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Legado - Harry Potter por Lilit Yuu Jaganshi

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Notas del capitulo:

Notas de la Autora: Aquí de nuevo, actualizando el cuarto capítulo! Sigo trabajando en la historia, así que espero que me vaya bien en las actualizaciones :D

Muchas gracias a los que me dejan su comentario, eso siempre me anima a seguir publicando.

Descargo de responsabilidad: Ya saben que nada de este mundo me pertenece, todo es de la queridísima JK Rowling , yo solo lo manipulo para mi entretenimiento :D

Capítulo 4: Vidas

 

Los siguientes años fueron un cumulo de sucesos para Remus y Sirius. Harry crecía a pasos agigantados, y era bastante despierto. Ninguno de los dos podía negar que había heredado la inteligencia de sus padres, siempre preguntando por todo, siempre queriendo saber cómo funcionaba esto o aquello, pero sobre todo, lo que implicaba magia.

También había heredado la rebeldía y el desdén por las reglas de su padre, aunque de una forma muy sutil, a diferencia de cómo había sido James. Remus pensaba que era sin duda, parte de la herencia de Lily en él, que había sido más tranquila y mesurada, convirtiéndose en la voz de la consciencia de su amigo cuando comenzaron a salir.

Poco después de que Harry cumpliera los dos años, comenzó a hacer magia accidental. La primera vez fue cuando había querido una manzana que quedaba muy lejos sobre la mesa, y al tratar de alcanzarla sin pedírsela a Remus o Sirius, la misma vibro un poco antes de explotar. Harry se asustó, y lloro; Sirius grito de alegría, y Remus fue el encargado de calmar al pequeño, explicándole que aquello había sido magia accidental, y que a veces era normal que sucediera.

La segunda vez que sucedió, menos de dos semanas después, realmente ninguno de los dos había visto, sólo encontraron a Harry comiendo unos chocolates que Remus le había confiscado para después de la comida, guardándolos con llave en un cajón. Del cajón había explotado la cerradura, y estaba abierto. La tercera vez fue una semana después; Harry se había enojado porque lo habían castigado, y termino haciendo estallar una taza cercana mientras pataleaba. En ese momento, Sirius escribió a Dumbledore contándole lo sucedido, porque si bien era normal la magia accidental esporádica en los niños, Harry había tenido varias muestras de magia accidental en menos de un mes. Dumbledore les sugirió que le consiguieran una varita de entrenamiento, que si bien no le ayudaría a hacer hechizos, porque aún era muy pequeño para eso, sin duda distraería a Harry y le ayudaría a ir trabajando para canalizar su magia en un conducto especifico.

No era algo que se hiciera con regularidad. Las varitas de entrenamiento no eran comunes, y eran difíciles de conseguir, además de caras, aunque eso no era un impedimento para Sirius con la Herencia Black. Aun así, la varita tardo un mes en llegar, y cuando lo hizo, Sirius y Remus tuvieron que comenzar a enseñarle a Harry los principios de la magia. Cualquiera podría haber pensado que Harry era muy pequeño para eso, pero absorbía el conocimiento con gran interés y curiosidad. Dumbledore tuvo razón al final: Harry estuvo entretenido con su varita de entrenamiento, y la magia accidental que siguió sucediendo a intervalos de una semana mientras esperaban la varita, se detuvo por fin.

Después de eso, Harry siempre quería que le contaran sobre los diferentes hechizos que había, y pedía que le enseñaran como hacerlos o pronunciarlos correctamente, aun cuando él no podía canalizar suficiente magia para usar la varita aún. Luego pasaba horas practicando los movimientos necesarios, y la pronunciación correcta, algo que ante su edad, aún se le dificultaba bastante.

Si Sirius era sincero, llego a temer que con esa determinación que Harry estaba mostrando a tan temprana edad para aprender, terminara en Ravenclaw, como se lo hizo saber una tarde a Remus, luego de haber visto a Harry en la sala practicando los movimientos para el hechizo de levitación por más de una hora.

