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Afraid por Claudia IceBlow

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Notas del fanfic:

Holiii, espero que os guste ^^ es una historia en la que he estado pensando durante meses, y por fin me he decidido a escribirla, espero que sea de vuestro agrado <3.

Cualquier duda, ayuda o sugerencia será bienvenida, así que no os preocupéis, que yo os escucharé encantada ^^

Algunos personajes como Ethan, Sabbath, Miller, Liam, y Anna son de mi novia que me ha dejado incluirlos, si aparecen más os avisaré <3.

 

Dylan Campbell

Siempre se levantaba más temprano de lo usual, no solo para no cruzarse con Alexis, sino también para despedir a su madre quien se iba antes al trabajo para ejercer de abogada, era como su ejemplo a seguir. Era fuerte, trabajadora, muy observadora y le ayudaba en todo lo que fuera necesario, no le echaba en cara el hecho de que no pudieran pasar tanto tiempo juntos como quisieran, al fin y al cabo, procuraba darle la mejor vida posible y cuando tenía vacaciones pasaban el mayor tiempo posible juntos.

Con el uniforme del instituto ya puesto y con los cabellos azabaches un poco despeinados se dirigió al baño viendo su reflejo en este. Tenía los ojos algo hinchados del silencioso llanto en el que se vio envuelto la noche anterior, sentía que la vida no dejaba de darle palos tras palos, y a decir verdad estaba cansado, cansado de luchar contra los obstáculos que le hacían caer una y otra vez. Intentó ser positivo a pesar del dolor patente en su pecho, y comenzó a peinar su flequillo teñido de rojo. En realidad, su cabello era rizado, no obstante, se lo planchaba con tal de parecerse menos a Alexis, de tan solo pensarlo una mueca aparecía en su rostro.

Su rostro era de un pequeño adolescente de doce años, con unos grandes ojos azules, pequeña nariz, y piel pálida. Si algo diferencia a Dylan de los demás compañeros de su clase era que era el más bajo de todos los chicos, y aún así se hacía respetar a base de fuerza bruta, aunque de eso no se sentía tan orgulloso como del hecho que su madre le hubiera dejado hacerse piercing en la oreja a tan temprana edad, sabía que daba bastante envidia a su grupo de amigos.

Tras arreglarse un poco e intentar mejorar su cara de muerto viviente, cogió su mochila y bajó las escaleras a toda prisa yendo hacia la cocina, allí se encontraba su madre tomando café con cereales, mientras miraba por la ventana de la cocina con aire distraído, desde hacía unas semanas la encontraba un poco abstraída, preocupada, cada día trataba de descubrir lo que ocurría en su vida, porque esta bien podría ser inocente y risueña, pero no era tonta, era una gran persona, una que no se le pasaban desapercibidos los pequeños detalles de su estado de ánimo.

—Hola, Dylan —le saludó con su amabilidad innata y se acercó para darle un gran achuchón en el que creía que se le saldría el corazón por la boca—No debes correr por las escaleras, te puedes caer, anda siéntate, te he preparado el desayuno.

—Mamá, no hacía falta jo, que no soy un niño—protestó con cariño, y se sentó en frente de ella tal y como le indicó comenzando a comerse los cereales de chocolate que tanto le gustaban—además si corro por las escaleras es porque estoy deseando verte y que me lleves al instituto—le argumentó como si fuera lo más lógico del mundo teniendo en cuenta que se verían después por la tarde, y tras eso ambos estallaron en risas teniendo en cuenta que era un argumento tonto pero que dejaba caer lo mucho que la quería.

—Sé que me quieres mucho, pero tampoco es para tanto, eres el primero que se pega a mí como una lapa—remató con una sonrisa triunfante aquella que tanto le gustaba. Anael era muy expresiva con la gente con la que tenía confianza, pero muy seria cuando estaba con personas desconocidas y también cuando la situación lo requería, por lo tanto, era más razón para admirarla por la gran fortaleza que poseía y que había forjado a través del tiempo, y era verdad siempre quería estar pegado a ella, conocerla más, y olvidar sus penas al vislumbrar esos ojos azules idénticos a los de él.—Pero ¿seguro que te va bien con el instituto? Si tienes algún problema con tus compañeros o amigos me lo puedes decir.

