Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

CRUZAR LA FRONTERA por KeepKhanAndKlingOn

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

JON SNOW / TORMUND GIANTSBANE

 

                                                             Yacía sobre la mesa tal como la bruja lo había dejado, con el pecho al descubierto mostrando sus recientes heridas. La cuchillada en el corazón que acabó con su vida captó por un instante toda su atención, tenía forma de media luna. Tormund no le había quitado ojo de encima, ¿cómo hacerlo? Su cuervo bonito acababa de regresar de entre los muertos aunque sus ojos seguían siendo oscuros, tan profundos y hermosos como siempre. Los sonrosados labios temblaban, tal vez tenía frío. Sin embargo la frente aparecía perlada en sudor, Jon deliraba.

 - No tengo esperanza... la luz de la luna es tan débil, la oscuridad me pide regresar... - Su voz sonaba rota, áspera, atravesando en susurros la seca garganta. - Dame mi camisa negra, reflejo de mi negro corazón... - Pareció pedirle, a él entre todos los demás, mirándolo directamente a los ojos y dejándolo sin fuerzas al hacerlo.

       Tormund no tenía idea de lo que estaría pasando por su cabeza, aquellos delirios sobre la oscuridad... ¿quería una camisa? ¡Demasiado tiempo vistiendo el negro! Con un gruñido se apresuró a tomar a Jon en brazos. Nada más tocar el cuerpo, helado y tembloroso, el mata gigantes recuperó todas sus fuerzas. Consiguió llevárselo a una cámara vacía en el piso superior sin dar a nadie tiempo de objetar.

 - Debe descansar. - Fueron sus toscas palabras mientras cargaba con su bonito cuervo escaleras arriba.

       Sabía que no serían molestados. Fuera se oía movimiento, pisadas sobre la nieve y voces a lo lejos, salvajes y cuervos organizando la defensa del muro. ¿Había llegado el fin del mundo? Y si así era ¿qué importaba? Tormund Matagigantes no apartaría la vista de su bonito cuervo recién resucitado, nada podría distraer su atención.

 - Recuerdo la oscuridad, el frío y el silencio. Parecían infinitos... - El pelirrojo le miraba boquiabierto, intentando comprender las palabras. - No podría contarte más del otro lado así que no preguntes.

 - Nunca haría tal cosa, la muerte no es algo en lo que esté interesado. - Gruñó asintiendo.

 - Bien, no hablaremos de eso entonces. - Jon cerró los ojos y respiró profundamente, algo que le costaba hacer desde que había vuelto.

       Verdaderamente todo le suponía un esfuerzo, incluso respirar. La muerte era el descanso eterno y a él le había sido arrebatado. Abrió los ojos al sentir su tacto, Tormund le acariciaba los rizos sobre la frente. Era tierno, tímido pero nada torpe. Pasó los dedos con delicadeza por su sien, su mejilla, dejándole sentir su calor. Jon observó los cabellos rojos, la barba desaliñada, aquellos ojos curiosos... tan abiertos... que rompieron de repente en un llanto incontenible.

 - Creí que te había perdido... - Sollozó amargo, inclinando su enorme cuerpo sobre el pecho de Jon.

 - Ya... bueno... - Intentó consolarlo posando la manos sobre su hombros y terminó dándole unas estúpidas palmaditas en la espalda. - Ya pasó. Estoy aquí de nuevo.

       El pelirrojo continuó vertiendo lágrimas sin pudor alguno, para un hombre libre no hay vergüenza en mostrar sus sentimientos. Y Tormund sentía un gran alivio ahora que el aliento de su cuervo bonito le rozaba la frente. De pronto se incorporó para clavar su fiera mirada en los sorprendidos ojos de Jon.

 - ¡No vuelvas a hacerme algo así! - Profirió airado.

 - ¿Algo como qué? ¿Morirme? - Una sonrisa asomó a sus labios, pícara, provocadora. La punta de la lengua podía verse entre los dientes.

       Tormund no se contuvo, aquella boca debía ser besada.

       A Jon se le detuvo el corazón de nuevo, o tal vez fuera su cabeza, su mente, la que iba demasiado rápido. El beso de Tormund le estaba devolviendo a un lugar, si era la vida o la propia muerte lo sabría más tarde. Ahora sentía la calidez de aquella boca apretada contra la suya. Separó los labios y le dejó entrar con su lengua, la agradable sensación hizo que se estremeciera por completo bajo la corpulencia del pelirrojo. Éste alargaba el brazo por debajo de su cabeza, sosteniendo la nuca, apretándolo con más fuerza, colándose más adentro. Las respiraciones, al principio cambiadas, se volvieron una y en el preciso instante de tomar aliento ambos se separaron lo suficiente como para poder mirarse a los ojos. Jon se vio en los de Tormund y se reconoció.

 - Soy tu cuervo bonito... - Susurró antes de lanzarse de nuevo contra aquellos labios.

