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SÍNDROME H por Aifoss

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El sol se hallaba engullido por la espesura de la noche, dejando a su rastro una amalgama de colores cálidos en el cielo, junto a la brisa fresca de un joven invierno que comenzaba a sentirse.

 

La gente caminaba rendida de la determinación de su trabajo, y pronto las calles se abarrotaron con la euforia clásica de un sábado por la noche. La estación de trenes respiraba, mas relajada a diferencia de los lunes en la mañana, realizando el recorrido veloz de costumbre. Mientras, un ansioso pelirrojo, de mandíbula tensa y entrecejo fruncido se frotaba ansioso las manos, y un tic nervioso asomaba sus pies.

 

Entre toda la conmoción de la noche anterior no le cupieron en sus pensamientos el cumpleaños de su mejor amigo peliceleste, que tanto lo esperaba con sus amigas.

 

Sin embargo, en ese momento, podía visualizar a las chicas, con el rostro rojo de la cólera y las manos hechas puño por su impertinencia; por otro lado...al pequeño cumpleañero, su bello rostro ensombrecido, ocultando su decepción con esas lindas sonrisas que siempre sonrojaba a Kagami desde que era un niño, y más aún si venía del chico que causaba un revoloteo en su corazón.

 

 

 

Porque esa era la verdad.

 

 

 

Desde hace mucho Kagami se encontró así mismo perdido incondicionalmente por su mejor amigo, por Kuroko. Al principio era simple admiración y curiosidad, alguien tan noble no creía poder ser amigo de alguien tan huraño como él. Después fueron las miradas, sus ojos se escapaban indiscretamente al perfil níveo de Kuroko para, finalmente, suspirar anheloso cuando su mejilla rozaba con la suya.

 

Claro que aquellos deseos eran sumamente castos, un cariño formado de los tiernos recuerdos que compartían ambos niños. Sin embargo, Kagami supo que el sincerar sus sentimientos podría asustar al menor, o recibir una negativa que transformaría su amistad para mal.

 

 

 

Miedo

 

 

 

Y así, guardó sus emociones bajo la gruesa capa del orgullo y la estupidez, sintiéndose seguro, sabiendo disimular su verguenza con vanas ocurrencias, algo toscas e inmaduras; hasta encontrar el momento oportuno de liberarse y dar rienda suelta a sus nobles sentimientos...tal vez en unos años más....tal vez.

 

Por otro lado, no contaba con que Alex le diera semejante noticia de irse de Japón definitivamente en una semana y que su retorno era tan incierto como impredecible ¿Qué rayos le diría a sus amigos? ¿Se enojarán con él? ¿Lo odiarán? ¡No! Pensar la idea de Kuroko odiándolo le hacía doler el pecho y picar los ojos.

 

 

 Ya no tenemos nada 》esas palabras le seguían taladrando las sienes. 

 

 

El metro se detuvo, avisando su llegada a la estación. Kagami estaba tan hundido en sus meditaciones que las puertas casi se le cierran. La casa del peliceleste quedaba a un par de calles de donde estaba; pensó en llamar a sus amigas si es que seguían allí o en el malecón, pero su celular hacía horas que la batería cumplió su misión. Sin más, volvió a la carrera; se arriesgaría a ir a la casa aún con una hora de retraso. 

 

 

Seguro me matan 》 pensó. 

 

 

La gente lo miraba extrañado al correr de esa manera, más de una se tuvo que apartar de en medio y varios carros frenaron en seco por su temeridad al cruzar de improviso. Poco nada le importaba su alrededor, solo tenía un objetivo, y ese ere el chico de los ojos bonitos.

 

Al hallarse en frente de la casa dudo en tocar; estaba hecho un desastre...su ropa sucia y empapada de sudor, su cabello desprolijo, las bolsas nocturnas bajo sus ojos, y la falta de aire a sus pulmones que aun no regulaba ¿Que tipo de impresión daría? Aunque estaría en confianza, no era la forma adecuada para un cumpleaños. Pero antes de que pudiera cuestionarse más, la puerta se abrió de golpe dejando ver a una muchacha pelirrosa con el rostro deformado de la rabia, mirándole duramente. 

 

-Eh...puedo expli...- entonces con una fuerza abominable, ella lo tomó del brazo jalándole a un costado en la entrada.

 

- Y eso harás Bakagami.- su expresión daba miedo.- pero no a mi, sino a Tetsu-kun, que si bien no ha preguntado por tu estúpida presencia pero sus ojos lo dicen todo.- su corazón le dolió.

 

- S-si, lo siento.- dijo cabizbajo. Momoi aflojó el agarre y lo soltó, dándose vuelta para entrar.