- Y eso sería malo, ¿Por…? – quiso saber Remus, mirándolo interrogante.

- ¡No es que sea malo, Remus! – le aclaró al momento Sirius - ¡Pero todos hemos estado en Gryffindor!, ¡Sus padres, los dos fueron a Gryffindor! –

- Y eso no significa que Harry deba estar en Gryffindor – le recordó amable y paciente el castaño.

- ¡Pero tiene que! – exclamó Sirius escandalizado.

- No, no tiene que – refutó Remus negando con la cabeza, y armándose de paciencia para lo que veía que venía – Gryffindor es la Casa donde nos tocó, pero eso no significa que sea la Casa donde por obligación debe ir él. Puede ir a Ravenclaw, a Hufflepuff, inclusive podría ir a… -

- ¡No lo digas! – le interrumpió con firmeza Sirius - ¡Que ni se te ocurra! –

- ¿Por qué no, Sirius? – volvió a preguntarle Remus paciente – No todos los magos que ha dado esa Casa han sido Oscuros o malos –

- ¡Lo han sido! – respondió Sirius terco.

Remus alzo una ceja, cruzándose de brazos mientras lo veía detenidamente. No dijo nada, su mirada decía lo suficiente, y Sirius suspiro derrotado después de algunos momentos.

- ¡Bien, no todos! – corrigió con molestia - ¡Pero sabes que la mayoría!, ¡Tiene la peor fama de las 4 Casas! –

- Es verdad – convino Remus – Pero sólo es porque dio la mayoría de Magos Oscuros durante la guerra, y eso no significa que lo sean todos, sabes que hubo Magos Oscuros en otras Casas, un ejemplo de ello fue Peter –

- Ni me lo menciones – gruño Sirius, dejándose caer pesadamente en una silla.

Remus le sonrió conciliador.

- Es sólo la fama. Slytherin también ha dado buenos magos que han servido a la Comunidad Mágica – le quiso recordar.

- Pero Harry no tiene por qué estar ahí – masculló Sirius – ¡Será Gryffindor, y eso es todo! –

- Es muy pequeño para que lo sepamos, así que lo mejor será que esperemos – decidió Remus, y ambos acordaron tácitamente dejar el tema por la paz.

Sirius sin embargo, tomó una decisión, y desde ese día, comenzó a contarle a Harry historias magnificas sobre la Casa Gryffindor en Hogwarts, y sobre los magníficos magos que habían estado en esa Casa. También, sin que Remus lo escuchara, le contó sobre la mala reputación de la Casa de las Serpientes.

 

***

 

Lo único que en cierto punto había rivalizado con la obsesión de Harry por aprender hechizos, fue volar, cuando la tarde de su tercer cumpleaños, Sirius le regalo una escoba. Paso los siguientes 6 meses volando por toda la casa, negándose a bajar de su escoba hasta que era bajado, y sacando más de un susto a Remus, al hacer giros o clavadas que casi parecía que lo harían estrellarse contra el suelo. Claro que también rompió algunos adornos, sobre todo cuando estaba aprendiendo a volar, así que Remus tuvo que poner un hechizo en todo para evitar más perdidas, y hacer que Harry saliera a volar al patio la mayoría de las veces, desde donde siempre alguno de los dos lo vigilaba, pese a las barreras que protegían las inmediaciones de la casa.

Sirius se mostraba orgulloso de la habilidad innata que Harry demostraba para volar, y aunque no se lo confesaría al castaño, de la falta de miedo para hacer ciertas maniobras. Sin duda, otra cosa que había heredado de James.

Sin lugar a dudad Gryffindor tendría otro excelente Cazador que le ayudaría a ganar la Copa de Quidditch. Fue por eso que comenzó a contarle historias de la época en que él y James habían jugado en el equipo de Quidditch de Gryffindor, y el cómo derrotaron a cada una de las 3 Casas que enfrentaron, sobre todo a Slytherin.

