¿Exactamente cuándo creé una rutina que implicara colocarte en mi itinerario?
Ah, claro, como olvidarlo. Fue cuando me ayudaste a evitar un accidente con una caja pesada que llevaba a mi departamento.
Cuando miré a la persona que me había ayudado para poder agradecer con propiedad, grande fue mi sorpresa encontrar unos gentiles ojos que transmitían una fuerte calidez.
- Gracias - te sonreí algo tímido, sin dejar de ser educado.
- No hay de que. Si me permites, puedo ayudarte - me ofreciste sin aún soltar la caja que ayudabas a sostener.
- No te preocupes, ya estoy cerca - con un gesto con la cabeza te señalé la puerta del lugar donde ahora vivo.
- Entonces eres tú el nuevo vecino - al haberte mirado con confusión, sonreíste de lado con gracia - vivo en el departamento continuo.
- Oh, ya veo - antes de que dijera algo más, tu celular sonó.
- Disculpa - con una mano, sin dejar de sostener la caja, buscaste en el bolsillo de tu pantalón el artefacto que contestaste - si, si. Ya voy - fue todo lo que escuché por haberme perdido en otras cosas para evitar perderme en ver tu rostro - antes de retirarme, puedo ayudarte - volviste a insistir y yo me negué con la cabeza.
- Ya me ayudaste en el momento indicado, puedo llegar unos metros más - para tratar de convencerte, te volví a sonreír, evitando dejarte ver mi pena.
- Siendo así, fue un placer conocerte - con suavidad dejaste de sostener la caja para permitir que continúe mi camino.
- Ha sido un gusto, y de nuevo, gracias - afirmaste con la cabeza y con un gesto con tu mano, te despediste para caminar hacia el ascensor.
Solté un suspiro del oxígeno que sentí bien que había guardado en todo ese rato, y di la indicación a mis piernas de avanzar hasta llegar, sin mirar atrás, a mi nuevo hogar.
Desde eso ha pasado ya dos meses, y en ese tiempo no volvimos a cruzar ninguna palabra al no coincidir en algún momento; el hecho de que pudiéramos cruzarnos. Al parecer tenemos horarios distintos de trabajo, mientras yo me voy temprano, tu aún sigues en tu hogar, cuando regreso, no estás sino hasta horas distintas de la madrugada.
"Me sorprendo incluso a mi y si me contento es solo por azar, a escondidas miro hacia ti"
Sin embargo, en los fines de semana, al escuchar que vas a salir, vuelo directo al visor de mi puerta y así observarte pasar frente a mi.
Sueles dar paseos con tu perro, un precioso husky, quien es tu fiel compañero de tus largas caminatas matutinas para mantenerte en forma, y vaya que si, tu camiseta azul deportiva lo deja ver con claridad.
"Dime a dónde vas, así de encantador"
Por las noches cambias totalmente tu forma de vestir, un toque de formal e informal; algo casual que te da un toque relajado.
Así era la rutina hasta que anuncian que por complicación del virus que ha logrado infectar a una gran cantidad de personas a nivel mundial, para prevención y lograr conseguir un control en la situación, deberemos de entrar en un encierro obligatorio en nuestras casas. Trabajos, lugares y actividades "no esenciales" han debido cerrar temporalmente, y eso también implica el mío, donde ahora a distancia, deberé continuar.
Al ser un cambio drástico para todos, estas dos primeras semanas me vi con la falta de posibilidad de saber de ti, por tratar de adaptarme e ir dejando poco a poco controlada la carga laboral.
Lo único que sé, es que también has estado en casa, como todos, como ahora.
Pero... No sé de qué trabajas, aunque a veces pienso que eres músico. He escuchado que viene de tu departamento sonidos de guitarra, y si formas parte de un grupo, eso quizás explicaría tu vestir.
Me estiro para que mi espalda se alivie después de algunas horas de estar sentado. Miro algo envidioso el bonito clima que hace y me animo para mudarme en la pequeña terraza (balcón) y posarme a continuar encontrando mejor comodidad que ahí dentro. No sé porque no lo pensé antes...
La concentración duró poco tiempo al ser interrumpido por un curioso maullido. Frente a mi, en el suelo, un gato totalmente negro me observa como si fuera normal que estuviera aquí.