       Sí, Jon era su cuervo bonito que había regresado de la muerte, no podía dejarlo escapar. Le abrazaría y le besaría por siempre, jamás le apartarían de su lado. Ya nada más importaba. Tormund se decía a sí mismo que aquello lo era todo, que lo sería eternamente. ¿Que un ejército de caminantes blancos se acercaba amenazante? ¿Y qué más da? Si lo tenía a él entre sus brazos... ¡qué más da! Si podía tomarlo una sola vez haría que ese momento durase mil años.

 - Te deseo, quiero tenerte. - Su voz grave hizo que Jon volviese a temblar por un instante. - Sé que nunca has estado con un hombre, tal vez no te atrevas a ir tan lejos... ¿qué me dices?

 - ¿En serio? - La pícara sonrisa volvió a asomar en sus labios. - Acabo de regresar del otro lado... ¿crees que no me atrevería a cruzar esta frontera? - Preguntó con un gesto de su mano señalando el escaso espacio entre los dos.

 - Es cierto, has ido más lejos que nadie, Jon Nieve. - Le miraba fijamente con los ojos más abiertos que nunca. - ¿Cruzarás ahora conmigo?

       Nunca lo hubiese dicho. Es decir, antes, cuando estaba vivo. Jamás se sintió atraído por ningún hombre, mucho menos por uno que le aterrara tanto como Tormund solía hacer. Sí, le tenía miedo, pero eso fue antes. Ahora era el dueño de aquellos labios que le habían besado devolviendo los sentidos a su alma muerta.

 - Sí, lo haré... - Musitó débilmente entornando los ojos, debatiendo aún en su interior si aquello sería la vida o la muerte.

       ¿Para qué esperar un segundo más? Tormund se incorporó y fue a asegurarse de que la puerta estaba bien cerrada. Dejó caer con ruido el grueso travesaño y empujó la cómoda hasta bloquear la entrada. Nadie, ni siquiera un lobo huargo habría podido flanquearla. Jon le estaba mirando de un modo distinto, nuevo. Parecía que estuviera desnudándolo con aquellos ojos oscuros y profundos. ¿Y por qué no? Su cuervo bonito le había dicho que sí. Rápidamente se deshizo de sus pesadas ropas en apenas tres o cuatro movimientos, mostrando su cuerpo sin decoro alguno, blandiendo con orgullo su honestidad ante el otro.

 - No mentías... - Susurró Jon sentándose en el lecho para poder desvestirse, todavía le costaba moverse con soltura. - Me deseas de veras.

       La pícara sonrisa había regresado a los sonrosados labios de Jon. Tormund descubrió que el objeto de aquella mirada inédita se encontraba exactamente entre sus piernas, a su cuervo bonito le complacía lo que estaba viendo. Sintió satisfacción con aquello. Y pronto pudo añadir la satisfacción que halló al contemplar el hermoso cuerpo que le esperaba tendiéndole una mano desde el lecho.

 - Ven... crucemos juntos... - Le invitó a acompañarlo, abriendo los brazos para recibirle.

 - No es la primera vez para mí. - Masculló Tormund encogiéndose de hombros. - Pero sé que será la última...

       Susurró aquellas palabras en su antigua lengua esperando que Jon no las hubiese comprendido, o aún mejor, que no las hubiera escuchado. Estaba a punto de culminar su deseo. Desde la primera vez que le vio quiso tenerle así. Jon le tomó por el rey detrás del muro, él sólo pudo ver a un cuervo bonito con el que deseó yacer. Y allí estaba, de vuelta de la muerte y dispuesto a recibirle.

 - ¿Me dolerá? - Preguntó como haría un niño asustado, mordiéndose el labio inferior en cuanto notó la dura honestidad del deseo de Tormund sobre su propio miembro.

 - Nunca te haría daño, Jon Nieve. - Le respondió buscando la confianza en sus ojos oscuros. - ¿Aún no has aprendido eso?

 - He aprendido muchas cosas, ahora no se podría decir que no sé nada. - Protestó Jon. Los hombres libres se parecían bastante a las mujeres libres, pero Ygritte ya no estaba. Ella no volvería jamás de entre los muertos.

 - Y lo que queda lo aprenderemos juntos. - Añadió dejando caer todo su peso sobre él, probando su resistencia con un nuevo beso largo y profundo.

       No se quejó, soportó la carga y permitió que Tormund casi le ahogara entre sus labios. El roce allí abajo era cálido y placentero, pronto su deseo también se hizo evidente y su miembro, duro como una roca, buscaba clavarse en alguna parte. Levantaba sus caderas a la par que su respiración se tornaba agitada, apretando los muslos encerró las de su amante... porque eso era ahora el temido mata gigantes: su amante... y dejó que recorriese toda su piel en un millón de besos, echando atrás el cuello le permitió morderle la nuez.

 - Precioso cuervo, tu bocado de adán es para mí... - Susurró con lujuria a la vista de tanta belleza por disfrutar.

       Con sus manos callosas y fuertes le acarició el pecho, deteniéndose un momento sobre la herida con forma de media luna. Jon cerró los ojos, aquello parecía que no le agradaba así que Tormund se apartó.

