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My iron lungs por Cupcakechito

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3. Se toca así.

 

 

Al día siguiente viajaron hasta durante varias horas hacia el Norte de Maestros para poder  llegar a su destino.

 

Edward como siempre durmió durante todo el trayecto en tren, totalmente tumbando en el asiento que a simple vista no resultaba muy cómo. En momento con esos, Al se aburría soberanamente, aunque en ese momento recordaba la teoría de su hermano donde al cruzar ambos la puerta de la verdad, quizás parte de sus almas se hayan entrelazado. 

De algún modo, en algún lugar de este increíble mundo, tal vez su cuerpo siga conectado a Edward y esté esperándolo…  

 

Ese pequeño detalle había cambiado la perspectiva de muchas cosas y ahora mismo verlo dormir las horas que él debería estar durmiendo le daba mucha ternura. 

 

Cuando llegaron al poblado, buscaron por todos lados preguntando por ese doctor, llegaron finalmente a una casa abandonada… en su interior se encontraron con restos de todo tipo de investigación de todo tipo… pero no había rastro sobre aquel hombre. Edward insistió en quedarse ahí para poder leer los documentos que había escrito el doctor… pero una vez más, llegaron a la conclusión de que todo carecía. 

 

Era como si en el proceso, hubiese perdido lentamente la cordura. Esa noche se hospedaron en una pequeña casa que rentaba las habitación, al salir el tema una de las señoras de la casa comentó que debido a su obsesión, su mujer, su único amor, y la única persona que lo comprendía lo abandonó y poco a poco fue perdiendo el juicio. Hacía años que se le había visto por último vez, muchos rumorean de un posible suicidio pero no se sabe nada en realidad. 

 

Alphonse esa noche pensó en todos esos años que habían dedicado en buscar sus cuerpos y cuanto tiempo más le llevaría su investigación. Mientras más cerca estaban de la verdad, más complicado lo veía y a veces, debido a los malos tragos, sentía que quería rendirse y solamente pedirle a Ed que lo deje atrás y rehaga su vida. 

 

Obviamente, no podía decirlo… y tampoco quería que eso se volviese realidad, solo era un pensamiento estúpido fruto del cansancio. 

 

Tuvieron que volver pronto a central, sin distracciones. Allí les esperaba lo mismo de siempre, Ed peleandose con el coronel por estupideces y con todo el mundo que le insinuara enano, su humor volvía a estar terrible una vez más. 

 

— Ey, habéis vuelto pronto. — Les saludó Havoc y comenzó a palmear la cabeza del pequeño alquimista de acero. — ¿Y? ¿Tú hermano al fin te ha encontrado alguna novia?

 

— De qué me estás hablando. — Contestó extrañado. Alphonse sintió un escalofrío recorrerle por su inexistente columna vertebral. Oh no, había olvidado que había tenido esa estúpida conversación. 

 

— Bueno, aún eres joven, ya encontrarás algún momento para estrenar el platanillo. ¡Hasta luego! — Se marchó como si nada, era como un tornado que en dos segundos arrasaba con todo a su paso. 

 

Edward le mostró una cara terriblemente aterradora y sintió realmente miedo. 

 

 

— ¡Al-phon-se! — Remarcó antes de tirarse de cabeza sobre su armadura. — ¿De qué demonios andas hablando a mi espaldas? ¿¡Ah!?

 

— Nii-san… puedo explicartelo. — Intentaba esquivar todos los golpes de su hermano como podía, lo había pillado totalmente desprevenido y de una patada lo tumbó. 

 

— ¡No me querrás decir que le has contado a Havoc lo-lo…! — De tan solo pensarlo, quería cagar un hoyo y meterse dentro. Era tan inocente… 

 

— ¡No! ¡No es eso! — Intetabs persuadirlo. — Realmente estoy preocupado por ti, quiero vivas tu vida. — Dijo al fin. Edward se sentó encima de él para seguir amenazandolo con el dedo. 

 

— ¡Creía que esto ya lo habíamos hablado, y sigues obsesionado con eso! ¡Pero cómo has pensado en querer buscarme una novia!

 

— Oh, así que Acero está buscando una chica.  Pues lo llevas complicado, nadie querría estar con un enanito como tú. — Se rió Roy que casualmente pasaba por al lado. Obviamente, aún estaban en medio del pasillo cuando emepezaron a discutir. 

