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Physical por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!!

Espero que estén muy bien y que todos sus sueños se estén cumpliendo.

 

Bueno, quiero dejar en claro que todos los capítulos narrados por Celeste tendrán... bastantes improperios... malas palabras...¿garabatos? Y como soy chileno, creo que para los que no lo son, aprenderán varios de los que se usan aquí ajajaja, aunque intentaré buscar otros de otros países jajaja así que si quieren dejar sus recomendaciones, los tendré presente.

 

Hasta luego!! Nos leemos!

Celeste I

 

Yo... Lo amo, es lo único de lo que estoy segura en este mundo. Lo conocí cuando ambos íbamos al jardín de niños. Recuerdo que se acercó porque yo estaba llorando. Venía con su jardinera azul y un queque en ambas manos, su rostro estaba lleno de azúcar flor porque había comido con desespero.

-Cuando me da penita, como algo dulce y se me pasa. Mi mamá dice que por eso estoy gordo, pero no importa, porque me pone feliz. ¿Quieres un poco de mi queque? – me ofreció.

Apenas teníamos cinco años y pensé: "Por dios, es la única persona que se preocupa por mí". Soy una convencida que la gente que sufre mucho se termina uniendo, es como si el destino quisiera juntarnos para que podamos ser más fuertes en comunidad.

Me llamo Celeste Vásquez, tengo dieciocho y soy la mejor amiga de Tomás Sotomayor. Vivo con mi mamá en el sur, y desde hace un par de años solo somos nosotras dos, luego que mi papá se muriera por sobredosis. Creerán que eso es triste, pero en realidad fue lo mejor que nos pudo suceder. Aquel viejo de mierda solía pegarme de niña, tengo todos los brazos marcados por los cigarrillos que le gustaba apagar en mi piel. Siempre estaba drogado y agresivo, especialmente con la gente que lo amaba, era como si mientras más supiera que le querían, peor se comportaba.

El día que conocí a Tomás, estaba llorando porque la noche anterior había visto a mi mamá en el suelo, con el rostro lleno de sangre. Las tías del kínder ya sabían lo que ocurría en mi casa, por lo que solo dejaban que llorara en un rincón del patio. Ni siquiera se preocupaban, preferían hacerse cargo de las niñas bonitas, de los cabellos de las muñecas y los raspones en las piernas de los otros demonios. Porque, ¡Mierda! Sí, los niños también son crueles, no porque tengan cinco años no pueden hacer daño, sino pregúntenle a Tomás.

-La mariposa gorda comiendo queque... La mari... mari.... Posa gorda... comiendo queque...-ni siquiera había podido recibir el presente de mi nuevo amigo, cuando uno de los muchachos llegó para burlarse del gordito.

-¿Siempre se ríen de ti? – le pregunté.

-Sí, es que me encontraron jugando con las muñecas y desde ahí me dicen mariposa –

-Mi papá dijo que los niños tenemos que jugar con autos, no con muñecas, que eso era de niñitas... de maripositas –se seguían burlando.

-¿Y qué si quiere jugar con muñecas? ¿Sabes lo que me gusta a mí? ¡Golpear los traseros de niños bonitos como tú! -

Ah sí, se me había olvidado decirle que la otra razón por la cual las tías del kínder dejaban que me quedara sola en un rincón, es porque solía pelear con los otros niños. Sí, todavía recuerdo cuando le metí un crayón por la nariz a Luís Reyes. Entró amarillo y salió rojo. Pobrecito, tuvo que estar un mes con un parche.

En fin, ese día me di cuenta que Tomás sería mi mejor amigo para toda la vida, y es que no ha habido nunca nadie que se preocupe tanto por mí como lo hace él. Cuando mi mamá olvidaba mi cumpleaños, siempre recibía un pastel y un regalo de mi bebote. Así le gustaba que le dijera en la intimidad.

Hubo un tiempo que pensé que estaba enamorada de él, sin importarme que fuera evidentemente gay, pero con los años me percaté que era algo mucho más fuerte que eso, que lo amaba como si fuera mi hermano, mi alma gemela.

Después fuimos al mismo colegio, y seguimos pasando los recreos juntos. Los chicos lo molestaban, por lo que yo me autoproclamé su protectora. Persona que se atreviera a reírse de él, yo le golpeaba.

-¿Vas a estar bien? –me preguntó.

-Sí, no te preocupes, solo me suspendieron por un mes. No sé por qué se alarman tanto porque le corté el pelo a Anastasia, si igual le va a crecer –

Recuerdo que ese balde de mierda le dijo a Tomás que hablara más como hombre, en esa época en que todos los chicos estaban cambiando la voz. Me enojé tanto porque vi los ojos llenos de lágrimas de mi amigo que, sin pensarlo dos veces, tomé la navaja que llevaba en mi mochila y le corté de raíz el pelo a la pelirroja engreída ésa. Creo que le saqué un poco de sangre, pero ni me importó.