—Ya tuvimos esta conversación ayer, y te dije que no pasaba nada, estoy sacando buenas notas, y los profesores no tienen quejas ¿no? -evadió su pregunta tratando de mentirle lo mejor posible, aunque eso no le hiciera sentir bien, pero era lo mejor para los dos, él siempre se lo repetía ¿verdad? Vio que Anael asentía con la cabeza no muy convencida de sus palabras—Si pasase algo te lo diría, pero no pasa, así que no debes preocuparte por mí, céntrate en el trabajo y hazlo tan bien como siempre ¿vale? —ignoró la punzada de dolor que inundó su pecho al haberle mentido, cada vez se le complicaba más ocultar aquella verdad que le consumía poco a poco por dentro.

—Está bien, pero no puedo evitar preocuparme por ti cielo, eres mi vida—alargó su mano y sostuvo la suya, sintiendo aquella calidez característica de su madre, si seguía adelante era solo por ella, por sus ojos brillantes que le miraban con tanto amor y aprecio, por esa misma razón sintió sus ojos cristalinos entre emocionado por aquellas bonitas y sinceras palabras, y por el dolor que inundaba su pecho, si él no contaba nada la situación seguiría igual o peor, pero tenía tanto miedo que al pensar en aquella persona se paralizaba en su asiento.

—Tú también eres mi vida, pero todo está bien, te lo prometo—pero en realidad lo que Dylan ignoraba era que su mirada no dejaba de buscar ayuda desesperada, alguien que pudiera hacerle decir en voz alta lo que tanto le aterraba.

Tras tomarse sus cereales y su cola cao ayudó a su madre a recoger un poco la cocina antes de montarse en el coche para ir al instituto. Siempre era uno de los primeros en llegar a clase, pero no le importaba porque le emocionaba pasar mucho más tiempo junto a ella, era la mejor madre del mundo y por eso haría cualquier cosa con tan de verla sonreír, aquella sonrisa que inundaba su corazón de calidez y de fuerzas para seguir adelante a pesar de que muchas veces deseaba rendirse, y aunque sabía muy bien lo que debía hacer era incapaz de hacerlo por miedo.

El cielo estaba despejado y sin una nube, sintiendo como el sol le saludaba con sus calientes rayos que daban en su rostro, por lo que cerró los ojos, dejándose llevar por la melodiosa voz de su madre quien le cantaba de camino a clase. Le enseñó a cantar ya que en su adolescencia estuvo en un coro, y aunque él hubiese aprendido gracias a Anael, era un secreto que no le había contado a nadie, por alguna razón que desconocía le daba vergüenza, y con quien era capaz de cantar libremente era con ella, y solo con ella, hacían duetos maravillosos y llenos de sentimientos, algunas veces grababan y otras veces salía de manera, aún tenía mucho que mejorar pero lo importante era que se divertía, y se olvidaba el resto del mundo.

Se despidió de ella con dos besitos en la mejilla, y una sonrisa llena de calidez y de tranquilidad para hacerle ver que todo que todo iba bien, aunque en el fondo ambos eran conscientes de que no era así ni mucho menos. A pesar de que era temprano y que pocos alumnos entraban, por la gran puerta haciendo un arco por su parte más alta de color blanco haciéndole honor a la paz con una paloma del mismo color justo en medio, vio a uno de sus compañeros de clase, era el chico pelirrojo que se recogía el pelo en una trenza, la cual le llegaba un poco más de los hombros, junto con otro mucho más alto que él, se sonreían entre ellos mientras hablaban, sintiendo cierta envidia con respecto a su grupo de amigos, ellos se diferenciaban por ser crueles, despiadados, y de reírse de las desgracias ajenas y aunque sintiese que no encajaba se dejaba llevar por el odio, y la rabia acumuladas en su interior.

