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Gritos a puertas cerradas por Knochen Fresserin

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Notas del capitulo:

¡Wow!

Simplemente wow,  aunque está historia a estado acosando mi cabeza desde hace mucho y crei que sería dada de baja por la poca trama que tuviese o algo.  

Gracias, ustedes también lectores fantasmitas~

 
—¿No lo has escuchado?—
 
—¿Cómo lo voy a saber? Apenas vine hace unas semanas aquí.—
 
—Pues yo sí, dicen que en el bosque hay una casa abandonada.—Continuo esta vez una niña peli castaña claro, casi llegando al rubio, no era por su genética que porta aquello, portaba síntomas de desnutrición muy arraigados que hasta su mirada y piel pañosas la delataban junto con su delgadez que poco a poco iba dejando atrás.
 
—¡Yo escuche que allí fue donde la bruja mato y se comió a su marido!—Chillo asustado otro niño poniéndole los pelos de punta a sus demás compañeros.
 
—¿Sera real?—Pregunto Orión quien era el nuevo integrante del grupo.
 
—¡Claro que no!—
 
—¡Comprobémoslo nosotros mismos!—Exclamo la mayor de las niños en aquel grupo.
 
—¡Si, vamos!—Exclamaron los otros cuatro niños alzando las manos, cual equipo antes de jugar motivándose entre ellos.
 
Estaban tan ensimismados planeando la fuga mientras estaban en los dormitorios que compartían con todos los demás niños que no se percataron que una silenciosa sombra se asomaba por el marco de la amplia puerta, observándoles detalladamente o al menos eso trato hasta escuchar sus magníficos planes de fugarse ese día de clases.
 
—¿A dónde van a ir?—Se escucho detrás de los infantes, era el cura más joven de la iglesia por lo que ahora todos se encontraban callados y completamente pálidos, menos el infante que llevaba unas pocas semanas en aquel lugar.
 
—¡Padre Erick!—Chillo asustado uno de los infantes mientras retrocedía al igual que los otros. Ninguno de los niños tenía valor para hablar luego de haber sido cachados en sus planes de fuga.
 
—¿No estarán planeando fugarse de sus clases o sí?—Decía mientras se acercaba a los infantes. 
 
Algo iba mal, reconocía que el susto debía haberlos preocupado pero debía ser poco.
 
Ellos lo observaban con miedo, no por nada la palidez de los infantes y que al verlo acercárseles estos retrocedían con mayor pavor que antes. Reconocía aquel insano miedo en los ojos de los niños, al igual que cuando llego: los moretones en los brazos, piernas y espaldas de estos iban disminuyendo. Tenía que hablar con el padre Jerónimo luego.
 
—¡Claro que no padre!—Esta vez fue el nuevo quien salto, sin saber que sus demás amigos negaban con la cabeza atrás de él para que se callara.
 
Joel le jalaba de la camisa tratando de apartarlo del creyente debido a que este estaba a poca distancia de él, los demás niños temían que por la insensatez del chico les costara mas, con lo bien que se habían sentido en aquellas semanas que no había estado aquel sujeto, todos los niños en general se sentían aliviados, ya hasta sus heridas tanto físicas como mentales sanaban con tranquilidad. El mayor de los niños se acerco al pobre diablo un poco más para casi arrastrarlo con los demás pero el chico tiro del brazo despegándose al otro. Cosa que no paso desapercibida por el cura.
 
—Que bien Orión, porque tienen que prepararse para ir a clase.—Se acerco al niño mientras le revolvía el negro cabello, asiendo que sus pupilas azul claro brillaran de felicidad por el afecto: todo bajo la atenta mirada de los demás, causando que estos dejaran de temblar y tuvieran un poco más en confianza en él.
 
Después de todo había sido el único que no los había castigado físicamente en aquel lugar. 
 
Se alejo del chico que sonreía alegre sin entender el miedo de los demás, salió de los dormitorios dejando a los cinco infantes confundidos y aliviados de no ser castigados.
 
—¡Orión no vuelvas hacer eso!—Bramo Joel sujetando al nombrado de los hombros mientras lo sacudía con fuerza.
 
