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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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Notas del capitulo:

Hola, paso de rapidito...muy rapido.

Antes que nada, gracias por sus comentarios.

 

anmamez

Alondra


Gracias chicas por soportar mis frecuentes desapariciones, en verdad aprecio que se tomen unos minutos para dejar un par de palabras, se que no es obligatorio...ni nada por el estilo, así que MUCHAS GRACIAS!!!

 

A ustedes y todos los que en algun momento leen y comentan.

Besos!!!

CAPÍTULO 71

Alís había escuchado hablar a Ciro durante horas de su “hermanito”, lo describía como un “niñito” frágil y tierno temeroso de revelar sus emociones y con el miedo asomando en sus hermosos ojos castaños. Ella lo imaginaba como un ser desvalido ante el mundo, orillado por su misma gente a una vida de esclavitud. Una versión diminuta de Ciro, débil e indefenso. Pero el muchacho que había irrumpido en esa casa no se parecía en nada a la imagen que formó dentro de su cabeza, no era tan grande ni fuerte como Ciro, pero tampoco pequeño y delgado, la palabra temor y ansiedad jamás se relacionarían con la expresión fría y lacerante con que miraba al mundo y la confianza y determinación irradiaban en cada uno de sus movimientos y ademanes.

Siendo sincera, Zwein, el hermano menor de su Maestro, resultaba intimidante.

Había regresado la noche pasada con tres humanos, un hombre con el rostro deformado y el cuerpo terriblemente herido y dos niños que miraban aterrorizados todo cuanto lo rodeaban.

Sus hermanas menores, Licia y Alico habían espiado a los extraños con curiosidad antes de que ella las mandará a la cocina a que ayudarán a con la cena.

Con once y nueve años ambas eran muy pequeñas para recordar lo duro que podían ser los humanos con sus castigos cuando se enfadaban. En cambio, Alís lo recordaba muy bien, bajo el vello de su espalda y piernas guardaba las cicatrices que anteriores Maestros le dejaron. Ciro era un Maestro completamente diferente que insistía en tratarlas como hermanas y jamás se atrevía siquiera a alzarle la voz, pero dudaba que Zwein fuera tan indulgente con dos niñas licántropas que se rehusaban a aceptar su lugar en el mundo.

Zwein le pidió sopa para cuatro personas, agua caliente y vendas antes de volver a encerrarse en su habitación con sus nuevas “propiedades”. La palabra les supo a cenizas a Alís, ella, sus hermanos, los humanos, todos no eran más que objetos a los que se podía intercambiar, desechar, asesinar…Amaba con toda su alma a Ciro, pero si ese collar no contuviera sus poderes le desgarraría el cuello a él y a toda su infame raza. Sólo la muerte los redimiría de sus pecados.

Esa noche Ciro no vino a dormir. Alís agradeció en silencio a cualquier deidad dispuesta a escuchar sus plegarias, en noches como aquella donde el afecto y el odio se mezclaban tan estrechamente apenas soportaba escuchar la respiración de su Maestro al lado.

Alís esperaba oír gemidos de dolor provenientes de la habitación de Zwein, en cambio la casa estuvo tan silenciosa como cualquier otra noche.

Tomó la cena con sus hermanas, jugaron un aburrido juego de mesa y se metieron a la cama.

Al día siguiente, incluso antes de que los sirvientes se despertarán escuchó ruidos provenientes del cuarto de baño en la primera planta, el que tenía una enorme bañera y un sistema de cañerías por donde el agua corría.

No eran risas, pero tampoco llantos o quejidos como temía, parecía una conversación en un sentido.

Se colocó tras la puerta y escuchó.

—Ella lo lamenta— era la vocecilla de un niño al borde de las lágrimas—. No quiso ensuciar tu cama. Castígame en su lugar.

—Nadie será castigado aquí. Los accidentes ocurren— era la voz del hermano de Ciro, suave y relajada, sin matiz de furia, pero tampoco lástima, tan solo demostrando un hecho—. Además, ya les hacía falta un buen baño. Sus heridas sanarán mejor después de que nos hayamos deshecho de tosa esa suciedad. Avísame si la estoy lastimando.

—Sí, Señor.

—Buen chico.

Escuchó el chapoteo del agua siendo vaciada y escurrida.

—Leo, hay una señora atrás de la puerta, ¿por qué no vas a preguntarle que desea?

Al verse descubierta Alís entró al cuarto de baño, todavía traía puesto el ligero camisón con que dormía y el cabello alborotado. A pesar de que Zwein tenía la misma ropa sucia de viaje con que hacía dos días salió de casa a su lado se sintió sucia y desaliñada, su rostro tenía un aspecto fresco y la camisa de manga larga remangada hasta los codos le daba un aspecto juvenil.

—No tenemos el placer de conocernos personalmente, señorita, pero espiar detrás de las puertas no es una costumbre bien vista en ningún lado.

Ella asintió y examinó con mayor cuidado la escena, él yacía de rodillas junto a la bañera llena de agua caliente donde una niña pequeña de tez oscura y abundante cabello rizado se sentaba en silencio mientras se dejaba lavar cada pequeña parte de si, fuera de la bañera, un pequeño de su misma edad y piel extremadamente pálida estaba sentado mientras acariciaba con su manita los caireles negros, el cabello del niño era tan largo y rubio que le llegaba hasta la media espalda y le hacía parecer una niña.

