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Un ángel me besó por Ina Laufeyson

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Peter no sintió un gran cambio al tomar una ruta diferente que no fuera el callejón. Mientras fuera responsable en su horario, no tendría problemas.

Sin embargo, los últimos tres días después de una semana Peter vio a Tony por casualidad en la calle que ahora tomaba. Peter había sido cuidadoso al escoger su nueva ruta: sin la presencia de gente indigente, o al menos lleno de gente para no llamar la atención. El tercer día, Peter quiso rehuirlo otra vez pero Tony lo vio y caminó hacia él. Para desgracia de Peter, que un vagabundo lo persiguiera, no pareció importarle a la gente.

Peter no detuvo su carrera, incapaz de verle a la cara a Tony y explicarle su repentina huida. Ah, cierto, Peter no quería admitir que nunca tuvo una novia. No soportaría que una persona más se burlara de él como lo hacía Flash Thompson.

—¡Oye, Peter!

Peter siguió corriendo a pesar de las insistentes llamadas de Tony, que cada vez eran más y más cerca.

—Corres como una gacela —lo alcanzó Tony, tomándole de la mano al más joven. —Pero qué bien que no lo eres o nunca te atraparía.

Peter estaba cansado, forcejeó para liberarse del agarre, sin éxito.

—Hey, Pete… ¿no vas a decir nada?

Sin saberlo bien, Peter empezó a llorar en silencio, y cuando Tony lo notó, lo soltó de inmediato.

—Perdón si te lastimé.

Peter siguió sollozando por la vergüenza que ahora estaba pasando. ¿Cómo se le ocurrió llorar en ese momento? Dios, quería que la tierra se lo tragara. Ahora Tony no solo ser burlaría de que era un niño sin novia, sino que ahora era un niño llorón. Qué más podría salir mal.

—Peter…—por su tono de voz, Peter advirtió su preocupación y planeó apresuradamente un plan para volver a huir de él.

Primero le tiraría la mochila, Peter estaba seguro que Tony trastabillaría por el repentino golpe de la mochila a su rostro, dándole el tiempo suficiente para que Peter escapara. Ya el siguiente día o cualquier día se excusaría de porqué había llorado y por qué le había evitado todos esos días. Tendría tiempo de pensarlo con la almohada.

Sin perder la oportunidad, Peter hizo un movimiento ligero de media vuelta mientras usaba esa misma velocidad para quitarse la mochila y lanzarla contra el rostro del mayor. Y Tony atrapó la mochila como si se tratara de una pequeña pelotita. Tal vez sorpresa no era suficiente pintando el rostro de Peter, pero sin duda estaba sin palabras ya que Tony ni siquiera había pestañeado ni mostrado un mínimo gesto de pasmo.

—Eso estuvo genial —dijo Peter, fascinado. Realmente, Tony parecía experto atrapando cosas, pero ¿qué pasaría si Peter le tiraba ahora un zapato?

—¿Estás mejor? —Tony no avanzó a Peter, solo tendió su mano lo más que pudo para devolverle la mochila.

Peter se sintió algo cohibido y tomó la mochila.

—Sabe… Ese día, mentí.

—¿Mentiste en qué? —preguntó Tony, con una fingida confusión bastante notoria. —ah, te refieres a que mentiste con tu nombre. No importa. —Dibujó una sonrisa artificial. —Yo tampoco te dije mi nombre real.

—No, no es eso —Peter se limpió las lágrimas ya sin mucha vergüenza, por alguna extraña razón empezaba a sentirte relajado estar ahí con Tony. —Yo mentí sobre eso de tener-

—¿Hablar no te agota? —le interrumpió. —A mí sí… Y agotarme me abre el apetito.

—Hoy no tengo dinero—se disculpó Peter.

Tony pareció mirarlo de reojo por unos segundos, hasta que soltó un suspiro, tranquilo tal vez de ver que Peter ya no lloraba, y añadió en voz baja que él sí tenía dinero. A Peter no le sorprendió porque a la gente cómo Tony se les daba limosna.

—Pero para gastar de mi dinero, necesito ir a mi refugio y sacarlo. Y no, no puedes acompañarme, niño. Si mi ex te ve, creerá que ahora me van los niños.

—Soy Peter —la voz de Peter le salió delgada y se recriminó interiormente.

La mirada de Tony parecía dulcificarse con él.

—Entonces, Peter, ¿puedes esperarme aquí mientras traigo algo de dinero?