 

— ¿¡Cómo me has llamado!? — Saltó Ed detrás de él en busca de más pelea dejando su hermano tumbado en el suelo. Se había metido en una muy buena, estaba seguro que Ed no se lo iba a perdonar.

 

.

 

.

 

.

 

 

Esa discusión duró a lo largo del todo el día. En ocasiones, se iban por las ramas echándose en cara mutuamente otras tonterías pero al final y para terror de ambos volvían a recaer en el mismo punto central una y otra vez casi sin descanso. 

 

— Nii-san, tienes que comprenderme… ¿qué haré si mañana otra vez amaneces con el mismo problema? ¡No puedes simplemente ignorarlo, parece que solo quieres matar de vergüenza a tu inocente y adorable hermano menor! — Se cubría el rostro con las manos dramatizando mientras entraban al nuevo cuarto donde pasarían la noche.

 

— ¡Tú sí que quieres matarme de vergüenza a mi! ¡Si tanto te molesta ignóralo, ahora por tu culpa seguro que todo central ya lo sabe!

 

— ¡No seas exagerado, a nadie le importa si se te pone dura o no! ¡Además ya te he dicho miles de veces que no he dicho nada!

 

— ¡No te creo! ¡Además a ti sí te importa!

 

— ¡Pues claro que me importa, soy yo el que está a tu lado!

 

— ¿¡Y es por esa misma razón que todo este tiempo has intentando alejarte de mi!? — Alphonse se quedó callado por primera vez en toda la discusión… después de un buen rato analizando su rostro dolido, admitió su derrota. 

 

— Eso no es… exactamente así.

 

— Me haces sentir como un fenómeno. — Se abrazó a sí mismo con su brazo humano al automail. — No es justo…

 

Todo carecía de sentido… debería solo ignorarlo y ya está… no podía forzar el despertar sexual del otro, hacerlo sentir solo y extraño… lo entendía a la perfección porque él también se sentía así. — Al menos dime la razón por la que no quieres masturbarte… eso no es sano. — Y aún así, no paraba de insistir.

 

— ¡Sí quiero, claro que quiero masturbarme… ! — Confesó al fin, su rostro estaba completamente rojo y era comprensible. — ¡Pero no puedo! Me siento culpable…

 

—  Nii-san.

 

— No puedo solo satisfacerme cuando tú estás así. — Se acercó pegando todo su cuerpo contra la armadura. — Encerrado, solitario…

 

Dio en el clavo. Al final… ellos se entendía mucho mejor que nadie sobre la faz de la tierra, y no parecían querer ampliar su mundo por ahora. Edward se quitó los zapatos y se sentó en la cama en pose fetal, se veía tan vulnerable… y también se sentía desgarrdoramente solo.

Era tan difícil saber que no podía consolarlo de ningún otro modo a través de sus palabras. En momentos como estos desearía tanto poder abrazarlo.

 

— Esta bien… — Dijo rendido al cabo de un rato, su voz sonaba muy baja y su s palabras eran lentas, intentando asimilar lo que estaba a punto de decir. — Yo… lo haré. Pero de verdad, quiero que te quedes a mi lado cuando lo haga. 

 

— “Nii-san… acaso ¿Acaso te has vuelto loco? No puedes masturbarte delante de tu hermano, eso es… sucio…” — Eso quería decirle, pero no podía. Se sentó a su lado y apartó el rostro de la armadura. — No miraré. — Aseguró para darle intimidad.

 

— Puede hacerlo… si quieres. — Edward sonreía, no quería admitirlo pero en el fondo se sentía feliz. El corazón le latía con fuerza.

 

— “¿Por qué iba a querer? es enfermo” 

 

— Dijiste que querías saber cómo era una erección ¿verdad?

 

— Eso… — Si puediera, Al temblaría. La voz de su hermano mayor se oía algo emocionada por lo que estaba a punto de pasar. — Eso deberías hacerlo con la chica que te gusta. — Otra vez, ahí iba de nuevo. Edward quería reprocharle pero sabía que si lo hacía, comenzaría otra discusión y no quería llegar a ello. Era su oportunidad, simplemente se acomodó mejor y abrió piernas, una tocaba ligeramente con la punta de los dedos el suelo, mientras que su prótesis estaba doblada sobre el colchón. La manera en la cual separó sus piernas fue algo lenta, Al podía oír los sonidos de la tema y su respiración, e inconientemente iba suponiendo que sonido pertenecía a cada acción. La ropa deslizándose lentamente por la piel, una mano sumergiéndose dentro de la ropa interior. Todo resultaba… tan fácil de imaginar. 

