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El Bosque: El regreso del príncipe. por Keiko Midori 0018

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Varios días después, el demonio caminaba entre la oscuridad del bosque. Caminó hasta llegar a un claro cerca de un lago y decidió parar para admirar el bello paisaje. Habían pasado ya unos días desde que había visto a su príncipe. Pero, como lo había hecho la primera vez , lo dejó irse con los suyos. Eso lo tenía un tanto turbado, parecía como si la historia se repetiría. No quería que eso pasara, no de nuevo. Estaba más que dispuesto a recuperar a su príncipe pero solo si él quería estar a su lado por voluntad propia.

Sintió a las criaturas del bosque algo inquietas. A decir verdad, esos seres eran demonios como él solo qué inferiores e inofensivos. Seres que no solían atacar a menos de ser necesario. Pero, a pesar de ser débiles, si llegaban a atacar en grupo, se volvían una verdadera molestia. Empezó a prestar atención a su alrededor buscando la causa de su comportamiento y la encontró... Era el tenue aroma de su príncipe que caminaba en círculos como si buscara a alguien. Una leve esperanza de que le estuviera buscando, apareció.

El demonio cerró los ojos y enfocó sus pensamientos. Por otro lado, el príncipe dejó de vagar sin rumbo y caminó en una dirección en particular. Sin saberlo, sus pies lo llevaron a ese claro en donde el demonio descansaba. Cuando el príncipe llegó, el demonio abrió los ojos.

El príncipe se encontraba algo confundido al no darse cuenta de cómo había llegado allí. Al principio estaba perdido y de repente, había perdido la noción de lo que hacía por unos minutos. Decidió ignorar esa sensación y con lentitud, se acercó al demonio. Se sentó un poco alejado de él sin mencionar ni una sola palabra.

Ambos se quedaron en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos y disfrutando de un silencio tranquilo.

...

...

El príncipe abrió los ojos. Se sentó y estiró, se dio cuenta de que estaba en su habitación y solo bufó molesto, estaba seguro de que siempre sería así. Y estaba en lo cierto.

Con el paso de los días, el príncipe acudía al bosque todas las noches sin falta. Pero, amanecía en su cama por las mañanas y obviamente, por obra del demonio. Su comportamiento había cambiado repentinamente y todos lo notaron, aunque se alegraron por él creyendo que empezaba a superar sus traumas. Nadie sabía que todas las noches salía a enfrentarlos para cerrar ese ciclo de temor sin fin.

El príncipe seguía yendo a ver al demonio. Se sentaban juntos en aquel lugar más no mencionaban ni una palabra. A ambos les gustaba la compañía mutua a pesar de que esos tiempos estaban cargados de silencio. En una de tantas noches, el príncipe decidió dar un paso más a esa extraña relación que había creado en compañía de aquel ser sobrenatural.

Una vez más, el príncipe encontró al demonio sentado mientras seguía admirando el firmamento y sin esperar, se sentó junto a él. Tras unos eternos segundos, recargó su cabeza en el hombro del demonio y cerró los ojos disfrutando el momento creado.

Tras ese audaz movimiento, el demonio se tensó. Y todo al sentir el pequeño cuerpo pegado al suyo. El demonio ya había perdido la cuenta de los días que habían empezado a reunirse allí pero admitía que le gustaba esperar al príncipe y verlo sentado junto a él. Abrazó la cadera del príncipe y se recargó en él compartiendo ese nuevo paso en su historia.

Los días siguieron pasando y ambos seguían la misma rutina. Poco a poco, el príncipe perdía el miedo al demonio y los sucesos del pasado empezaban a ser eso, sucesos de un pasado que ya no volvería. El joven heredero empezaba a relatarle al demonio un poco de su vida y él le escuchaba atento, atesorando cada palabra en lo más profundo de su ser.

...

...