Cuando pasó por el lado de ambos para encaminarse hacia su aula que estaba justo delante de él, en aquel gran edificio pintado igual que la entrada, de blanco, con los barrotes de las ventanas pintadas de azul celeste, ambos cambiaron sus rostros por una mueca que no supo bien cómo identificar, pero dedujo que se trataba de asco, se había ganado una mala fama así que por mucho que le doliera, nunca se iba a esperar que alguien fuera a comprenderle o buscar los motivos del por qué era así.

Al entrar en el interior del edificio en frente estaba el gran amplio patio trasero, y a su derecha había otro que conectaba con el anterior, las escaleras que subían a las aulas estaban a su izquierda, y comenzó a subirlas contando para sí mismo los escalones de manera infantil, pero divirtiéndole por igual, al fin y al cabo aún era un pequeño adolescente. Su clase estaba en la tercera planta, a diferencia de muchos de sus compañeros que llegaban casi sin aliento a la clase de la tercera planta al final del pasillo, él llegaba como si no hubiese subido millones de escalones, tenía una gran resistencia. Como supuso no había nadie aún en clase, y dejó la mochila en su respectivo sitio, al lado de su novia, una chica japonesa llamada Natsuki. Comenzó a tatarear para sí mismo, comenzando a hacerlo sin percatarse de que subía el tono emocionado al dejarse llevar por el canto de su madre mientras iban de camino al instituto.

—No sabía que te gustaban los monos estos chinos, Dylan —se vio interrumpido por un amigo de su grupo, el cual le habló con esa chulería propia de un niño pijo que se creía mejor que los demás, la definición perfecta de aquel rubio platino con el flequillo repeinado hacia atrás. Era mucho más alto que él, le sacaba más o menos una cabeza, sus ojos oscuros mostraban burla, como queriendo iniciar una pelea entre ambos. Desde hacía unas semanas atrás había comenzado una especie de guerra entre ambos, lo que no lograba comprender teniendo en cuenta que no le había hecho nada.

—¿Tienes algún problema con que me guste el anime, Vincent? —le espetó molesto y acercándose a él para hacerle ver que no le tenía ningún miedo, sin embargo en vez de parecer agresivo, más bien a Vincent le hacía gracia por la diferencia de altura, importándole más bien poco reírse en la cara del que se suponía que era su amigo—Por lo menos yo no soy una copia barata de Draco Malfroy.

—Estoy harto de ti y de tus malditas gilipolleces, últimamente no pareces el mismo Dylan de siempre, ¿qué te pasa? ¿Tan poca confianza tienes con nosotros que no nos cuentas lo que te ocurre? —su tono de voz era una mezcla de amenaza y de preocupación enmascarada por esa sonrisita ladina.

Vincent le golpeó en el hombro, y justo cuando iba a contestar este aprovechó para ponerle contra la pared. Soltó un quejido de dolor, al mismo tiempo que respiraba de manera acelerada, asustado e intentando comprender qué estaba pasando, se suponía que a él no debía de golpearle.

—¿Crees que no me he dado cuenta de los moretones que tienes? ¿Qué no te he observado, Dylan, a veces eres tan evidente que me haces reír—susurró en su oído, haciéndole estremecer en una mezcla de repulsión y miedo por igual, ¿cómo se había dado cuenta? Lo tenía escondido, tapado tratando de olvidarse de aquello, como si no existiese, y de repente se vio descubierto, se sintió vulnerable, inquieto, pero sobre todo pequeño, como le hacía sentir él a cada instante.

—Pues no, no tengo confianzas con vosotros como para contaros mis problemas, ¿te molesta acaso? Pues ya ves la penita que me da, por mucho que me intimides no te lo voy a contar, jódete—trató de que no le temblase la voz ni el cuerpo por verse intimidado por el albino, y le empujó con tal de que dejara de tenerle arrinconado entre él y la pared.

