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TomEdd Week 2019 por black_leger

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—Eso huele bastante bien.

Edd soltó una risa divertida dejando que su pareja le abrazara mientras repartía juguetones besos en su cuello.

—Necesito terminar la cena.

—Podemos olvidarla la cena y pasar al postre.

—Cena y cine primero.

—¿Ni siquiera una excepción por el cumpleañero?

—Bueno, es la cena para el cumpleañero y tiene que ser especial por eso.

—Cualquier cosa que hagas siempre es especial.

—¿Siempre tienes que ser tan cursi?

—Sabes que sí.

Era sorprendente como aun después de todos esos años juntos, de todos los besos y noches compartidas, aquella sensación de mariposas revoloteando enloquecidas en su estómago continuara presente, tal y como la primera vez que se armó con el valor suficiente para tomar la mano de Edd al salir del cine después de que ambos decidieran que era un mejor plan que asistir a un ridículo baile de secundaria para el que ni siquiera habían conseguido pareja.

Los labios de Tom se separaron al sentir la juguetona mordida sobre ellos, los brazos de Edd alrededor de su cuello acortando aún más la poca distancia entre ellos provoco que su corazón latiera enloquecido, su boca siempre parecía tener aquel dulce sabor a soda que había dejado de odiar desde el día que se besaron por primera vez, soltó una queja caprichosa cuando el beso termino dejándolo hambriento de más, pero las caricias en sus mejillas parecían intentar compensarlo por la corta sesión de besos.

—Si la cena se quema por tu culpa haré que la comas hasta que no quede nada.

—Bien, bien, ya entendí, te dejare hacer la cena en paz.

—¿Te he dicho lo mucho que te amo?

—¿Ahora quien está siendo cursi? —se burló con una ligera sonrisa en su rostro, mientras veía con placer como el rostro del otro enrojecía y sus ojos desaparecían tras sus parpados mientras hacían un falso mohín de enfado.

—No lo seria si no me dieras motivos para serlo, ahora sal de mi cocina.

—Nuestra cocina, vivimos juntos.

Se dejo empujar fuera del lugar sin oponer mucha resistencia, riendo con ligereza de todos los falsos reproches del chico de sudadera verde que le estaba arrastrando hasta la sala de la casa.

En la soledad de la sala dejo que el torrente de emociones que había contenido hasta el momento finalmente se desbordaran, de un salto se levantó del sofá y con pasos cautelosos, pero veloces, se encamino a la habitación principal en la segunda planta; el crujido de la puerta al abrirse hizo que su corazón por poco se detuviera mientras miraba, no sin cierta paranoia a su alrededor, como si el rechinido de la puerta lo hubiera delatado en el acto y hecho aparecer a Edd por arte de magia en el pasillo, por suerte solo era su imaginación poniéndolo demasiado paranoico.

Se deslizo dentro de la habitación y camino hasta donde el estuche de Susan descansaba colgado en la pared y con cuidado lo coloco sobre la cama, si había algo que deseara ocultar de Edd, entonces solo debía esconderlo dentro del estuche de su bajo y su secreto estaría seguro, con cuidado saco una pequeña caja negra del interior del estuche, tan pequeña que con facilidad cabía en la palma de su mano, se sentó sobre la cama sintiendo su boca seca de tan solo pensar en lo que había en el interior de aquella minúscula caja.

Aun le costaba creer que todo aquello estuviera sucediendo, se habían conocido cuando eran prácticamente un par de niños, no tendría más de diez cuando se conocieron, Edd llego como el chico nuevo de su clase y decidió hacerse amigo del extraño niño de frenillos en un rincón del salón al que todos ignoraban, por años ese chico castaño y de presencia tan imponente que parecía hacer que todos se giraran a mirarlo de una forma u otra, fue quien lo llevo de la mano a través del mundo, quien lo levanto del piso una y otra vez sin importar cuantas veces cayera hasta que finalmente no lo necesito más para pararse por sí mismo, se superó en tantos aspectos solo para poder sentirse algún día, verdaderamente digno de él y ahora mismo daría el último paso para demostrárselo.

Amaba cada cosa de Edd, no importaba si era buena o mala, incluso sus peores y más grandes defectos resultaban maravillosos ante sus ojos.