 - Estás aquí conmigo, Jon... - Le dijo besándolo con dulzura. - Y eso es todo lo que importa.

 - Estoy aquí, contigo. - Respondió al beso hundiendo los dedos entre la cabellera pelirroja.

       Sonreía, o algo parecido. Jon no podía reconocer la expresión en su rostro, nunca antes le había visto feliz. Tormund ya besaba su vientre siguiendo con su recorrido, la barba hirsuta se enmarañaba con su vello púbico, le hacía cosquillas y eso le provocó una pequeña carcajada a la que el pelirrojo se unió.

 - Me gusta esto... - Quería compartir con Jon lo que sentía, y eso era nuevo. - Reír en el lecho, tú y yo.

 - A mí también me gusta. - Para Jon era más una cuestión de vida o muerte, de momento ganaba la vida.

       Tomándolo por la cintura le levantó las piernas abiertas para tenderse entre ellas, parecía querer hundir su nariz allí abajo. Entonces Jon notó que la boca de su amante le envolvía por completo con absoluta parsimonia, dejando un rastro de cálida humedad tras de sí. Luego vino un dedo, travieso, malnacido...

 - ¡Ay! - Se quejó indefenso, su amante seguía empujando allí dentro. - No... para...

       Pero Tormund no se iba a detener, su cuervo bonito había dicho que sí y él procuraba no hacerle daño. Sacó el dedo, besó aquella rosa blanca y sonrosada dejándola más húmeda y caliente, y volvió a meterlo dentro. Jon gimió, no se quejó, había una notable diferencia. Y el gemido se repitió cuando añadió otro dedo. Era dulce oírle así, un regalo. Quiso volver a escucharlo y subió la apuesta a tres.

 - ¡Ay! ¡No...! - Protestó cerrando su abertura, retirándose en la medida de lo posible pues Tormund le tenía bien sujeto.

 - ¿No? - Preguntó juguetón, relamiéndose con el placer anticipado. - ¿No habías dicho sí?

       Siguió con su perverso juego de entrar y salir, cambiando de dedos, besando y lamiendo alrededor, mordisqueando y arañando la piel, amasando la carne de las nalgas hasta que el no se volvió sí y el ay se tornó gemido. Jon empujaba, quería que entrase y debía hacerlo ahora.

 - Sí... sí... tómame... - Exhaló con su respiración, más excitado de lo que nunca antes había estado.

 - Mi cuervo bonito... - Susurró incorporándose para poder contemplarle.

       Tormund miraba aquel hermoso sexo tendido sobre el vientre de Jon, reposando, esperando, y pensó que pronto le haría escupir. Le atrajo tirando de su cuerpo y se colocó entre sus piernas. La abertura había cedido, estaba húmeda y hambrienta, no tardó en hundirse dentro y perderse allí mil años era su plan.

 - ¡Ah! - Gimió Jon con voz aguda, sorprendido por el nuevo sonido que había salido de su garganta. - ¡Ah... sí! - Volvió a gemir.

 - Mi cuervo precioso... - Le miraba a los ojos, entornados y oscuros, tan profundos como la noche. - Nunca he amado así, a nadie más que a ti.

       Era la vida, ahora Jon lo sabía. Tenerle dentro le había devuelto el reflejo de respirar. Y gemía, a cada embate, con cada uno de sus roncos bramidos de salvaje. Gemía al vaciarse gota a gota, derramando todo su contenido. Gemía cada vez que le golpeaba allí dentro, tan profundo, donde nadie había llegado jamás.

 - ¡Ah, ah, sí...! - Gritó sin miedo, sabiéndose libre como libre era el hombre que tenía en su interior. - Tormund... amor mío...

       Mil años y un día, no iba a soltar su presa. Seguiría allí cuando el mundo entero hubiese desaparecido porque todo su mundo era él, Jon envolviéndole por completo. Tormund comprendió que aquello era lo único que necesitaba, lo único que existía. Nunca antes había siquiera imaginado amar a alguien así. Y Jon, su cuervo bonito que había regresado de la muerte, parecía haberlo comprendido también.

 - Tormund... - Repitió con un suspiro. - ¡Mi amor! - Declaró a voz en grito.

       El pelirrojo entendió que le llegaba el momento y quiso retrasarlo, mil años y un día. Mirándolo a los ojos se perdió en aquel torbellino de emociones que era Jon y besó a su amante devorando cualquier resto de temor, de muerte u oscuridad que pudiese quedar. Sabía que se lo estaba sacando todo, notaba la humedad pegada a su propio vientre, era espesa, cálida. Y sabía que no podría durar tanto como él deseaba.

 - Si te vas... - Susurró volviendo a clavar en él su mirada. - Iré contigo. Nada me apartará de tu lado...

 - No... nunca... - Respondió Jon encerrando los anaranjados cabellos entre sus dedos. - Nada nos separará jamás.

 

***************************

*******  FIN  *******

***************************


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).