A Peter le gustaba pasar tiempo con su amigo Ned. Lamentándose lo perdedores que eran, y sobre todo: hablar de la colección de legos de Ned. Y para Peter era el mejor amigo nunca existido, y eso era suficiente.
Era sábado ya, y Ned había llegado temprano, de hecho, en la mañana, sorprendiendo a Peter. En otros días, a Peter no le habría importado pero ese día sí que le importó porque no podía solo dejar a su amigo en casa mientras salía a ver a Tony. Los amigos no se hacían eso, no se abandonaban ni se escondían cosas. Pero igual iba a hacerlo, muy a su pesar.
—¿Tienes una cita? ¡Peter! ¿Y dónde quedó nuestro Solteros por siempre?
—Ned, no es una cita.
—¿Quién es ella? ¿Hace cuánto me escondes esto?
—Ned, no es una chica.
—¿Te van los hombres?
—¡No!
—No tendría problemas, Peter. Seguiríamos siendo los mejores amigos…
—Oye, es solo un amigo.
—No, si fuera un amigo, no estarías revisando qué ropa ponerte, ¡desde hace una hora!
—No, no hago eso —Peter arrugó la frente, ofendido aunque en el fondo sabía que era verdad.
—¿Qué más me estás escondiendo? Porque si vamos a confesarnos, quiero decir entonces que yo estoy saliendo con Betty.
Peter abrió los ojos y la boca con sorpresa. Trató de hacer un cálculo rápido de recuerdos de las últimas semanas pero no vio en ningún momento a Ned a solas con Betty. ¿Acaso le estaba tomando el pelo? Preguntó desde cuándo eran novios pero Ned dijo que apenas dos semanas. Peter quiso desmayarse al enterarse recién. Se suponía que eran amigos.
—¿Y ese solteros por siempre del que me reclamabas hace un instante, ah? —Peter dejó salir el aire, derrotado.
—Pero somos novios de closet. No nos atrevemos a salir —murmuró Ned.
—Ned, no existe relaciones de closet. Al menos no para los heterosexuales.
—Claro que existe. Leí que los, no Peter, ese color opaca tus ojos mejor toma ese blanco. El blanco te queda muy bien —le sonrió.
—Gracias, Ned. —dijo Peter, no muy sincero. Tirando la polera blanca por la puerta. Se puso una polera negra.
Ned bajó la mirada, suspirando dramáticamente, mientras murmuraba algo que Peter no alcanzó a escuchar.
—¿Qué?
—QuemejormehabríapasadolatardeconBetty. —farfulló Ned.
—En serio, no te entendí.
—Elamorvuelvetontoauno.
Peter rendido, le dijo que no tardaría mucho y que podía sentirse como en casa. Y antes de salir con la mochila en manos, superficialmente tomó la polera blanca que había tirado hacia la puerta. Una vez en el living, se cambió de polera, avergonzado por hacer eso, pero no tenía opción. Sentía la necesidad de verse bonito.
Caminó hacia el callejón, siempre cuidando que Ned no lo persiguiera. Lo que menos quería hacer por ese día era explicarle por qué se encontraba con un vagabundo ya que ni él mismo lo sabía. Revisó que su billetera estuviera ahí, en su mochila. Ahí estaba, con dinero extra que había tomado de sus ahorros, esta vez haría que Tony comiera en un lugar más especial.
Cuando dio la vuelta al callejón, vio a Tony esperándolo ya. Se saludaron desde lejos, Peter caminando rápido al encuentro.
—¿Cómo has estado? —preguntó Tony, extendiendo su mano derecha.
Peter notó que Tony vestía el blazer de marca Prada, con el que lo había visto puesto la primera vez. Aunque ahora estaba bastante limpio. Bastante. Y hacía una buena combinación con los jeans que usaba. Peter estaba bastante sorprendido porque su hombre vagabundo se había esfumado, en su lugar estaba otro… normal, hasta tenía un gorrito en su mano bastante limpio, ¿qué estaba pasando? Si lo veía desde otro lado, parecía como si Tony realmente creyera también que esa era una cita de parejas enamoradas.
—¿Bien? —Peter apretó la mano de Tony.
—Así que ¿a dónde quieres que te lleve?
—No, yo le llevaré a un lugar.
Tony no se negó mientras Peter le explicaba que comerían unas hamburguesas en un local, con gente de todo tipo. Tony parecía conmovido de ver a Peter hablar con entusiasmo de cómo Tony amaría las hamburguesas ahí.