- ¿Hola? - hago aun lado la computadora para averiguar de donde rayos ha salido esta criatura - ¿cómo has llegado a mi casa? - en su idioma me responde y yo por supuesto, no le entendí - tienes una placa.
Me coloco de rodillas para no asustarlo y con la mano lo llamo para invitarlo a que se acerque, y que sorprendentemente, lo hace animado.
- Tu dueño o dueña debería poner su dirección, para eso sirven las placas, no solo para saber como se llaman ¿no lo crees, Blacky? - lo miro incrédulo por el nombre tan original que le pusieron - la pregunta es ¿de qué departamento escapaste? Pueden ser varios..
Todos las habitaciones, sus balcones, no los separa mucha distancia, por consiguiente, este pequeño no le fue tarea difícil ir saltando hasta caer conmigo.
Jugando un poco con él, ambos escuchamos como una voz lo empieza a nombrar, y por supuesto este comprende que se trata de él, pero sin irse de mí.
Un latido de sorpresa resuena en mi cabeza al dejarse ver el responsable del llamado: mi vecino.
Buscando al rededor de tu balcón con una expresión de preocupación, nuestros ojos se encuentran y notas la bola de pelos que se pasea por mis piernas que siguen en el suelo, ronroneando sin importarle nada.
- Aquí estabas - te acercas al borde, exhalando con alivio - como te atreves a asustarme así - tomo al gato en mis brazos y me aproximo para hablar contigo - lamento mucho las molestias, hace poco lo adopté, por eso aún no le enseño que no debe irrumpir otras casas.
- Descuida, me divertí jugando con él.
- Sin duda le agradas - dices divertido observando como el gato se restrega en mi cara.
- Es totalmente mutuo - paseo mi mano por su cabeza y este contento se deja hacer - te lo llevo a tu puerta.
- No, no. Iré yo - desapareces para evitar que trate de persuadir, aunque no lo iba hacer...
Camino hacia la puerta con un pequeño nervio en el pecho al ser la segunda vez que te tenga "cerca" después de habernos topado hace meses.
Das golpesitos para hacer notar tu llegada.
- Ahora yo te agradezco a ti - me dices con una encantadora sonrisa mientras deposito en tus brazos al pequeño escapista - ¿Qué puedo hacer para recompensar el que lo cuidaras?
- Su breve compañía fue más que suficiente.
- ¿Te gustan los gatos?
- Bueno... No diría que soy un fanático, pero no lo descartaría - me alzo de hombros a modo de intriga.
Cuando estás a punto de decir algo, un maldito sonido proveniente de mi celular que está dentro del lugar, interrumpe nuestra charla. Como sé bien que es del trabajo, me veo con la obligada necesidad de despedirme.
- Y por favor, la placa - señalo lo mencionado - sería bueno ponerle al reverso los datos del dueño - tu cara de sorpresa fue perceptible a pesar de que intentaste no mostrarlo.
- Lo haré - sonríes - gracias.
Ahora yo soy quien alzo la mano a forma de despedida para cerrar la puerta cuando te has ido y corro directo a contestar el móvil.
Al colgar, mi mente se da el lujo de detalle en recordar lo sucedido hace poco que sin poder evitarlo estoy sonriendo con satisfacción.
...........
Ya en el día siguiente, después del desayuno, tomo la computadora y una taza de café para llevarlo fuera, creando un agradable ambiente para trabajar.
La realidad es, que desde el incidente de ayer, mi estadía aquí continuó hasta que empezó a caer la luz nocturna, con el solo propósito de que quizás saldrías de tu puerta corrediza y así entablar una posible plática. Sobre todo para poder saber tu nombre que a estas alturas sigue siendo un enigma para mí... Pero eso no sucedió, hoy es mi nuevo intento.
Detengo un momento el tecleado para observar mi alrededor: los edificios departamentales que están del otro lado de la calle, al igual los de donde vivo, gran porcentaje de personas se encuentran también fuera ya sea para pasar el rato con sus familias, platicando a distancia con sus vecinos, y hasta algunos como yo, trabajando en sus portátiles.
- Pareces alguien joven como para usar lentes - mi cuerpo se encrispó al escuchar esa terciopelada voz.
- Cuando tu trabajo implica el uso constante de este artefacto - señalo el objeto - los lentes se vuelven tu medicina.
