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Stony Stories por Wind Girl

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Steve

Tres locas semanas habían pasado desde que había aceptado que Tony me gustaba. Aún ni siquiera podía creérmelo, por más que lo pensara no sabía cómo había llegado a pasar, solo sabía que era así. No podía mentirme a mí mismo, y mucho menos por la inmensa preocupación que sentí por Tony. Aunque todo acabó bien, ahora mismo me sentía preocupado porque había decidido operarse para extraer toda la metralla de su cuerpo. Me angustiaba tanto el pensar que algo pudiera salir mal que no pude resistirme a coger un vuelo a California. Banner me convenció, aunque no necesito mucho para eso, y así me relajara. Decía que se notaba de lejos que estaba mal y haría sospechar a los demás. Por lo que alejarme me vendría bien y de paso veía a Tony.
Ahora estaba en la entrada del hospital, tratando de pensar en que iba a decir al verle. Realmente ni siquiera sabía si él quería que viniera, pero a estas alturas solo podía seguir adelante. Probablemente él estaría por salir del quirófano y eso provocaba que los nervios me corroyeran.
Busqué en mi teléfono las indicaciones que Pepper me había mandado cuando la avise de mi visita y entré. Fui directo a la primera planta y me guíe por las indicaciones hasta que di con la sala de espera donde Pepper daba vueltas junto a Happy.
– Capitán –me saludó, Happy.
– ¡Steve! –Dijo, Pepper, acercándose nerviosa–. Tony aún está en quirófano.
– ¿Han dicho algo los Doctores? –pregunté, tratando de mantener la calma.
Mis nervios subían por segundos pensando en que Tony aún estaba siendo operado y cualquier cosa podía salir mal. En la única llamada que habíamos tenido estas semanas, Tony me remarcó mil veces que era el mejor cirujano que había y no debía preocuparme por él, pero era incapaz de ello. Me asustaba pensar en él con el pecho abierto, donde cualquier mínimo temblor podía dañar algo y hacer que esto fuera mucho peor que tener metralla en el pecho.
– Todavía no, pero creo que no deba faltar mucho.
– ¿El retraso se puede deber a alguna complicación?
Ambos me miraron con preocupación pero no dijeron nada.
Pasé la mano por mi cara, sintiendo como los nervios subían. Pepper puso una mano sobre mi brazo y cuando la mire señaló con la cabeza al final del pasillo por donde venía el Doctor. Se acercó a nosotros con una sonrisa.
– Todo ha ido perfecto –afirmó con entusiasmo –. Esta ya en una habitación y solo hay que esperar a que se le pasen los efectos de la anestesia –sonrió y señaló el pasillo a su espalda–. Lo encontrarán descansando en la habitación 513.
Di un gran suspiro de alivio y después de tanto pude relajarme. El Doctor me miró y su expresión cambio a sorpresa.
– ¡Un gusto conocerle, Capitán! –Extendió la mano hacía mí y la tomé. La sacudió con gran entusiasmo–. De joven era un gran fan suyo.
– Gracias –dije sin saber muy bien que responder.
Vi de reojo como Pepper y Happy iban hacía la habitación, pero el Doctor seguía sujetando mi mano.
– Es un gusto volverle a tener aquí dispuesto a seguir salvando el mundo.
– Siempre –respondí retirando mi mano, incómodo–. Discúlpeme, iré a ver a Stark.
– Sí, claro, siento haberle entretenido.
Pasé por su lado sin decir más y me dirigí rápidamente a la habitación de Tony. Estaba la puerta abierta y me paré en el umbral viéndole tendido en la cama, con el monitor con sus latidos sonando justo a su lado. Parecía tan débil en este instante, no parecía el Tony que siempre me sacaba de quicio, ni siquiera el egocéntrico. Era tan distinto verle en esta situación.
Pepper me miró desde el lado de la cama, tomando la mano de Tony.
– ¿Vas a quedarte? –Preguntó mirando la hora –. Debo hacer unas llamadas, pero no quiero dejarle solo.
– Si, por supuesto. Haz lo que debas hacer, no me moveré de aquí.
– Muchas gracias, Steve –sonrió.
Miró a Tony una última vez y luego salió de la habitación con Happy.