 

-Supongo que no te olvidaste el regalo.- refiriéndose a la mochila que cargaba el pelirrojo.- Ah... y apestas.

 

 

Kagami palideció, quiso que la tierra se lo trague y lo escupa muy lejos. Contrario al pensamiento de la pelirrosa, en su mochila no tenía más que su balón de juego. Ni siquiera pensó en el dichoso regalo. Aun seguía de pie afuera, creyó que sería mejor irse, después se justificaría que Alex lo llamó, pero ya estaba allí, Satsuki lo vio y de seguro se lo diría a Tetsuya.

 

 

Oh...Tet

 

 

No importó, se arrodillaría si era necesario para disculparse, se odiaría después, todo menos decepcionar al niño peliceleste. Tomó aire, dio unos pasos y cerró tras de sí; conocía la casa a la perfección, asi que, dirigiéndose a la cocina, encontró a sus tres amigos. Dos lo observaban con furia en los ojos, y el tercero dejó lo que estuviese haciendo para sonreírle mostrando su arco de perlas. Kagami tiró su mochila, y en dos zancadas ya estaba abrazando asiduamente al cumpleañero, el cual le correspondió sobando su espalda. 

 

-¡Feliz Cumpleaños Tet! ¡Perdóname por favor!- escondía su rostro en el hueco de su cuello, aspirando su inconfundible perfume de vainilla; por un momento se dio asco de sí mismo, apestando a sudor salino.

 

-Kagami-kun, viniste.- dijo suavemente.- lo importante es que viniste....- lo separó de su pequeño cuerpo y sonrió; entonces una sensación tranquilizadora lleno el ambiente, donde un pelirrojo se sintió feliz. 

 

 

<< Hay tanto que quisiera decirte...>> 

 

 

Tal atmósfera fue rota cuando una pelicastaña cogió un cucharón y  pegó en la cabeza al pelirrojo, reprendiéndole por su tardanza y la forma tan destartalada en que se presentaba, seguido por las quejas de Kagami, la bulla de Momoi y las risas de Kuroko volvieron a la habitualidad del squad. Internamente Kagami lo disfrutaba mucho, estrujándole la consciencia, pues sabía que en una semana esos divertidos momentos solo vivirán en su memoria por los próximos años, por lo que intentaba grabar a detalle el rato con sus amigos. 

 

Y los minutos pasaron, convirtiéndose en horas. Resultó que el pastel de cumpleaños que prepararon las niñas se parecía más a una masa de cemento insípida, el cual Kagami escupió al primer bocado y ellas le quitaron el plato a Kuroko por miedo a su colapso; por suerte los padres del cumpleañero sacaron mágicamente otro pastel mucho más comestible, remediando la situación. Le cantaron el "Feliz Cumpleaños", tomaron fotos al squad y partieron las tajadas, siempre acompañados de las ocurrencias y malos chistes de los niños. 

 

 

El reloj de la casa marcó las ocho; como el tiempo no les dio para ir al MajiBurger de costumbre, decidieron ir de frente al malecón que les quedaba más cerca, a fin de dar los regalos.

 

 

*

 

 

La luna surgió como una perla, transmitiendo belleza al contemplarla, y con su luz iluminaba el caminar del squad; se dejaban envolver por la calma de la noche y un aire fresco vigorizante. La gente iba y venía de las calles, pero para ellos no había nadie más en su pequeño mundo...un mundo que estaba por quebrarse, pero ese secreto se lo trago el tiempo, así daba menos miedo. 

 

Doblando a la izquierda, se desviaron de la ruidosa avenida, avanzaron unas calles entre vecindarios para, finalmente, llevarse de lleno la imagen del río que paseaba su caudal en calma y taciturno. Se recostaron en el pasto, sintiendo el ritmo lento de sus aguas y una fragancia a tierra húmeda volvía todo mas confortante. No se decían nada, o al menos no los chicos, pues las féminas parloteaban sobre sus planes en vacaciones.

 

Aquel silencio era extraño, misterioso...algo que les hacía contener el aliento por temores inciertos. Kagami escudriñaba al peliceleste desde el marco de sus ojos; lo veía a este admirar la luna con sus sosiegos faros celestes, grandes y expresivos. Esos faros que retrataban la "esperanza" en suaves pero tímidas pinceladas. Y un vago deseo anidó el latir del pelirrojo... la esperanza de algún día volver a verlo en sus vidas futuras.

 

Su mano se alzó lentamente, y por inercia, cayó en los cabellos del menor, enredándose en su suavidad, cual madre acobija a su niño. Kuroko le devolvió el gesto con una sonrisa, dejándose hacer por las manos temblorosas del pelirrojo que rara vez hacia muestra de sus afectos; entonces ambos callaron, saboreando el momento...un momento mágico.