—¿Pero por qué?, Erick no es malo.—
 
—Joel tiene razón, no te acerques a ellos así—, salto la única niña en aquel grupo—, ¿Qué tal si te pasa lo mismo que al hijo de Fidel?—
 
Los demás también se habían sumado a regañar al chico que aun no entendía porque tanta preocupación le tenía al nuevo cura. No hasta que los volvió a interrumpir una voz seguido de unos toques en la madera de la puerta de entrada, allí estaba de nuevo Erick que solo dejaba ver su cabeza y su brazo derecho.
 
—Por cierto, hoy recibirán clases en el sótano, estamos arreglando algunas aulas y es peligroso para ustedes estar cerca. Y lo digo más por Jane y Joel.—Señalo al “dúo del caos”, como les llamaban las hermanas a dicho par.
 
Aquella visita a los dormitorios solo lo había dejado con un amargo sabor de boca y mientras se dirigía a paso apresurado hacia el despacho del padre Jerónimo, no dejaba de darle vueltas al asunto. Los rostros asustados de los chicos, el leve temblor que estos mostraban al igual que el miedo que le tenían. Él no era idiota y desde el primer día que había puesto un pie sobre aquella iglesia los infantes lo veían con miedo, pensando en “otro más…”. 
 
Si ya encontraba extraño el porqué lo habían llamado con tanta urgencia a aquel pueblo ahora sumado al comportamiento de los niños solo lo hacía rebanarse los sesos pensando en cosas, nadie en aquel lugar le diría la verdad mucho menos la razón tan repentina del cambio pero ser el único en no saber nada de la situación era algo que no dejaba de hacer estragos en su mente.
 
—Padre Jerónimo—, llamo mientras golpeaba con algo de rudeza la puerta del despacho del nombrado, tenía que sacarse aquellas dudas de la cabeza—, ¿puedo pasar?—
 
Solo recibió una baja afirmación del otro lado por lo que pasó, con o sin su permiso debía de hablar con él antes de que el cazador llegara y le abordara.
 
—¿Por qué tanta prisa?—fue lo primero que dijo el anciano apartando su atención de los papeles
 
—Padre ¿Cómo era el anterior cura de aquí?—Soltó sin rodeos causando un sobresalto moderado en el mayor, lo que no paso desapercibido por el menor.
 
—¿De qué estás hablando?—
 
—Me refiero al anterior sacerdote… —Su mirada era fría y distante, cosa que había alertado por completo al anciano—, al que estoy sustituyendo yo.—
 
—No sé de qué me hablas muchacho.—Entrecerró los ojos y paso su mano por el rostro a modo de tranquilizarse, aquella respuesta solo había conseguido irritar mas al menor—, explícame por qué quieres saber de eso.—
 
—La mayor parte de los niños le tienen miedo a los sacerdotes, no un miedo sano. Sino uno del que se le tiene a un monstruo de un cuento antes de dormir.—
 
—¿Era eso?, es normal que algunos niños en el pueblo le teman a los sacerdotes porque se les inculca desde pequeños que se nos debe de temer debido a otros curas que han habido aquí, a otros por nuestra cercanía al señor se nos respeta por igual.—
 
—Sigue sin parecerme bueno que se les eduque de esa forma, mas aun a los que nosotros cuidamos.—
 
Vio como el macro arzobispo se removía en su asiento molesto por tratar de hondar en aquello, le escucho chasquear la lengua con molestia antes de proseguir, sentía que el mayor solo quería sacársele de encima.
 
—¿Recuerdas a los ejecutadores? Bueno, cuando se empezó a contar algunas historias de cómo algunos creyentes mataban a todo un pueblo porque así lo creían nos comenzaron a tener miedo.—
 
Sabia aquello de antemano, recordaba que incluso había personas que temían la sola presencia de un sacerdote o el de un cazador, no era de extrañarle, había muchos en el pueblo así, ¿pero como eso explicaba por qué los niños le tenían tanto pavor?, era igual con las monjas, podía jurar que incluso le temían más.
 
No era como el miedo que un niño le tiene a una madre porque lo ha encontrado escondiendo un plato que rompió por accidente. No, era un miedo más arraigado en ellos, con sus instintos de supervivencia, de huir ante el peligro, cosa que ellos no hicieron…
 
—No creo que sea a eso lo que yo me refiero.—
 
—Pues realmente no sé cómo ayudarte muchacho, si eso es todo lo que tenias que preguntarme será mejor que te vayas.—
 
—¡Pero padre…!—Iba a replicarle pero un toque de la puerta le hizo callar.
 