Cerré la puerta y me senté en el sillón al lado de la cama. Era tan extraño verle así, parecía tan poca cosa, tan pequeño que ni siquiera podía mirarle directamente. Me había acostumbrado a su carácter tan sarcástico, antipático y egocéntrico, a la vez que a su parte intelectual con la que podía conversar. Ahora viéndole ahí tendido en completo silencio me hacía añorar hasta sus burlas.
No sé cómo acabará esto una vez despierte, ni siquiera sé que voy a decir o hacer, porque ni yo mismo entiendo lo que siento. Pero supongo que solo lo descubriré hablando con él.

•••

Happy vino una hora después a hacerme el relevo ya que Pepper seguía ocupada. Fui a por unos cafés a la cafetería del hospital y volví rápidamente. Happy estaba en el pasillo y escuchaba murmullos salir de la habitación. Una leve presión apareció en mi pecho, llenándome de nervios.
– Acaba de despertar. El Doctor le está haciendo una revisión rápida –explicó, Happy.
Asentí y extendí hacía él un vaso de café.
– Gracias –dijo agarrándolo.
Nunca había tenido mucho contacto con Happy, por no decir ninguno, y me incomodaba pensar que descubriera el porqué estaba realmente aquí.
El Doctor salió 5 minutos después y nos dio luz verde para entrar nuevamente gracias a la buena respuesta de Tony a la operación. Happy entró primero y dude en seguirle. No sabía si Tony querría verme, ni siquiera me había preguntado eso antes de decidirme a venir hasta aquí.
– El Capitán Rogers también está aquí –me delató, Happy.
Resoplé y me acerqué a la puerta, tratando de sonreír. La mirada de Tony fue directa a mí y una sonrisa se ensanchó en su rostro.
– ¿Happy, puedes dejarnos solos un rato? –Dijo, Tony, un tanto ronco–. Mejor ve a ayudar a Pepper.
– Por supuesto –respondió dudosos, mirándonos del uno al otro.
Happy pasó por mi lado y luego terminé de entrar dejando la puerta entreabierta.
– Hola –dije a secas.
– Hola –murmuró, sentándose un poco más recto–. No esperaba verte aquí.
– Estaba preocupado –susurré, sin saber que decir.
No sabía cómo actuar en un momento así, nunca había estado tan nervioso y confundido. Ni siquiera cuando me gusto Peggy me sentí tan fuera de lugar, pero supongo que eso era más normal al ser mujer. Tony no solo era un hombre, sino el hombre que me sacaba de quicio. Sentí esto por él era tan contradictorio.
– No me acostumbro a tu preocupación, ¿qué te está pasando, Capitán?
– Sabes el qué –respondí acercándome para sentarme en el sillón.
Frunció el ceño y reclinó la cama con el control para verme mejor.
– ¿Dijiste aquello en serio? –Preguntó extrañamente sorprendido.
– Sí.
– Creía que solo tratabas de hacerme sentir mejor por lo que pasó... –murmuró haciendo una pequeña mueca al girarse para encararme.
– No... Desde que te fuiste me dejaste confundido –suspiré agachando la mirada, sin ser capaz de mirarle a los ojos–. Ahora solo sé que tengo algún sentimiento por ti.
Noté su movimiento de reojo y sentí su mano sobre mi brazo, haciéndome levantar la mirada a la suya.
– ¿Te avergüenza? –preguntó.
– Más bien me incómoda por culpa de la confusión. ¿Y a ti?
– No sabría decirte. De una día a otro me he dado cuenta que me atraes más tu que Pepper... –negó con incredulidad en sus palabras–. Siempre había tenido clara mi sexualidad y ahora ya no lo sé...
Me ruborice ante sus palabras e hice mi mayor esfuerzo para no apartar la vista avergonzado.
– ¿Eso es un problema?
– No sé si un problema, pero si una mierda.
– Tony...
– No te pongas en plan quisquilloso, Rogers –me señaló, notando que se estaba alterando por el sonido se sus latidos en el monitor–. Me gustas y no sé cómo admitir que puedo ser gay, así que no digas que esto no es una mierda.
Apreté los dientes con sus palabras, tensando mi mandíbula.
– ¿Es una mierda sentir algo por mí?
– No he dicho eso –me miró directamente a los ojos–. La situación, no saber que soy. Ahora que sé que tu sientes lo mismo que yo me tranquiliza sentir algo por ti, pero ese mismo hecho es lo que hace que me altere todo esto.
