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Nessun Dorma por Camxxing

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Notas del capitulo:

heeey, nuevo cap, espero que les guste <3

Nocturne in C minor sharp - Frédéric Chopin
 
Agua fría impactando en su cara lo despertó. Se incorporó sobre el suelo. Se había quedado dormido en la puerta de la casa.
 
Miró hacia arriba. La mirada de desaprobación de su padre lo hizo resoplar. El hombre de duras facciones lo miraba con certeza y de manera amenazante.
 
— No tienes idea de cuánto me avergüenzas. —Habló despectivamente. — Ponte de pie y ve a cambiarte la ropa. Eun Hwa viene en camino y lo último que deseo es que te vea así.
 
Lo miró molesto mientras se ponía de pie. Sacudió su pantalón para quitarse el exceso de tierra en ellos.
 
— ¿Estás de joda? ¿De verdad planeas que venga aquí? Vete a la mierda. —Bufó. Lo apartó para entrar a la casa.
 
Él puso su mano sobre el hombro de su hijo a continuación.
 
— Sé que intentaste suicidarte. Si crees que soy un idiota que no se entera de las estupideces que haces, estás equivocado.
 
— Te convengo mucho más estando muerto que vivo. —Respondió tajante y se adentró en la casa.
 
Se dirigió a su habitación y dio un fuerte portazo. Era completamente cierto que su comportamiento podía ser inmaduro considerando su edad. Pero estaba harto. No deseaba otro minuto más respirando, o por lo menos respirando el mismo aire que su padre.
 
¿Qué palabra era la mejor para describir al señor Park? Cretino. Un cretino de tiempo completo y al parecer profesional. 
 
Los mejores recuerdos que Min tenía de su padre eran de la infancia. Cuando las cosas aún estaban bien. 
 
Y principalmente, cuando su madre aún vivía. 
 
Jung Min detesta a su padre. Lo desprecia. Quisiera verlo muerto. No hay otro sentimiento que cruce por su cabeza que no sea el odio cada vez que alguien lo nombra o lo ve.
 
El señor Park es el principal culpable de cada una de sus desgracias. 
 
Sus manos temblaron. Se sentía enceguecido por la rabia. Se lanzó sobre la cama. Lágrimas producidas por la furia comenzaron a descender de sus ojos.
 
Unos delicados golpes en su puerta lo hicieron levantar la mirada.
 
— Adelante.
 
Su hermana mayor abrió la puerta y la cerró tratando de no emitir ruido.
 
— Minnie, ¿por qué has hecho eso? —Formuló ella con tono dolido. — Sabes que puedes contar conmigo si no te estás sintiendo bien.
 
Él la abrazó a quemarropa. Comenzó a llorar descontroladamente. Na Ri parecía ser la única persona cuerda de la familia. 
 
No solo Na Ri le daba apoyo emocional. Eun Hwa también lo hacía. Pero la historia era completamente distinta con Eun Hwa. Ella era la actual pareja de su padre, la razón por la cual su madre se quitó la vida.
 
En algún momento sintió odio por la mujer, sin embargo, era algo que no podía durar para siempre.
 
Era una buena mujer. Demasiado buena como para ser pareja de su padre.
 
— Ya no lo soporto, Na Ri-ssi. No soporto estar sin mamá y ese maldito idiota no deja de juzgar cada mínima cosa que hago. —Sollozó mientras se aferraba con fuerza a ella.
 
— Sé que papá puede ser un idiota de tiempo completo, pero debes ser mejor que él, cariño, es lo que mamá hubiese deseado ver de ti. —Ella le acarició la espalda. — Cuando te sientas así, debes decírmelo, puedo ayudarte.
 
Jung Min la soltó y la miró a los ojos. Na Ri le sonrió de manera conciliadora y con su pulgar limpió sus lágrimas.
 
— Ve a tomar una ducha, seguramente te sentirás más aliviado. —Añadió y salió del cuarto. 
 