—Padre Jerónimo, ¿está libre?—
 
No reconocía la voz y temía porque fuera el cazador. La silueta detrás de la puerta no le auguraba nada bueno, a esa hora los infantes ya debían de estar en clase bajo suelo, pero debía de asegurarse de ello, que ninguno se hubiera escapado como lo planeaban hacer los otros.
 
—No huya de mi pregunta.—Dijo molesto por ver al anciano evadirlo con tanta simpleza.
 
—Escucha, te aconsejo que dejes ese tema de lado Erick.
 
—El arzobispo se apresuro a levantarse para abrir la puerta mientras guiaba y empujaba suavemente al otro por la espalda hacia la puerta.
 
Con su mano libre abrió la puerta encontrando al otro lado a un hombre apoyado en la pared de frente al despacho con las manos en los bolsillos de su chaqueta, tenía una gorra negra que ocultaba su rostro por la visera de esta; observa a ambos creyentes salir del lugar, portaba una chaqueta verde oscuro de cuello alto al estilo militar al igual que sus botas y pantalón, daba todo el porte de haber sido militar más el sacerdote no le prestó atención a este debido a su molestia de que le echaran del despecho con la vaga excusa de que el arzobispo tenía otros asuntos que atender.
 
—Te esperaba antes muchacho,—el visitante solo saludo con un asentimiento al mayor en cuanto a edad—. Bueno ¡pasa, pasa!—
 
Animaba mientras le hacía señales con la mano de que entrara a lo que el visitante no se quedo atrás y se adentro, viendo de reojo al sacerdote y dando se cuenta este ultimo de la presencia del ojiclaro, aquella mirada solo le había helado la sangre.
 
No era una de superioridad, ni tampoco de la que se le da alguien que está dando golpes ahogados, solo era vacía y carente de vida y emoción alguna, Erick había quedado paralizado por aquellos ojos y solo coordino a hacerse a un lado para que este pasara, se quedo quieto al lado de la puerta en no saber qué hacer bajo aquellos ojos que lo denotaban que lo analizaban en una fracción de segundos. Sacándole de su estupor el golpe de la puerta al cerrarse, solo así se dio cuenta de que estaba solo en el pasillo.
 
Notas finales:  
—¿No lo has escuchado?—
 
—¿Cómo lo voy a saber? Apenas vine hace unas semanas aquí.—
 
—Pues yo sí, dicen que en el bosque hay una casa abandonada.—Continuo esta vez una niña peli castaña claro, casi llegando al rubio, no era por su genética que porta aquello, portaba síntomas de desnutrición muy arraigados que hasta su mirada y piel pañosas la delataban junto con su delgadez que poco a poco iba dejando atrás.
 
—¡Yo escuche que allí fue donde la bruja mato y se comió a su marido!—Chillo asustado otro niño poniéndole los pelos de punta a sus demás compañeros.
 
—¿Sera real?—Pregunto Orión quien era el nuevo integrante del grupo.
 
—¡Claro que no!—
 
—¡Comprobémoslo nosotros mismos!—Exclamo la mayor de las niños en aquel grupo.
 
—¡Si, vamos!—Exclamaron los otros cuatro niños alzando las manos, cual equipo antes de jugar motivándose entre ellos.
 
Estaban tan ensimismados planeando la fuga mientras estaban en los dormitorios que compartían con todos los demás niños que no se percataron que una silenciosa sombra se asomaba por el marco de la amplia puerta, observándoles detalladamente o al menos eso trato hasta escuchar sus magníficos planes de fugarse ese día de clases.
 
—¿A dónde van a ir?—Se escucho detrás de los infantes, era el cura más joven de la iglesia por lo que ahora todos se encontraban callados y completamente pálidos, menos el infante que llevaba unas pocas semanas en aquel lugar.
 
—¡Padre Erick!—Chillo asustado uno de los infantes mientras retrocedía al igual que los otros. Ninguno de los niños tenía valor para hablar luego de haber sido cachados en sus planes de fuga.
 
—¿No estarán planeando fugarse de sus clases o sí?—Decía mientras se acercaba a los infantes. 
 
Algo iba mal, reconocía que el susto debía haberlos preocupado pero debía ser poco.
 