 

Kagami quería decirle un cumplido, algo que resaltará la virtud de su belleza y la semejanza con la luna, pero la verguenza acompañada de poca imaginación no era buena combinación.

 

 

- ¿Acaso eres una niña fresa para ese cabello? Pareces Satsuki...-no midió la imprudencia de sus palabras.

 

La incomodidad se plantó abruptamente después de dichas palabras. A las niñas se les saltó una vena y al cumpleañero una ceja curiosa. Kagami estaba del mismo color de su cabello ¿de dónde sacó semejante "cumplido"? Se pegó mentalmente.

 

 

- Di-digo... es muy suave, se parece a la pelusa de mi viejo gato.- y una estupidez tras otra.

 

-¡Bakagami! ¿No quieres saber que tal está el agua?- habló la pelicastaña.- así se te refresca tu media neurona

 

- Cuál es tu problema "Rikolín"- dijo burlesco.- Tch... solo fue un chiste. 

 

- Por si no sabías Kagami-kun, un chiste son las cejas que te manejas.- bromeó el peliceleste y las niñas estallaron en risa. 

 

- ¡Tet del mal! Se supone que debes ayudar.- se rascó la nuca desviando su mirada avergonzada y molesta.- Cuando te conviene cambias tu cara de piedra

 

-Para eso están los amigos.- le sonrió amistosamente.

 

- Bueno bueno...- interrumpió la pelirrosa.- ya entendimos a las cejas de Kagami.- volvieron a reír.- pero no olvidemos por qué estamos aquí.- se dirigió al cumpleañero, sonriéndole de oreja a oreja.- ¡tenemos un regalo para Tetsu-kun!

 

El último mencionado no pudo contener su sorpresa, si bien la compañía del squad ya era un hermoso regalo, que tuvieran la intención para con él era mucho pedir. Sin embargo, aunque no se diera cuenta, eran sus amigos quienes les era inevitable querer revolotear alrededor de él, muchas veces, disputándose por su dulce atención. Poseía algo, un magnetismo irremediable y puro, siempre con aquella amabilidad que lo caracterizaba y sus amigos gustosos le correspondían con suma gratitud. 

 

-Chicos...- dijo apenado, escondiendo su rostro tras sus manos.- no es necesario, estoy feliz con solo que estén conmigo.- se sonrojó.

 

-¡Tonterías Tet!- la pelicastaña habló.- Es más, nosotros te debemos agradecer, siempre nos soportas, cualquiera ya se hubiera aburrido.- infló sus mofletes.

 

-Es cierto Tetsu-kun, por eso, te queremos mucho.- la pelirrosa le extendió una pequeña cajita de rozón rosa.- es para endulzar tu vida.- le sonrió.

 

Kuroko abrió allí mismo la cajita, desatando el lazo con agilidad y descubriendo su contenido; entonces un dulce aroma lo invadió, en filas perfectamente ordenadas había bombones de chocolate blanco con chispas de colores.

 

- Son de relleno de fresa...y etto... los compré, así que no te preocupes.- agregó nerviosa Momoi.

 

- Satsu-san... ¡gracias!- tomó uno llevándoselo a la boca, y cerrando sus ojos, saboreó su contenido.- ¡Deliciosos!- convidó a sus tres amigos para que apreciaron el sabor.- ¿Acaso no son los que vimos el otro día en la tienda?

 

-Siii, los mismos, sabía que te gustarían.- ambos niños se abrazaron.

 

-Espera un segundo Satsu.- intervino Riko.- es mi turno, yo también tengo algo para Tet-chan.- le sacó la lengua a la otra niña y sonrió al peliceleste. De su mochila sacó una alargada bolsita de regalo, entregándoselo al cumpleañero.- no te preocupes, no es nada de comida.- ambos rieron. 

 

Dentro de la bolsita Kuroko halló otro regalo envuelto, el cual ágilmente lo desenvolvió revelando un libro, pero no cualquier libro, sino aquel clásico que el menor buscaba desde hacía tiempo: "El niño con el pijama a rayas". Aferró el encuadernado a su pecho, e inhaló el aroma de sus hojas nuevas.

 

-E- es...¡Increíble Riko-san!- observaba con ímpetu cada detalle del libro, acariciando con parsimonia su lomo.- Es  de la nueva edición orginal...Te debió costar mucho.- su voz notó preocupación .-No debiste...

 

- Oh Tet! Sí debí hacerlo! Además no todos los días se cumple once años, asi que no te lamentes.- le sonrió complacida.

 

El cumpleñero guardó ambos regalos en su bolso, acomodándolos para que no se estropeasen.

