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El imbécil de Matthew Bell por CrystalPM

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Notas del capitulo:

Resulta que estaba hoy yo tan tranquila mirando mi cuenta y me he dado cuenta de que había publicado dos veces el mismo capítulo de esta historia.

Así que voy a borrar el capítulo repetido y ... ¡Tachan! He borrado toda la historia!!!!!! Talk about failure.

En fin, lo siento por la gente que la estaba siguiendo y probablemente la habrá perdido para siempre porque ha desaparecido de sus listas T.T pero no puedo hacer nada por remediarlo. 

—¡EH! ¡¿Qué se supone que estás haciendo?!

 

Jordan levanta la mirada del baúl en el que ha estado hurgando segundos atrás. Esboza una sonrisa inocente.

 

—Limpiando —Su tono de voz suena más a una pregunta que a una afirmación. Alzo una ceja, incrédulo.

 

—Limpiando —arrastro las sílabas, intentando exprimir hasta la última gota de sarcasmo de mis labios— limpiando... el interior de mi baúl.

 

La sonrisa del pelirrojo se ensancha.

 

—Vaya, tío ¿Era tu baúl? No me había dado ni cuenta.

 

—Serás gilipollas ¡Suelta eso!

 

Sin mostrarse afectado por mi insulto Jordan se limita a cerrar el baúl y se lleva las manos a los bolsillos, dejando escapar un quejido de frustración se tira sobre una de las dos camas.

 

—Vamos, Ben, ¡estoy aburrido! ¿No podemos hacer algo para pasar el rato? Seguro que tienes algo divertido ahí, ¿no te queda algo de maría?

 

—Se me acabó la maría —gruño mientras doy una última calada al cigarro. Luego recapacito—, mejor dicho. OS acabasteis MI maría.

 

De nuevo, la sonrisa de Jordan se vuelve beata.

 

—¿En serio? Lo siento, tío.

 

Me ahorro algún otro insulto y me limito a tirar la colilla por la ventana sobre la que me apoyaba. Me asomo unos instantes al exterior, sintiendo el golpe de frío de la noche que contrastaba con el calor apabullante que se había formado en mi nuevo dormitorio.

 

—Vaya mierda.

 

Otro año más en aquella mierda de escuela, con aquella mierda de profesorado y aquella mierda de alumnos.

 

—¿Dónde está Tony?

 

—Robando en la despensa del director.

 

Giro tan rápido la cabeza que provoca un desagradable "clac" en mi cuello.

 

—¿Qué está QUÉ?

 

—Tío, se lo propusiste tú esta mañana.

 

De mis labios sale otra palabrota incoherente y me llevo una mano a la cara. ¿Qué yo había propuesto entrar en el despacho del viejo verde para quitarle una de sus famosas botellas de importación?... Pues sí, para que voy a mentir, pero ¿Acaso había esperado que Anthony lo llegase a hacer de verdad cuando lo propuse? ... bueno... en realidad sí también, pero ¿esperaba que lo fuese hacer inmediatamente sin siquiera un plan en mente? ¡No, por supuesto que no! 

 

Justo en aquel momento, como planeado por la mano de aquel señor barbudo que está en el cielo, un grito resuena a través de las paredes. Jordan y yo nos miramos unos instantes, para luego asomarnos inmediatamente a la ventana. El sonido parecía haber provenido del patio interior.

 

—Ha sonado al viejo verde ¿Verdad? —pregunto.

 

—Siempre he pensado que con esa potencia de voz habría triunfado en la opera

 

Suspiro profundamente, el vaho saliendo de mi boca en el proceso.

 

—Yo le distraigo, tú rescatas a Tony.

 

—A la orden.

 

Sin decir nada más nos apartamos de la ventana y salimos por caminos diferentes. Bajo las escaleras de mármol de dos en dos y con rapidez cruzo los pasillos que me llevan hasta el despacho del director. Cierto sentimiento de respeto hacia su figura me hace intentar arreglarme los cabellos desordenados que me caían sobre la frente. Hasta me abrocho el botón superior de la camisa. Una vez en frente de la puerta marrón oscuro del despacho me obligo a no dudar.

 

Dos golpes secos.

 

—¡Está abierta!

 

Generando mi mejor sonrisa abro la puerta con delicadeza.

 

—¿Señor Brown? La señora Poppy me ha pedido que le llame, ha habido una inundación en... la pisci-

 

La voz del viejo me interrumpe.

 

—Justo a usted quería ver. Entre en mi despacho, señor Hudson.

 

Mierda. Ya se ha enterado. Sintiéndome tremendamente estúpido me adentro en la habitación, iba a matar a Anthony cuando le viese.

 

—Señor, le juro que yo no sabía nada sobr-

 

—Tome asiento, joven.

 

Por fin me doy cuenta de que he leído completamente mal el ambiente, puede que hasta malinterpretado el grito. El viejo verde no parecía enfadado —es fácil de saber porque su cara adopta un tono pimiento rojo cuando eso pasa—, simplemente me miraba serio. Sentado en la mesa en la que solía tomar el té en vez del escritorio. A su lado un chico se sienta de espaldas a mí, pero no tiene la cabellera con rastas de Tony, ni su piel oscura. Confundido, pero aliviado, doy la vuelta a la mesa para tomar asiento al otro lado del director, quedando de frente al muchacho.