Ah... Sabía desde el primer momento que te vi, eras ese tipo de persona que suele causar dolor en los ojos por la luz que emiten, y que masoquistamente uno se toma el atrevimiento de ignorar la advertencia.
- Muy cierto - das un pequeño salto de como si te hubieras dado cuenta de algo - ah, disculpa, debes estar ocupado - niego con la cabeza.
- Estoy en mi descanso, descuida - a pesar de que puedo actuar con naturalidad, realmente me siento algo nervioso.
- Menos mal - sueltas un suspiro de alivio - por cierto, creo que no nos hemos presentado a pesar de ya conocer nuestras caras y de que seamos vecinos.
- Cierto. Me llamo Ciel.
- Ciel... - pronuncias mi nombre casi en un susurro, como si lo repitieras más para ti mismo, quizás para asegurar lo que he dicho - nuevamente, un gusto conocerte. Yo soy Sebastian.
Considero que es sin duda el nombre perfecto para ti. Sebastian...
- Lo mismo digo, Sebastian - te sonrío con educación, pero a la vez con un toque de felicidad al saber por fin como llamarte, y no sólo como un pronombre - ¿y cómo está Blacky?
Sigo pensando que se te pudo haber ocurrido algo mejor... Y más si mi sospecha de lo que eres es correcto, ¿no deberías ser bueno nombrando con significados poéticos?
- Bien, aunque ayer, en varias ocasiones se sentaba frente a la ventana y otras las rascaba maullando, como queriendo salir. Creo que si no estuviera durmiendo, estaría haciendo lo mismo - masajeas tu cabeza con algo de pesar.
- ¿Mencionaste que hace poco lo adoptaste, no?
- Si, justo el día en que anunciaron el encierro de la cuarentena, cuando regresaba de ir a dejar al perro que cuidaba, lo encontré en la calle. Estaba un poco más pequeño de como es ahora. Vagaba solo. Y al ver que no huyó a mi cercanía, lo traje - al contarme los sucesos, no pudiste evitar regalarme una hermosa sonrisa.
- Ese pequeño debe sentirse afortunado, aunque seguro su vida anterior debió ser difícil, pudo encontrar un nuevo hogar, de la mano de una buena persona - mis palabras te sorprendieron, provocando que me cohibiera por lo dicho, siendo muy tarde para componerlo...
- No sé si eso me convierta en una buena persona... - dices con cierto tono de pena, o al menos es lo que me pareció.
- Hum - coloco mi mano en mi barbilla - alguien que tiene el corazón para hacer esa acción, no lo hace tampoco una mala persona ¿no?
- Supongo que puedo darte la razón - te vuelves a relajar - ¿tu no tienes?
- La última compañía que tuve fue hace ya unos años. Desde que mi corazón se rompió después de su muerte, opté por no volver a tener un perro o alguien a quien le llegue a tomar cariño - espero no haber sonado con melancolía... - no soy muy bueno con esas emociones - me alzo de hombros.
- Entiendo de lo que hablas, aunque a veces es un buen sentimiento volver a revivir todo lo que ellos pueden provocar en nosotros - me dices en un intento de animar - y más si le puedes dar una nueva oportunidad a alguien que lo necesita - suelto un suspiro.
- Si, supongo que tienes razón, creo que te agradeceré si permites que Blacky y yo podamos jugar de vez en cuando - con una sonrisa de lado te propongo a pesar de no saber de donde demonios se me ocurrió decirte tal cosa si apenas nos conocemos...
- Claro. Él estaría más que feliz.
Siento que estás a punto de hablar, pero el sonido de mi alarma recordatorio nos interrumpe.
- Estaré encantado. Me retiro, tengo una - pauso como buscando la expresión - ¿vídeo junta virtual? - te ríes por mi propia confusión.
- Luego dialogamos las visitas - dices divertido.
- Te lo agradezco. Nos vemos.
Tomo mis cosas y me adentro al departamento cerrando la puerta corrediza para evitar los ruidos de fuera.
Mientras me alisto para estar presentable, nuevamente no puedo evitar sonreír por lo que acaba de pasar, anhelando nuestro nuevo encuentro.
"Quizás me engañarás, con la pasión y pétalos de rosas sin piedad, pero no importará, porque te quiero a ti, que estás ahí, en la puerta de al lado."