 

Mientras, su labor hacía, a sus espaldas, dos niñas miraban incesantemente a un pelirrojo que, humildemente esperaba su turno para demostrar sus afectos con un improvisado presente.Pues era una verdad que durante todo el lapso de tiempo que llevaban en el malecón, Kagami hizo volar su imaginación, maquinando alguna excusa o historia a fin de justificar su error. 

 

No es que el regalo fuera algo vital u obligatorio, podría pasarlo por alto, sin embargo el recordar su anterior cumpleaños, donde el peliceleste haciendo abuso de sus ahorros le compró un par de zapatillas de su marca preferida (nada económicas), y él, que teniendo su nombre grabado en la punta de su lengua como su "primer amor" olvidaba sus fiestas; sumando el hecho que sería el último encuentro del cual formaría parte, e imposibilitado por confesar sus nobles sentimientos...todo ello le revolvía la vida, sacudiendo su estabilidad, angustiándose  hasta la asfixia.

 

Para cuando tomó razón, Kuroko estaba frente a él, mirándole directamente con sus lindos ojos, como si buscará en él algún indicio de sus atenciones, y su dócil cabello se mecía al igual que las flores del malecón, al son de un frío viento nocturno que daba paso a las inseguridades del alma.

 

Kagami, sucumbido por la culpa y la verguenza, suspiró por enésima vez, ocultó su vista tenazmente de aquel ser objeto de sus sueños y, finalmente, abandonó el orgullo para lanzarse a lo incierto.

 

- Entenderé si no te gusta...- dijo, abriendo su mochila con dudas en los dedos.- y seré honesto al admitir que no tengo ningún regalo para ti.- su respiración le ardía, quemándole. Dejó que el bolso resbalara, cayendo a sus pies en un sordo sonido; y sujetando con ambas manos, sostenía su único contenido .- pero me atrevo a decir que el mejor regalo no es el mas costoso o el mas bonito, sino aquel que se da con todo el corazón.- le extendió al cumpleañero un balón de basket.-  Tal vez no les conté.- miró de soslayo a las niñas que lo escudriñaban a la distancia.- pero me nombraron titular del equipo y ayer gané mi primer partido encestando la última canasta...con este balón...- una pequeña sonrisa se asomó en sus comisuras; estaba sonrojado de pies a cabeza, y con la mirada llorosa, pues había cierto detalle más que no les contaba.- Saben cuánto me gusta el basket chicos...es mi todo, mi corazón y mi sueño.- alzando la cabeza, enfrentó aquellos orbes celestes.-  Y hoy, Kuroko...te lo entrego...te entrego mi corazón.

 

 

*

 

 

Eran las 17:00 horas en punto del domingo, y el crepuscular nacía; el día y la noche, ya rendidos de sus intentos, se fusionaron igualándose en una amalgama de violetas en el cielo, emanando un resplandor cálido que daba confianza y despertaba un enigma en las consciencias de quienes observaban desde abajo su magnificencia con envidia. Había un finísimo llanto sin lágrimas en aquel atardecer, un llanto continuo y callado, sin dejar ver su debilidad; e inmerso en aquel atardecer se hallaba un niño pelirrojo, a paso lento marchaba con retorno a su hogar..si es que aún podría llamarlo así...

 

Alargando el tiempo en cada uno de sus pasos, más lentos y pesados, como si de esa forma, por unos minutos, ignorará la realidad que le esperaba su llegada, una realidad dura...demoledora. 

 

El día anterior había sido un júbilo que Kagami sintió hasta la sangre. Se había quedado a pernoctar en la casa de su amigo junto con las niñas, enviándole un mensaje de texto a Alexandra una vez que repuso la batería de su celular, apenas informándole que no llegaría a casa y calmara sus preocupaciones, en razón de las veintidós llamadas pérdidas.

 

Su tía, quien así se refería cariñosamente a la madre de Kuroko; le prestó al pelirrojo el pijama de su hijo (el más grande claro) para su comodidad, además de "sugerirle" que podría tomar un baño, ya que, siendo honesto consigo mismo, cargaba el desagradable olor de sudor ya frío. 

 

Luego que los niños vestieran sus ropas de dormir, se entregaron a los juegos y las confidencias de la noche. Los padres del cumpleañero les prepararon chocolate caliente con galletas mientras que, fanáticamente, miraban una maratón de películas de terror bajo el fortín de cobijas y almohadas que construyeron en la habitación del peliceleste; donde los gritos, sobresaltos y manos férreas a las sábanas que cubrían la vista no se dejaban esperar.

Y una vez que los párpados les caían pesadamente, durmieron tranquilos en aquel fortín de sábanas...en aquel mundo construido solo para ellos. Esa noche, ninguno soñó. 