Alguna vez había leído en alguna parte que el enamoramiento solo duraba tres años, pero él llevaba casi toda su vida enamorado de la misma persona, fue a los quince cuando finalmente decidió confesarle sus sentimientos sin esperanza alguna de ser correspondido y con el terror de perder lo más valioso en su vida hasta ese momento, y justamente ahora mismo pensaba hacer lo mismo, tras casi trece años de relación finalmente se atrevería a dar aquel paso.

Con manos temblorosas abrió la pequeña caja entre sus manos y saco un sencillo anillo de compromiso, era una banda de oro blanco con un trió de pequeños zafiros incrustados, demasiado delgado como para poder grabar sus nombres como le hubiese gustado, pero dudaba que a Edd le importase mucho aquel detalle, después de todo, las cosas extravagantes y demasiado caras nunca fueron de su agrado, pero se aseguraría de darle un anillo realmente mejor el día de su boda, sería una joya que podría presumir orgulloso, se ruborizo al imaginar ese día y cubrió su rostro avergonzado por su cursi fantasía.

Quizás debió haber planeado una elegante cena en un lujoso restaurant y terminar la velada haciendo su propuesta arrodillado con un traje de gala en algún sitio al cual pusiesen volver para recrear el momento en sus aniversarios, pero nunca se atrevería a hacer eso en otra fecha o romper aquella vieja tradición en la cual Edd cocinaría una ostentosa cena que terminaría con ellos mirando alguna película de la que rara vez verían el final, realmente tenía que hacer su propuesta ese día, su cumpleaños era sin duda un día especial para ellos, fue la primera vez que alguien asistió a una de sus fiestas desde que se convirtió en un marginado social en la escuela, cuando tomo el valor de declararse a Edd, aun recordaba bien ese día, lo dejo en la puerta de su casa y le beso antes de salir corriendo como un cobarde, cuando le propuso que vivieran juntos, también fue el día que finalmente pudieron mudarse a su propia casa, simplemente no podía dar un paso tan importante en su vida en otra fecha que no fuera aquella.

Devolvió el anillo a su caja y lo guardo en la bolsa de su sudadera asegurándose que el estuche no fuese visible y salió de la habitación en dirección a la sala donde se suponía que debía estar esperando.

Se detuvo al llegar a la escalera, desde abajo Edd le miraba con una sonrisa divertida.

—Estaba comenzando a preocuparme de que no respondieras.

—Solo tuve que subir a hacer... cosas.

—Claro, claro, solo espero que esas "cosas" no te quiten energía para esta noche.

—¡Edd! —sentía su rostro enrojecer mientras Edd escapaba soltando una burlona carcajada.

Las pequeñas burlas y las falsas discusiones eran el pan de cada día de su relación, jamás espero que alguna vez fuese capaz de disfrutar de algo como eso y sin embargo ahí estaba, fingiendo enfado mientras corría escaleras abajo. Sus pies se detuvieron en seco al entrar en el pequeño comedor de la casa admirando el banquete imposible frente a él, si había aprendido algo con los años era a no cuestionar mucho las habilidades de cocina de Edd, sin embargo, por primera vez se encontró sorprendido de que hubiera podido cocinar todo aquello que tenía delante, en lo que parecía un tiempo casi imposible.

—¿Cómo?

Desde su asiento Edd sonrío dejando que sus dedos tamborilearan sobre la mesa, disfrutando de la expresión de asombro casi infantil y el brillo de admiración en los profundos ojos azules de Tom.

—No te mentiré, le vendí mi alma al diablo por mis imposibles destrezas culinarias.

—Entonces deberías exigirle un rembolso.

—¿Me has metido todo el tiempo, Thomas? Despreciable mentiroso, he pasado años cocinado para ti y justamente ahora me apuñalas diciendo que no te gusta mi comida, pues bien, entonces siéntate en la mesa y come mi horrible comida como castigo por engañarme todos estos años.

—Si no tengo otra opción, acepto este cruel castigo, pero solo porque sé que te hace feliz verme sufrir.

Tomo asiento en la mesa justo al lado de Edd, solo ellos dos ocupando la solitaria mesa con cuatro asientos vacíos que nunca habían sido utilizados por cualquier otra persona que no fuesen ellos, quizás sería bueno que comenzaran a pensar en la posibilidad de conseguir un comedor más pequeño o planear como llenar aquellos solitarios asientos, sin embargo, esos serian problemas del futuro Tom, por ahora los asientos vacíos no tenían importancia alguna.