Ambos habían sido Cazadores, y habían contribuido a la victoria de Gryffindor durante los años que formaron parte del equipo hasta que se graduaron. Aquello motivo aún más a Harry, que declaro que cuando entrara a Hogwarts, formaría parte del equipo de Quidditch de Gryffindor, pidiéndole a Sirius que le enseñara como jugar, y gustoso, así hizo Sirius, comprando un juego propio de pelotas, aunque adaptadas para niños, pues Harry tendría complicaciones con las pelotas originales, ya que la Quaffle era muy grande para sus manos, las Bludgers muy peligrosas ahora que estaba aprendiendo, y la Snitch demasiado pequeña y escurridiza, pues Harry como James, había demostrado la necesidad de usar lentes desde los dos años, así que Sirius casi había descartado la posición de Buscador para su ahijado, con quien paso horas interminables en el patio, aun durante la temporada de invierno, algo posible gracias a los hechizos que Sirius uso en la ropa, y que ayudaron a mantenerlos calientitos, entrando a casa sólo cuando Remus los reñía y obligaba a que dejaran de jugar.

 

***

 

A Harry le encantaba la sensación que tenía al estar en el aire, se sentía libre, se sentía capaz de cualquier cosa, como si el mundo le perteneciera. Claro que una cosa era volar libre, y otra muy distinta, volar para jugar Quidditch, así que al inicio le costó algo de trabajo lograr el equilibrio adecuado para poder volar sosteniendo la Quaffle, o el bate. Incluso golpear la Bludger y dirigirla correctamente hacía Sirius se le dificulto un poco, pero siempre se esforzaba y aprendía rápido.

Había otra pelota también, pero Sirius hasta ahora no la había sacado, y Harry no sabía porque. Él le había dicho que era la pelota que al atraparla, marcaba el final del partido, y la que más puntos daba; Snitch, le había dicho que se llamaba.

- Sirius, quiero jugar con la Snitch – le dijo una tarde, luego de varios meses jugando sólo con la Quaffle y las Bludgers.

Sirius le miró algo asombrado de la petición, pero se mordió el labio.

- No creo que sea una buena pelota para ti, Cachorro – comentó.

- ¿Por qué? – quiso saber Harry curioso, florando en su escoba al lado de su padrino, que estaba sobre su propia escoba.

- Es la más difícil de manejar de todas – le intento explicar Sirius.

- ¡Pero soy bueno aprendiendo, y tú puedes enseñarme para que aprenda más rápido! – intento convencerlo de inmediato Harry, animado de aprender más cosas sobre el Quidditch, sobre todo, si representaba un desafío.

Sirius dudo un poco, pero no tenía corazón para negarse, sobre todo, al ver a su ahijado así de emocionado.

- Está bien – convino, y sonrió al ver los verdes ojos brillar de emoción.

Descendió con su escoba, y de inmediato Harry le siguió, haciendo un sinfín de giros ante la emoción que sentía de probar algo nuevo. Sirius sonrió más ampliamente al verlo así.

Dejo la Quaffle con la que habían estado jugando en el suelo, y abrió el baúl que guardaba las pelotas. Abrió el compartimiento que contenía la Snitch Dorada, y se la mostro a Harry, sosteniéndola entre el dedo índice y pulgar.

- ¡Es muy pequeña! – exclamó Harry asombrado, y Sirius pensó que de hecho, al ser una para niños, era un poco más grande que la normal.

- Por eso es más difícil de manejar que las otras dos – le explicó pese a todo, y poniéndola en su palma, espero. La Snitch suavemente desplego sus alas, y comenzando a aletear, se alejó de la mano de Sirius.

Harry miró fascinado, siguiendo por unos segundos el camino que hizo lejos de la mano de su padrino, antes de volver a mirar a su padrino.

