"He estado en el borde del amor, pero nunca di el brinco"
En tiempos pasados me han jurado tantos amores, como el real, el eterno, el verdadero y una lista más de palabras donde en cada una de ellas nunca pude corresponder. Por esa razón es que mis relaciones fracasaban de tanto que se cansaron de esperar.
Tampoco pedí perdón al no sentirlo, lo contrario, me era indiferente. El efecto a la causa fue variable: odio, rencor e incluso pena. Pena hacia mi persona al mirarme con ojos de que nunca "sentaría la cabeza"; que me alzo en aires de que nadie es lo "suficiente" para mi, y la realidad es que... No estaba hecho para el amor... No está hecho para decir "sí, quiero".
Tenía como ciencia certera de que mi cuerpo nació sin un corazón; he ahí la razón del porqué nunca pude amar a nadie, un amor para decir: te quiero para mi pareja de vida.
Nunca alguien se pudo acercar lo suficiente a mi, aunque realmente se esmeraran en ello. Yo mismo me encargué de que así fuera.
En la edad de mis veintitrés años, me encontraba sentado en el borde del muelle contemplando el atardecer después de haber rechazado otro corazón al término de una propuesta de matrimonio. Esta persona si llegó un poco más lejos en cuanto al tiempo, creo recordar que la historia duró un año.
Jugaba entre mis dedos con la pulsera que hice especialmente para mi, algo sencillo, pero que tenía el espacio para cambiar dos números cada vez que quisiera ¿Qué tenía de especial? En él marcaba la cantidad de personas a quienes el destino les hizo llegar conmigo para que al final salieran lastimados.
12...
Estaba a una relación del contradictorio número que algunos lo ven como el de la suerte o el del infortunio.
- ¿Te han dejado plantado? - a mi lado derecho escuché una voz terciopelada preguntarme mientras se sientaba.
- Hmn no creo... - esa persona era un joven de cabellera azabache que a pesar de que no lo conocía, no me pareció sospechoso - ¿a ti sí?
- Algo así... - contesté mirando a sus pies que colgaban junto con los míos - creo que mientras a mi me rechazaron, tu estabas rechazando - al mirarme noté el color de sus ojos que por un momento sentí que robaron mi aliento: como dos hermosos rubís.
- Ah... Lo viste...
- Bueno, digamos que todo aquel que estuvo por aquí lo vio. Fue una escena que sin duda llamó mucho la atención y más si no terminó como los demás casos, con un "si, acepto" y un anillo en el anular - colocó en su rostro una divertida sonrisa de lado - todos hubiéramos aplaudido ¿sabes? Fue inevitable no sentirse dentro de una película romántica.
- Lamento que no fuera una de romance, en su lugar fue de drama - después de que me negué, mi ex pareja no lo tomó bien que digamos...
- Sí... Aunque también se agradece el drama - lo miré con una ceja irónica.
- ¿Y tú? ¿En qué momento fuiste bateado? ¿Antes o después de la película?
- Al poco después... - Hizo una pausa mientras posó su mirar en el Sol que cada vez se oculta más - después de cinco años.
- Increíble, cinco años con la misma persona... Admirable.
- Hubiera sido más admirable si siguiera con ella, de que el amor no se le hubiera acabado para dárselo a alguien más...
- Oh vaya... Siento mucho oír eso... Si te sirve de consuelo... Qué pasada... - ante mi raro comentario rió a lo bajo.
- Gracias, me siento mejor. Supongo que la emoción sería peor si el rechazo era más grande, de haber dado el siguiente paso.
- Que bueno que no lo hiciste, ya que no podemos ser dos protagonistas en el mismo drama - el sonido de mi celular interrumpió la plática, lo saqué del bolsillo suspirando de fastidio al ver quien era - disculpa - le dije a mi inesperada compañía - ¿Qué quieres?
- Dime que aceptaste. Dime que puedo ir preparando mi traje de padrino.
- Siento la cancelación de tu ilusión...
- ¿PERO POR QUÉ? Si ese tipo de adora.
- Por supuesto, tanto que los insultos jugaron un lindo papel en su boca.
- Obviamente, incluso yo te quiero insultar. Sabes bien que era el indicado.
- No... No lo era, mas me temo que no soy el indicado de nadie... - dije eso olvidando que un extraño oyó esa aclaración - mira, hablamos después ¿si?
- ¿Dónde estas?
- En alguna parte...
- Iré a tu casa en quince minutos, y si no te veo ahí, estoy preparado para hacer un gran desastre ahí.
- ¡No! No vayas... Alois... - sonó el bip de que la llamada se cortó - maldición... - me paré de inmediato - disculpa tengo que irme.
- ¿Todo bien? - se puso de pie igual.
- Solo un chiflado que tengo que detener - miré mi reloj - si llego... - anuncié para mi - un gusto charlar. Nos vemos - salí disparado hacia el coche que dejé en el estacionamiento sin mirar atrás a la misteriosa persona que se encontraba también (no el mío) con un corazón roto.