Ellos lo observaban con miedo, no por nada la palidez de los infantes y que al verlo acercárseles estos retrocedían con mayor pavor que antes. Reconocía aquel insano miedo en los ojos de los niños, al igual que cuando llego: los moretones en los brazos, piernas y espaldas de estos iban disminuyendo. Tenía que hablar con el padre Jerónimo luego.
 
—¡Claro que no padre!—Esta vez fue el nuevo quien salto, sin saber que sus demás amigos negaban con la cabeza atrás de él para que se callara.
 
Joel le jalaba de la camisa tratando de apartarlo del creyente debido a que este estaba a poca distancia de él, los demás niños temían que por la insensatez del chico les costara mas, con lo bien que se habían sentido en aquellas semanas que no había estado aquel sujeto, todos los niños en general se sentían aliviados, ya hasta sus heridas tanto físicas como mentales sanaban con tranquilidad. El mayor de los niños se acerco al pobre diablo un poco más para casi arrastrarlo con los demás pero el chico tiro del brazo despegándose al otro. Cosa que no paso desapercibida por el cura.
 
—Que bien Orión, porque tienen que prepararse para ir a clase.—Se acerco al niño mientras le revolvía el negro cabello, asiendo que sus pupilas azul claro brillaran de felicidad por el afecto: todo bajo la atenta mirada de los demás, causando que estos dejaran de temblar y tuvieran un poco más en confianza en él.
 
Después de todo había sido el único que no los había castigado físicamente en aquel lugar. 
 
Se alejo del chico que sonreía alegre sin entender el miedo de los demás, salió de los dormitorios dejando a los cinco infantes confundidos y aliviados de no ser castigados.
 
—¡Orión no vuelvas hacer eso!—Bramo Joel sujetando al nombrado de los hombros mientras lo sacudía con fuerza.
 
—¿Pero por qué?, Erick no es malo.—
 
—Joel tiene razón, no te acerques a ellos así—, salto la única niña en aquel grupo—, ¿Qué tal si te pasa lo mismo que al hijo de Fidel?—
 
Los demás también se habían sumado a regañar al chico que aun no entendía porque tanta preocupación le tenía al nuevo cura. No hasta que los volvió a interrumpir una voz seguido de unos toques en la madera de la puerta de entrada, allí estaba de nuevo Erick que solo dejaba ver su cabeza y su brazo derecho.
 
—Por cierto, hoy recibirán clases en el sótano, estamos arreglando algunas aulas y es peligroso para ustedes estar cerca. Y lo digo más por Jane y Joel.—Señalo al “dúo del caos”, como les llamaban las hermanas a dicho par.
 
Aquella visita a los dormitorios solo lo había dejado con un amargo sabor de boca y mientras se dirigía a paso apresurado hacia el despacho del padre Jerónimo, no dejaba de darle vueltas al asunto. Los rostros asustados de los chicos, el leve temblor que estos mostraban al igual que el miedo que le tenían. Él no era idiota y desde el primer día que había puesto un pie sobre aquella iglesia los infantes lo veían con miedo, pensando en “otro más…”. 
 
Si ya encontraba extraño el porqué lo habían llamado con tanta urgencia a aquel pueblo ahora sumado al comportamiento de los niños solo lo hacía rebanarse los sesos pensando en cosas, nadie en aquel lugar le diría la verdad mucho menos la razón tan repentina del cambio pero ser el único en no saber nada de la situación era algo que no dejaba de hacer estragos en su mente.
 
—Padre Jerónimo—, llamo mientras golpeaba con algo de rudeza la puerta del despacho del nombrado, tenía que sacarse aquellas dudas de la cabeza—, ¿puedo pasar?—
 
Solo recibió una baja afirmación del otro lado por lo que pasó, con o sin su permiso debía de hablar con él antes de que el cazador llegara y le abordara.
 
—¿Por qué tanta prisa?—fue lo primero que dijo el anciano apartando su atención de los papeles
 
—Padre ¿Cómo era el anterior cura de aquí?—Soltó sin rodeos causando un sobresalto moderado en el mayor, lo que no paso desapercibido por el menor.
 