—Confiesa. ¿Cómo hiciste todo esto en tan poco tiempo?

—Siendo sinceros, tuve que comprar la mayoría porque alguien paso toda mañana pidiendo un adelanto de su regalo de esta noche, ahora que lo veo, creo que vamos a pasar el resto de la semana comiendo comida recalentada.

Con una sonrisa Tom comenzó a enredar los espaguetis de su plato en el tenedor para proceder a dar un bocado que mastico con lentitud antes de tragar.

—No suena tan mala idea comer así el resto de la semana.

Edd suspiro mirando al otro comer disfrutando de cada bocado mientras él devoraba su propia comida.

Fue una cena relativamente silenciosa con un que otro comentario que generalmente terminaba con alguna broma tonta.

—¿No crees que esto tiene un sabor raro? —pregunto Tom mirando la pequeña pieza de carne en su tenedor.

—¿Raro?

—La carne, tiene un sabor extraño.

—Déjame ver —tomo la mano de Tom guiando el tenedor hasta su boca comiendo aquella pieza de carne—. Sabe bien para mí, quizás solo estas lleno, supongo que podemos dejar el pastel para más tarde.

Se miraron por largo tiempo dejando que sus manos se tomaran por debajo de la mesa, con un suspiro Edd recargo su cabeza sobre el hombro de Tom y entrecerró los ojos disfrutando del confort que su presencia le provocaba.

—Sabes, Tom. Conocerte ha hecho que cada segundo de mi existencia valiera la pena, incluso creo que eres lo único bueno que me ha pasado en mi vida.

—¿Es broma? Era un desastre antes de conocerte, si no hubieras aparecido en mi vida... ni siquiera estoy seguro si continuaría aquí, yo soy quien debería estar agradecido por ser lo mejor que paso en mi vida —aquel parecía el momento indicado, podía sentir con sus dedos los bordes de la pequeña caja dentro de su sudadera.

—Hey, ¿por qué no vas a preparar la sala mientras recojo todo esto?

—Déjame ayudarte, será más rápido si lo hacemos así.

—Mañana y el resto de la semana puedes hacer la limpieza que quieras, pero hoy eres el chico del cumpleaños, y que clase de novio seria si no te consiento como lo mereces.

Con aquel tono que tanto le recordaba a su madre era imposible intentar llevarle la contraria a Edd, desvió la mirada pensando que quizás podría esperar un poco más, después de todo tenía el resto de la noche para proponerse, así que, con pasos resignados se dirigió a la sala para prepararlo todo para la película.

Miro los títulos de las películas en la colección que entre ambos habían juntado con los años solo para finalmente decidirse que quizás ver algo en alguna plataforma sería mejor que tomarse las molestias de usar el reproductor de discos, aun no entendía porque continuaban comprando películas cuando la mayoría de ellas las podían ver en línea, no tenía mucho sentido, sin embargo su colección solamente seguía aumentando, bostezo antes de dejarse caer sobre el sofá y tallo sus ojos intentando quitarse aquella sensación de cansancio que había comenzado a sentir minutos atrás, quizás había comido más de lo que debió y ahora pagaba las consecuencias de ello; encendido el televisor sin mucho interés dejando que el ruido de un programa al azar terminara con el silencio y cerró los ojos, dudaba que Edd tardase mucho en aparecer, pero mientras lo hacía, dormitar un poco sonaba como una opción agradable.

—Tom... Tom... ¿Aun puedes despertar?

Era una forma extraña de preguntar si estaba despierto, pero tampoco era como si fuera la primera vez que Edd hacia preguntas extrañas, él simplemente solía ser extraño a veces.

Entreabrió los ojos solo para encontrarse con un par de ojos cafés que le observaban atentos y preocupados.

—Creo que comí demasiado —hablo con lentitud solo para bostezar un poco más y tratar de darle espacio a Edd para que se sentase a su lado.

—Si que lo hiciste, aun quieres ver la película o prefieres que vayamos a dormir.

—Película —dijo aun sabiendo que ni siquiera terminaría de ver el filme, pero eso no era lo importante, él simplemente quería pasar más tiempo con Edd.

