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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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CAPÍTULO 64

—Te convertirás en el segundo maestro de Aysel, ¿entendido?

La orden de Zwein sorprendió a Max tanto como al mismo Aysel, el Vampiro le dirigió una mirada interrogativa a su Maestro, pero no dijo nada, en cambio Max se puso de pie de inmediato y comenzó a gritar.

— ¡No puedo hacerlo! ¡Ni siquiera soy un Mago! ¿Cómo quieres que lo domine? ¿Acaso has enloquecido? ¡Será un desastre!

Zwein le dio un largo sorbo a su taza de té y lo dejo despotricar todo cuanto quisiera, Aysel piñizcó las zanahorias de su ensalada fingiendo que estaba enterando de los planes de Zwein desde antes y que la noticia no lo tomaba por sorpresa, ni tampoco le hería. Él no deseaba a ningún otro Maestro y por mucho que Max le agradará, la decisión de Zwein se sentía como una traición, pero el discípulo de su Maestro no necesitaba saberlo, no podía conocer sus diferencias.

— ¿Terminaste? — le preguntó Zwein cuando el adolescente se hubo quedado sin airé.

Max no le contestó, en cambio se giró hacia Aysel y le preguntó.

— ¿Tú qué opinas de esto, Aysel? Te parece bien.

El joven incauto no vio el breve, casi insignificante intercambio de miradas entre él y Zwein, sólo percibió su sonrisa de complicidad.

—Lo harás bien, Max. Confío en ti— fijó su mirada en la mirada atribulada de Zwein quién no pudo sostenérsela mucho tiempo y agregó—. Escucha la explicación de Zwein y él te lo explicará.

—Tengo que hacer un viaje— explicó Zwein—. Iré a una de las Provincias cercanas a ver a mi hermano mayor, Ciro donde está de servicio, se marchó hace una semana. Si todo marcha bien estaré de vuelta en tres semanas, pero prefiero no llevar a Aysel, apenas recuerdo a Ciro y no sé cuán peligroso pueda ser. Técnicamente Max tú no serás su Maestro, no te vincularás a él, pero te harás responsable por lo que Aysel haga. Quiero que le muestres la ciudad, los presentes quizás con algunos de tus amigos que no tengan nada que ver con el movimiento, lo lleves a pasear, a cenar. Podría ser divertido. Una chica que nos ayudará con la limpieza y mantenimiento del lugar llegará dentro de un par de semanas, mientras tanto creo que pueden encargarse ustedes dos del lugar. Parece una gran responsabilidad en este momento, pero no es más que un tecnicismo. De esta manera no expongo a Aysel a peligro innecesario ni me arriesgo a que El Gremio lo tome y se lo lleve al considerar que su Maestro no lo controla. ¿Ahora me entiendes?

Max se encogió de hombros no del todo convencido y asintió.

—Supongo que no tengo opción sobre este punto.

—Me temo que no.

El muchacho salió de la habitación murmurando un par de obscenidades para sí mismo, Aysel se levantó con la intención de seguirlo.

—Iré a limpiar la cocina— dijo sin darle importancia al asunto.

Era bueno ocultando sus emociones, fingiendo que no existían, había tenido toda una vida para practicar.

La mano de Zwein lo sujetó de la muñeca antes de llegar a la puerta y lo retuvo, habría podido librarse fácilmente, pero en un par de minutos y con un puñado de palabras toda una vida de sumisión y entrenamiento lo había convertido de nuevo en aquel chico tembloroso y atemorizado que su Maestro sacó de las mazmorras.

—No sabía cómo decírtelo— dijo Zwein con la voz temblorosa—. Lo pensé y lo pensé y lo pensé, pero no había forma de hacerlo sin herirte y entonces sólo…

—Eres mi Maestro— contestó Aysel y se sorprendió de lo plana que salió su voz, casi había olvidado ese sonido apagado con el que se condujo durante años—. No es tú obligación decirme todo cuanto decides, yo sólo debo obedecerte y darte mi fuerza. Si tú dices que es peligroso, lo es.

—Lo es. Mi hermano es el líder de una Compañía de élite, si me equivocó y ellos deciden que te quieren no podré protegerte. Hay tantos peligros por las noches aquí, Aysel. Apenas duermo pensando en las cosas que podrían salir mal y entonces tú…

Escuchó los jadeos ahogados de Zwein, dio la vuelta y se encontró con el rostro lloroso de su Maestro, completamente desencajado, totalmente derrotado.

— ¡Intento tanto ser valiente, Aysel! Pero yo no soy como tú. No puedo fingir que estoy bien todo el tiempo. Tengo pesadillas donde te apartan de mí y te llevan a lugares horribles. Y yo…

Zwein respiraba entrecortadamente, jadeaba por aire mientras no dejaba de balbucear.

—Todos me abandonaron, Aysel. ¡Todos! Tú no lo harás y si por mi propio egoísmo te pongo en peligro nunca me lo perdonaré. Necesito un tiempo sabiendo que estás a salvo. Max y el apellido de su familia te protegerán y entonces yo podré descansar un poco y quizás tenga tiempo…

De pronto Zwein alzó la cabeza con gesto aterrado.

— ¡Jamás te a ti, Aysel! ¡Nunca! ¡No lo pienses ni por un segundo! Yo…

Zwein lo soltó y enterró el rostro entre sus manos.

Aysel no pronunció el más pequeño de los sonidos, le dio la vuelta a la silla y se recargó sobre el respaldo de la silla, pasó los brazos alrededor del pecho de Zwein y acomodó la cabeza sobre su hombro.

—Nunca te abandonaré— murmuró a su oído y escuchó con gesto triste los sollozos de su Maestro.

Ese lugar, Ómicron lo estaba destrozando, una parte de sí sabía que debía sacarlo de ahí, pero otra le decía la verdad, sin importar lo que hiciera ya era demasiado tarde. Zwein estaba demasiado roto y no había en el mundo suficiente aguja e hilo capaz de remendarlo, podían fingir que estaban bien, incluso creerlo, pero no sería más que una mentira.

—Jamás te dejaría— le repitió en el momento en que un nuevo sollozo estremeció el cuerpo de su Maestro.


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