Hizo el amago de cogerle del brazo para tirar, no obstante Dennis, otro compañero de clase llegó interrumpiendo la escena por lo que se acercó a ellos como si no hubiese pasado, y de alguna manera se sintió aliviado de que aquello no fuera a más, ni que casase el tema en frente de aquel chico, otro igual o más problemático que el azabache y el albino. Mantuvo su faceta y se sorprendió con la facilidad con la que se le daba fingir algo que no era, al principio era divertido, se sentía poderoso, como si pudiera controlar a los alumnos de la clase, sin embargo todos esos sentimientos positivos que alguna vez sintió se volvieron en su contra, ahora solo deseaba encontrar una forma de salir de esa, preguntándose cómo debía actuar, cómo ser él mismo cuando llevaba tanto tiempo fingiendo.

Había podido observar que tanto Vincent como Dennis se habían acercado mucho el uno al otro, eran amigos inseparables, y aunque cuando vio a aquellos pelirrojos hablando juntos y riéndose se sintió celoso, deseando tener una amistad tan cercana y bonita, la sensación que ellos transmitían era diferente, se quedaban demasiado tiempo mirándose, sonriéndose mutuamente y contándose secretitos al oído, pero les conocía lo suficiente como para saber que era algo pasajero, algo que no entendía, pero pasajero al fin y al cabo.

Poco después la clase comenzó a llenarse de alumnos y alumnas, y nada más llegar Natsuki se abrazaron como si no se hubieran visto en años, y compartieron un par de besos, sorprendiéndose con la pasión en la que movía sus labios contra los suyos, pero tratando de seguirle el ritmo con la respiración acelerada por la inexperiencia. Cuando nadie les miraba, Natsuki aprovechó para apretarle el trasero, eran cosas que hacían los novios ¿verdad? ¿Entonces por qué sentía que su relación no estaba funcionando? Estaba tan confundido, era tan inexperto, que no comprendía lo que ocurría y ni tampoco hablaba ni compartía sus problemas con nadie, entonces era más motivo para sentirse perdido y desconcertado ante la incertidumbre, ante lo que sentía y lo que le decía su corazón, que a su vez negaba su cerebro a creerlo.

En cierto momento de la clase se le cayó la goma al suelo, iba a recogerla pero un compañero se adelantó, y se la ofreció con una tierna sonrisa, Dylan la cogió murmurando un casi audible gracias sintiendo sus mejillas arder avergonzado, estaba acostumbrado a que le tuvieran miedo, a que huyeran de él, que le insultaran o que le miraran con desdén, pero no a una sonrisa sincera, ¡sincera! Parecía que la vida le había sonreído un poco, y por esa misma razón su corazón se aceleró contento por una simple acción que a un adolescente, aunque sea un instante, podía alegrarle la vida.

No conocía demasiado a aquel chico castaño que le había tendido la goma, a veces por mala suerte estaba demasiado pendiente de su grupo de amigos, de su novia Natsuki y era como si se olvidase del resto del mundo, pero sabía que se llamaba Ethan Grey y que tenía una enfermedad llamada narcolepsia que provocaba que de repente se quedase dormido, las pocas ocasiones que sus miradas se habían cruzado le había sonreído, podía ver que era diferente a los demás, parecía que poco le importaba lo que le hacía a sus compañeros de clase con tal de olvidarse de sus propios problemas, autoengañándose para creer que lo que hacía era lo correcto, pensaba que Ethan veía a través de esa coraza de chulería y rebeldía que estaría dispuesto a ayudarle si se lo pedía, pero tenía tanto miedo que apretó el lápiz con su mano izquierda, recordando aquellas palabras que le paralizaban y que le hacían sudar en frío, comenzando a tener calor.

Movió la cabeza repetidas veces tratando de olvidarse de sus problemas, prestando atención a la clase.

 

—Voy al baño, ahora vengo—avisó a su novia transcurridos quince minutos del recreo. Esta asintió con la cabeza y se despidió de él lanzándole un beso, el cual hizo como que lo cogía antes de irse.

No le gustaba demasiado ir a los baños del instituto pero no podía aguantar por mucho más tiempo, así que se adentró en el cubículo del final, y tras terminar de hacer sus necesidades pensó que lo mejor se quedaría allí, no tenía muchas ganas de relacionarse ni de que nadie le preguntara qué le pasaba, ya que no tenía intención de decirlo, por lo que se quedó de pie y sacó el móvil del bolsillo de su uniforme con intención de ponerse los cascos y perderse en aquel mundo llamado música, donde los problemas no existían y podía olvidarse del resto del mundo sin que nadie le dijera nada, no obstante se interrumpió a mitad de camino al escuchar risitas y susurros de dos personas que conocía bastante bien. Eran Dennis y Vincent, quienes se excusaron para ir a algún sitio desconocido porque no atendió a sus palabras.

