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My iron lungs por Cupcakechito

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Probablemente la piel de Ed no podía fundirse más contra con la superficie de acero de su hermano, no podía estrechar esa cercanía como cualquier otra persona demostrando afecto, pero eso no le podría importar menos. Pues sus pensamientos de alguna forma, estaban más conectados que nunca. En el campo de cualquier batalla, si se separaban, sabían perfectamente cómo encontrarse, con una sola mirada de Edward siempre sabía lo que este estaba pensando, todo lo que necesitaba y quería…

 

Edward como un viajero sediento en medio de un desierto, anhelando más y más. Escuchar su voz, sentir su cercanía… Al se sentía en esos momentos en el rol del mayor, mimando con cierto exceso al menor, lo consentía tanto en las cosas que estaba de acuerdo como en las que no, aunque ambos iniciasen una estúpida pelea, Edward siempre salía victorioso, su rostro se iluminaba como un niño pequeño. 

 

Y luego estaban los besos.

 

“Esos” besos... 

 

No podía desglosar el significado detrás de ellos, ni terminar de entender la verdaderas intenciones de esa acción. Hasta ese entonces siempre estuvo que solo un hombre y una mujer enamorados podía besarse, podía hacer su amor publico, casarse y tener hijos para que ciclo de la vida continúe… ¡Claro! Se trataba de eso, es imposible que Ed pensara en otra cosa cuando acercaba su rostro a la pequeña hendidura de su armadura donde debía hallarse hipotéticamente su boca y lo besaba. De pie, colocaba ambas manos a los costados de su armadura y se ponía de puntillas para poder llegar hasta él. 

 

— ¿Es raro? — Preguntó la primera vez, sus mejillas estaban ligeramente teñidas en carmín y Al guardó silencio, esperando… no quería responder esa pregunta y por primera vez agradeció no ser capaz de hacer expresiones faciales, este lo delatarían… Era fácil mantenerse detrás de la máscara. 

 

— No. — Contestó de manera escueta al cabo de un buen rato, figurándose que sería peor no hacerlo, igualmente, no convenció para nada a Ed. Maldita sea Ed… mostrándose amigable de día, como un perfecto compañero de trabajo de la misma forma en que siempre había sido, mientras que de noche era tierno e íntimo.

 

Demasiado íntimo.

 

— Vamos, Al… — Le insistió, inconforme con la respuesta, generando un puchero con sus labios. A su forma de ver, simplemente estaba reclamando su momento a solas con su hermano, un momento donde nada ni nadie debía interrumpirlos, un momento solo para ellos dos. 

 

— Nii-san… — Fue ambiguo.Para su suerte, la conversación murió allí. 

 

Al quería mucho a Edward, lo quería muchísimo, pero estaba empezando a pensar que no lo quería de la misma forma en que Ed lo estaba demandando, no era capaz… terminaba cediendo una vez más e intentaba no pensar demasiado en lo que estaba pasando. No le importaba que cada vez que tuviera una vía abierta, el mayor de los Elric prefería dormir en su brazos, aún si al día siguiente se despertaba con unas cuantas contracturas por toda la espalda. No tenía sentido, estuvo bien una vez, estaba más que agradecido por ello pero ya está y además, su pequeña curiosidad respecto a la sexualidad estaba más que satisfecha, carecía de sentido si no era capaz de sentirlo. 

 

El invierno venía con más fuerza y su armadura seguía siendo fría y dura para los brazos de Ed, una mañana se despertó moqueando y con dolor de garganta. La cogestión no le permitía respirar bien. Solo hacía oídos sordos cuando Alphonse lo regañaba por ser tan obstinado y cabezota. Siempre, siempre saliéndose con la suya ¿podía considerarse un deseo egoísta?

 

Ojalá pudiera decirle de frente: — Está bien, Nii-san, yo estoy bien. No me siento solo...

 

No. No estaba bien.



.

 

.

 

.

 

— Perdón. —  Se disculpó, y no era para menos, una de sus manos sostenía su pene húmedo y erecto por fuera de la ropa interior. —  Si esto te incomoda… dímelo. Y pararé.

 

— “No deberías ni haber empezado en primer lugar” — Pensó, pero era incapaz de decirle eso. Edward tomó demasiada confianza, y comenzó a masturbarse en sus brazos cada noche. A veces lo hacía con la mano metida debajo de la ropa, eso era de las mejores ocasiones pues los otras contaban con un Edward completamente desnudo por lo que le provocaba el calor de la excitación, a veces ocultaba sus gemidos mientras mordía su camiseta, eso estaba bien si no fuera porque le enseñaba sus pezones erectos y jugaba con el ello con el automail, otra veces, gemía alto, descontrolado, otras más acompasado y siempre, siempre… cuando se venía, terminaba diciendo su nombre.

 

No sabía si eso era lo peor… o lo peor era cuando Edward lo miraba directamente mientras gemía, sus ojos nublados por el placer, sus mejillas encendidas por el refuerzo de revolverse. Obviamente, Alphonse tuvo que sostenerlo siempre en sus diferentes posturas que adoptaba, a veces de frente, otras sentado, otras en postura de perrito, otras colocaba ambas piernas entorno a una de su la suyas y se frotaba contra su armadura. 