Sus sospechas de la noche anterior se confirmaron, esos niños no eran Bestias, sino meros humanos.

— ¿Te gustan tus juguetes limpios y relucientes? — preguntó con sorna.

Zwein lavaba con una esponja la mano de la chiquilla con increíble suavidad.

—Nunca tuve el placer de tener juguetes de niño ni desarrollé el gusto por los mismos, pero si recuerdo lo bien que se siente estar con el cabello desenredado y libre de piojos.

Zwein jaló el tapón de la bañera vaciándola del agua sucia.

Tomó una toalla que había traído de su habitación y envolvió a la niña después de secarla con cuidado. Sus dedos se movían con la destreza de quién lleva haciéndolo toda una vida, le secó el cabello y dirigiéndose hasta un viejo armario donde guardaban suministros de higiene rebuscó entre varios cepillos hasta encontrar el que buscaba, mediano y de hebras gruesas.

Sentó a la niña en una silla y comenzó a cepillar su cabello con suma delicadeza, desenredando con paciencia y calma cada nudo con que se encontraba.

— ¿Quieres ayudarme a cepillar el cabello de Nadine, Leo? — le extendió el peine al niño rubio con delicadeza.

El chiquillo asintió con fuerza y se levantó de un salto, murmuró un par de palabras al oído de su compañera y siguiendo las instrucciones de Zwein comenzó a peinar el cabello de su compañera, satisfecho ante la sonrisa que esté ultimo le dirigió.

Zwein salió del cuarto de baño junto a Alís.

—Esa niña no está limpia— increpó arrugando la nariz ante el mal olor.

Zwein se encogió de hombros antes de responder:

—Esos mocosos no han tomado un baño en por lo menos tres años. No puedes esperar que estén completamente limpios en su primer baño. Por ahora esto es más que suficiente.

Alís lo miro recelosa, ese muchacho no le gustaba, sus ojos no hablaban de temores ni pasados tormentosos, sino de secretos y futuros todavía más terribles que su presente. Ciro era un hombre aburrido, estable, firme, pero su hermano…

—Llevas mucho tiempo bajo la protección de mi hermano.

—Yo…

—No es que me importe lo que haga Ciro con sus Bestias. Si es amable o duro, me tiene sin cuidado. Pero todo lo que me pertenece, sea una Bestia o un Humano me interesa. Conozco a alguien como tú. Una Bestia que odia a los humanos y tiene tus mismos ojos. Si llegas a tocar un solo cabello de esos niños o las personas que traje no habrá Hechicero o ley que te proteja a ti y tus queridas hermanas.

A diferencia de muchos otros de sus congéneres, Alís sabía que había sido afortunada, había crecido entre su gente hasta los diez años, cobijada en los brazos de una manada dispuesta a enseñarle todo lo relacionado con su raza y lo que los humanos esperaban de ellos. Sabía que las licántropas casi nunca eran abusadas sexualmente, a ojos de los hombres y en comparación a otras Bestias eran mujeres feas, demasiado toscas, peludas, gordas dirían muchos; por lo que la única forma de congraciarse una vida de aparente comodidad era convertirse en seres serviles y dóciles, dispuestas a obedecer a sus Amos en cualquier otro aspecto que necesitarán, incluso traicionando a otras Bestias.

Y ella lo había hecho, siendo recompensada con comidas, ropa y desprecio. Odiándose a sí misma y lo que hacía para sobrevivir.

Hasta que llegó Ciro con sus palabras suaves, sus ojos amables, sus expresiones tímidas y le recordó como ser ella misma, no…por el contrario, la convirtió en una extensión de sus antiguos dueños. Una mujer sumisa y complaciente.

Fue como mostrarle un ansiado regalo que jamás sería entregado. Una libertad de pensamiento que nunca alcanzaría porque de eso dependía su vida.

—Si yo fuera Ciro me cuidaría de ti mientras duermo— agregó Zwein recargándose contra la pared con los brazos cruzados—. Tienes los ojos de alguien capaz de enterrar un cuchillo en el cuello de tu Maestro.

— ¡Yo amo a mi Maestro! ¡Le estoy muy agradecida!

— El amor y agradecimiento pueden parecer hermanos, pero si lo miras de cerca, descubres que no son familiares, incluso pueden convertirse en enemigos—. Zwein sonrió y se pasó la mano por el cabello despeinado, había algo de ensayo y naturalidad en este simple gesto —. Pero me gustan las Bestias como tú. Tras una fachada inocente esconden los más terribles demonios y en un mundo donde los monstruos andan a la vista de todos eso una gran ventaja.

Zwein se despidió de Alís con una pequeña inclinación de cabeza y regresó al cuarto de baño donde comenzó a bañar al otro niño.

¿Qué clase de Bestia tendría ese hombre?

Alís no tuvo mucho tiempo para pensarlo, escuchó la puerta principal abrirse y las risas de Licia y Alico ante la llegada de Ciro.


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