—¿Estás seguro de que no hay nadie? No quiero que nos oigan, y tú eres muy escandaloso—susurró Dennis, acusando a Vincent con la mirada. Dylan no lo veía, pero podía imaginárselo a la perfección, preguntándose de qué estarían hablando, puesto que su inocente mente no lograba comprender lo que estaban cuchicheando y el porqué de tanto secretismo.

—No exageres tampoco es para tanto, simplemente cállate y dame duro, joder—expresó de vuelta Vincent con ese tono exasperado que tanto le caracterizaba, es decir, parecía que siempre se levantaba con el pie izquierdo y que por ello estaba de malhumor y resentido con todo aquel que se le acercase.

Lo que ambos chicos ignoraban era que Dylan se encontraba en el último cubículo con las manos tapándose la boca con tal de ocultar la risa que tanto ansiaba salir de sus labios, era cierto que al principio no había logrado entender nada de lo que estaba sucediendo, pero ahora todo cobraba sentido ambos eran novios en secreto, y estaban experimentando con el cuerpo del contrario, dejándose llevar por las hormonas de dos chicos adolescentes que deseaban sentirse mayores por haber perdido la virginidad a tan temprana edad. A las espaldas de todo el mundo eran novios, pero cuando se trataba de hacerse el chulo, ambos eran unas máquinas en la cama, y todas las chicas caían a sus pies por esa misma razón cuando se iban de fiesta, despertaban cada vez con una diferente, mientras criticaban a aquellos chicos que tenían sexo con su mismo género, o chicas que mantenían sexo con otras, alegando que lo que necesitaban era una buena polla (literalmente). Y en realidad, ambos se dedicaban a darse el lote, inventándose excusas que todo el mundo creía porque claro, se hacían respetar a base de golpes y de burlas.

Aprovechando que estaba en el anonimato encendió la cámara, y se puso a grabar, sabía que estaba mal y que se estaba aprovechando de la situación, pero algo le decía que de algo le serviría. Se escuchaba perfectamente como se desvestían, como los cinturones eran quitados con ansias y como los pantalones caían al suelo. Escuchó un golpe en la pared, y como Vincent soltaba un gemido mezclado con dolor y placer.

—Coño, no seas tan bruto, ¿me quieres partir la cabeza o qué? —susurró en tono molesto—Prepárame antes o si no te corto la anaconda que tienes por pene.

—Me encanta cuando te vuelves tan exigente, gatito, eres demasiado sexy—musitó con la voz ronca.

Dylan se estremeció por estar escuchando una conversación tan íntima entre ellos, no por placer, sino más bien era debido a que no deseaba estar oyendo ese tipo de cosas, nunca se había tocado porque no se le había levantado de momento, e imaginarse eso era extraño, y no quería imaginárselo entre dos de sus compañeros que alegaban ser tan heterosexuales que uno se estaba dando al otro. Era la maldición de tener el oído fino, además era como estar atrapado, ya que si salía del baño se iban a dar cuenta, y llevarse una paliza no formaba parte de sus planes, así que se aguantó oyendo perfectamente como jadeaban, y gemían en voz baja intentando no llamar demasiado la atención, mientras él grababa todo dándole la sensación de que en algún momento lo necesitaría.

Al cabo de unos minutos terminaron, y se fueron como si nada hubiera pasado, y él decidía que lo mejor era tardar un poco más en salir para no ser pillado in fraganti, con el video guardado en la galería del móvil. Lo guardó en el bolsillo, y salió como si nada hubiera pasado para su siguiente clase antes de que sonora el timbre.