—Qué pena me da con usted, mejor yo voy a traer mi dinero —dicho esto, Peter salió corriendo, dejando a Tony con la boca abierta. —¡Regresaré en un momento!

Una vez en casa, Peter aprovechó el lavarse la cara y enfriar su nariz y ojos rojos por el llanto. Interiormente agradeció que Tony no se burlara de sus novias imaginarias.

Cuando volvió, Tony seguía en la misma calle, solo que ahora sentado en los escalones de una casa, para pasar desapercibido por la gente que pasaba por ahí.

—Señor…

—Pete. —se quejó Tony, rodando los ojos— A penas tengo los treinta. Solo dime Tony.

—Tony. ¿Quiere las mismas hamburguesas?

Tony afirmó sonriendo. Y como conocían el camino, caminaron lado a lado, en silencio, hasta llegar al puesto de hamburguesas. Peter le había comprado dos pero Tony le dijo que le bastaba uno, y sin poder derrochar la comida, Peter tuvo que comerlo.

—Creí que no comías nada —le molestó Tony, sentado en el piso del callejón que Peter había abandonado por esos días.

—No delante de la gente como usted —dijo Peter, abriendo luego los ojos, arrepentido por lo dicho, e inmediatamente se corrigió—. Ya sabe… evito ser…

—Ah.

—De verdad…

—Mejor dime cómo te va en la escuela.

Peter le dio un mordisco a la hamburguesa antes de contestar, pensando cuidadosamente en lo que respondería.

—Me va bastante bien.

—¿Eres el listo de la clase? —Tony lo miraba con detenimiento.

—Yo no diría…

—¿Me rehuías por el tema de las novias, verdad? —claramente a Tony sí le interesaba saber del tema anterior y Peter volvió a sentirse avergonzado.—No tener novias también es cool.

—Para usted es fácil decirlo —Peter dejó salir el aire, apenado sintiendo enrojecer sus mejillas —. Tiene más vida amorosa siendo un vagabundo.

—¿Y?

—Que soy el único en mi clase sin novia, yo y mi mejor amigo. —Terminó farfullando.

—Tienes diecisiete, dieciocho, y crees que el amor es una competencia.

Peter bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior como siempre hacía al sentirse o ser regañado por su tía o algún profesor.

—¿Tú por qué crees que las personas se burlan de uno? Es obvio que alguien lo hace, por eso te sientes tan mal de no tener una novia.

—Porque ven un defecto en alguien, ¿no?

—¿Y crees que tienes un defecto?

—Bueno, tengo un compañero que es el que más bullying me hace. Que la ropa, que el amigo como Ned que tengo, que mi tía, que…

—Y le das valor a sus burlas, alimentando su superioridad. Dándole siempre la razón.

—Pero es que no puedo solo golpearlo.

—Pero puedes atacarlo con palabras.

—No me gusta decir groserías.

—No groserías, sino palabras contrarías. A ver, dime algo sobre la ropa, cómo lo dice.

—Bueno, él dice: esta camisa se ve como la oferta que vi… en una tienda para maricas. Y empieza a reírse con sus amigos.

No sabía tu gusto por las ofertas en ese lado de la tienda. Así, trata de enredarlo en sus burlas.

—Lo hace ver fácil, pero yo no puedo y ya. Si lo hago, seguro me golpea, si me golpea Ned lo golpeará, y todos se pelearán  y llamarán a mi tía, y mi tía me castigará y estará días gritándome como loca. No. Solo faltan unos meses para terminar la escuela y empezar una nueva vida, con nuevos amigos en la universidad.

Tony asintió, terminando de comer su hamburguesa aunque parecía bastante pensativo, mirando un punto inexistente en el camino.

—Hoy es martes… —dijo Tony, mirando el cielo —¿podemos vernos el sábado?

—Exactamente para qué —preguntó, curioso.

—Para ir por unas hamburguesas, obvio.

Peter hizo un ajuste mental de todas las cosas que tenía que hacer, y vio que tenía libre todo el fin de semana, menos en la noche del sábado porque su amigo Ned pasaría la noche en su casa viendo alguna película y discutiendo lo miserables que eran en el amor.

—Está bien. El sábado nos vemos —afirmó Peter, poniéndose de pie, seguido de Tony.

—Te espero en el callejón, en la tarde. —Se despidió Tony, Peter asintió. —Entonces, tenemos una cita.

—No es…—pero Tony ya había echado a correr sin poder escucharlo —una cita…


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