Era evidente que tenía un gran conflicto interno con sí mismo. Yo lo había sentido, pero había sabido aceptarlos en cuanto supe que no había vuelta atrás.
– ¿Eres incapaz de aceptar que te gusto de verdad porque te sientes menos hombre por ello?
Me miró de reojo un segundo y luego apartó la vista, lo cual me dio la razón.
Esa misma pregunta me había hecho yo, pero lo descarte rápidamente porque no creía que una cosa quitara la otra, solo que Tony tenía un gran pasado de mujeres como para aceptarlo tan fácilmente.
– No deberías pensar eso, Tony –tomé su mano sin pensarlo–. Si fuiste capaz de besarme es por algo.
Miró nuestras manos e hizo una pequeña sonrisa a la vez que sus pulsaciones subían nuevamente.
– ¿Te gusto el beso? –Preguntó, mirándome expectante.
– Sí –suspiré–. No lo supe hasta después, pero cuando lo pienso no me desagrada.
– Entonces...
Destapó sus piernas y se sentó en la cama con un rápido movimiento que me alarmó.
– Tony, no debes mov... –antes de que pudiera terminar la frase sujetó mi rostro y me besó.
Me tensé por la sorpresa, pero no me aparté. Quizá esto nos aclararía a los dos.
Acopló sus labios con los míos, prolongando el beso todo lo que quiso. Subí mi mano hasta su nuca, y escuché un leve gemido en su garganta. Mi estómago dio un vuelco ante su reacción y mi corazón se aceleró, a la vez que escuchaba como el suyo también lo hacía.
Finalmente se separó despacio y abrí los ojos, mirándole fijamente. Esbozo una sonrisa y sin darme cuenta se la devolví. Desde luego esto no era tan malo. Era agradable la sensación que cosquilleaba en mi estómago.
– ¿Y este qué tal? –murmuró, aun retomando el aliento.
Sonreí más y puse una mano sobre su hombro, empujándole de vuelta a la cama.
– Túmbate, Tony –le dije, mientras el rodaba los ojos–. Ha estado bien, muy bien –respondí en un susurro, sintiendo un leve calentamiento en mis mejillas.
– Es mutuo.
Dejó de oponer resistencia con una sonrisa y dejo que le tapara nuevamente. Me senté en el borde de la cama y Tony puso su mano sobre la mía.
– Aún queda mucho por hablar sobre nosotros.
– Lo sé, pero creo que ahora deberías pensar más en recuperarte. Cuando vuelvas a la torre aclaramos lo que falte, por ahora me quedo tranquilo sabiendo que sentimos –le sonreí con timidez.
– Está bien... –dio un suspiro echándose hacia atrás, quedando a medio tumbar–. No te vayas a enamorar de nadie hasta que vuelva –bromeó.
Rodé los ojo riendo.
– Creo que eso es más probable que te pase a ti que a mí. Además que solo podría con Romanoff y Hill, y ninguna es mi tipo.
– Ahora también tienes que añadir a los hombres, Rogers –alzó una ceja.
– No me atrae ninguno –le miré un poco dudoso, pero termine dejándome llevar–. Tú eres la excepción –susurré acercando mi cuerpo al suyo.
Me recibió con ganas, dejándome sentir la suavidad de sus labios y el cómo rascaba su perilla en mi barbilla.
Un fuerte ruido a mi espalda me hizo separar de golpe y lentamente me gire atemorizado por la situación.
Pepper había dejado caer el café y el teléfono al suelo, mirándonos con la puerta abierta.
– Mierda... –murmuró, Tony.
Pepper recogió el teléfono apresuradamente y salió prácticamente corriendo por el pasillo.
Tapé mi cara con las manos, completamente avergonzado. Como si no fuera ya bastante complicado todo se iba a poner peor si esto comenzaba a saberse.
Me levanté y pase una mano por mi pelo intentando calmar mis nervios, que empezaban a revolverme el estómago.
– Steve –me llamó para que le prestara atención–. Ve a Nueva York, yo me encargo de esto.

