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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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CAPÍTULO 58

Miró el rostro emocionado de su Maestro y él también sonrió, era raro ver otra expresión que no fuera la angustia o la indiferencia en la expresión de Zwein.

Ciertamente era un lugar hermoso, pero para Aysel no era más que la entrada a otro tipo de infierno.

Zwein le había explicado que Ómicron era la capital de Stigma, una isla de grandes dimensiones y un clima cálido durante el día y lluvioso por las noches, rodeado de lagunas, ríos y acuíferos subterráneos que favorecían el crecimiento de todo tipo de plantas y flores. Su misma existencia era un enigma.

Se encontraba rodeada del mar de arena, pero en un punto el yerno paisaje se veía sustituido por una extensa región de selva, árboles inmensos, arbustos despampanantes, flores multicolores surgían de la nada dotando al puerto de un marcado contraste.

Algunos magos teorizaban, los más razonables, que la isla se encontraba conectada subterráneamente por una serie de acuíferos que se extendían a lo largo de miles de kilómetros y otros que ese particular clima era resultado de un hechizo tan poderoso que habían acabado con aquellos que lo convocaron y que sus descendientes, temerosos de ser víctimas de la misma maldición, dejaron que tales conocimientos se perdieran para siempre.

Sin importar la causa este excepcional clima convertía a Ómicron en una tierra única, digna de ser el hogar de las familias de Hechiceros y Brujas más importantes de Stigma, lo que incluía al rey y sus vástagos.

El puerto construido con madera de roble era custodiado y administrado por la guardia real, magos cuyo elemento característico era el fuego, aquel que se consideraba el más poderoso; hombres cuya vida y lealtad estaba dirigida a preservar el orden que la figura de Su Majestad encarnaba.

—Nos tomará todavía un día de viaje llegar hasta la capital— les explicó Max adelantándose a los pasajeros que luchaban por ser los primeros en bajar—. Mi padre ya nos preparó un carruaje, si no nos detenemos podremos llegar quizás en menos de veinte horas.

Zwein le había explicado a Aysel que su futuro pupilo no era un muchacho particularmente brillante, incluso hablaba de él como si fuera un idiota y al parecer todos cuantos lo rodeaban parecían compartir el mismo punto de vista; pero al observar la habilidad con que se desenvolvía, la manera en que interactuaba con otros y conseguía que le obedeciera sin apenas esfuerzo el joven vampiro comprendió que a su manera el humano era brillante. Zwein no lo apreciaría fácilmente porque a pesar de su aislamiento continuaba siendo un Mago y pensaba como tal, desde su punto de vista el valor de un ser sólo podía medirse en función de una cosa: su habilidad en la magia.

—Ya me despedí de mi padre. ¡Vamos!

— ¡Espera!

Zwein llamó a su alumno y le entregó la mano de Aysel.

— ¿Lo sientes?

—Si— respondió el chico sosteniendo su muñeca confundido.

— ¿Puedes sentir cuan pequeña y frágil es?

Max no respondió, pero Aysel vio como la réplica luchaba por salir de sus labios.  Fiel a su palabra el muchacho no había hecho mención a su breve encuentro en la cueva tras el enfrentamiento con el Dashure.

—Aysel es mi Familiar, mi magia depende de él. Nuestro trabajo es mantenerlo a salvo. Te tomé como un favor a tus padres, no podrías importarme menos, pero él es mi todo. ¿Comprendes?

Max soltó su mano con suavidad, asintió suavemente y dio media vueltas, las palabras no dichas permanecieron un largo rato en el ambiente. Casi podía saborear la animosidad que Max le dirigía a su Maestro.

El puerto hervía de actividad, barcos que salían, naves que atracaban, mercancías que se empacaban y otras que se descargaban. Hechiceros y brujas paseándose por la cubierta examinando las telas, las joyas, las vajillas, los cubiertos, las brochas, las vasijas, los candelabros, artículos que no siempre se podían producir en la capital por falta de espacio y debían traerse desde muy lejos, hombres y mujeres del vulgo que semidesnudos cargaban paquetes sobre sus espaldas tan pesados como ellos mismos con la piel quemada por los rayos del sol, niños sucios y con el rostro lleno de mocos que corrían de un lado a otro haciendo mandados por un par de monedas, Familiares de todo tipo con aire distraído, indiferente e incluso divertido que acompañaban a sus Maestros y llevaban sus compras, tenderos, comerciantes y puestos a ras del suelo que ofrecían todo tipo baratijas y comidas callejeras. El aire no sólo olía a tierra fresca y árboles, también a cuerpos mal lavados, pieles sudorosas, intensos perfumes, comida rancia, sangre fresca, heridas mal curadas. Y la ropa, había todo tipo de estilos, vestidos ligeros que ondeaban con el viento, trajes sastre que se ajustaban al cuerpo de voluminosos caballeros, Familiares que iban completamente desnudos, harapos que en otros tiempos quizás fueron hermosos, prendas de corte exquisito cuyo simple uso debía ser una tortura por lo pesada que debían ser.