- ¡¿Cómo se juega con la Snitch?! – le pregunto emocionado.

- Tienes que atraparla – le respondió Sirius, sonriéndole mientras se encogía de hombros – Pero es muy escurridiza y rápida. La usan los Buscadores. Siempre hay uno en cada equipo, y cuando la atrapan, consiguen 150 puntos, así como el término del partido. Un partido no acaba hasta que la Snitch es agarrada por alguno de los Buscadores –

- ¿Y esta Snitch también es diferente a las que se usa en los partidos reales? – preguntó, recordando que su padrino le había explicado que todas las pelotas que usaban eran diferentes, porque eran para niños. La Quaffle era en realidad más grande y algo más pesada, le había dicho. Las Bludger eran más duras, rápidas, y en verdad peligrosas, capaces de romperte algo si te alcanzaban. Los bates también eran más pesados.

Sirius le había prometido que cuando cumpliera 10 años, compraría un juego normal, para que pudiera ver la diferencia.

- Sí. Esta es un poco más grande que la Snitch real, y supongo que también es más lenta y no tan ágil – le respondió.

Harry asintió con la cabeza, y sin decir más, se lanzó en busca de la Snitch. Sirius no tuvo corazón para decirle que pensaba que encontrarla podría serle difícil con el uso de lentes, pero cuando lo vio perseguirla en varias ocasiones, pensó que como era una Snitch más grande de lo normal, quizás no le sería tan difícil. Él mismo trato de seguirle el ritmo, pero siempre se dio cuenta de que Harry iba tras de ella, antes de que él mismo pudiera verla. Cuando lo vio atraparla una hora después, le sonrió.

- ¡Eres bueno! – exclamó, preguntándose qué tanta diferencia había entre esta Snitch y la real.

- ¡Me gusta más esta, Sirius! – declaro Harry feliz, acercándose a su padrino mientras hacía giros continuos en el aire - ¡Consígueme una real! – y soltándola, se lanzó de nuevo en su búsqueda.

Sirius estuvo varias veces rastreando el cielo buscándola, pero de nuevo, sólo unas pocas veces fue capaz de verla antes que Harry. Todas las demás, Harry la notaba antes que él mismo para su asombro.

Después de eso, Harry pasaba las tardes en el patio cazando la Snitch, atrapándola varias veces al día, así que al final, Sirius decidió que le conseguiría una Snitch real para su cuarto cumpleaños que ya  casi estaba en puerta.

 

***

 

Ver la cara que puso su ahijado cuando el regalo llego el 31 de Julio, fue suficiente pago. Y luego de eso, Harry y esa Snitch fueron inseparables por los siguientes meses.

Fue mucho más difícil de atrapar, Sirius lo noto enseguida, y de hecho las primeras semanas, Harry había tenido que ir a dormir sin haber podido atraparla, pero contra todo, su ahijado no se veía desanimado, hasta que una tarde a principios de Octubre, entro volando a la casa, gritando emocionado y feliz, con la escurridiza Snitch firmemente sujeta en su mano derecha.

Esa obsesión le duro casi todo el siguiente año, aunque no pudo salir a jugar tan seguido como hubiera querido, porque Remus decidió que era hora de que Harry comenzara con su educación básica, así que dejo de salir tanto a volar, eso sí, dejaba la Snitch libre por toda la casa, y cuando la miraba, aun sin estar sobre la escoba, buscaba atraparla. Sirius tenía que admitir que los reflejos de Harry eran muy buenos pese a los lentes, que en un primer momento fue su mayor preocupación.

Seguramente sí sería un buen Buscador si quería el puesto.

