras le miraba.
Me sentía completamente pleno de felicidad al ver dónde estamos y el que nuestro amor siga creciendo. Hemos logrado acomodar nuestras personalidades chocantes de una manera en la que ahora encajan perfectamente, como si fuera la pieza de un puzzle que antes tratabas de colocar al revés hasta darte cuenta que los huecos no encajaban así. Lo curioso es que esa vuelta a la pieza se haya tratado de nuestra homosexualidad, literalmente nunca lo hubiéramos imaginado, aunque para nuestra suerte ya no hay ni que imaginarlo, porqué lo estamos viviendo en persona.
Ahora todo encajaba a la perfección, sus bromas, mis cursilerías, sus extravagancias, mis regaños, todo. También ahora teníamos más cosas en común de lo que podíamos pensar. Lo primero indudablemente era Peter, lo mejor que teníamos en nuestras vidas y lo segundo eran los Vengadores, la lucha por un mundo mejor. Hasta el momento hemos logrado combinar perfectamente nuestra vida personal y los Vengadores y eso es un gran alivio porque para los dos es muy importante. Creo que Tony aunque diga que quiere sacrificarse y no ir siempre a misiones, sé que se muere de ganas de hacerlo, por eso le dije de turnarnos en las misiones menos complicadas y así Peter no sufrirá nuestra ausencia de la misma manera.
Tony dice que yo soy más importante porque sé que hacer y cómo organizarnos con mejores estrategias, pero creo que se subestima. Él fue capaz de escapar de una cueva con algo que construyó con sus propias manos, si es capaz de eso es capaz de cualquier cosa, su pecho lo demuestra.
Esa cicatriz era la muestra de su supervivencia y superación, de que abriera los ojos a la realidad y sacará al fin el gran corazón que quería esconder al mundo. Para mí era un completo orgullo ser amado por ese corazón.
Aparté el plato dejándolo en el suelo cuando iba a coger otro pedazo de fruta y se quedó mirándome. Me puse de costado para dejarle más espacio y logré ver la marca en el centro de su pecho. La acaricié suavemente con los dedos y luego acerqué mi rostro para dejar un beso en el centro.
– ¿Qué ocurre? –Preguntó extrañado.
– Nada –sonreí–. Solo que soy feliz de estar aquí contigo, de amarte y que me ames.
Tony sonrió de la misma manera que yo y me abrazó besando mis labios con dulzura.
– Por una vez la suerte nos sonríe.
– Ojalá y jamás deje de hacerlo –respondí.


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