Tony

A pesar de haber aclarado con Steve nuestros sentimientos esto estaba siendo bastante complicado ahora que había vuelto a la torre. Tener alrededor a los demás había hecho que Steve a penas me dirigiera la palabra, supongo que por miedo a que pasara igual que con Pepper. El único beneficio era que Banner si lo sabía y estaba en medio de nosotros, me había dicho que Steve preguntaba por mí y yo le preguntaba por él. Parece estúpido estar así viviendo en el mismo sitio, pero no estaba preparado para que más personas supieran que me gustaba Steve. Me daba rabia tener que admitir que él tenía razón cuando dijo que esto me hacía sentir menos hombre, siempre había tenido a la mujer que quería y, no mentiré que eso me subía el ego, ahora que sea un hombre sentía que era algo inferior... O algo así. Ni siquiera yo me entiendo. Sin embargo, el otro día cuando le tuve delante me olvidé de ello por un instante, dejando que la atracción actuará y se sintió tan bien, más por el hecho de que él no se apartara.
Miré a Steve al otro lado de la habitación, leyendo unos informes bajo la luz de una lámpara, mientras el resto veíamos una película, o veían, no había prestado atención y ya estaba por terminar. Mi cabeza no sabía cómo centrarse desde hacía meses. Aún continuaban las pesadillas sobre el portal y los Chitauri, y se le habían añadido los de Pepper explotando por el suero de Extremis y sueños confusos con Steve. Estos últimos empezaba acostumbrarme ya que tampoco eran una pesadilla en sí, tan solo no me lo podía sacar de la cabeza, y me hacía saber que mis sentimientos cada vez son más fuertes y sin vuelta atrás.
– Y dime, Stark, ¿qué te ha gustado más, el viaje al sol o a la luna? –preguntó de repente, Barton, sacándome de mi mente.
– ¿Pero que no era una película de acción? –respondí extrañado.
– Sí, pero estas más perdido que vagando en el espacio.
Rodé los ojos cuando se echaron a reír.
– Muy gracioso, flechitas... –dije con sarcasmo.
– Lo sé.
Se levantó, junto con Romanoff y Banner, y los tres se marcharon a dormir. Bufé recostándome y me quedé viendo el techo, como si ahí estuviera la respuesta a todo. No quería ni pensar que nuevamente había llegado la noche y debía tratar de dormir. En la periferia de mi visión pude ver la sombra de Steve tras el sofá parado. Bajé la vista a él y me sonrió.
– ¿No vas a dormir? –preguntó.
– No lo creo.
– ¿Insomnio?
– Algo así –me encogí de hombros.
– Inténtalo al menos –puso la mano en mi hombro y dio un suave apretón–, pero si necesitas hablar ya sabes dónde estoy.
Asentí dándole mi mejor sonrisa.
Le seguí con la mirada hasta que salió de la sala y me quede mirando la puerta por donde acababa de salir. Realmente quería seguirle y hablar con él, pero se iba a dormir y no quería interrumpir su sueño solo porque yo no podía dormir.
Me levante del sofá y fui a mi habitación, asqueado por todo esto. Me metí en la cama e intenté dormir como me había dicho Steve que hiciera. Cerré los ojos y mi cabeza ya comenzó a darme visiones horribles de mis pesadillas pasadas. Con mi mayor esfuerzo traté de no pensar en eso y pensar en Steve, ya que era el único pensamiento suficientemente fuerte como alejar de mi mente los otros pensamientos.

•••

Mi mirada se clavó en la de Pepper, que gritaba bajo los escombros, tratando de mantener el control del suero de Extremis. Podía ver su piel brillas desde aquí. El miedo me recorría, haciéndome pensar un modo de sacarla de ahí. Sin embargo me era imposible alcanzarla, y cada vez estaba más cerca de caer. Me acerqué todo lo que pude, estirándome hasta que mi cuerpo ya no dio más de sí.
Volví a mirar hacia ella, pero ya no era Pepper. En su lugar estaba Steve, gritando de dolor mientras su piel se tornaba cada vez más naranja, tratando de sacarse los escombros de encima.
El temor me recorrió todo el cuerpo haciéndome gritar con rabia. Le tenía tan cerca y no podía llegar a él. Mi mano casi rozaba la suya y creí que podría agarrarle, pero no fue así. Steve se precipitó al vacío haciendo un grito desgarrador.

Di un grito incorporándome en la cama. Miré a mí alrededor desorientado por unos segundos hasta que comprendí que había sido una pesadilla. Pasé la mano por mis ojos húmedos y respiré profundamente. Miré el despertador y tan solo había pasado una hora desde que me había acostado. Iba a ser una noche larga...