 

***

 

Cuando Harry cumplió 6 años, ya sabía leer, y había comenzado a pasar los días en la biblioteca, buscando libros interesantes, y enfocándose sobre todo, en aquellos que hablaban de hechizos. Sin duda, tenía la misma facilidad para absorber el conocimiento que habían tenido sus padres, algo que con orgullo confirmaban día tras día Sirius y Remus. Por eso mismo, Remus mando a Sirius a revisar esa biblioteca, para que guardara los libros que era mejor que Harry no viera aún, tanto los que hablaban de Magia Oscura, como los que hablaban de la Guerra o del mismo Harry.

Cerca del séptimo cumpleaños de Harry, Remus comenzó a notar ciertos indicios de que Harry había comenzado a usar su varita de entrenamiento. Primero lo noto en pequeñas cosas, como gavetas abiertas que él cerraba con llave, o dulces que guardaba en superficies altas y de pronto desaparecían. Eran hechizos sencillos, pero Remus no dudaba de que fuera Harry, por lo que hablo con Sirius una tarde.

- ¡Es genial!, ¡Casi tiene siete años y ya usa una varita de entrenamiento!, ¡Sin duda será un mago poderoso! – exclamó Sirius, orgulloso cuando se enteró.

- Si, es genial, Sirius, pero debemos hablar con él. Es mejor si lo guiamos, en lugar de que aprenda las cosas por su cuenta – le recordó.

- ¡Si, si, hablemos con él! – convino feliz el pelinegro, y salió a buscar a Harry, que al inicio se mostró inseguro de haber sido descubierto, pero cuando vio que no estaba en líos, confeso, aceptando de buen agrado la ayuda para aprender, aunque no dejo de ir a la biblioteca a seguir leyendo, enfrascándose durante horas en la lectura, si el libro le parecía interesante.

Quizás fue por eso que Remus no pudo evitar volver a cuestionarse si Harry en verdad sería Gryffindor. Sí, sus padres habían sido muy inteligentes, habían absorbido toda clase de conocimiento con facilidad, pero a James jamás lo había visto enfrascarse tanto cuando estudiaba, eso era algo que solía hacer Lily, y aun así, no había mostrado esa misma determinación que su pequeño hijo mostraba, permaneciendo detrás de libros por horas, algo incluso atípico en alguien de su edad. Quizás sus suposiciones al final serían ciertas, y terminaría en Ravenclaw, aunque se guardó muy bien de decírselo a Sirius.

 

***

 

Narcisa observó a Draco a través de las puertas de vidrio. Acababa de cumplir siete años, pero poco a poco iban desapareciendo los rastros del niño en su rostro. Sus labios estaban apretados suavemente, sus ojos grises brillando con determinación, y su varita alzada a la altura adecuada. Llevaba horas tratando de hacer aquel hechizo, y su padre, parado a su lado, lo supervisaba con severidad.

Draco había mostrado magia accidental en algunas ocasiones, y Lucius, esperando que eso significara que su heredero iba a ser mágicamente poderoso, había conseguido una varita de entrenamiento. Ahora, cinco horas al día se encerraban en esa habitación para entrenar.

Narcisa no pudo hacer mucho cuando Lucius declaro que iba a comenzar a entrenar a Draco. Ya lo había disuadido en otras ocasiones, pero supo que en esta, no sería sabio presionar.

Ganar una batalla, dependía de saber hasta dónde y cuánto presionar, así que cuando fue incapaz de evitar que su hijo comenzara su instrucción mágica, comenzó a volcar su propio conocimiento en su hijo de manera sutil, siempre a través de cuentos, a través de historias, incluso hablando simplemente con él.

Sabía lo que Lucius le enseñaría, porque sabía cómo pensaba su esposo, pero no quería que su hijo pensara así, no quería que fuera como Lucius, o peor aún, una copia sumida a los deseos de su padre. Quería que fuera fiel a sí mismo, que tuviera ideales, metas, sueños, que tuviera la fuerza y la seguridad de luchar por lo que quería, y que pudiera ser realmente feliz. Que fuera un digno Heredero Malfoy, con su propia fuerza para desafiar a quien se le opusiera, incluso si era su propio padre.