Él sacó ropa de su armario. Miró su reflejo en el pequeño espejo que había en la puerta del mueble. Su rasgo característico eran sus ojeras debido a largas noches de insomnio. Suspiró y salió de su habitación para dirigirse pesadamente al baño.
 
En el trayecto, la mirada despectiva de su padre lo seguía.
 
— Y ponte algo decente, no quiero que Eun Hwa te vea con esa ropa ridícula que te pones a diario. —Vociferó. Min dirigió su mirada hacia él.
 
— ¿Tienes alguna otra sugerencia? —Preguntó con rudeza, el hombre rio sarcásticamente y lo dejó solo.
 
Jung Min entró finalmente al baño. Arrojó la toalla y la ropa al suelo. Su respiración se agitó violentamente y un temblor incontrolable se apoderaba de su cuerpo.
 
Estaba teniendo un ataque de pánico. 
 
Se sentía perdido. Desesperanzado. La cálida imagen de su madre apareció en su mente. Ella le sonreía amablemente. Le ofrecía un abrazo.
 
Todo se desmoronaba en su interior nuevamente. Ya no sabía qué hacer con su situación.
 
Tenía a su padre en su contra, lo odiaba, apenas contaba con su hermana mayor y era un recluído social.
 
No había nada que pudiese salvarlo de ese abismo. 
 
Maldijo haber sido salvado la noche anterior por aquel chico. 
 
Se quitó la ropa y entró a la ducha. Dio el agua fría. Quería olvidarse del ambiente que había fuera de esas cuatro paredes. Quería olvidar por un momento al estúpido de su padre. 
 
Y quería regresar en el tiempo para evitar a toda costa el suicidio de su madre, pero sabía que era algo imposible, que solo podía lograr en sus mejores sueños.
 
Deseaba poder ser feliz de alguna forma, aunque le tomará mucho tiempo lograrlo.
 

 
Una dulce fragancia característica invadió su nariz cuando salió de su cuarto y se dirigía al salón. Era el perfume de Eun Hwa. La miró desde lejos.
 
Su sonrisa encendía el ambiente, Jung Min no conseguía entender cómo una mujer tan guapa y alegre como ella podía estar con su padre, un hombre verdaderamente opaco ante esa mujer, serio y cada vez más antipático.
 
Yang Eun Hwa. Una mujer de treinta y cinco años. En el pasado solía ser alumna de los padres de Min. Aprendía de canto con la señora Park y con el señor Park aprendía a tocar el piano.
 
Jung Min cumplía recién veintidós años cuando Eun Hwa apareció en sus vidas.
 
La señora Park y ella tenían una buena relación. Se habían hecho amigas rápidamente, grandes confidentes. Eun Hwa muchas veces había sido invitada a cenar con la familia. 
 
Su relación con los hijos de los Park también era especial y única. Sobretodo con Jung Min. Sentía una gran admiración por él, además de un cariño único porque le recordaba a su hermano menor.
 
Sin embargo, las cosas rompieron de un momento a otro. 
 
Si había algo bien sabido por la familia era lo carismático que podía ser con las mujeres. El matrimonio era cada vez más disfuncional a causa de ello. 
 
La relación entre Eun Hwa y el señor Park se hizo sospechosa entonces. No fue hasta un día en el que la madre de Jung Min los sorprendió teniendo sexo.
 
Aquello la destruyó por completo. Eso la llevó a deprimirse por completo. Las peleas con su marido eran cada vez más frecuentes y agresivas. Jung Min intervenía en ellas cada vez que podía. 
 
Comenzó a sentir resentimiento hacia Eun Hwa. Odiaba cada vez que ella iba a su casa. La odiaba. 
 
Hasta que, todo se ennegreció para la señora Park. Él le había pedido el divorcio. Ella aún sentía algo por él, incluyendo el odio. Decidieron separarse. 
 