-Deberías dejarte crecer el pelo, amiga, para que seas "más como mujer" –le dije mientras me reía como loca.

Todas las veces que era suspendida ocurrían dos cosas: Tomás me llevaba a su casa todas las tardes porque sabía que no soportaba pasar más tiempo con mi papá, y don Pedro Sotomayor sobornaba al director del colegio para que no me expulsaran. Eso es lo bueno de tener un amigo con dinero.

Me dolió mucho cuando decidió irse a la capital. Siempre fuimos los dos contra el mundo entero, aunque supongo que lo comprendo, ya estaba cansado de todo lo que tenía que soportar en el sur. Mi papá murió y mi vida mejoró un poco, pero la de él no, siguió igual o peor. Su mamá lo abandonó cuando tenía diez, y eso lo destruyó mucho más que todas las burlas que ella misma le hacía, las veces en que era evidente que le daba vergüenza tener un hijo tan gordo. Siempre ha tenido problemas con la comida y tras eso, fue aun peor. ¿Qué futuro tendría allí? Especialmente después que su papá consiguió una novia. Volvió a sentirse desplazado. Y no culpo a don Pedro por conseguir el amor, tan solo que mi bebote necesita mucha atención, cosa que, aunque es un buen papá, nunca le ha dado del todo. Y mucho menos ahora que está en una relación.

-Tomás, dime... ¿qué te hizo? – tuve que gritarle a través del celular y es que no quería contarme.

Hace días que sentía que mi amigo estaba mal, era evidente que le había ocurrido algo, pero no se atrevía a confesarlo. Me partía el corazón pensar que estaba en esa ciudad tan grande solo y desesperado.

-Yo... no me gustó –

-¿Qué no te gustó? ¿Qué te hizo? –

Desde un principio no me convenció esa relación tan extraña que entabló con el tal Enrique. Me mandó fotos por correo y parecía todo muy perfecto, muy rápido y demasiado planificado. ¿Qué escondía míster músculos?

-Tuvimos sexo con sus amigos –

-¡¿Tuvimos?! –me enfadé, eso no era consentimiento, era violación.

No quise escuchar más, fui a mi clóset, tomé un par de ropas, las metía a mi mochila y fui hasta la cocina, donde estaba mi mamá.

-Me voy a vivir a la capital. Tomás me necesita –

-Bueno. Abrígate –es todo lo que dijo antes de verme marchar.

Tras doce horas en un bus que apestaba a trasero, llegué a la gran ciudad. Con hambre y un dolor espantoso de cabeza, entré en el mítico gimnasio Physical.

-Señorita, ¿tiene entrenamiento aquí? –me preguntó uno de los guardias, de esos gorilas de dos metros con más hormonas que neuronas.

-Sí, ¿algún problema? ¿Acaso no puedo entrar porque estoy vestida fea? ¿O porque no tengo tetas como esas esas estúpidas de ahí? ¿Me vas a negar la entrada? –

-No... No, señorita... Entre usted –

-Ok, así me gusta –

Caminé todavía con el enojo del día anterior. Me había traído una foto del desgraciado de Enrique Lira, y con ella en mano fui sala por sala buscándolo. Cuando lo encontré, sonreí de la alegría. Era momento que pagara por todo lo que le habías hecho a mi bebote.

-Hola, ¿tú eres Enrique? –le pregunté a lo que él quedó sorprendido. Dejó de lado a la tetona a la que ayudaba a levantar pesas.

-Sí, ¿qué quieres? –

-¿Enrique Lira? ¿Profesor de Physical? ¿El hombre más guapo del mundo, el más sexy y dotado? –

-Eso me han dicho –sonrió galante cuando le repetí lo que mi amigo me había dicho.

-¿El hijo de puta que obligó a Tomás a tener sexo con sus amigos? ¿El culiao que le dice que lo ama cuando debe estar planeando otra cosa? ¿El hijo de perra que tiene un tajo en la cara? –

-¿Qué? ¿Qué mierdas estás diciendo? –

Se impresionó ante mis gritos, aunque quedó más sorprendido cuando saqué mi navaja del pantalón y le corté la mejilla desde la boca hasta la oreja.

-A ver si ahora te crees tan bonito, concha de tu madre –

Ya me siento más tranquila. Metida en una celda de la cárcel, pero contenta por haber puesto en su lugar a ese malnacido. Cuidado todos los culiaos que quieran meterse con mi bebote, porque ahora llegué yo, Celeste, su protectora. 

 


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