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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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CAPÍTULO 57

Ajustó el nudo de la capa con fuerza, las manos le temblaban, Aysel las tomó entre sí y las besó con ternura. No dijo nada, sólo las estrechó entre las suyas y las mantuvo un largo rato, acariciándolas, besándolas, acercándolas a su rostro.

De repente Zwein respiró hondo y pasando una mano por el cabello revuelto de su Familiar le sonrió con dulzura.

—Te protegeré, lo prometo. No permitiré que nadie te haga daño.

Las palabras envueltas en mentiras que no creía les supieron igual a cenizas en la boca.

Aysel asintió, se estiró de puntillas y besó su frente.

—Lo sé. Confío en ti.

Zwein ajustó la capucha de Aysel con cuidado y se preparó para salir del camarote.

Si todo había salido de acuerdo a sus planes la noticia ya se debería haber esparcido hasta Ómicron, la capital; los padres de Max, junto con su pequeño grupo abolicionista debería haber extendido la noticia de tal forma que ya fuera conocida en toda Stigma y Aysel y él se habrían convertido sino en celebridades, al menos en pequeñas curiosidades o fenómenos de atracción que habrían llamado la atención de al menos un miembro de las Diez Familias.

Ahora le tocaba a él jugar sus cartas.

No podía continuar siendo un muchacho mal encarado de lengua afilada, pero tampoco un chico débil y maltratado por la vida; debía encontrar el punto medio que lo convertiría en un personaje atractivo para el Gremio de Magos que le despreciaba, el pueblo que sostenía la economía del mundo y los abolicionistas que tras bambalinas se atrevían con pequeños actos a ir en contra del Rey. Había pensado durante días en el personaje que debería elaborar. ¿Escandaloso, irritante, amable, revolucionario, amable, indignado? Una mezcla de todos probablemente. Sin embargo, no había encontrado ninguna respuesta. Lo cierto es que apenas comprendía cómo funcionaba realmente la gente y sus reglas, su vida entera había transcurrido entre las sombras, encerrado tras las paredes, primero como el hijo repudiado de su familia, después como la inmunda Bestia que era, el peculiar alumno de Zenda y el mago maldito del Gremio. La misión que había emprendido estaba muy por encima de sus posibilidades y él era consciente, pero nadie debía saberlo, ni siquiera Aysel.

Un golpe suave en la puerta lo sacó de sus cavilaciones.

Max entró con un par de papeles en la mano.

—Arribaremos al puerto dentro de un par de minutos. Mi padre quería asegurarse de que se encuentran listos, él permanecerá aquí entregando la mercancía, nosotros iremos con el resto de los pasajeros hasta la capital—. Le entregó un papel a cada uno. Aysel quién no sabía leer examinó el suyo con curiosidad—. Son sus pasaportes— le explico dirigiéndose a Zwein—. El tuyo te acredita como miembro del Gremio y el de Aysel como tu Familiar, lo que significa que nadie a excepción del Gremio puede molestarlos, ni la policía o el ejército o siquiera un comerciante. En las provincias no son necesarios ya que todo mundo sabe quiénes son miembros del Gremio y sus Familiares, pero en la Capital por cada Mago hay diez civiles y algunos son tan acaudalados como las Familias menores del Gremio, en ocasiones es difícil distinguirlos.

—Gracias, Max. Saldremos dentro de unos minutos.

El muchacho le miró con preocupación, no preguntó más y salió del camarote en silencio. Quizás no fuera el chico más listo del mundo, pero al menos sabía cuándo mantener la boca cerrada.

Apenas se quedaron solos una vez más, Aysel posó su pequeña mano sobre el rostro de Zwein.

—Quien se meta en tu camino será destruido— añadió con una inocente sonrisa—. Yo lo destruiré Zwein. No me quedaré solo nunca más, ni permitiré que te sientes desgraciado.

Depositó un casto beso sobre sus labios y le sonrió con dulzura.

—Después de todo tú me perteneces

Aysel no le permitió contestar, lo tomó de la mano y salieron juntos del reducido espacio que había sido su mundo durante las últimas semanas; una bocanada de aire puro con olor a tierra húmeda, árboles y un mundo lleno de vida los recibió.

Zwein tenía un vago recuerdo de ese lugar mientras su Padre lo arrastraba al que sería su infierno, pero era mucho más hermoso de lo que recordaba.


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