Lucius entrenaba a Draco 5 horas diarias, pero Narcisa, con sutil elegancia, lo entrenaba durante las 11 horas restantes que le quedaban al día.

Podía parecer lo contrario desde esa perspectiva, pero en realidad, Narcisa amaba a Lucius, y sabía que a su modo, Lucius la amaba a ella. También tenía mucho que agradecerle, pues se había esforzado por cuidarlos, porque nada les faltase, y aún pese a los estragos de la guerra, había sido lo suficientemente inteligente como para poder mantener su riqueza lo más intacta posible, junto con la dignidad de su apellido, para darles una vida cómoda y tranquila en la que no tenían que preocuparse por nada. Sí, Narcisa lo amaba, pero no era ciega a los defectos y errores que su esposo había tenido, y no quería que su hijo los cometiera también, por eso se había comprometido a volcar su propio conocimiento en Draco, tratando de hacerlo un mejor mago con la mezcla de ambos conocimientos.

 

***

 

Cuando Harry estaba cerca de los ocho años, un día se acercó a Remus y Sirius diciéndoles que quería jugar con otros niños de su edad. Sirius trato de explicarle que no se podía, sin ahondar mucho en el motivo de ello, pero Harry no dejo de presionar, preguntando sobre todo, porque él nunca salía de esa casa, pese a que en ocasiones Remus y Sirius sí lo hacían. Al final, fue Remus el que tomo la iniciativa de explicarle.

- ¿Recuerdas que te dijimos que tus padres murieron protegiéndote de un mago malvado? – le preguntó, mirando al pequeño sentado en su regazo.

- Si, lo recuerdo – respondió Harry asintiendo firmemente con la cabeza – Dijiste que la magia de ellos me protegió de morir, dejándome sólo esta cicatriz – y llevo su mano a la frente, tocando la cicatriz en forma de rayo – Y dijiste que luego me contarían más, ¿Ya me van a contar más? – quiso saber curioso.

Remus asintió con la cabeza.

- Si, vamos a contarte un poco más ahora que eres más grande – convino, sonriéndole mientras acariciaba su espalda – El mago que te hizo esa cicatriz, Harry, era el más poderoso de todos los tiempos, y causo mucho daño y dolor. Nadie podía detenerlo, y los Aurores apenas y podían contenerlo. Fue en ese entonces que Albus Dumbledore creo la Orden del Fénix, una organización secreta donde valientes magos se unieron para buscar derrotar a Voldemort – comenzó a contarle.

- ¿Ustedes y mis papás formaron parte de esa Orden? – quiso saber Harry.

- Si, Cachorro – le respondió Sirius sonriéndole suavemente – Los 4 formamos parte de la Orden del Fénix, y luchamos contra Voldemort –

- ¿Y quién es Albus Dumbledore? – siguió preguntando Harry curioso.

- Albus Dumbledore es el mago más poderoso de los Magos de Luz que existe – le explicó Remus.

- ¡Oh! – exclamó Harry asombrado – Pero si Albus Dumbledore es el Mago de la Luz más fuerte, ¿Por qué no derroto a Voldemort él solo? – preguntó.

- Porque Voldemort era más fuerte que él, Cachorro – siguió explicándole Remus, atrayendo la atención de aquellos verdes ojos – Dumbledore derroto a un Mago Oscuro tiempo atrás, se llamaba Grindelwald, y eso lo convirtió en el Mago de la Luz más poderoso e influyente, pero cuando Voldemort apareció, era más poderoso que Dumbledore –

- ¿Y porque peleaban contra Voldemort? – quiso saber Harry curioso.

- Él quería esclavizar a los magos que no eran sangre pura, y a las Criaturas Mágicas, por considerarlos inferiores – le respondió Sirius – Y también tenía seguidores a los que llamaba Mortífagos, y que creían en lo mismo, pero la Orden del Fénix se oponía, luchábamos por la libertad e igualdad, por la paz –

- ¡Oh! – volvió a exclamar Harry, mirándole atento pero sin interrumpir más, lo que hizo sonreír suavemente al ojigris.

