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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Gracias a todos por darle una oportunidad a esta historia.

I
 
Después de haberse separado del extraño y perderse en la obscuridad, el joven de cabellos claros llegó a su casa. Encerrándose en su dormitorio, quedó pensando largo tiempo en los acontecimientos que habían tenido lugar durante su regreso, y más allá de preguntarse sobre la identidad o intenciones del sujeto, le intrigaba su propia reacción ante la actitud del otro. “¿Por qué había aceptado caminar con él?, ¿por qué se habían tomado de la mano?, ¿por qué se habían abrazado?”, y lo peor del caso, según creía, “¿por qué se había sentido tan a gusto con aquel gesto?, ¿por qué?, ¿era acaso un deseo oculto, imposible o prohibido?, ¿qué había pasado con él en ese momento?, ¿quién era ese chico?, ¿lo volvería a ver?”
 
Todas y cada una de esas interrogantes acabaron por agotarle y recordando que tenía otros asuntos más importantes en que pensar, se quitó la ropa, se vistió con el pijama y se metió a la cama. Se quedó mirando el techo mientras rememoraba los hechos del día: necesitaba trabajar y, por lo mismo, no dejó pasar lugar en el que necesitaran personal; estaba consciente de que no sabía hacer nada, pero le tranquilizaba el hecho de que sí podría aprender. De momento, solamente podía aguardar que lo llamaran de alguno de estos lugares a los que había postulado, quería tener ya su propio dinero y gastarlo sin tener que dar explicaciones. Sí, quería darse sus gustos con más libertad. Ojalá y lo llamaran pronto. 
 
Sin embargo, a medida que repasaba cada uno de los sitios que visitó durante tan agotadora jornada, llegaron a su mente los recuerdos de esa noche, tarde por las calles solitarias, peligrosas y que tantas veces había evitado, pero que debió recorrer para poder llegar a su residencia. Fue en ese momento que la imagen del muchacho volvió y ya nada fue capaz de hacerlo desaparecer, pues algo en su interior había sido tocado. “¿Qué era?, ¿qué había pasado entre ellos?”
 
–Me gustaría volver a verte –pronunció casi en un susurro, cerrando los ojos y sonriendo infantilmente–. Sí, realmente me gustaría.
 
… … … … …
 
Por alguna razón no había conseguido olvidarse de él. 
 
A partir de esa noche, su anhelo de volver a encontrarse con el chico fue en aumento y la sola idea de tener nuevamente la oportunidad de repetir ese contacto entre sus manos, así como el abrazo, ese tan cálido abrazo, le provocaba escalofríos. A pesar de sus deseos, resultaba imposible pues no sabía quién era o dónde vivía, ni siquiera se había atrevido a preguntarle su nombre; le dio la impresión de que estaba asustado y parecía no acostumbrado a salir solo, debido a lo cual es que sintió el impulso de ayudarle. Para el momento en que le pudo ver el rostro, tenuemente iluminado por la luz de los faroles, quedó maravillado, despertando en su interior una serie de emociones desconocidas, mientras se preguntaba si estaría haciendo lo correcto. 
 
Tras despedirse y alejarse, tomando cada uno su rumbo, el desconocido se vio invadido por las dudas acerca de lo que acababa de hacer. “¿Qué era eso que se había despertado en su interior?”, se preguntaba, “¿qué habría pensado y sentido aquel joven, de su misma edad al parecer, de tan bello aspecto y en cuyos ojos había notado ese temor que él había intentado disipar regalándole una mirada amable?”. Cuanto daría por volver a ver esos ojos, hermosos, brillantes, y aunque estaban opacados por el temor, despertaron un sentimiento que dormía en su interior y que él mismo desconocía. 
 
Sí, definitivamente quería volverle a ver.
 
… … … … …
 
Cada cierto tiempo el joven de cabellos oscuros visitaba un restaurant en el que servían unas pastas exquisitas. Los empleados le recibían con una cordial bienvenida al verlo llegar y le conducían hasta la mesa que solía ocupar.
 
–¿Cómo va todo? –preguntó el camarero.
 
–Bien, aunque sin nada interesante que contar –respondió, subiendo ambos la pequeña escalera que conducía a la terraza, lugar que poseía una estupenda vista de la ciudad–. Dime, ¿qué tienen hoy en el menú?, ¿algún platillo especial?
 
–No, hoy solamente tenemos los platos habituales –le respondió con una negación de cabeza–. Si gusta, puedo traerle la carta y así…
 
–No hace falta, tráigame lo de siempre, por favor –se adelantó a responder, tomando asiento frente a su mesa, cómoda y elegante, cuyos platos y cubiertos estaban acomodados adecuadamente para la cena.
 
–A sus órdenes –dijo el camarero antes de retirarse. 
 
El pelinegro quedó sumergido en sus pensamientos y permaneció en silencio hasta que le sirvieron la comida.
Notas finales:

El formato de los siguientes capítulos será similar a este, aunque pueden variar eventualmente en la extensión.
Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


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