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Entre dos amores por Majo Walles

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Entre dos amores

 

Capítulo 1

 

Cuando llegaron a ese lugar se encontraron con un mundo completamente diferente, nunca habían estado en el mundo muggle, ni siquiera con sus padres. Así que ahora estaban emocionados, por fin los habían dejado viajar solos.

Fred y George Weasley estaban fuera del área de visión de sus padres.

-Hermano, tenemos que ver qué hacer primero –dijo Fred luego de salir del hotel donde se estaba hospedando.

-Supongo que recorrer las calles –dijo mirando a todos lados, llamaban la atención, ser gemelos, pelirrojos y guapos, hacía que las miradas de muchos se centraran en ellos.

Se pasaron la mañana de un lado para el otro, entraron a tiendas de ropa y de comida rápida. En menos de tres horas ya eran fanáticos del pollo frito de los muggles.

Eran cerca de las tres de la tarde cuando se dejaron caer en la banca de la plaza central, había más gente por las calles, más muggles en sus cosas, trabajando para sobrevivir. Eran admirables, a los ojos de los jóvenes magos.

Fred estaba tan concentrado en comer el helado que  había comprado que casi se le cae al suelo cuando su hermano le codeó en las costillas.

-¿Qué? -preguntó de mala gana, viendo que su preciado helado estaba a salvo.

-Mira, creo que es guapo –dijo viendo al frene, con la mirada fija y una sonrisa tonta en la cara.

Fred buscó en la dirección en la que su gemelo miraba. Había una madre con su hijo pequeño, una muchacha caminando rápido mirando la hora en su reloj, un par de niños y más allá al chico más hermoso que había visto. Piel clara, figura exquisita y cabello rubio platinado, lizo y largo casi hasta la mitad de la espalda.

-Lo es, hermano, realmente hermoso –declaró luego de que este girara cuando un niño le pasó por al lado y vieran su rostro de frente- Pero es un muggle.

-¿Y qué? –dijo como si nada- No es como si le fuera a pedir matrimonio.

-No sé, hermano, algo en él se me hace raro. –dijo mirándolo más concentrado-. Me recuerda a alguien, pero no sé a quién.

-De hecho, a mi también se me hace conocido… como si hubiera visto a ese chico antes.

La curiosidad estaba consumiéndolos a ambos. Pero eso mismo es lo que siempre les hacía hacer las locuras en las que se metían.

-¿Nos acercamos? –dijo George, tratando de convencer a su hermano, que cada vez se veía más entusiasmado.

-Bien -caminaron donde el chico que se había sentado en una banca y ordenaba unas cosas dentro del bolso que llevaba.

-Hola –dijo George elevando la mano a modo de saludo.

El muchacho levantó la mirada, atento a los pequeños detalles, como siempre, buscando en sus memorias a los muchachos frente a él. Pero nada.

-¿Qué quieren? –dijo de forma brusca, le molestaba que le interrumpieran ya que estaba buscando con urgencia un material importante que al parecer había perdido y era primordial para sus exámenes finales.

-Wow, tranquilo, sólo queríamos saber tu nombre –dijo Fred, la actitud del chico sólo lo hacía ver más atrayente a sus ojos.

-¿Para qué? –preguntó aliviado con las hojas perdidas por fin en sus manos. Las volvió a guardar y se puso de pie, mirando a los insistentes pelirrojos-. No los conozco.

-Nosotros tampoco, pero te nos haces conocido, como si te hubiéramos visto en otra parte.

-Si no viven aquí, lo dudo –dijo empezando a caminar-, Nunca he salido de Worcester.

-No, en realidad no somos de aquí, venimos de Londres –le contó Fred, emocionado por el  aparente desinterés el chico. Al parecer era completamente consciente de su belleza, selectivo, y aparentemente ellos no le llamaban la atención.

-Entonces no nos conocemos, así que no hay nada de que…

-Sólo queríamos saber tu nombre, porque eres muy guapo.

-¿Y eso qué? –dijo mirándolos de frente, eran mucho más altos que él, por lo que tenía que levantar un poco la mirada-. No son los primeros que lo dicen… quizás sí son los primeros hermanos que lo hacen.

-Entonces, ¿por qué no nos acompañas por un café? –dijo un divertido George.

-Claro, por eso de ser los primeros –le secundó su hermano.

-No le veo el asunto, además no salgo si no le aviso a mi padre.

-¿Qué edad tienes? ¿Doce? –se burló Fred.

-¡Tengo quince! –les gritó molesto.

Bien, era más joven de lo que pensaban, pero no era tanta la diferencia tampoco.

-Entonces vamos por un helado –invitó George.

-Aun tengo clases –trató de excusarse, estos sí que eran insistentes. La mayoría se iba luego de que les decía no con una mala mirada.

-Sólo es un helado, no te molestaremos más.

El muchacho los miró de mala gana, pero viendo que probablemente le seguirían si les decía que no, prefirió cortar por lo sano.

-Bien, pero luego se largarán.

-Trato hecho… A propósito, ¿cuál es tu nombre? –preguntó Fred.

-Draco… Draco White

-Mucho gusto, Draco, yo soy Fred.

-Y yo soy George.

 

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Miró el reloj de la pared por segunda vez, su hijo, puntual como él solo, no había llegado a la hora de siempre, de hecho, llevaba casi una hora de retraso. No sabía si realmente preocuparse, Draco era muy responsable y no se metía en problemas, pero entonces la puerta de la casa fue abierta y llegó su hijo.

-Es algo tarde para que llegues, hijo –le dijo cuando llegó a su lado, había cerrado su computador para poner atención a Draco.

-Lo siento, papá, se me fue un poco la hora estudiando –dijo al tiempo en que dejaba un beso en la mejilla de su padre.

Lucius White era la imagen de su propio hijo, pero veinte años mayor, apuesto y de aspecto serio, era un inversionista nato gracias a eso podía darle a su hijo una vida tranquila, pero como viejo zorro no se le escapaba nada, mucho menos si era esa pequeña sonrisa, casi imperceptible en la cara de su retoño.

-¿Pasó algo? Te veo diferente –le interrogó, mientras caminaba a su bar y se servía un poco de vino.

-Nada… ¿Sabes? Conocí a dos chicos, son hermanos… gemelos.

-¿Son de tu escuela? –le preguntó extrañado, no recordaba saber de gemelos en el colegio de Draco, y como miembro del consejo de padres, sabría algo como eso.

-No, sólo aparecieron y ya –dijo como si nada, a su padre no se le escapaba nada.

-Bueno, eres un chico hermoso, hijo –dijo como si nada- No puedes evitar atraer a la gente.

-Sí, bien –sabía que lo que su padre decía era verdad, le había pasado muchas veces antes tanto con chicas como con chicos-. No sé, son diferentes a otras personas.

-¿Diferentes?

-Sí, pero no sé, debe ser impresión mía.

-Puede ser –dijo quitándole importancia, notando la mirada algo perdida de Draco- Pero te dejaron en las nubes.

-No, para nada… Voy a ir a estudiar.

-No te duermas tan tarde –le recomendó al verlo tomar su bolso y salir camino a su habitación- ¡Y come algo!

-¡Lo haré, buenas noches, papá!

Su bebé estaba creciendo… Demasiado rápido.

 

TBC...


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