Salí de la cama y caminé por los pasillos, viendo los cambios de la torre. La parte donde vivíamos fue lo primero que se remodeló para cuando todos volvieran de sus vacaciones después del ataque Chitauri todos tuvieran su lugar. Todos habían vuelto enseguida, excepto Thor al que un seguíamos esperando. Pero supongo que tendría sus propios problemas de Dios.
Me paré frente a la puerta de Steve y me di cuenta de que mi subconsciente había decidido que hacer por mí. Ya que estaba aquí iba a intentarlo. Fui a llamar, pero me paré justo antes de tocar. Si estaba dormido iba a despertarle y tampoco era eso lo que quería. Abrí un poco la puerta, mirando a través de la oscuridad. Me arrepentí de entrar en cuanto vi que si estaba durmiendo, pero incluso estando aquí cerca de él me sentía mucho mejor. Todo era silencio, tan solo interrumpido por sus respiraciones. Mi mente se había relajado, parándose a escucharlas y haciendo que mi respiración se acompasara con la suya.
Di medía vuelta para irme, pero realmente no quería hacerlo. No quería que mi mente volviera a torturarme
– Mierda... –murmuré en un susurro.
Volví a girarme y entré en la habitación de Steve cerrando la puerta. Le miré por unos segundos dormir plácidamente y me acerqué a lado opuesto de la cama. Tenía miedo de sentarme y despertarle, pero supongo que ya había llegado demasiado lejos como para arrepentirme. Abrí la cama y me metí muy despacio, tratando de hacer el menor movimiento posible. Steve estaba de cara hacía mí y si se despertaba me vería al instante. No me gustaba la idea de que me pillara, pero él se había ofrecido a ayudarme, quizá no de esta manera, sin embargo ayudaba mucho más así. Me tapé y me quedé viéndole dormir.
No sé cuál era la razón que había hecho que Steve me gustara, que se hubiera metido tan dentro de mi como para cambiar todo lo que creía ser, y que aun y con todo eso no me asustará la idea de estar con él. Supongo que esta era una de esas cosas que los crédulos solían llamar destino. No soy de creer en ese tipo de cosas, pero ahora mismo no encontraba otra explicación.
El cuerpo de Steve se tensó de golpe y me paralice al pensar que se había despertado. No era así, podía ver sus ojos cerrados, sin embargo estos no dejaban de moverse bajo sus párpados. Su respiración comenzó a agitarse y me di cuenta que estaba teniendo también una pesadilla.
– Steve –susurré, poniendo mi mano sobre su brazo.
Sus ojos seguían moviéndose y prácticamente parecía temblar.
Agite su cuerpo para despertarle y lo hizo en el acto, abriendo los ojos como platos, mirándome fuera de sí.
– Solo era una pesadilla, tranquilo –susurré, tratando de calmarle.
Respiró profundamente y parpadeo varías veces para volver a la realidad. Me miró respirando agitado, intentando relajarse por completo. Pasó una mano por su cara, echando hacia un lado el cabello despeinado que caía por su frente.
– ¿Qué haces aquí? –Se apoyó en la cabecera de la cama, destapándose por el calor y dejándome ver que tan solo llevaba un pantalón corto.
Desvíe la vista de su torso, al notar que no me estaba siendo indiferente lo que veía.
– También he tenido una pesadilla y no podía volver a dormir... –expliqué, aunque eso no aclaraba que estuviera en su cama–. Me relaja tu presencia.
Asintió sin decir nada y cogió un vaso de agua que tenía en la mesita dándole un gran trago. Dio un suspiro encendiendo la pequeña lámpara, relajándose al fin.
– ¿Estás bien? –pregunté.
– Sí –me miró con una media sonrisa–. ¿Y tú?
– Estando aquí sí.
– Mi cama es tu cama –sonrió completamente–. Aunque pensándolo bien, todas son tuyas.
Reí con su comentario. Definitivamente no era una tontería lo que sentía por él. Realmente con solo unas palabras ha conseguido que cualquier mal se alejara de mí.
– Voy a comenzar a cobraros –bromeé.
Hizo una suave carcajada sin dejar de mirarme.