El primer acto del señor Park fue pedirle a Eun Hwa que fuese su pareja formal. Algo que siguió desmoronando a su esposa.
 
Jung Min era testigo de ello. Decidió postergar sus estudios universitarios para estar con su madre y darle apoyo. Pasaba días enteros con ella, cocinaba para ella y tocaba música para ella.
 
Ambos escuchaban la ópera favorita de Min, Turandot. No había un día en el que no la viera llorar. Él estaba enojado y frustrado.
 
Peleaba a menudo con su padre y le negaba la entrada a Eun Hwa.
 
Las cosas se tornaron aún más oscuras luego. Una de las tantas discuciones entre ambos terminó en una agresión física. La señora Park y Eun Hwa intervinieron, sin embargo eso no impidió que el hombre golpeara a su hijo.
 
Desde aquel día, su madre estaba más deprimida que de costumbre. Jung Min no pudo con aquella presión y sus problemas comenzaron a surgir.
 
Comenzó a auto medicarse con las pastillas de su madre para sentir más alivio y poder transmitirle algo de paz a la señora Park.
 
Pero, eso no bastó. 
 
Luego de presenciar la última discusión de Min y su padre, ambos ebrios, tomó la decisión que destruirá todo.
 
En aquella discusión solo intervino Eun Hwa, quien fue duramente insultada por Min, lo que ocasionó que la discusión fuera más fuerte y nuevamente terminara en una pelea.
 
Al día siguiente, lo primero que pudo ver Jung Min fue a su madre en el suelo del baño, con el piso repleto de pastillas, la bañera revalsando de agua y sangre fluyendo aún en sus brazos.
 
Su corazón se detuvo. Se tiró al suelo de rodillas. Abrazó a su madre, quien ya no tenía pulso ni mucho menos respiración. Las lágrimas comenzaron a bajar. 
 
Un grito de desesperación salió de su garganta. Su hermana mayor corrió hasta el lugar, horrorizada con la escena.
 
Y el señor Park... No le tomó importancia.
 
Su esposa se había quitado la vida. Lo único que cruzó por su cabeza era que finalmente sería libre para amar a Eun Hwa.
 
Mientras que Jung Min comenzaba a derrumbarse. El odio contra su padre crecía a pasos agigantados.
 
La relación se deterioró por completo.
 
Jung Min finalmente se deprimió y entró en un círculo vicioso; numerosos intentos de suicido.
 
Cuando ya había pasado un año desde la muerte de su madre, había llegado a urgencias al menos tres veces por sobredosis de antidepresivos y quizás cinco por intentar desangrarse.
 
Incluso tuvo que estar internado por sus múltiples intentos de suicidio.
 
Solos dos personas lo visitaban: Na Ri y Eun Hwa. Nunca esperó que esta última lo visitara, fue en aquel momento en el que consideró abrir su mente y poder perdonarla.
 
Su padre en cambio, jamás lo visitó.
 
Luego de ser dado de alta, decidió finalmente comenzar a estudiar en la universidad, cumpliendo el sueño de su madre póstumamente.
 
Su abuelo materno decidió ayudarlo a pagar el dinero de la universidad.
 
Todos esos pensamientos se disolvieron cuando entró en razón y frente a él vio una reluciente sonrisa y una frondosa cabellera castaña.
 
— Hola, Jung Min-ah. —Eun Hwa lo saludó poniéndose de puntas para besarle la mejilla.
 
Él le facilitó el trabajo agachándose un poco. La mujer le dio un afectico abrazo.
 
— Eun Hwa-ssi, ha pasado mucho tiempo sin verte. —Susurró, una sonrisa compasiva se asoma en su rostro. — Cada vez te pones más guapa. 
 
Ella rió de manera pícara. Cuando se aleja de él, siente sobre sí la fuerte mirada del señor Park sobre ella. 
 
Jung Min se cohibió rápidamente, al igual que la mujer.
 