- Tus padres eran de los magos más hábiles y fuertes dentro de la Orden – siguió contándole – Y de los pocos que pudieron enfrentarlo en varias ocasiones, sin salir con heridas de importancia –

- Pero eso atrajo la atención de Voldemort – agregó Remus, sin pensar que Harry estuviera listo para una historia más detallada a sus casi 8 años – Y cuando él los encontró, usaron un poderoso ritual para proteger tu vida, un ritual que causo que tu magia se despertara con una fuerza y poder tal, que pudiste regresarle la maldición a Voldemort, derrotándolo –

- Pero aunque esa noche Voldemort cayo, aún hay muchos de sus seguidores, que estarían felices de vengarse de quien causo la caída de su señor, Harry – añadió Sirius mirándole con seriedad. Sabía que aún no era momento de decirle que probablemente el loco de Voldemort podría regresar algún día y tratar de matarlo personalmente – Por eso no sales. Aún eres muy pequeño y no sabes defenderte –

- ¡Entonces tengo que aprender más hechizos para defenderme! – decidió Harry, y ambos magos se miraron asombrados, tanto por su determinación, como por su falta de miedo.

Sirius estallo en carcajadas, atribuyendo la falta de miedo de Harry, a su inocencia.

- Si, debes aprender más hechizos – convino.

- ¡Practiquemos, Sirius! – le instó Harry, bajándose de las piernas de Remus para ponerse de pie - ¡También quiero aprender a convertirme en Animago como tú! - Sirius también se puso de pie, riendo feliz y divertido.

- ¡Esta bien, vamos, vamos! – accedió, siguiendo al pequeño que ya estaba saliendo del lugar. Realmente Sirius no le iba a enseñar mucho, aún era muy pequeño, pero comenzó a enseñarle magia básica defensiva como el Protego.

También hablo con Remus después, y ambos decidieron hablar con Dumbledore. No creían que fuera tan bueno para Harry el crecer aislado de niños de su edad, y al final, Dumbledore coincidió con ellos. Fue él quien se encargó de hablar con los Weasley, quienes le parecieron la mejor opción para expandir los horizonte sociales de Harry, y porque recordaba que tenían un hijo de la edad de Harry, que iniciaría Hogwarts igual que él. También hablo con la abuela de Neville Longbottom, y de esa forma, acordó con ellos llevar a los pequeños al número 12 de Grimmauld Place para el cumpleaños número 9 de Harry.

Aunque los tres niños se mostraron un poco inseguros al inicio, terminaron llevándose bastante bien, y comenzaron a visitar a Harry cada determinado tiempo.

Harry se olvidó de entrenar, y comenzó a pasar las tardes que Ron y Neville iban, jugando Quidditch o haciendo infinidad de travesuras. Fueron de hecho ellos quienes le contaron a Harry que era conocido como El-Niño-Que-Vivió, y lo famoso que era en el mundo mágico, así que luego de preguntarle a Sirius y Remus, no les quedó más remedio que mostrarle algunos de los libros que habían separado, y que hablaban sobre él y el después de la guerra, contándole un poco más sobre esa fama que se creó, al haber hecho lo que ni siquiera Albus Dumbledore pudo hacer, y razón por la que era tan famoso.

Neville había sido el más tímido e inseguro de los 3, pero con el paso del tiempo fue ganando confianza, y la amistad entre ellos creció a pasos agigantados, inclusive Harry les enseño que tenía una varita de entrenamiento, y estuvo practicando hechizos con ellos, aun cuando Ron y Neville no tenían varitas de entrenamiento.

A Sirius casi le recordaba a los 3 Merodeadores originales, y les comenzó a llamar los Mini Merodeadores.

 


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