 

La mañana del día siguiente transcurrió como un chasquido. Se desperezaron a las once, desayunaron confiados, mirándose divertidos y felices; desempolvaron el tapete de "Twister", jugaron por horas hasta que los músculos les cansaron; le siguieron a la tabla de Monopolio sin antes interrumpidos por el generoso almuerzo que la Sra. Kuroko preparó.

 

Pasadas unas horas, los padres de las niñas vinieron por ellas, dando por finalizado las diversiones de los menores; así Kagami entendió que era hora de irse, y aún cuando estrechó al peliceleste en su despedida, tan solo minutos después de mezclarse entre las calles, sintió sus brazos tan vacíos sin él. 

 

La puerta de su casa ya se erguía ante él, intimidándole. Un carro de mudanza estaba fuera, supuso que Alex no desperdició el tiempo en deshacerse de lo muebles interiores. Sostuvo las llaves en sus dedos, moviéndolas cual péndulo; giró la cerradura, y para cuándo la visión de su cómoda sala impregnó su memoria, Kagami se dio cuenta que su mundo había cambiado. 

 

Allí, a la mitad de la sala, una joven rubia conversaba con un hombre de edad madura, mientras otros chicos hacían y deshacían el mobiliario del hogar, incluso las camas yacían desarmadas, esperando ser embarcadas en el carro de afuera.   Alex, percatando la venida de su hijo, dejó las palabras del hombre en media oración para correr y abrazar al niño con culpa en sus brazos.

 

 

My boy, me tenías muy preocupada.-su vos hablaba como perdonándose; posó sus manos alrededor de las mejillas del menor, mirándole nerviosa.- ¿Estás bien? ¿Te divertiste con los chicos? 

 

- Uh...s-si, mucho.- las palabras le salieron apagadas, sus orbes se paseaban por las acciones de aquellas personas y un recelo subió desde sus pies.- ¿Qué están haciendo...Alex? ¿Dónde se supone que vamos a dormir esta semana?- se refirió a las camas.

 

La rubia sintió su pecho estrujarse, giró su cabeza donde dichos muebles, y se detuvo un momento observándolos, pensativa...cansada de todas las explicaciones. Suspiró rendida, buscando simetría a sus pensamientos.- Es porque hubo un cambio de planes.- volvió su mirada al niño, quien irradiaba miedo por los ojos.- ayer compré los boletos y tramité tu visa, me la entregarán mañana lunes, asi que...

 

-¡NO!- cortó con la voz rota.- ¡No puedes hacer eso! ¡Dijiste que nos iríamos el viernes!- los hombres que trabajaban decidieron apartarse de la escena, dejando a los protagonistas en la intimidad. 

 

-Taiga, por favor, cálmate.- lo tomó por los hombros en un desesperado intento. Se estaba hastiando de toda la situación, de ser la antagonista...la desalmada que destruía todo al tocar.

 

Lo hubiera podido soportar, cargar el peso ella sola, pero que su hijo le mirará así...con odio e insolencia, cuando en los últimos años se desvivió por él; mordiéndose la lengua por verdades obligadas a callar y Kagami no podría entender a su edad...la razón de su viaje.

 

- Nos iremos este martes.- su vos fue severa.- no quería recurrir a esto pero será mejor que no se lo comentes a tus amigos ni a nadie 

 

-No puedes...- las lágrimas le empezaron a correr.

 

-Al contrario, sí puedo, y nos iremos aún si tengo que cargarte y amarrarte hasta el avión.- dijo tajante, apartando todo indicio de madre afectuosa.- ya no es necesario que vayas al colegio mañana, así que termina de empacar, te dejé las maletas arriba.- se dio media vuelta para continuar con lo que hacía, dejando al menor desolado .- algún día lo entenderás hijo...todo es por ti... - murmuró las últimas palabras, apenas audibles. 

 

Kagami quedó rígido, despojado de cualquier esperanza, temblando desde sus cimientos mientras la tristeza descendía por sus brazos hasta hacerse puño.

 

Con los ojos vacíos, no hizo más que llorar en suaves gemidos que su orgullo trataba de apagar en vano; entonces comprendió que el tiempo iba a seguir con o sin su voluntad. Y si tan solo la ira y la frustración no se hubieran fundido en su tristeza, tal vez  y solo tal vez no hubiera dicho esas palabras... una verdad tan filuda que un niño no reclama a su madre. 

 

-...¿hijo?- una risa irónica bailó de sus dientes, Alex volvió su atención a él, con leve sospecha de lo que iba a suceder, deseando que no sea; pues el menor iba a decir lo que se suele decir en tardes como esas.- ¿cuál hijo?- su rostro trémulo, muerto; finalmente agregó.- Si tú no eres mi madre...