— ¿Aún no te comenta su nuevo dilema, cariño? —Preguntó él con tono amenazante. El ambiente se vuelve tenso.
 
— No, Kwan. —Eun le responde tensa. Sabía que todo acaba en una discusión entre padre e hijo. 
 
Jung Min le dio una mala mirada a su padre. No quería que volviese a ventilar sus problemas y al parecer eso era su nuevo hobbie.
 
El señor Park le tomó la mano a Eun Hwa y la llevó consigo al comedor. Min suspiró tenso. Tras suyo aparecía su hermana mayor, quien le dedicó una dulce y cálida sonrisa. Le acarició el hombro y le hizo una seña para que comenzara a caminar.
 
Ambos fueron hasta el comedor. El ambiente aún se sentía tenso y era algo que todos notaban, incluso la criada. 
 
Todos se sentaron y el silencio reinó. Min estaba incómodo. Sabía que su padre en cualquier momento comenzaría a contarle todo a Eun Hwa.
 
Comenzaron a comer, en silencio aún. Las miradas entre los cuatro eran casi agónicas.
 
— ¿Cómo vas en la universidad, Minnie? —Cuestionó la castaña siendo observada por Kwan.
 
— Querida, esa pregunta está fuera de lugar. —Intervino él, ganándose la mirada de Eun Hwa, curiosa. — Intentó suicidarse otra vez. 
 
La mujer miró a Jung Min preocupada. Él bajó la mirada, avergonzado y maldiciendo mentalmente a su padre. Na Ri miró la escena incómoda, negando fortuitamente mientras miraba a su padre.
 
— Cariño, si estás pasando por un mal momento sabes que puedes contar conmigo. —Habló Eun con una sonrisa apacible, tomando la mano del pelinegro.
 
— ¿Piensas darle la razón, Eun? —Preguntó molesto el señor Park. La castaña lo miró con el ceño fruncido. 
 
— Tú mejor que nadie debería saber que Jung Min está mal, Kwan. Es tu hijo y deberías apoyarlo. —Contestó molesta. 
 
Min seguía con la mirada gacha.  No quería aportar anda a la conversación porque sabía que su padre lo usaría en su contra, fuese algo bueno o no.
 
— ¿Puedes notar lo que provocas? —Formuló él molesto dirigiéndose a Min. — Es increíble que causes tantos problemas.
 
— Papá, ya basta. —Intervino Na Ri. El hombre la miró inquisitivamente. — Sabes que lo de anoche también se debió por una pelea. Deja de reprenderlo de esa forma. —Agregó molesta mirando a Jung Min.
 
— ¿Tampoco puedes defenderte por ti mismo? —Él ignoró por completo a su hija. Su objetivo era fastidiarlo nuevamente.
 
— Kwan, es suficiente. 
 
— No he criado a un cobarde. —Bufó él.
 
— ¡Ya cállate! —Gritó el pelinegro con euforia. — Para ti hubiese sido mejor que no estuviese aquí, ¿no? Lo siento por darte la mala noticia, pero sigo vivo. Si quieres puedo cumplirte el sueño y volver a intentarlo, solo que esta vez no llegaré aquí de nuevo. —Habló con seriedad.
 
Kwan Min se rió. Miró a su hijo de manera lapidaria.
 
— No quiero volver a verte aquí, en estos últimos dos años no has sido más que un estorbo para mí. Me avergüenzas. —Dijo. Las palabras no tuvieron mayor efecto en su hijo, pero sí en su novia e hija. — Tienes dos días para irte y de una vez por todas dejar de fastidiarme.
 
El pelinegro sonrió con satisfacción. — Está bien, Park Kwan Min. Si ese es tu deseo, lo cumpliré.
 
Se puso de pie y fue a su habitación, dando un fuerte portazo.
 
El ambiente estaba tenso. Ambas mujeres no pudieron comer nada más.
 
Lo miraron a la misma vez. Él parecía sereno. Na Ri se puso de pie finalmente, siendo observada por su padre y por Eun Hwa.
 