No había esperado otra respuesta de su pareja, trago saliva sintiendo su garganta seca y fingió una forzada sonrisa mientras tomaba asiento en el sofá y dejaba descansar la cabeza de Tom sobre su regazo, sabía que el tiempo pasaba y cada segundo podía ser el último que pasaran juntos.

—Te amo tanto que duele, ¿lo sabias? Incluso siento que haberte conocido es solo un castigo más por mis pecados y aun así es la primera vez que he sido tan feliz en mi vida —confeso sabiendo que no importaba que lo hiciera, el tiempo había llegado a su límite y no podía revertir lo que hizo.

La sensación de humedad en su rostro fue lo que le obligo a intentar abrir los ojos nuevamente y tratar de enfocarse en Edd, nunca se había sentido tan cansado en su vida y dormir era en lo único en que podía pensar y aun así, no podía evitar esforzarse en tratar de mantenerse despierto, era extraño y quizás debiera preocuparse por su estado, pero ver a Edd llorando pronto fue lo único que ocupo todos sus pensamientos, ¿qué clase de película está viendo para hacerle llorar?, ¿qué pudo haberlo entristecido tanto?

—¿Por qué lloras? —pregunto arrastrando las palabras, tanto su lengua como su cuerpo se sentían entumecidos y lentos al igual que sus pensamientos.

—Porque me siento demasiado feliz de estar a tu lado.

—¿Lo haces?

—Más de lo que puedes imaginar.

Aquellas simples palabras hicieron que las mariposas en su estómago volviesen.

—Quiero hacerte feliz —balbuceo con lentitud, como si decir aquellas sencillas palabras le costasen todo su esfuerzo mental—, hasta el último segundo de mi vida —dijo mientras que sus dedos se cerraban entorno a la pequeña caja que escondía en su sudadera antes de sacarla de su escondite—. No es mucho, pero...

Ver el pequeño estuche sostenido por Tom fue todo lo que necesito para saber lo que había en su interior y darse cuenta que aún era posible que su alma y corazón pudieran continuar rompiéndose.

—Es incluso más de lo que merezco.

Tomo el estuche entre sus manos temblorosas y saco la sortija de su interior para proceder a colocarla en su anular dejando que Tom viese el anillo en su mano.

—¿Es un sí?

—Si, Tom.

Pudo sentir como Edd tomaba su mano y la llevaba hasta su rostro, no podía verlo, sus ojos simplemente se negaban a abrirse nuevamente, pero aun podía escucharlo y sentir las lágrimas que recorrían sus mejillas, ¿lágrimas de felicidad?, solo eso podían ser, si hubiera podido quizás él también estaría llorando por eso.

—Te pertenezco solo a ti y únicamente a ti, mi alma, mi ser, todo de mi es tuyo y solamente tuyo, eres la primera persona a la que he amado y amare hasta el final de mi existencia.

Escuchar eso lo hizo sentir el hombre más feliz sobre la faz de la tierra, era incluso aterrador que pudiera ser feliz hasta ese grado, aquel juramento de eterno amor era incluso más de lo que podía pedir, el suave roce de los labios de Edd sobre los suyos era inmensamente dulce, lo amaba, definitivamente los besos de buenas noches eran los que más disfrutaba, mañana serio otro día, mañana todo parecería un sueño y, sin embargo, sería uno hecho realidad.

—¿Aun puedes escucharme, Tom?

No hubo respuesta a su pregunta, sabía que el corazón de Tom se había detenido, robo su último aliento en aquel beso, debía irse, pero aun había tiempo, aun podía pasar tiempo a su lado antes de tener que huir, no quería marcharse incluso si eso significaba volver a morir, pero lo haría, al final se iría y todo volvería a comenzar.

El sonido del televisor fue sustituido por un bajo zumbido que apenas podía ser llamado estática mientras que un fuerte olor a azufre inundo su nariz anunciándole que ya no se encontraba solo en aquella casa.

—¿Vienes a burlarle y decirme: te lo dije?

—No me atrevería.

—Duele demasiado.

—Lo sé, no somos demonios, incluso si estamos condenados a serlo, seguimos siendo humanos, aun podemos sentir y sufrir, por eso estamos obligados a hacer esto.