 

 

*

 

 

El silencio reinaba en el salón de clases con el solo traqueteo del lápiz y las hojas. El profesor escribía enunciados en la pizarra; enunciados que para un peliceleste no tenían ningún sentido asomados en un cuaderno blanco. Sus pensamientos estaban obstruidos, abandonados en un lejano lugar fuera de su cuerpo; había despertado con un inquietante presentimiento, de nostalgia y extrañeza. Viajó su mirar al asiento de adelante...vacío. Su habitual ocupante no se hallaba, no más que su ausencia, y las imágenes queridas del pelirrojo durmiendo o con el ceño fruncido por los deberes de las clases le hacían soltar una risita nerviosa. 

 

A su derecha, las niñas pareciesen partirse los dedos al tratar de copiar el pizarrón, muy ocupadas para notar sus párpados inquietos. Sacudió bruscamente la cabeza, apartando las dudas de la mañana, pues ahora tenía otra preocupación que le hacía sonrojar. 

 

 

-----------------------Flashback--------------------------

 

Faltaban 10 minutos para el inicio de las clases, como de costumbre, un niño de ojos celestes llegaba temprano a la escuela. Se detuvo en los casillero de la entrada, donde los alumnos suelen guardar sus zapatos de cambio; y allí, casualmente en su locker, encontró una carta elegantemente doblada, adornada de un lazo dorado que amarraba. 

 

 

<< Aún no es San Valentín >>.- pensó.

 

 

 

Cogió la carta, examinándola someramente, solo cuando vio su nombre escrito seguido del dibujo de un corazón, se convenció que él era el destinatario y sus mejillas se encendieron. 

 

-Neh, Tetsu-kun ¿ Qué es eso?- irrumpió Momoi con aguda vos a su lado, sobresaltando al niño. 

 

-Satsuki-san, me asustaste.- se llevó una mano al pecho.- una carta supongo, la encontré en mi casillero.- viró su ojos a la entrada de la escuela, haciendo aparición la otra niña. Riko corrió saludándoles, uniéndose a la sorpresa de ese día. 

 

-¿Quién te la envía Tet?- le levantó las cejas divertida.- ¿Qué dice?.- insistió la pelicastaña.

 

No lo sé, no la he abierto...-acariciaba enternecido el pequeño rozón. 

 

- ¡Qué esperas! ¡Apúrate que queremos saber! Esa persona no te la dejó para que solo la mires como un tonto

 

Kuroko la miró ofendido; ni tonto ni perezoso , abrió el contenido de la carta; lo primero que hizo fue leerla para sí mismo, y una sonrisa apareció en sus labios seguido de un notable carmín que cubrió su rostro, quedándose de piedra. 
Las niñas ansiosas le arrebataron de un manotazo el misterio, lo leyeron rápidamente y pegaron un gritillo  de emoción. 

 

-¡Tetsu-kun tiene una  ci-ta!- canturreó melosa la pelirrosa.- Me pregunto quien seraa... 

 

-Cuando se entere Bakagami ¡Se le partirán más las cejas de la rabia!- se carcajeó Riko. 

 

-Chicas silencio por favor.- pidió Kuroko bajando la vos, otros alumnos les miraban extrañados.- t-tal vez hubo una e-equivocación

 

-¡Ay por favooor ! No te hagas el digno Tetsu-kun, tu nombre esta bien escrito allí- retó Momoi 

 

- Además no vas a partir el corazoncito a tu admirador secreto, eh! - agregó la otra niña 

 

-No...eso creo... 

 

 

--------------------------Fin del Flashback-----------------------

 

 

De la parte trasera de su cuaderno, escondida, resguardaba temerosa la carta. Su receptor la desdobló por quinta vez en el día, releyendo sus confesiones; que no eran ni aduladores o atrevidas; más bien, un sutil saludo de cumpleaños y buenos deseos, o eso es lo que quiso creer Kuroko, pues en un "posdata" hablaba sobre la oculta fascinación por su cabello celeste...algo perturbador a simple vista. Sin embargo, el nombrado lo tomó como un signo de mera ternura.

Era la primera vez que a Kuroko le daban una carta de "amor", sorprendiéndose que alguien más, ajeno a su grupo frecuente de amigos, le podría reconocer o siquiera notar su presencia; y algo tibio descansó en sus sentimientos, tentándose a sonreír añorado. 

 

Ya casi marcaría la salida, exactamente unos 30 minutos. El peliceleste viró su atención a las canchas deportivas, donde un prematuro equipo de basket calentaba sus ejercicios. Recordó el día del malecón, su cumpleaños: las manos nerviosas de Kagami, su ceño fruncido de ansiedad con una perceptible vista vidriosa y su rasposa vos diciéndole.

