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LA BESTIA por Artemisa Fowl

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CAPÍTULO 62

Zwein despertó con el rostro bañado en sudor, se inclinó sobre el borde de la cama y vomitó su escuálida cena sobre la fina alfombra; intento levantarse para llegar hasta el baño, pero cada vez que lo intentaba un ataque de arcadas se lo impedía, los restos de comida fueron reemplazados por bilis.

Escuchó a lo lejos la suave voz de Aysel susurrando palabras tranquilizadoras y acariciando su cuello.

—Déjalo salir todo, te sentirás mejor al final.

El ataque de vomito remitió, se recostó sobre la cama y cerró los ojos, la boca le sabía amarga y el olor a vomito que impregnaba la habitación le repugnaba, sentía asco de sí mismo.

—Abre la ventana— jadeó con esfuerzo.

Aysel ya estaba corriendo los cerrojos y dejando que el aire fresco penetrará en sus huesos.

Con pasos silenciosos Aysel encendió un par de candelabros y le acercó una taza de té de menta, estaba frío, pero le ayudaría a calmar su estómago. Le limpió con un paño húmedo el rostro sudoroso con restos de vómito y depositó un delicado beso en la comisura de sus labios.

—Gracias— murmuró dejándose cobijar por las diminutas manos de su Familiar y observando avergonzado como el vampiro sacaba una cubeta, un trapo y un aromatizante preparado en base a rosas y limpiaba con su particular eficiencia la alfombra. Metía las manos en el agua helada sin dudar y fregaba la alfombra desapareciendo cualquier rastro de su debilidad.

Al termina Aysel se sentó sobre el piso y recargó la cabeza sobre su pecho.

—No tienes que hacerlo, ¿lo sabes? — Zwein odió el tono ofendido que se filtró en su voz. ¡Era un maldito malagradecido! —. Puedo hacerlo yo mismo.

—Tienes miedo— respondió Aysel sin tomar en cuenta su molestia—. Es normal estar asustado. Los humanos no pueden escapar de sus sueños, es tan triste y lo lamento tanto por ti.

—En mis sueños no controlo nada— confesó Zwein jugando con el cabello de Aysel—. A veces ni siquiera puedo gritar ni moverme. Es como si nada hubiera cambiado.

—Puedes entrar a los míos si lo deseas— le invitó Aysel por enésima vez quizás—. En mis sueños estarás a salvo.

Si el Mago y Familiar estaban especialmente unidos ambos podrían introducirse en los sueños del otro siempre y cuando ambas partes estuvieran de acuerdo, pero a Zwein no le agradaba la idea de cargarle sus demonios a Aysel incluso mientras dormía, eran sus pesadillas y él debía aprender a controlarlas.

—Estaré bien.

—Desde que llegamos has tenido pocas noches de sueño completo— replicó Aysel—. No permitirás que nadie más lo vea, pero este lugar te aterra y me duele no ser capaz de hacer nada para calmar tu sufrimiento.

Zwein no contestó, sujetó la mano de Aysel y la estrechó con fuerza.

—No me abandones jamás.

Cerró los ojos, suplicando porque Aysel no se diera la cuenta de la verdad: era débil, estaba aterrado y no sabía si podría continuar. La avalancha de recuerdos que regresar a Ómicron le trajo lo había derrumbado por completo, tenía tantas cosas que hacer, pero pasaba sus días en compañía de un viejo, con la nariz metida entre libros, practicando una magia que hace mucho había dominado y trabajando en un tipo de magia del que no se tenía constancia. Le temía al mundo, a su pasado, a su familia, a su debilidad, a su futuro, a equivocarse, pero sobre todo a que Aysel descubriera lo cobarde e inútil que era y lo abandonará, lo dejará atrás en búsqueda de un Hechicero o Bruja que estuviera a la par de su potencial.

—No me dejes solo— repitió en la semi oscuridad.

—Jamás, Maestro. Siempre estaré contigo, lo prometo.

 

Odiaba las lecciones de Max tanto como el mismo mocoso.

El adolescente no era tonto, pero estaba convencido de lo era. Se entregaba al aprendizaje con la certeza de que era una pérdida de tiempo y no llegaría jamás a ningún lado; no lo hacía conscientemente por supuesto, pero Zwein podía ver como lo miraba con expresión de angustia cada vez que le hacía una pregunta. Este enfoque no estaba funcionando, quizás debería intentar una mezcla de teoría y práctica. Quizás el problema no era Max, sino él como Maestro. Jamás había ido a una Escuela de magia, a la edad de Max ya estaba leyendo libros para magos certificados y practicando hechizos simples, ansioso de pasar a los complejos, pero él era una Bestia, la magia fluía por sus venas, no podía exigirle lo mismo al escuálido muchacho.