Sabía que él estaba pensando en lo mismo que yo, en como habíamos llegado a esto. Era extraño pero a la vez tan agradable que sentía que algo me tiraba más hacía él aunque tratara de evitarlo. Puede que ya no debiera evitarlo, a fin de cuentas Steve me gustaba, estaba enamorándome de él de maneras en las que ni conocía. Resistirme solo iba a alargar mi angustia y la de él. Porque las evidencias eran suficientemente claras como para que continuara dudando.
Su forma de ser que antes me molestaba ahora me gustaba, incluso me gustaba escucharle hacer los planes y le miraba como si fuera una estúpida niña adolescente. Y por no mencionar que su cuerpo me excitaba más de lo que quisiera admitir. ¿En qué momento unos abdominales han empezado a excitarme? Lo de su culo, está bien, admito que está bien trabajado, ¿pero esto? No tenía duda alguna que mi orientación sexual había cambiado. A mi edad no esperaba que esto pudiera pasarme.
– ¿Qué vamos a hacer con esto? –Pregunté en un susurro.
Me miró, haciendo una pequeña sonrisa que me tranquilizó.
– ¿Dejar que fluya? –Respondió.
– ¿Estás convencido de eso?
– Me asusta, ¿pero si es algo que sentimos mutuamente qué sentido tiene dejarlo pasar?
– Touché –susurré.
Le sonreí y el me la devolvió, acercándose a mí un poco dudoso.
– ¿Entonces, estamos juntos?
Esa pregunta me dejó sin habla. Este paso me daba tanto miedo, siempre había cagado todas mis relaciones y temía hacerle daño. Ni siquiera sé que le hace pensar que soy apto para él. Es tan controlador que no comprendo cómo quiere estar con alguien tan inestable como yo. Aunque supongo que si él estaba dispuesto a correr ese riesgo solo podía intentar hacer que no se arrepintiera de su elección.
Asentí terminando de acércame a besar sus labios. Entreabrió su boca, recibiéndome cálidamente entre sus labios, haciendo que todo mi estómago diera un vuelco. Sujetó mi rostro y me deje llevar, profundizando más introduciendo mi lengua para acariciar la suya. Su cuerpo se tensó completamente ante nuestro roce e hizo intención de separarse, pero le retuve poniendo mi mano sobre su mejilla. Salió un sonido ronco desde su garganta, acelerando su respiración. Tiró del pelo de mi nuca suavemente y finalmente dejó que nuestras lenguas se dejarán llevar por el momento, dejándome sentir el comienzo de su barba que tentaba con salir rascándome la piel. Era extraña la sensación de pensar que besaba a un hombre, sin embargo el beso era tan agradable que sentía la necesidad de más.
Ese pensamiento me frenó por completo al darme cuenta de que necesitar más significaba sexo. No sé si mi mente esta lista para procesar ese hecho. Por no hablar de Steve, que con tan sólo un beso con lengua ya quería huir. Esto iba a ser excesivamente complicado. Puede que pudiera acostumbrarme con el tiempo, incluso el dejarle entrar por detrás... Solo el pensamiento era bastante horrible. Aunque fuera capaz de ello, ¿Steve lo sería?
Jamás creía que estaría pensado en tener sexo gay. ¡Con Steve nada menos!
– ¿Estás bien? –preguntó, agitado por el beso.
– No sé... –di un gran suspiró y le miré a los ojos para serle sincero–. Si esto va a ser una relación en algún momento vamos a ir más lejos –nos señalé–, ya sabes a que me refiero.
Quedó paralizado pensando lo que mis palabras significaban.
– ¿Qué? Yo no voy hacer eso... No –dijo rotundo.
– ¿Y dónde ha quedado el dejar que fluya, Rogers? –inquirí.
– No soy capaz de tocarme yo, no te voy a tocar a ti –se alejó y apartó la vista.
Pude ver un leve rubor en sus mejillas y lo avergonzado que le hacía sentir esta conversación.
– ¿Cómo meas sin tocarte entonces? –bromeé.
– Idiota –dijo casi en un gruñido.
Salió de la cama, yendo al baño, y supe que mi broma ya le había cabreado.
– Vamos, Rogers, solo era una broma.
Me miró desde la puerta del baño con extremada seriedad.
– Esto no es ninguna broma, Tony –dijo con sequedad–. Esta es la razón por la que no comprendo que me gustes. En un momento puedo estar angustiado por ti y al siguiente queriéndote golpear porque eres incapaz de tomarte las cosas en serio –terminó y volvió a meterse en el baño.