—¿De qué estás hablando?—
 
—Me refiero al anterior sacerdote… —Su mirada era fría y distante, cosa que había alertado por completo al anciano—, al que estoy sustituyendo yo.—
 
—No sé de qué me hablas muchacho.—Entrecerró los ojos y paso su mano por el rostro a modo de tranquilizarse, aquella respuesta solo había conseguido irritar mas al menor—, explícame por qué quieres saber de eso.—
 
—La mayor parte de los niños le tienen miedo a los sacerdotes, no un miedo sano. Sino uno del que se le tiene a un monstruo de un cuento antes de dormir.—
 
—¿Era eso?, es normal que algunos niños en el pueblo le teman a los sacerdotes porque se les inculca desde pequeños que se nos debe de temer debido a otros curas que han habido aquí, a otros por nuestra cercanía al señor se nos respeta por igual.—
 
—Sigue sin parecerme bueno que se les eduque de esa forma, mas aun a los que nosotros cuidamos.—
 
Vio como el macro arzobispo se removía en su asiento molesto por tratar de hondar en aquello, le escucho chasquear la lengua con molestia antes de proseguir, sentía que el mayor solo quería sacársele de encima.
 
—¿Recuerdas a los ejecutadores? Bueno, cuando se empezó a contar algunas historias de cómo algunos creyentes mataban a todo un pueblo porque así lo creían nos comenzaron a tener miedo.—
 
Sabia aquello de antemano, recordaba que incluso había personas que temían la sola presencia de un sacerdote o el de un cazador, no era de extrañarle, había muchos en el pueblo así, ¿pero como eso explicaba por qué los niños le tenían tanto pavor?, era igual con las monjas, podía jurar que incluso le temían más.
 
No era como el miedo que un niño le tiene a una madre porque lo ha encontrado escondiendo un plato que rompió por accidente. No, era un miedo más arraigado en ellos, con sus instintos de supervivencia, de huir ante el peligro, cosa que ellos no hicieron…
 
—No creo que sea a eso lo que yo me refiero.—
 
—Pues realmente no sé cómo ayudarte muchacho, si eso es todo lo que tenias que preguntarme será mejor que te vayas.—
 
—¡Pero padre…!—Iba a replicarle pero un toque de la puerta le hizo callar.
 
—Padre Jerónimo, ¿está libre?—
 
No reconocía la voz y temía porque fuera el cazador. La silueta detrás de la puerta no le auguraba nada bueno, a esa hora los infantes ya debían de estar en clase bajo suelo, pero debía de asegurarse de ello, que ninguno se hubiera escapado como lo planeaban hacer los otros.
 
—No huya de mi pregunta.—Dijo molesto por ver al anciano evadirlo con tanta simpleza.
 
—Escucha, te aconsejo que dejes ese tema de lado Erick.
 
—El arzobispo se apresuro a levantarse para abrir la puerta mientras guiaba y empujaba suavemente al otro por la espalda hacia la puerta.
 
Con su mano libre abrió la puerta encontrando al otro lado a un hombre apoyado en la pared de frente al despacho con las manos en los bolsillos de su chaqueta, tenía una gorra negra que ocultaba su rostro por la visera de esta; observa a ambos creyentes salir del lugar, portaba una chaqueta verde oscuro de cuello alto al estilo militar al igual que sus botas y pantalón, daba todo el porte de haber sido militar más el sacerdote no le prestó atención a este debido a su molestia de que le echaran del despecho con la vaga excusa de que el arzobispo tenía otros asuntos que atender.
 
—Te esperaba antes muchacho,—el visitante solo saludo con un asentimiento al mayor en cuanto a edad—. Bueno ¡pasa, pasa!—
 
Animaba mientras le hacía señales con la mano de que entrara a lo que el visitante no se quedo atrás y se adentro, viendo de reojo al sacerdote y dando se cuenta este ultimo de la presencia del ojiclaro, aquella mirada solo le había helado la sangre.
 
No era una de superioridad, ni tampoco de la que se le da alguien que está dando golpes ahogados, solo era vacía y carente de vida y emoción alguna, Erick había quedado paralizado por aquellos ojos y solo coordino a hacerse a un lado para que este pasara, se quedo quieto al lado de la puerta en no saber qué hacer bajo aquellos ojos que lo denotaban que lo analizaban en una fracción de segundos. Sacándole de su estupor el golpe de la puerta al cerrarse, solo así se dio cuenta de que estaba solo en el pasillo.
 

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