Aunque no podría decir era una pérdida total de tiempo, Aysel quién apenas aparentaba prestar atención absorbía cada palabra con particular entusiasmo.

Lo que estaban haciendo era poco menos que un suicido, estaba terminantemente prohibido enseñarle magia a un Familiar, el castigo era la ejecución inmediata del inculpado, su familia cercana y lejana, también amigos y compañeros de trabajo, así como cualquier familiar con el que éstos hubiera tenido contacto. Sin embargo, Zwein tenía la teoría de que si Aysel aprendía a dominar los hechizos de los Magos podría evadir el sello del collar y fungir a la vez como Mago y Familiar. Si tenían éxito, Aysel sería libre, no habría manera de apresarlo. La magia que sellaba sus poderes era poderosa, tan antigua que ni siquiera se sabía el nombre de los autores del hechizo ni la forma de romperlo, pero si tenían éxito lo cambiaría todo. Sabía que era una locura, pero si alguien podría lograrlo ese era su Familiar.

Lo cierto es que las lecciones de Max no estaban exclusivamente dirigidas hacia el adolescente, ni siquiera le había contado su plan al Vampiro, si Aysel sospechaba algo tampoco lo había mencionado.

El leve toque en la puerta interrumpió sus pensamientos, esperaba ver a una sirviente, pero era el Señor Alphonse, el rostro generalmente apacible del tío de Max lucía preocupado.

—Lamento interrumpir tu clase, querido, pero hay una dama que requiere verte.

En ese momento el tiempo se detuvo, volvió a ser un chiquillo de cinco años, rechazado y asustado. De alguna manera lo supo antes de que el Señor Alphonse se lo dijera con suma delicadeza.

—Sé que su relación es cuando menos es delicada, quería decírtelo yo mismo y dejarte decidir si quieras verla. Se trata de la Señora Lea, tu madre.

Aysel se levantó de un salto y se colocó a su lado.

Se dirigió a Max y le indicó que lo siguiera, Aysel caminaba a su lado, el Señor Alphonse prefirió quedarse en el cuarto de estudio.

Entró al salón y la vio, tenía el cabello demasiado corto y encanecido, el rostro demacrado y las manos esqueléticas, pero pudo reconocer a la mujer que alguna vez amó y llamó “Mamá”

— ¡Hijo!

Su grito lloroso le revolvió el estómago y sus brazos cuando lo rodearon le produjeron escalofríos.

La apartó con gentileza, intentó odiarla, pero entonces vio sus ojos azules, los mismos que él y Deux compartían, tan sólo alcanzó a sentir pena y lástima

Había perdido la razón, no quedaba ni rastro de cordura en su otro tiempo brillante mente.

—No dejaré que tu Padre te encierre nuevamente, Zwein, te llevaré muy lejos y entonces huiremos.

Lo comprendió. La locura era su castigo por ser una mujer débil.

— ¿Cuántos años tengo, Mamá? — le preguntó tomándola del brazo y llevándola un sillón junto a la ventana.

Su progenitora sonrió con alegría.

— ¡Cariño, que olvidadirzo eres! Cumplirás cinco dentro de dos semanas. Pero ya lo decidí, te llevaré lejos y tu Padre nunca podrá lastimarte de nuevo. Lo lamento por tus hermanos, pero ellos no me necesitan tanto como tú. ¡Eres mi niñito especial!

Cubrió su rostro con besos pegajosos.

—Max averigua como llegó hasta aquí por favor. Pide un carruaje y un par de sirvientes que la escolten de regreso a su casa. Yo esperaré con ella.

Y durante cinco minutos Zwein fue el “precioso niño” de su Madre, permitió que lo amará, besará y abrazará, escucho sus promesas de escape que jamás se cumplirían.

Cuando intentaron llevársela su Madre peleó con tanta fuerza para que no la separarán de su hijito que hubo de sumergirla en un suave sueño. Él mismo la metió en el carruaje con una nota para su Padre.

—Escucha bien mis instrucciones, Max— dijo mientras el carruaje se marchaba—. Necesito que nos consigas un sitio donde vivir en el centro de Ómicron, no tiene que ser elegante ni grande, pero debe estar lo más cerca posible del Palacio.

Él no sería como su madre, no viviría atrapado en el pasado ni en lo que pudo haber hecho.

Zwein viviría, actuaría y cargaría con las consecuencias.

 

Notas finales:

Zwein está algo asustadizo, al menos no tiene TEPT tan desarrollado todavía. Pero hey, es humano y bueno, lamento el ritmo lento de estos capis, pero son demasiadas piezas a las que acomodar, jejeje.

Gracias por leer, saludos.


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