—¿Eres así de lindo con todos los vagabundos? —lo calló Tony, sin poder evitar darle palmaditas en la espalda al más bajo.
Y Peter se quedó mudo, enrojeciendo hasta las orejas. Odiaba cuando le decían que era lindo, lo cohibía.
Cuando llegaron al local que Peter escogió con cuidado, no tardaron en ser atendidos y libres de miradas suspicaces. Peter estaba seguro porque Tony no parecía un vagabundo especialmente ese día, a pesar de estar cayendo el sol, se podía ver muy bien que Tony estaba limpio, ni su cabello parecía sufrir de caspa hasta parecía suave pero para ello Peter tendría que acariciarlo para comprobarlo. Y no, no lo haría.
—Si no te molesta… —Tony se puso el gorrito que tenía en sus manos, como si tratara de camuflarse de la sociedad, como si quisiera desaparecer del interés o curiosidad ajena, como si ser vagabundo se le notara en la cara. —Así me siento mejor.
Peter quiso preguntar algo pero pensó que tal vez realmente temía que alguien le viera, algún indigente y se ofendiera al verlo comer en un lugar, tal vez no caro pero sí decente. El chico sonrió y llegaron sus hamburguesas y unas copas con jugo.
—¿Con piña? ¿Pediste tus hamburguesas con piña? —preguntó Tony, horrorizado.
—No están mal, saben muy bien —se defendió Peter, dando un mordisco a su hamburguesa.
—¿Debería preguntar si también pones piña a la pizza? —inquirió.
Peter solo asintió, divertido, mirando cómo Tony hacía un circo con sus ojos. Hablaron de algunas cosas triviales, aunque no pudo ser normal porque Tony contaba algún que otro chiste o hacía un comentario sobre algo con toques de gracia sacando carcajadas en el más joven, tanto que se negó a tomar de su jugo, temeroso de escupirlo hasta por las narices si seguía riéndose así.
Salieron a dar una vuelta sin un destino, y Tony se había quitado el gorrito, pareciendo cómodo al aire libre. Siguieron hablando, en las que Peter se enteró que Tony no tenía un solo familiar vivo, ni primos, ni tíos, ni padres, haciéndolo parecer como si no importara. Entonces, Peter se sintió afortunado de tener al menos a su tía May a su lado, cuidándole como a su propio hijo a pesar de ser hermosa y joven. Tal vez sin ella, también él habría terminado como Tony; en las calles.
Mientras los minutos pasaban, Peter sacó su celular por saber qué hora apuntaba, viendo los infinitos mensajes de Ned. ¡Ned!. Y también algunas llamadas de su tía, miró la hora y ya iban a ser las diez de la noche.
—¿Cómo dijiste que se llamaba tu acosador?
—Fla… ¿qué? —Peter guardó su celular, viendo cómo Tony ahora parecía algo serio.
—Quiero saber el nombre de tu acosador.
Peter estaba en aprietos, su tía lo iba a matar, nunca llegaba a esas horas a casa porque todavía era un niño.
—Sería perturbador que un vagabundo amenace a un estudiante, me metería en más problemas y…
—No soy ese tipo de vagabundo.
—Aun así no puedo decirle cómo se llama.
—Ibas a decir Flash. Dime su apellido.
—No se llama Flash —Peter trató de confundir a Tony. —Su nombre en Fla…ncisco.
Tony rodo los ojos para soltar una risita, a pesar de que Peter preguntó qué era gracioso, Tony no se lo dijo caminando hacia el callejón donde se habían conocido. Un muy sucio callejón, tal vez no sucio pero sí repleto de objetos, chatarras que el camión de basura se negaba a levantar, que ni los vagabundos se atrevían a robar.
—Si quieres puedo llevarte hasta casa —ofreció Tony, una vez llegaron al final del callejón.
—Está bien aquí —dijo Peter, jugando con los bolsillos de su canguro.
—Gracias por venir —dijo Tony, revolviendo el cabello de Peter, quien se estremeció ante ese contacto, no era como si fuese especial porque hasta Flash lo hacía molestándolo, su tía para despeinarlo, pero Tony lo hacía con cuidado como si… —Eres una compañía agradable, Pete.
Pete. Pete. Qué hermoso sonaba a labios de Tony, que solo pudo sonreír y dar unos pasitos atrás, despidiéndose.
—Cuando quiera, señ… cuando quieras, Tony.
Y salió corriendo.