— Lo siento, no tengo apetito. —Murmuró y comenzó a caminar en dirección a la habitación de su hermano.
 
Ella abrió la puerta y entró a la habitación. 
 
— Te has excedido esta vez, Kwan Min. Nunca lo creí de ti. —Bufó molesta la castaña. 
 
Pero eso no lograba dañar al hombre, al contrario, se sentía inmensamente feliz. Sin su hijo, por fin dejaría de tener absurdos problemas en la academia y entre sus colegas al haberse enterado de los intentos de suicidio reiterados de Jung Min. Estaba aliviado. Estaría en paz finalmente.
 
Para él, Jung Min no era más que el amargo recuerdo de su fallecida esposa. Por eso no deseaba verlo más. Kwan Min se había vuelto un hombre sombrío y cruel.
 
Y no era algo que le hiciese sentir mal, en absoluto.
 
Jung Min estaba frustrado. Na Ri se sentó junto a él mientras le acariciaba la espalda. 
 
— Quiero irme cuanto antes. —Bufó Min. La rubia lo abrazó afectivamente.
 
— ¿Sabes? Hace un tiempo quería irme de casa y aún tengo el dato de un chico que necesitaba un compañero de cuarto, ¿quieres tomarlo? 
 
La miró apenado. Ella se merecía mucho más poder irse de esa espantosa casa, incluso más que él.
 
— Na Ri-ah, no debes hacer esto por mí, lo mereces más que yo.
 
— Minnie, eso no importa. Aún puedo soportar las tonterías de papá. Prefiero que estés bien antes que estés aquí sufriendo el infierno que te hace vivir. —Murmuró ella, con una sonrisa. Él la abrazó a quemarropa.
 
No pudo contenerse las lágrimas. Na Ri era la única persona con la que verdaderamente sentía que podía contar. La única razón que lo anclaba a la idea de seguir vivo.
 
El único recuerdo de su madre que no lo lastimaba. Na Ri se puso de pie y caminó hasta el escritorio. Tomó un papel y un lápiz y mientras miraba la pantalla de su móvil, anotaba.
 
Jung Min la miró antes de tirarse sobre la cama. Su mirada ahora estaba en el techo. Blanco. Como su consciente.
 
Deseaba dormir. Y tal vez no volver a despertar. Quería huir, y tal vez no volver.
 
Pero, Na Ri seguía siendo importante para él. Se negaba a la idea que ella sacrificara su oportunidad de abandonar la casa.
 
Le prometió a su madre que la cuidaría y sentía que estaba fallándole. El dolor se generalizó en su cuerpo.
 
La vio ponerse de pie y sonreírle nuevamente. 
 
— Iré a calmar los ánimos antes de que arda troya allá afuera. —Murmuró ella dirigiéndose a la puerta. — Te dejé los datos para que llames al chico. Piénsalo, Minnie, es tu boleto a la libertad.
 
Dicho aquello, cerró la puerta. Min estaba indeciso. Sabía que la mejor opción era irse y abandonar los recuerdos que lo atormentaban. Y de paso abandonar el yugo de su padre.
 
Tenía certeza en algo. Park Kwan Min deseaba verlo muerto. No importaba la forma, pero mientras lo estuviese, él sentiría un gran alivio.
 
Sabía que su padre lo odiaba porque le recordaba a su madre. Y él lo odiaba porque le recordaba lo miserable que hizo sentir a su madre.
 
Tenía dos opciones. Huir y tratar de llevar una vida feliz o seguir aferrándose a su propio infierno personal y seguir soportando las vejaciones constantes de su padre y la compasión innecesaria de Eun Hwa.
 
No quería abandonar a Na Ri porque lograba imaginarse que la próxima víctima de la crueldad de Kwan Min sería ella. Sabía que Na Ri tenía una increíble fortaleza mental, pero nadie en su sano juicio podría soportar algo de ese tipo.
 