 

 

<< Te entrego mi corazón >> 

 

 

Y un sonido profundo, un eco pausado retumbó entre los rincones de su pecho...su palpitante corazón, sintiéndose abrumado por palabras tan honestas y, de alguna forma, cautivadoras para sus oídos. 

 

Aún con sus once años, Kuroko no conocía el concepto de irresponsabilidad, su conducta intachable le meritaba el sobresaliente de su clase, por ello, no se inhibió al considerar escaparse por la puerta trasera unos minutos antes que las clases terminaran, la sensación de rebeldía removía su adrenalina. 

 

 

Vaya Tetsuya, eres todo un pandillero.- se dijo así mismo 

 

 

 

Dicho y hecho. Guardó su cuaderno, tomó su bolso y dejó una pequeña nota en el pupitre para sus amigas diciendo: "Me aburrí, las espero abajo". Cauteloso, salió del salón. Nadie lo notó. 

 

Los pasillos desolados no hacían ni eco a sus pisadas. Descendió hasta la entrada, en los casilleros de los zapatos. Miró en su interior por si no reposaba otra misteriosa carta, y al corroborar una negativa, suspiró tranquilo.

 

Tras cambiar sus zapatos decidió merodear las canchas, observando a sus jugadores; descansó bajo la sombra de un árbol, meditabundo y optimista de los sucesos en su vida. Dócilmente, paseaba sus ojos celestes entre jugador y jugador; subjetivamente, vislumbró la silueta de Kagami, como un espejismo que rebotaba el balón diestramente bajo su palma, y de nuevo, ese profundo eco en su pecho.

 

No arregló del balón que rodó a sus pies, descubriendo su invisible presencia. A este, un niño de la misma edad se asomó ante él, mirándose curiosos: uno con los ojos expectantes entre las sombras de las hojas, y el contrario, esperando algún indicio de habla. 

 

 

- ¡Hola!- un arco perlas iluminó la sonrisa del intruso.- ¿Quieres jugar? Te ves aburrido...Neh! si quieres te enseño por si no sabes, aunque estas con uniforme y es algo temprano como para la salida.- se quedó pensativo.- Oh! Te escapaste! Menos mal nadie te vio.- le apuntó con el dedo acusador.- ¡Ajá! ¡Te descubrí!

 

Kuroko se sorprendió de la rapidez con la que, aquel niño alto de cabello rubio, moduló y vociferó cada palabra con chillona voz infantil, atropellándole. Este le sonreía, muy radiante por cierto, que creyó estar frente al mismo sol; sin embargo había algo...una sensación que le revolvió el estómago, y ambos derrepente se vieron ruborizados.

 

- N-no, gracias.- se apenó, agachando la cabeza y forzando no mostrar sonrisa.- Muy amable, pero no sé jugar...

 

El rubio rió en una carcajada.- Ya te dije que te iba a enseñar Kurok...- las palabras murieron en su boca, si se hubiera descubierto; no pasando desapercibido por el otro.

 

-¿Sabes mi nombre?- abrió sus ojos como plato, formando una "o" con sus labios. Aquel niño se removía ansioso en sus pies, moviendo sus dedos sobre el balón sin saber a donde mirar. 

 

-Pues...a-algo así.- dejó el balón en el suelo, acercándose a Kuroko quien contenía el aire en sus pulmones.- Feliz cumpleaños pasado.- murmuró y  de uno de sus bolsillos del buzo sacó una paleta en forma de corazón.  

 

Entonces el recuerdo fugaz de la carta de su casillero viajó por su imaginación y aterrizó en su pecho, abrumándose, encogiéndose en sí mismo. Recordó, además, la "cita" que fijaba, y para ser sincero, terminó cayendo en dicho lugar por pura coincidencia << Bajo la sombra del roble, al costado de la cancha de basket a la salida>> decía. 

 

 

<< Eras tú... >>

 

 

 

Quién hubiera creído, en la presente ocasión, que ambos niños, totalmente desconocidos...tan jóvenes e ingenuos, hicieron temblar su interior mutuamente. Quien hubiera creído que sus miradas se despojaron de todo mal para arrojarse al mismo sentimiento que, muchos años después, despertarían sus nuevos "yo".  

 

Una inercia, casi palpable, atrajo de forma peligrosa a Kuroko ha besar la mejilla de aquel niño de ojos dorados...un dulce agradecimiento, osado tal vez; pronunciando un avergonzado.- Gracias.

 

Y quizás hubiera preguntado su nombre, de donde lo conocía o si llevaban alguna clase juntos; pero aquel niño pegó carrera, huyendo en un instante, dejando a su paso una imperceptible nube de perfume a jengibre y cítrico. 