 

Jackson Climbstein

Caminaba con las manos en los bolsillos con el semblante serio como de costumbre, dirigiéndose a la clase de su hermano como le había prometido el día anterior. Ronald le había estado insistiendo semana tras semana para que se fuera con sus amigos y con él al recreo, y no era precisamente aquello lo que le molestaba, más bien estaba enfadado consigo mismo por preocupar a su hermano tras haberse quedado solo de nuevo.

No le molestaba disfrutar de la soledad, ni que sus compañeros de clase se inventaran rumores sobre él por la envidia que le procesaban, lo que le molestaba realmente era que el que creía que era su amigo le hubiera dejado repentinamente de lado haciéndole el vacío, como si nunca hubiese existido, como si nunca hubieran hablado hacía dos años convirtiéndose en buenos amigos a lo largo de esos meses en los que no habían dejado de disfrutar de la presencia del contrario o por lo menos por su parte, si algo le daba coraje era que le tomaran el pelo, que se hubiesen aprovechado de él de esa manera tan rastrera, y aunque no lo admitiera en voz alta por ser un pelirrojo bastante terco, le dolía estar solo de nuevo.

Era normal que su hermano Ronald se hubiera percatado de ello, al fin y al cabo llevaban toda su vida juntos, por muy impasible que intentase estar para él era un libro abierto fácil de leer, por lo tanto estaba dando todo su esfuerzo para que dejara de lado otra vez a la soledad como había hecho dos años atrás, y esta vez conociera a sus amigos, unos que nunca le defraudarían, y eso esperaba ya que no se fiaba demasiado de la gente, y este a veces era demasiado ingenuo como para darse cuenta de las cosas, y en cambio otras las veía al instante, a veces pensaba que tenía un especie de don oculto en su interior. Ambos se llevaban dos años de diferencia, y para él no se notaba apenas, puesto que su pelirrojo enano era maduro para su edad, y aunque no lo dijera por vergüenza, muchas veces le consideraba su hermano gemelo.

—¡Jackson! —exclamó alguien por detrás antes de sentir como esa persona que conocía bien se tiraba a su espalda emocionado—Así me gusta yendo a mi clase como te pedí, eres el mejor hermano del mundo, incluso si te pidiera que te tirases por un puente ¿lo harías? —se empezó a reír reconociendo al instante el tono animado de su hermano.

—No, primero porque no veo necesidad de tirarme por un puente, y segundo porque me quieres tanto que no serías capaz de pedirme algo así —contestó con voz cantarina.

Se acabó agachando un poco para que se pudiera bajar de su espalda y que no se hiciera daño en el proceso, al fin y al cabo era más alto que este.

—No vale, te metes en mi mente—protestó haciendo pucheros adorables, y cogió sus mejillas dándole en besito en la frente. —Pues venga, vamos, Ethan tiene muchas ganas de conocerte.

De manera inevitable sintió como su rostro comenzaba a tornarse de un rojo carmesí, no conocía mucho al amigo de su hermano, tan solo de las cosas que este le había contado intentando convencerle para que se fuese con ellos. No era extremadamente tímido, pero lo cierto era que le daba vergüenza porque no se consideraba gran cosa, en realidad pensaba que era un chico normal y corriente que no se relacionaba demasiado, y que cuando lo había hecho todo había salido horriblemente mal.

Ronald le cogió de la mano y tiró un poco de esta, y Jackson se dejó llevar con una sonrisa mientras intentaba mitigar los nervios que le carcomían por dentro, no era como si fuera a una entrevista de trabajo súper importante, pero lo veía así.

Y por un momento sintió como su corazón se le paralizase en el pecho, Ethan se asomó a la puerta antes de correr hacia ellos con una sonrisa, era la más hermosa que había visto en su vida, un escalofrío recorrió cada parte de su cuerpo, era agradable y cálida, como si le susurrase al oído que no se pusiera tan rígido, que se tranquilizase porque todo iba a salir bien.

Notas finales:

Espero que os haya gustado, y que os haya dejado con la intriga para saber qué va a pasar a continuación^^

Traeré el capítulo la semana que viene, así que espero vuestros comentarios para saber qué opináis de este primer capítulo <3

Muchas gracias por leer <3 


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