Nuevamente la idea de quitarse la vida le cruzó por la mente. Era algo mucho más sencillo, pero sería algo doloroso para su hermana.
 
Se maldijo mentalmente. Las decisiones precipitadas no eran lo suyo. Nunca lo habían sido.
 
Miró el papel sobre el escritorio. Era su pase a una mejor vida. ¿Sería realmente una mejor vida? A donde fuera, seguiría jodidamente deprimido.
 
Por otra parte, el ardor en el pecho por sentir que estaba fallando a la promesa póstuma que le había hecho a su madre lo estaba atormentando.
 
Se desesperó. Su cuerpo comenzó a temblar y por su frente corrían frías gotas de sudor.
 
Estaba teniendo otra crisis de pánico. Miró sus manos temblorosas. Se sentía patético.
 
Quería llorar y gritar. Tirar al suelo todo lo que pudiese y desahogarse.
 
Pero no lo haría. Se consideraba extrañamente más fuerte que eso.
 
Sacudió la cabeza y se mentalizó. El temblor disminuyó. Respiró para tratar de calmarse.
 
Nunca había creído en la efectividad de los ejercicios de respiración de sus sesiones de terapia, pero finalmente le habían servido.
 
Suspiró una vez que estuvo más tranquilo. Caminó hasta el escritorio y tomó el papel. Tomó su móvil.
 
Nuevamente se sentía indeciso. No sabía si hacerlo o no, pero ya no habría vuelta atrás cual fuera la opción que tomara.
 
Comenzó a marcar número por número. Estaba nervioso. Volvió a sudar frío. Sus manos volvieron a temblar.
 
— ¿Hola?
 
— Eh, hola, llamaba para... —Se detuvo. Sintió pánico repentino. — Para saber si aún buscas un compañero de piso
 
— ¡Ah, claro que sí! Dime, ¿en cuánto tiempo necesitas mudarte?
 
— Supongo que mañana. —Contestó algo cohibido.
 
— Wow, que rápido. De todos modos, ¿cómo te llamas? ¿vienes solo o sumas a alguien más?
 
Quiso despegarse del móvil y llamar a Na Ri para ofrecerle irse con él, pero sabía lo terca que ella lograba ser y no daría su brazo a torcer.
 
— Solo voy yo. Mi nombre es Park Jung Min. 
 
Un extraño silencio se dio a lugar. Min se alejó el móvil y lo miró con una mueca de confusión.
 
— ¿Hola? ¿Sigues ahí? —Cuestionó al instante.
 
— Sí, sí... Lo siento. Entonces, Jung Min, ¿a qué hora mañana? —Agregó la persona en la línea contraria.
 
— Tal vez temprano, debo ir a la universidad. —Murmuró en respuesta.
 
— Genial, puedes llamarme mañana a la hora que te acomode y coordinamos tu llegada, ¿vale?
 
— Está bien. —Contestó desanimado. De pronto, sintió curiosidad. — Uhm, ¿cómo te llamas tú? —Cuestionó luego.
 
Nuevamente se hizo un silencio. Jung Min se fastidió, detestaba cuando la gente guardaba silencio en las llamadas.
 
— Me llamo Hyung Jun. Kim Hyung Jun. —Respondió él. — Nos vemos mañana, Jung Min-ah.
 
— Nos vemos.
 
Cortó y una sensación de extrañeza vino a él. ¿Qué habían sido esos incómodos silencios?
 
En fin, no había que darle tanta importancia a algo trivial, cualquiera podía cohibirse en una llamada telefónica, ¿no?
 
Sonrió luego. Finalmente su vida comenzaría a cambiar, la suerte estaría de su lado y por fin...
 
Por fin podría armar su plan para vengarse por cada humillación de su padre.
 
Por fin podría honrar la memoria de su madre.
 
Y por fin... Por fin sentía esperanza de poder ser feliz.
 

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