No se contuvo en romper en llanto, nunca había llorado de aquella forma y nunca había amado de aquella forma, ¿eso era el verdadero amor?

Sabía que todo terminaría de esa manera, que esa fue su encomienda, su compañero de condena se lo advirtió cientos de veces, pero se negó a escucharlo, quería vivir aquel pequeño sueño, creer que esa era su vida y no solamente una reconfortante mentira.

Abrazo el cuerpo de la única persona que había tomado su corazón mientras recobraba parcialmente su verdadera apariencia, ya no era más aquel adulto que fingió ser para mantener su ilusión, volvió a ser un niño que apenas se encontraba cerca de la mayoría de edad.

No intento apartar a su invitado cuando sintió su mano sobre su hombro en un gesto de consuelo que jamás habría esperado de él, pero se alegraba tener a alguien a su lado en su momento más bajo.

—Dejará de doler, no ahora, pero lo hará algún día.

—¿Cuándo?

Pregunto atreviéndose a finalmente mirar a quien nunca supo si podría llamar su amigo, pero sin duda era lo más cercano a uno que alguna vez había tenido, a diferencia de él que aún mantenía la ilusión de humanidad, su compañía no se estaba molestando en ocultar su verdadera apariencia que no era mejor que la suya debajo de su disfraz, una profunda cicatriz que parecía jamás haber sanado atravesaba el lado izquierdo de su rostro desde su frente hasta el final de su mejilla pasando a través de su ojo que ahora no era más que una profunda cuenca oscura sin iris y pupila, podía notar pena y lastima en su mirada, incluso si su apariencia le daba un aspecto ligeramente mayor al suyo, él era al menos casi un año mayor, ambos eran jóvenes, nadie siquiera los consideraría adultos en aquella ella época moderna, con apenas veinte años se mataron el uno a otro movidos únicamente por un odio que nunca fue suyo, fueron sus familias las que les incitaron a odiarse y terminar asesinándose en un ridículo duelo de pistolas, a veces no podía evitar preguntarse si hubieran podido cambiar algo de sus vidas de haber sobrevivido a su última pelea, si habrían logrado corregir el rumbos de sus vidas, no, seguramente nada hubiese cambiado de haber sobrevivido, ambos habrían seguido siendo monstruos de nunca haber muerto, a pesar de los años, ninguno había cambiado mucho de quienes eran cuando aún estaban vivos.

—No lo sé.

Mirar el anillo en la mano del otro le lleno de cierta amargura, algo como el matrimonio no tenía verdadero valor para él.

En vida se había casado al menos cinco veces con mujeres que fácilmente triplicaban su edad, nunca sintió nada por ellas, solo eran una forma de conseguir capital para intentar llevar nuevamente a la cima el nombre de su familia, lo logro, construyo un castillo sobre arena que al final se derrumbó tras su muerte, fue el tiempo lo que le hizo ver la irrelevancia de todas sus acciones en vida y el sinsentido de la existencia humana, incluso ahora continuaba pensando que sus acciones carecían se sentido y propósito, solo eran herramientas para desequilibrar la balanza de una guerra entre ángeles y demonios que no era su problema y cuya única recompensan era la supervivencia.

—Sera menos doloroso si abandonas ese anillo.

—Es lo único a lo que puedo aferrarme ahora, Eduardo. ¿Puedes creerlo? Dos hombres casándose. Parece una broma, cruel —soltó un largo y amargo sollozo—. Desearía haber nacido en esta época, desearía haber nacido solo para conocerlo.

Era injusto haber nacido en una época que lo orillo a convertirse en un monstruo por algo que nació siendo. Nunca quiso convertirse en un asesino, nunca deseo matar a todos los hombres que alguna vez pasaron por su cama, pero hacerlo fue su único modo de sobrevivir en una época en que aquello significaba la muerte y donde lo único que importaba era mantener limpio el nombre de su familia.

Su primer amante fue el culpable de condenar su alma y de su descenso a la locura, el pobre diablo creyó que podría extorsionarlo y destruirlo, fue un error, el peor y ultimo error de su existencia, probablemente el infierno no debió haber sido muy diferente a sus últimos días de vida, ese hombre destruyo su confianza en otros, le hizo entender que no podía amar a nadie pues todos lo traicionarían, lo usarían y lo intentarían destruir si él no los destruía primero, le gustaría continuar odiando a ese hombre y volver a ser la criatura motivada por el rencor para hacer su trabajo, pero mentiría.