Un día simplemente ocurrió, el príncipe tomó la decisión de dar un paso más con el demonio. El heredero estaba casi seguro que ya había superado su oscuro pasado, ahora quería vivir su presente y asegurar su futuro.

El príncipe estaba sentado junto al demonio, mientras su cabeza descansaba en el hombro del mismo. Sin decir nada, se levantó confundiendo al demonio que prefirió quedarse callado. El menor se arrodilló frente al demonio posicionando sus rodillas a cada lado del cuerpo del mayor, este lo observaba interrogante por sus confusas acciones. El príncipe le dio un tímido beso en los labios mientras sujetaba sus pálidas mejillas con ambas manos.

El demonio estaba más que sorprendido, era el primer beso que su príncipe correspondía y no podía estar más feliz. Agarró con ambas manos la cadera del príncipe y ejerció presión para que se sentara sin cambiar de posición y lo hizo, sintió que necesitaban del vital oxígeno y se separaron para respirar. Al recuperarse y sin perder tiempo, volvieron a unir sus labios. El demonio no tenía palabras para describir ese maravilloso momento que estaba seguro, jamás olvidaría.

Los besos se tornaron más pasionales, la temperatura de sus cuerpos aumentaba y el demonio bajó los besos al cuello del príncipe. Besaba con fervor esa tersa piel, hacía ya mucho tiempo que no la probaba. Con algo de necesidad, abrió la parte superior de la ropa del príncipe lo suficiente para dejar los hombros descubiertos y probar con un poco más de libertad. Repartía besos hasta que sintió un leve temblor en su príncipe, alzó la mirada y lo vio con las mejillas coloradas y los ojos cerrados pero también vio como lágrimas silenciosas surcaban sus mejillas, él aún le temía. Besó la cicatriz de su hombro y volvió a cubrirlo, lo abrazó y el príncipe escondió su rostro en su cuello y lloró, lloró todo lo que tenía acumulado. Todo el dolor que tenía contenido era liberado con cada lágrima.

El príncipe no había llorado desde la última vez que se había quedado con el demonio, había estado guardando el dolor todos esos años para sí, sin saber que eso terminaría dañándolo aún más.

El demonio lo dejó desahogarse y lo abrazó. Estuvo susurrando varios «Perdóname» mientras lo mecía. Pues esa era la verdad, todo eso era su culpa. Él tenía la culpa de los traumas, de esas lágrimas y ese dolor. Estuvo así por un rato hasta que solo escuchó leves hipidos, se aferró aun a él y acarició su espalda con suavidad brindándole el consuelo que necesitaba. Mostrándole que nada del pasado se volvería a repetir.

El mayor sintió la respiración acompasada y lo supo, el príncipe se durmió en sus brazos. Necesitaba dejarlo descansar. Por eso, trató de levantarse sin despertarle para así llevarlo de regreso a su hogar junto a los humanos. Logró levantarse del suelo pero el príncipe estaba fuertemente sujetó a su cuello. Solo le quedó asegurar sus piernas con ayuda de sus manos y emprender el camino hacia el palacio. Bien podría usar una de sus tantas habilidades para llegar con rapidez pero prefería caminar aferrándose a su valioso tesoro. No, el príncipe ya no era su posesión, ahora era libre. Pero, venía a verlo y eso lo llenaba de dicha.

Mucho tiempo después...

Esa relación, daba pasos agigantados por cada día que pasaba. Esos cambios habían sido buenos y el dejar el pasado atrás, estaba funcionando bastante bien. Tanto que el demonio estaba completamente seguro que quería al príncipe a su lado, siempre lo supo y ahora que ya no le temía, le daban leves esperanzas de que ese anhelo se cumpliera. Y por su parte el príncipe, también estaba seguro de que amaba a ese demonio. No sabía cuando había comenzado o porque, simplemente lo sentía. Tal vez por esas reuniones en las que se sentaba junto a él a convivir en silencio o con algunos temas triviales, en la que algunos tiernos besos salían entre las palabras o tal vez eran esas miradas afectuosas que se brindaban en compañía de la luna.