 

Simplemente, Edward iba descubriendo que era lo que a su cuerpo le gustaba, se acariciaba a sí mismo de manera sensual y parecía tener especial fijación por sus pezones. Alphonse no lo entendía del todo… El colmo fue cuando empezó a besarlo besarlo mientras lo hacía. Terminando de confirmar lo que tanto estaba sospechando… no era muestra de afecta personal, era… lujuria. 

 

Lo estaba volviendo loco.

 

Besos tiernos, castos sobre su pecho, si los adultos usan ¿él también podía usar la suya? Aunque sabía a hierro… seguramente no era muy diferente a la saliva de otra persona. Cualquier zona estaba bien, casco, manos… quería poder enseñarselo todo. Al final, la armadura de Alphonse quedaba un poco asquerosa, cubierta en fluidos como saliva, semen o lágrimas saladas...

 

No estaba bien, no estaba bien… Creía que un día se aburriría y lo dejaba hacer. Si pudiera cerrar sus ojos y tapar sus oídos, las cosas sería más fáciles de llevar, simplemente su mente no estaba preparada para ello, hasta que un día idea aterradora cruzó por su mente ¿y si se había convertido en un mero objeto sexual? Degradado hasta ese punto ¿era posible? Edward siempre se veía tan feliz después y no decía nada más, la probabilidad era alta. Su rostro mientras se frotaba contra él envuelto en placer… había ido demasiado lejos sin darse cuenta. Eso es lo que pasa cuando alguien cede y cede, al final, terminan tomando cada pieza de tu cuerpo para sólo ser utilizada hasta romperse en pedazos. 

 

— Al… Al… Alphonse… — Decía entre gemidos, tenía una gran sonrisa en la cara mientras la saliva escurría por la comisura de sus labios. — Si… quieres, puedes tocarme también… ah. —  Decía mientras agitaba su miembro con furia. 

 

— … — Guardó el silencio, pensando detenidamente lo que iba decir, no quería sonar ni cortante ni dañino. — No… gracias. — Bueno, hizo su mejor esfuerzo. 

 

— No tienes porqué cortarte… si te da verguenza. — Tomó su mano y la puso en su rostro. — Yo te puedo mostrar cómo tocarme.

Hasta hace poco, Edward era un total ignorante que no sabía como tocarse la picha, ahora parecía querer darle clases sexuales a él. Eso removió un millón cosas extrañas dentro de su pecho.

 

Miedo, angustia, vergüenza ajena, confusión, perturbación… y asco.

 

Sí, asco. 

 

Su hermano ya no era su hermano, se había convertido en otra cosa que ni la alquimia podría transmutar. 

 

Todo lo que llevaba tanto tiempo acumulando dentro de él se manifestó apartando bruscamente su brazo y diciendo no. Edward se quedó atónito, no esperaba esa respuesta. — Esto es… ir demasiado lejos, hermano. — Dijo.  

 

Sí ¿cómo pudo terminar así? Permitió que su hermano cruzara todo los umbrales de lo permisible, convirtiéndose en alguien irreconocible, lleno de pecados. 

 

Era todo su culpa. 

 

—  Alpho…

 

— ¡Para! —  Gritó interrumpiendo, Ed se asustó... —  Para, para… para. ¿Cómo puedes pedirme eso? ¿Cómo puedes querer que te toque? Mierda, hermano ¿¡Acaso no ves que es inmoral!? ¡Puedes masturbarte tú solo! ¡Y puede que seas tan dependiente de mi que lo haya permitido… hacerlo siempre delante de mis ojos! ¡Pero esto es demasiado, es demasiado…! 

 

— Alphonse… — Dijo Ed con la voz partida.

 

— ¿¡Edward acaso no te das cuenta!? — Ya no podía más, todo lo que estaba dentro de él, todo lo que estuvo callando y aguantando por dos meses al fin explotó. — ¿¡No ves que soy una armadura!? ¡Una maldita, jodida, armadura vacía! ¡Joder! ¡Y soy un hombre, y tú también lo eres! ¡Y por encima de todo, por encima de todo…!

 

— Alphonse, no… no lo digas.

 

— ¡Por encima de todo, somos hermanos! ¡Hermanos de sangre Ed, hermanos!

 

— Al… — Edward temblaba. 

 

— Madre… — murmuró. — Madre no nos dio la vida para esto… Si estuviera viva, estoy seguro de que lloraría… es asqueroso. — Lo último que Alphonse vio esa noche fueron las lágrimas de Edward escurrirse por ojos y lo dejó solo en aquella habitación. Lo escuchó llorar toda la noche, fue duro, porque nunca había escuchado a Ed de esa manera, lo único que se asemejaba era a aquella vez que lo operaron sin anestesia para conectar los nervios a su automails. E incluso se podría decir que estaba justificado porque obviamente era por dolor, ni siquiera cuando su madre murió, ambos lloraron así.

 

Por alguna razón, los llantos de su hermano cada vez se oía más alto, lo estaban torturando, lo estaba volviendo loco, podía imaginarse a Edward llorando desconsolado allí, todavía aún desnudo y… eso le partió el alma hasta un punto en que todo se volvió negro.

 


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