III
¿Qué acababa de ver?
El sonrojo que pintaba las mejillas de Wooin era ya suficiente para atraer su completa atención. Si a eso le agregaba que traía en la mano un sobre con una hermosa caligrafía que rezaba una frase cursi…
No. Wooin no había escrito la carta ni mucho menos estaba por dársela a él. ¡Qué absurdo! A ninguno les gustaba esas cursilerías. Había sido una chica del mismo salón de ellos* quien se la dio hacía tan solo unos momentos, antes de que la campana para volver a clases lo salvara. La chica, de largo pelo negro (y eso fue todo lo que pudo importarle notar de ella), se había mostrado muy contrariada ante la confusión de Wooin, quien ni siquiera entendía lo que estaba ocurriendo. Jisuk no lo culpaba, no después de la vida casi por completo aislada que había tenido y de cuán ajeno era a las pequeñeces como esas.
Por eso no dijo nada cuando Wooin se detuvo frente a él, el rubor muy presente y la carta sujeta apenas por sus dedos pulgar e índice. Y, sin embargo, lo miró directo a los ojos cuando le habló.
—Me dijo que hoy se celebra San Valentín, un día donde se dan obsequios a la persona que te gusta.
Por supuesto que la chica tuvo que explicarle de qué se trataba. No obstante, pese al sonrojo, la voz de Wooin era casi monótona, igual de grave que siempre. No había interés en la chica ni en su absurdo regalo, lo sabía, no era el motivo del bochorno de Wooin. Con eso en mente, Jisuk cambió el peso de su cuerpo hacia la pierna derecha, las manos en los bolsillos y a menos de un metro y medio de Wooin. Él conocía las implicaciones de San Valentín, pero nunca había tenido interés en ese ni en cualquier otro día «festivo/amoroso» en particular.
Tampoco había tenido con quién pasarlos.
Había.
De pronto, cómo si comprendiera por fin no sólo su situación sino la de Wooin, el sonrojo también se le contagió. Lo sintió escalar terriblemente por su cuerpo, dejando un camino ardiente en su pecho y vientre hasta alcanzar su rostro. Además, Wooin todavía lo miraba, sus ojos negros fijos en los suyos y su arrebol haciéndolo lucir malditamente adorable.
Francamente, dos jóvenes de sus complexiones físicas y con sus poderes despertados tan bien afinados, allí, parados sin decirse nada mientras compartían una mirada tonta de pómulos sonrojados por la vergüenza en medio de un corredor vacío… Gracias a Dios que Subin no estaba allí.
Jisuk, no sabiendo qué decir, prefirió simplemente liberar una mano del bolsillo y estirarla hacia Wooin, rozándole los dedos de la mano desocupada apenas con las yemas de los propios.
—¿Tienes hambre? —le preguntó con la voz casi en un hilo, sintiéndose más avergonzado que nunca. Incluso tuvo que aclararse la garganta para que la voz le saliera mínimamente entendible.
Comprendió, también, que estaba siendo irracional; el receso había terminado y ellos eran los únicos en el silencioso corredor...
—Todavía no comí. —Sin embargo, los dedos de Wooin buscaron los suyos y sintió un cosquilleo agradable.
Incluso con el bochorno escalando a niveles colosales y sus mejillas casi en llamas, no era una situación tan desagradable.
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