 

Y quizás hubiera sabido que se trataba de un mancebo Alpha...

 

 

 

Pero dicen que la felicidad es una brevísima eternidad sin tiempo.

 

El peliceleste seguía ensoñando, con un beta de afecto brillando en sus ojos y la mente divagando como las hojas del roble meciéndose al aire.  

 

No fue hasta el crujido de una rama quebrarse, y el siséo de unas palabras que descolocó la fantasía de Kuroko, reaccionando. A su derecha, detrás del grueso tronco, un rígido pelirrojo, con el mayor entrecejo fruncido y las manos crispadas, le miraba friamente.

 

 

- ¡Taiga-kun!- se paró de su asiento con una sonrisa en el rostro.- ¿Dónde estabas? No fuiste clases.- le miró detenidamente, rindiendo que no vestía el uniforme.

 

El contrario no hablaba, apretaba más los labios, con la respiración cada vez mas sonora;   mientras, la incomodidad empezó a surgir altiva, semejante al mal presentimiento del peliceleste al despertar.

 

- ¿E-estas bien?- la vos le tembló.- Estas muy rojo...o tienes fiebre.- dirigió su pequeña mano a la frente de su amigo, quien de un manatazo la apartó con brusquedad, provocando un gemido de susto a Kuroko, llevando su mano a la boca. 

 

 

Qué hice ahora》 

 

 

 

-Tú...-dijo Kagami, lúgubre y gélido; atemorizando al peliceleste sin entender razones.- Tú en verdad eres una maldita molestia.- Kuroko se desconcertó

 

- No entiendo que quie...- cortaron sus palabras.

 

- ¡Lo que quiero decir es que siempre lo arruinas todo! ¡TODO!-  golpeó con un puño el viejo tronco; el rostro le palpitaba de la rabia, mirando acusadoramente al otro niño de ojos ya húmedos.- ¡Te crees mejor que nadie con esa maldita cara de lástima! ¡Siempre dando pena porque en verdad eres un debilucho llorón!

 

-Lo s-siento .- murmuró, y una lágrima rodó su mejilla.- yo nunca...

 

-Si claro.- dijo irónico.- Nunca quisiste esto o aquello, tu nunca tienes la culpa de nada, todo la culpa la tiene el perdedor de Kagami Taiga

 

-¡No!- Kuroko desesperó.- t-tú eres mi amigo Tai-kun

 

- No me llames así.- tensó su mandíbula, enfatizando más su oscura expresión.- ¡TU NO ERES MI AMIGO! ¡NO ERES NADA! 
¡NO TE QUIERO EN MI VIDA! ¡NO TE NECESITO!- acto seguido, Kagami se fue corriendo.

 

 

Kuroko estaba desolado, con las manos cubriendo su boca y lágrimas brotando a borbotones. Su pecho se sacudía en espamos incontrolables, perforado por cada dura palabra, similares a estacas; dirigida por quien consideraba, hasta hace unos momentos, su mejor amigo.

 

Por otro lado, a varios metros de distancia; Kagami se arrepintió al segundo de dejar a su amigo, de decir lo dicho. Se arrepentió de ser quien era.

 

Volvió la vista hacia el viejo roble, buscando esos queridos ojos celeste esperanza. Kuroko seguía allí, bajo las enredaderas de las ramas. Tenía su mirada nublada...destrozada, un cielo gris se asomaba en ellos. 
Tal era la imagen que se llevó a su partida, y por los próximos años, la encerró con culpa y remordimientos en su amargado corazón. Lamentándose hasta el último día que, tras largos seis años, pudo ver nuevamente a su primer amor.

 

 

*

*

*

 

 

En el presente

 

 

- ¡Kuroko!- sus brazos le rodearon con suma nostalgia, sintiéndose llenos.- ¡No puedo creerlo!

 

-...- el contrario enmudeció, y un escalofrío escaló su columna para morir en sus labios en un dulce acento de añoranza, quebrándole.- Kagami-kun...

 

Kagami, a su partida, había dejado a un niño; ahora, después de tanto, encontraba a todo un hombre.

 

 

Notas finales:

Holaaaaa!!


 


Ni yo misma me creo el haber terminado el capítulo, ya iban como 2 veces que escribía y borraba todo ...soy un desastre andante :v


Bueeno, espero que les agradara el cap, quería ser lo mas detallista posible respecto a los sentimientos de Bakagami , además de ciertos indicios que se verán en los próximos capítulos jeje


Ahora sí se viene lo suculento *3* presentar a nuestros 5 alfas machos bravos (okno) asi que estén atent@s !!!!


Nos leemos!!!! Gracias!!!!


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