 

No quería pero accidentalmente, vio como el calzoncillo se deslizaba por una de sus piernas hasta llegar al suelo y un fuerte impulso, superior a él, lo hizo mirar. Ahí estaba Ed, sujetando la camiseta con sus dientes mientras su mano cubría toda su zona genital, y luego estaba su expresión, no podía decir que estaba asustado, ni nervioso, solo…

 

— Nunca lo he hecho. — Murmuró con el trozo de tela en la boca. Abrió su mano mostrando su pene, estaba solo un poco duro.

 

— Uh. — Protestó Al para sí. No podía creerlo ¿realmente Ed nunca había buscado nada relacionado al sexo? ¿De verdad nunca, nunca… se había tocado un poco siquiera? Le era difícil de creer, probablemente, se estaba haciendo el tonto. —  Tienes que acariciarlo, Nii-san. — Dijo lo obvio. 

 

¿Acariciar? pensó. Con cuidado, tocaba suavemente con torpeza su propio pene, casi dándose cosquillas, parecía como ni siquiera fuera suyo, es más, ha esas alturas, Alphonse juraría que Ed trataba más los automail como una parte de él que su propio pene.

 

Eso era el colmo.

 

— Así no, Nii-san. Debes agarrarlo con tu mano, así. — Sin pensarlo, tomó la mano de Ed cerrándola sobre su miembro, este se estremeció, mirando sorprendido. Era verdad, los cosquilleos… se convirtieron en algo más, e inconscientemente fue moviendo su mano de arriba a abajo, en un ritmo constante. 

 

Fue mágico. 

 

La luz de la luna entraba por la ventana alumbrando a los dos. Edward quitó su visión sobre su miembro para mirar suavemente a Alphonse, quien a su vez también retiró la mirada para dirigirla a Ed.  Este, comenzaba respirar cada vez más pesadamente, mientras se apoyaba lentamente hacia atrás sin parar de masturbarse. Sus ojos se iban cerrando placenteramente a medida que su miembro iba engordando mientras subía. Era increíble… Edward se veía hermoso, su cabello sedoso, sus mejillas sonrojadas, el brillo sobre su piel, el cómo abría las piernas solo para su hermano pequeño no pierda ni un detalle de lo que estaba sucediendo.  

 

Alphonse sintió… un profundo deseo de poder tocarlo, tan así, que era desesperante. 

 

— Ah… Al… 

 

— ¿...? —  Al esperó a su llamado, pensando que iba a decirle algo, pero al contrario, Edward solo siguió gimiendo, cada vez con fuerza. La frente estaba perlada, su dientes apretaban la tela así como su mano prótesis se aferraba a las sábanas, prácticamente estaba recostado. — Ed… —  Lo llamó con un profundo sentimiento. 

 

— Al.... — Otra vez. — Al… —  Y otra. —  ¡Alphonse…! — Alzó con fuerzas las caderas, casi simplemente apoyándose con la punta de los pies y un líquido blanquecino se escapó, cayendo sobre su propio vientre, su mano paró un segundo, apretando con más fuerza y luego se la agitó unas cuantas veces más exprimiendo un poco más, disparando nuevos pequeños chorros, la posición forzada hizo que cada uno aterrizara sobre diferentes puntos de su vientre. Edward cayó redondo, rebotando un poco sobre el colchón. Soltó el extremo empapado en saliva que quedó en la misma posición. Fue cuando Alphonse cambió de una postura cerrada q una más abierta, colocando ambas manos en la cama para poder admirar desde arriba. Su hermano se veía exhausto, como después de un duro entrenamiento ¿tanto agotaba masturbarse? y sin embargo, había total satisfacción en su mirada. 

 

— Ni-san… — Susurró. Se quedaron así, un buen rato hasta que Ed fue recuperando lentamente su respiración. Entonces miró su mano cubierto en aquel líquido espeso. 

 

— Eso…

 

— Es semen. — Dijo para no preocuparlo, no fuera que lo vaya a confundir con orina

o algo así, aunque confesaba que era la primera vez que lo veía también, era raro. En cambio Ed no estaba preocupado, solo… curioso, acercó su mano para poder olerlo de más cerca. 

 

Alphonse comprendió que después de esto, tal y como cuando transmutaron a su madre, o cuando quemaron su casa… ya no habría vuelta atrás. 

 

— Huele a vida.


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