En el transcurso de los años al lado de Tom las cosas cambiaron demasiado, se suponía que debía corromperlo, orillarlo a la más absoluta desesperación, pero fue incapaz de ello, perdió su propósito a las pocas semanas de conocerlo, él era diferente, su único deseo se volvió hacerlo feliz hasta su último segundo, fue ingenuo creer que un monstruo como él podía aspirar a la redención.

—Tendremos que irnos pronto, él seguramente llegara en cualquier momento.

—Crees que...

—¡No! Sabes muy bien lo que sucedió la última vez que fuimos tan estúpidos para hacer algo como eso —fueron idiotas al creer que podían permitir que uno de sus objetivos continuara con vida, realmente creyeron en él, pero se equivocaron y las cicatrices en sus cuerpos eran el recordatorio de ese error—. Sabes que si lo hubieras dejado con vida él no dudaría en destruirte, ¿habrías podido vivir viendo como todo ese amor se convertía en desprecio?

—No —hubiera sido incapaz de hacerlo, ver a Tom intentando asesinarlo por lo que era, repetir la historia, no lo habría soportado, él probablemente hubiese dejado que lo matara, si así podía redimirse ante él.

Se quedaron paralizados al ver como el voltaje de la casa fluctuaba haciendo que la luces bajasen su intensidad y luego brillasen hasta casi cegarlos solo para volver a la normalidad a los pocos segundos.

—No tardara mucho en llegar —anuncio el hombre más joven ante las señales inminentes de la cercanía de su cazador, pero como siempre, ellos estaban un paso adelante.

Tom lucia tan tranquilo en sus brazos que hubiese creído que despertaría en cualquier momento, era iluso por pensar eso, no podía dejarlo en aquel lugar, merecía algo mejor que eso, sus manos temblaban cuando saco su teléfono del bolsillo y llamo a la policía, ellos llegarían y encontrarían su cuerpo, avisarían a su madre y al menos así podría irse sabiendo que no se pudriría en aquel lugar hasta que alguien notase su ausencia.

—Quisiera llevarlo conmigo.

—Sabes que nos encontraría si lo haces.

—Lo sé —beso a Tom con dulzura sabiendo que sería la última vez que lo haría—. Podemos irnos —anuncio con desgano mientras mirando a su alrededor despidiéndose de aquel sueño que fue su vida en los últimos años.

—¿No dejaras eso?

Edd miro el anillo en su mano y sonrió con tristeza sacudiendo su cabeza.

—Le jure que solo sería suyo.

—Solo vas a hacerte daño a ti mismo de nuevo.

No respondió, Eduardo tenía razón, pero no podía dejar atrás aquel tesoro y su única conexión con Tom y la vida que habían tenido juntos.

—Bien, Edward, si esa es tu decisión final, la respetaré.

—Edd, llámame así de ahora en adelante.

—Muy bien, Edd —bajo otras circunstancias no habría perdido la oportunidad de un comentario mordaz por aquel repentino cambio de nombre y su originalidad, pero no era el momento ni el lugar—. Vamos de aquí, tenemos un nuevo trabajo asignado —dijo como si hacérselo saber a Edward fuese importante, quizás lo fuera, solo esperaba que su nueva asignación lo mantuviera lo suficientemente distraído como para no pensar en aquel chico muerto que dejaban atrás, él ya había pasado por lo mismo con aquella chica de pelo azul a la que renuncio, solo para obligar a Edd a terminar el trabajo que fue incapaz de llevar al cabo, quizás fuese más cobarde que él por renunciar o más apegado al cumplimiento de su misión, aunque prefería pensar lo segundo.

Se desvanecieron entre las sombras abandonando aquella casa y el cuerpo inerte en la sala, pronto aquel ángel llegaría para encontrar a uno de sus futuros hermanos muerto antes de que pusiera convertirlo en un igual, ninguno dudaba que aquello le haría estallar en furia y que intentaría volver a asesinarlos por lo que habían hecho, pero como siempre, ellos estarían varios pasos delante de él, no por nada continuaban sobreviviendo y usando las propias regla del infierno para vivir una vida que se les fue negada cuando aún eran humanos.


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