Los padres del príncipe notaron su comportamiento alegre y eso en verdad los sorprendió. Si bien el príncipe empezaba a cambiar, ahora se le notaba extremadamente feliz y con una radiante sonrisa. Lo veían tararear alguna tonada alegre durante sus entrenamientos, a veces sonreía solo o soñaba despierto. También podrían jurar que lo veían suspirar por los rincones del palacio, estaban seguros de que el príncipe heredero parecía sumamente enamorado. Y la cuestión era, ¿De quien?. El príncipe aún era algo arisco con las personas, no hablaba más que con Koga y Miroku por los entrenamientos que recibía, no había nadie más y no sabían si sus salidas clandestinas tenían algo que ver. Pero, aún estaba esa interrogante y ya tenían un plan para averiguar lo que ocurría con el príncipe.

...

...

El príncipe había decidido demostrarle su amor al demonio, aunque no sabía cómo. Con el pasar del tiempo, había notado que el demonio se mostraba algo inseguro a la hora de tocarlo. A lo que intuyó que tal vez temía que el pasado regresara. Tal vez esa era la razón pero sabía que él estaba sumamente arrepentido por sus actos y le había perdonado para dejar de lado ese oscuro pasado. Ya en la noche y asegurándose que nadie lo veía, aprovechó para ir a su encuentro con su amado demonio. Calculando el tiempo que llevaba haciendo esa rutina, estaba casi seguro que llevaba más de un año con esas extrañas visitas. Más de un año le tomó perdonar y aceptar al demonio. No se arrepentía de su decisión.

Pero antes de siquiera pensar en su futuro, debía enterrar su pasado. Pretender que no había pasado, no era una opción, debía erradicar esos horribles recuerdos. Toda su pesadilla debía superarse y lo haría con la ayuda de su demonio. Al llegar al claro donde se reunían, el demonio le esperaba como siempre lo hacía. Pero, esa noche sería diferente a las demás.

―Llévame al lugar donde la pesadilla inicio.

Tras su petición, pudo ver como el demonio se sorprendió. Pero el demonio estaba seguro de una cosa, si su príncipe así lo quería, le obedecería sin siquiera dudar. Tomó su mano y ambos emprendieron la marcha hacia la profundidad del bosque.

Caminaron por un rato, todo se hallaba en silencio y solo eran alumbrados por el frío brillo de la luna. Finalmente, llegaron. El príncipe apretó el agarre de sus manos, aún temía a lo que veía pero debía ser valiente ya que en su mente solo había un plan y era: Superar la pesadilla.

Frente a ellos se alzaba una vieja cabaña en ruinas, de aspecto tétrico y abandonado. Ese era el lugar donde la pesadilla inició. Después de unos segundos, el príncipe soltó la mano del demonio y avanzó un par de pasos. Se detuvo cuando escuchó los pasos del demonio tras de sí.

―Esto es algo que debo hacer yo solo. Por favor, espera aquí.

El demonio obedeció a la petición. El príncipe entró con cautela a la cabaña, todo era iluminado por la luz de la luna que se colaba por los huecos que había en el techo. Incluso, aún se podían notar las viejas manchas de sangre en el suelo de madera, la sangre de las víctimas de aquella masacre. Se adentró aún más, se escuchaba el crujir de la madera vieja con cada paso que daba pero eso no lo detuvo. Ignorando sus temores, siguió su camino hasta que llegó a su destino... La última habitación de la cabaña.

Al entrar, estaba casi igual obviamente omitiendo el paso del tiempo. Al cerrar los ojos, podía ver ese doloroso suceso, aún escuchaba sus gritos y súplicas. Se recargó en la pared que quedaba frente a la cama y se deslizó hasta quedar sentado en el suelo. Era como si reviviera esa oscura parte de su vida una vez más.

Continuará...

 


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