 

—Le presento a Matthew Bell, se va a incorporar este nuevo año a nuestra universidad...

 

Qué cojones, ¿He venido hasta aquí para tener que tragarme una mierda de presentación de un tío que no me importa un carajo? Anthony Jackson, te voy a retorcer el cuello en cuanto te vea.

 

Mientras el viejo verde continua con el discurso me cruzo de brazos, empezando a perder la postura elegante que tanto se empeñaban a enseñarnos en este lugar. O al menos eso hago hasta que noto algo rozándome la pierna izquierda. Completamente tenso me yergo todo lo que mi cuerpo me permite para alejarme de aquel contacto- Pasados unos minutos lo vuelvo a sentir, algo acariciando mi tobillo. Alguien.

 

<>

 

En completo shock miro al nuevo alumno, parece el típico alumno impecable, pelo perfectamente peinado, ojos ámbar, piel pálida, cabellos de esos que te harían discutir si es castaño claro o rubio oscuro, unos rasgos probablemente de alguna ascendencia italiana. Él en ningún momento aparta la mirada del director, como si estuviese escuchando cada detalle que saliese de sus labios, como si fuese un ángel inofensivo. <<Ángel mis cojones>> Le voy a partir la cara en cuando salgamos de esta habitación. De nuevo noto algo extraño tocando mi pantorrilla izquierda, notando como el calor empieza a acumularse en mis mejillas arrastro ligeramente la silla hacía atrás, creando un pequeño ruido desagradable. Con cierta brusquedad alzo el mantel que cubre la mesa de las comidas para poder darle una patada a ese hijo de perra.

 

La cara de Anthony, acuclillado debajo de la mesa y con una botella de vodka en las manos, aparece al alzar la tela. 

 

El grito es incontenible.

 

—¡JODER! —Me doy cuenta de que la he cagado—...ehm... esto...Hace calor aquí dentro ¿no? 

 

De un salto me pongo en pie, ignorando como el calor en mi cara aumenta aún más por momentos. Me doy la vuelta y alcanzo la ventana que queda justo a mi lado, abriéndola con dos movimientos bruscos. A mi espalda el director suena escandalizado.

 

—¡Benjamin, cuide esa lengua!

 

Justo al otro lado de la ventana, en la planta de abajo puedo ver a un muy desconcertado Jordan, que esperaba en el patio.

 

—¿Se encuentra bien, muchacho?

 

—¡Por supuesto! —me vuelvo hacia el director e intento esbozar una sonrisa—. ¿Le ha enseñado al nuevo alumno su colección de cascos de guerra? Estoy seguro de que le apasionará.

 

—Estamos teniendo una conversación seria, no se distraiga ahora con paparruchas—me reprocha el director con voz grave.

 

—Pero si ya se ha dicho todo lo que se tenía que decir. Yo estoy de acuerdo, el angelito está de acuerdo, usted está de acuerdo ¿¡Qué más quiere!? —Mientras digo lo primero que se me pasa por la mente agarro a ambos hombres del brazo, apremiándoles para que se levantasen y fuesen a la sala de al lado para ver la exposición militar del director. Lo último que percibo antes de salir del despacho es el quejido sordo de Jordan cuando soporta un pisotón mientras ayuda a Tony a salir por la ventana del segundo piso.

 

Una hora más tarde, después de escuchar por tercera vez las diferencias entre cascos prusianos y alemanes, el director nos deja en libertad. No me molesto en disimular el tremendo suspiro de alivio que sale de mis labios al cerrar la puerta del despacho ym sin preocuparme más bien nada la presencia del angelito a mi lado, saco un cigarrillo que había mantenido guardado en los bolsillos y lo enciendo, dándole una calada. <<Más vale que ese vodka me sepa a gloria>>

 

—No se puede fumar en el edificio —Lentamente desplazo la mirada del suelo al rostro del nuevo. Sosteniéndola, vuelvo a llevarme el cigarro a los labios. Él no parece hacer nada por impedírmelo, solo me contempla con ojos reprobatorios.

 

—¿Crees que me importa?

 

—Tampoco tenemos piscina.

 

Le miro sin entender.

 

—¿Eh?

 

—Piscina, aquella excusa que ibas a poner para sacarnos del despacho —Mi cuerpo se tensa—, pero no tienes por qué preocuparte. Por esta vez lo voy a dejar pasar —Por fin una sonrisa parece formarse en sus labios, aunque no hay rastro de felicidad en sus ojos. Con un paso se acerca a mí, su cercanía desprende un calor agradable en comparación con el frío del pasillo de mármol. Con delicadeza me quita el cigarrillo de entre los labios, lo deja caer al suelo y lo pisa, sin apartar la mirada de mí en el proceso—. Al menos la escena del amigo saltando por la ventana ha sido entretenida.

 

Dando un paso hacía atrás vuelve a crear distancia entre nosotros. Dándome tiempo para que el repentino azoramiento se transforme en rabia.

 

—Un placer conocerte, Benjamin.

 

Sin añadir nada más se marcha, dejándome clavado en aquel pasillo solitario.


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