Aysel no pudo evitar esconder la cabeza en el pecho de Zwein apenas pusieron un pie en el muelle.

Sus sentidos estaban sobre estimulados, el torrente de sonidos, olores, voces, gestos e incluso toques lo abrumaba. Les recordaban a las fiestas donde le habían obligado a participar desde niño, tanto ruido, gritos, risas…

Zwein murmuró un par de palabras en su oído que no comprendió.

Estaba asustado.

El sonido llamó su atención. Un golpe de cascos.

Centauros. Los recordaba. Su tío siempre dijo que eran una de las criaturas más hermosas que hubiera conocido.

 

— ¿Cómo te llamas, pequeño?

—Aysel.

—Un nombre estupendo para un Hijo de la Luna.

— ¿Qué se siente correr a cuatro patas?

—Oh, nada especial pequeño, lo mismo que tú al andar en dos piernas. La madre tierra nos obsequia a cada uno con diferentes dotes, para recordarnos que la vida es un mosaico con millones de piezas donde todos encajamos y cumplimos un importante papel.

 

Apartó la cabeza del pecho de Zwein y con paso tambaleante se acercó a la criatura que atada al carruaje esperaba instrucciones. Un grito de horror luchó por escapar de su garganta, pero tan sólo salió un gemido, cayó de rodillas y ocultó el rostro entre sus manos, amargas lágrimas de desesperación cayeron por sus mejillas, el dolor se apropió de su ser y deseó estar muerto, desaparecer sin más. Su venganza no importaba, tarde o temprano los humanos se destruirían, tan sólo tendría que esperar y el tiempo se encargaría de poner cada cosa en su lugar.

El rostro del que había sido un hermoso centauro había sido mutilado de una manera tan horrenda que incluso cuando lo tenía ante sí se negaba a creerlo.

Le habían removido los ojos, la lengua y orejas dejando en su lugar horribles cavidades.

El centauro olfateó en su dirección, se inclinó tanto como sus ataduras se lo permitían y toco con su barbilla la punta de su cabello en un ingenuo intento de consolarlo.

—Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento— comenzó a repetir para los centauros, sus hermanos vampiros, para sí mismo, cualquiera dispuesto a escucharlo—. Lo siento, lo siento, lo siento.

— ¡Muévete inútil!

Escuchó el grito de un hombre seguido del chasquido de un látigo.

— ¡No se lo lleve! ¡Por favor! ¡Se lo suplico!

Se puso de pie de un salto y se aferró al cuerpo de caballo del Centauro.

— ¡Quítate, mocoso!

Se preparo para el golpe que nunca llegó, Zwein tomó la mano del hombre y lo detuvo.

—Déjalo, Aysel— le susurró suavemente—. No es el momento, no podemos. Los centauros le pertenecen a su Majestad. Suéltalo.

—Pero Zwein.

—Vamos…

Con suma gentileza Zwein lo apartó del Centauro y una vez que sus rodillas cedieron, se arrodilló a su lado. Lo sostuvo con mucha fuerza mientras lloraba, gritaba y gemía como no recordaba haberlo hecho desde que aprendió que no serviría de nada.

Por un momento que le pareció eterno pensó en asesinar a su Maestro y luego suicidarse. Si el mundo se había degenerado de esa manera quizás no valiera la pena continuar luchando y no quedará nada que salvar.

Pero los suaves toques de Zwein consiguieron recordarle que mientras su Maestro existiera habría algo por lo que vivir.

Notas finales:

Ah, por cierto...los centauros en la mitología griega son mitad hombre y mitad caballos, pero me gusta re imaginarlos, jejejeje.

 

El centauro es un ser con cuerpo de caballo y el torso, brazos y cabeza de hombre.

Habita en equilibrio con la naturaleza, así que sólo caza lo que necesita para vivir y, si tala un árbol, planta otro. Es habitual encontrarlos en prados, claros y bosques de hoja caduca. Son muy sociables con otras especies del bosque.

Los centauros son conocidos por sus habilidades con la lanza y con el arco, aunque también pueden usar garrotes y escudos a la hora de la lucha. Son seres de gran fuerza, sobre todo por su parte animal. Esta parte de caballo les permite cocear, pisotear y cargar con lanza.

Su sociedad está formada por tribus donde suele haber una élite de centauros guerreros y, al menos, un sacerdote que será considerado el líder.


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