– No me culpes de algo que ya sabías desde el día en que me conociste –me levante y me acerqué al baño–. Hago mi mayor esfuerzo cuando la ocasión lo requiere, pero no puedo pretender ser quién no soy siempre, Steve.
Me miró a través del reflejo del espejo y dio un gran suspiro. Agarró del estante la cuchilla de afeitar y sin importarle mi presencia comenzó a afeitarse la nada, ya que eran vellos tan diminutos que no se veía.
– ¿Entonces lo dejamos aquí? Sin complicaciones en nuestras vidas –dije sin más.
No me gustaba la idea, a estas alturas ya estaba dispuesto a lanzarme a todo, pero no sabía que más decir o hacer.
– ¿Cómo? –Dejo de afeitarse y me miro perplejo–. ¿Esa es tu manera de tomar las cosas? ¿Si te ves acorralado huir?
– ¿Qué salida hay si no, Steve? Odias mi carácter, no estás dispuesto a llegar a la intimidad, hasta un simple beso con lengua te incómoda.
Suspiró y cerró los ojos chasqueado la lengua. Se apoyó con ambas manos en la encimera del baño y abrió los ojos dirigiendo la mirada a mí a través del espejo. Pasó así pensativo lo que me pareció una eternidad hasta que finalmente se movió tirando la cuchilla dentro del lavamanos y mirándome directamente a mí.
– Tienes razón, yo soy el problema –respiró hondo, cerrando el espacio que nos separaba–. Intimar es un tema que me queda lejos. Si ya me cuesta pensarlo con una mujer imagina con un hombre, Tony –tensó la mandíbula, sin apartar la mirada de mis ojos–. Pero aunque ahora eso me parezca imposible, si dejamos que fluya quizá me hagas cambiar de opinión o encontremos el modo de que se me haga tolerable.
Le escuché, perdiéndome en sus ojos azules, que ahora parecían profundizarse.
A pesar de que pensar en tener sexo con un hombre no se me hacía agradable, supongo que sería más fácil una vez pasara. Porque si algo era cierto es que su cuerpo me atraía de maneras que ni podía expresar. Incluso tenía que usar todo mi autocontrol para no mirarle de arriba abajo y pasar mi mano por su abdomen y ver si era tan terso como parecía a la vista. Así que supongo que si dejamos que, como dice él, fluya todo, podría incluso gustarme. Pero, el problema de mi carácter sigue ahí y eso no es algo que esté dispuesto a cambiar.
– ¿Y qué hay de mi carácter?
– Mientras tus bromas queden fuera de los temas serios estaré feliz de reírme de todas ellas.
Pude ver el atisbo de una sonrisa que trataba de ocultar. No sé por qué eso me pareció tan adorable.
– No puedo prometer eso, me sale natural.
Rodó los ojos, pero hizo una suave risa.
– Aun así, me parece que merece la pena intentarlo. Me he enamorado sabiendo eso, ¿no? Por algo será –sonrió.
Le sonreí de vuelta, poniéndome de puntillas para poder besarle. Se inclinó para mí y puso una mano en mi cintura acercándome más, intensificando el beso. Dejé libre mi mente y me dejé llevar por la calidez de sus labios. Entré en su boca y su agarré se hizo más firme, pero continuó con más ímpetu. Puse mi mano sobre su pecho y se me escapó un gemido débil al sentir su cálida piel en la palma de mi mano. Definitivamente no me iba a costar hacerme al hecho de llegar a acostarnos.
Ahora que habíamos aclarado todo y el "nosotros" ya era una realidad, una gran tranquilidad me invadió el pecho. No tendría que esconder o retener más pensamientos o impulsos que tuvieran que ver con Steve y eso era una gran liberación, y espero que para él también. Aunque no vaya a gritárselo al mundo y me asuste que el resto se enteren, por el momento me bastaba con saber que con él podía ser yo y no tenía que temer a mis sentimientos. No sé si esto dure mucho tiempo o terminé en dos semanas, pero por una vez quería que esto no fuera un desastre y pudiera funcionar de verdad.
Después de tantas mujeres es irónico que este pensamiento me llegue con un hombre. Pero como diría un crédulo, y quizá empiece a serlo, puede que sea cosa del destino.


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