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El Parque de las Oportunidades por Clematis V

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Las cosas más importantes en la vida aparecen de repente, cuando menos las esperamos. Una afición, un hobby puede traernos aquello que siempre deseamos tener. Pero hay que tener valor; cazar las oportunidades.


Cuando dijo que le gustaba la fotografía, pareció que les había dicho que era gay. Cosa que también era cierta, aunque por aquel entonces ni el mismo lo sabía.


Contra todo pronóstico, consiguió que sus padres le dejaran viajar a la ciudad perfecta para estudiar fotografía. Con uno ahorrillos que tenía y lo que pudieron darle sus padres y demás familia, cogió un vuelo y se dirigió hacia allá. Instalándose en un modesto apartamento cerca de un bonito y pequeño parque. 


Cuando el taxi pasó por delante, el chico le preguntó al conductor sobre cómo se llamaba aquel curioso parquecito. Lo llaman el Parque de las Oportunidades, porque dicen que todo aquel que lo visita con regularidad acaba encontrando su oportunidad, había dicho el taxista. El joven había sonreído y luego de bajarse y pagar, se había ido decidido a investigar el parque. Luego de ordenar lo mínimo posible el apartamento.


Llevaba un mes en aquella ciudad. 



Todo los días, sin faltar ninguno, hubiera lluvia, pasara un vendaval o fuera estío; él siempre estaba allí. A la misma hora, en el mismo lugar. Con su cámara fotográfica y sus ganas de fotografiar. Cualquier cosa, cualquier persona; todo aquello que le llamara la atención o lo más normal del mundo. Para él todo valía, mientras se pudiera fotografiar.


 
Pasó un día, que al llegar, se encontró con que su lugar estaba ocupado por otro joven. Un joven que fumaba. No se fijó en él, su mirada estaba perdida en algún punto en el horizonte. Pensaba, mientras deslizaba el humo fuera de sus labios, bailando, danzando con el aire. Tiraba las colillas al suelo, sin importarle que pudieran haber barrido hacía tan sólo unos momentos. Su aire misterioso y carismático, el cabello negro cayéndole elegante, la chaqueta de cuero junto a los vaqueros desgastados, no pudo más que atraerle. Y aunque no vio su cara, el chico sintió deseos de fotografiarle, pero no se atrevió. 


Y pasaron unas cuantas semanas más, en las cuales, ambos parecían coincidir siempre allí. 


Y finalmente, recogiendo todo el valor que poseía, el chico se atrevió a preguntar. ¿Puedo fotografiarte? Y entonces el otro joven levantó la cabeza y le miró por primera vez. 



Y se quedó perdido en los ojos azules que le miraban, tan azules como el cielo que se extendía sobre ellos. Y no pudo más que quedarse prendado de las finas y angulosas líneas de su rostro. Y sintió aún más deseos de fotografiarle y de inmortalizarle por siempre; sólo para él. 



El joven desvió su mirada azul y la clavó de nuevo en aquel indefinido punto. Y el chico se desanimó al no obtener respuesta alguna. No vio cuando un asomo de sonrisa se extendió por los labios del otro, que finalmente habló.


Pensé que nunca me lo pedirías. 
 

Fin
Notas finales: Espero que les haya gustado tanto como a mí escribirlo.

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