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Katze por Arwen Diosa

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El traqueteo inestable lo cobijo durante algunos minutos mientras se alejaba por las desérticas y oscuras calles de Ceres. Katze se había metido a la parte trasera de la camioneta y aprovechando la oportunidad de que Raoul le estaba dando la espalda no dudo más. Simplemente saltó y se escabullo entre las cajas que había ahí. No toco nada, sólo abrazo sus piernas y espero hasta estar lo más lejos posible.
Algunos minutos después el motor  paro,  sabía que era su oportunidad de bajarse y se acercó a la salida. De inmediato las puertas se abrieron de afuera y un robusto hombre se topo cara a cara con él.
-¡Qué mierda! Un ladrón.
Katze también se sorprendió pero estaba a punto de abrir la boca para explicarse hasta que sólo soltó un grito. El hombre lo sujetó de la camisa tan fuerte que parecía que podía romper la tela, lo bajo de un tirón. Lo estrelló de cara contra el concreto, pero logró poner las manos antes de quebrarse la nariz. Sabía que el tipo le estaba hablando, exigía algo y rebuscada en sus pocos bolsillos mientras lo sujetaba de la espalda para evitar que se levante. Katze por fin encontró su voz.
-¡Solo quería trasporte! Te pagaré.
Casi de inmediato la restricción se detuvo y una mano de acero se apretó sobre su hombro, lo hizo pararse.   Estaban en medio de la calle y todo estaba oscuro. Lo único que iluminaba el lugar eran las pequeñas luces del camión, después solo fueron las lunas. 
Sin tiempo rebusco en los bolsillos de su pantalón agarrando algunos créditos pero el hombre lo condujo agarrándolo por el hombro hasta un callejón atiborrado de basura y simplemente se bajó los pantalones para descubrir su miembro mientras presionaba la cabeza de Katze hacia abajo.
Parecía que el tipo esperaba que Katze se tragara esa semi erección sin ceremonias ni amenazas de muerte, era rudo pero carecía de violencia como al principio que lo jaló de la camisa.
El sexo era una buena moneda en Ceres, los créditos era muy inusuales. Eso no lo sabía el pelirrojo. Así que cuando estrelló su rodilla con fuerza contra esa ingle descubierta y provocó un aullido salió corriendo de ahí. Sin rumbo y sin mirar atrás a pesar de todas esas amenazas. Tenía miedo y mucho pero eso sólo lo hizo correr más rápido.
Después de muchos giros y vueltas entre callejones sin sentido, esquivando botes de basura y algunas miradas de ojos locos que parecía que salían de oscuridad de las ventanas Katze se detuvo.
¡Nunca había corrido tanto en su vida! Literalmente. Se apoyo de espaldas a una pared, y luego de frente como arañando el concreto, le hacía falta el aire ¿Mojado? Una suave lluvia caía y su frenética carrera le impidió notar. Recuperando el aliento buscó donde refugiarse, la lluvia fácilmente empezó a disolver el tinte de su cabello dejando borrones manchosos en negro sobre su camisa. Caminó pegado a la pared para evitar la mayor parte de la lluvia que ya no era suave sino un golpeteo constante de gotas grandes, pronto se encontró empapado. 
¿Acaso en Ceres no había nadie?  ¿Pero los demás mestizos? ¿Estaban refugiados por la lluvia? Miraba a los lados de la calle, intentando volver sobre sus pasos, recordaba algo las casas y edificios que estaban cerca a la guarida de los Bison pero en esta oscuridad era tan difícil distinguir algo. Lo único que quería era encontrar a alguien decente para pedir indicaciones 
Cuando la pesada cortina de lluvia le impidió abrir los ojos por su fuerza al caer sabía que tenía que entrar a un refugio. Caminó entre desechos y barro. Apoyándose contra una pared se acercó a una puerta que estaba abierta y sólo empujó. 
Olía a humedad, pero era mejor que el olor a basura de las calles. Estaba oscuro pero no indescifrable. Cajas, basura, chatarra, más puertas y escaleras a lo lejos, sólo un espacio amplio de nada. Cerró la puerta y se apoyó contra el muro dejándose caer. 
Ahora que la sorpresa inicial había terminado en su cuerpo se hicieron presentes las demás sensaciones. Le dolía el golpe de Raoul en la cara pero estaba adormecido por el frío que empezaba a calar sus huesos. La adrenalina de la carrera había calentado su cuerpo y sin embargo ahora toda la ropa mojada se le pegaba de una forma molesta e incómoda… mas que eso parecía que en cualquier momento empezaría a castañear los dientes.
Pensó que lo mejor sería no dejar que seque contra su cuerpo, y reuniendo sus fuerzas se sacó la camisa, dedos temblorosos y rojos por el frío exprimieron la prenda sacando lo máximo de humedad posible. 
Cada gota que caía hacia un eco en el techo alto y su respiración era forzada de sus pulmones pues parecía que iba a morir de frío. Nunca antes tuvo frío.
Empezó a ponerse la ropa exprimida de nuevo cuándo casi saltó de la impresión.
-¡Quien eres!
No había escuchado acercarse a un hombre pero no estaba lejos de él, sólo unos diez pasos. En una mano tenía un palo o tubo era difícil saber por la oscuridad, solo se veía macizo. 
Parpadeando por la falta de luz, vio que el sujeto no era mayor a cualquiera de los Bison. Tenía casi el mismo estilo de ropa y su físico era robusto.
-Estoy buscando a Riki the Dark ¿Lo conoces?  Se que su guarida de los Bison no queda lejos – Katze se puso la camisa rápidamente ante la mirada fija que era objeto. Volver donde los Bison era su única alternativa, supuso que Raoul e Iason ya debieron irse a buscarlo a otro lado ¡No importaba! No quería ver a Raoul nunca – Ayúdame a encontrar donde se queda Riki con los Bison por favor. 
Nunca debió alejarse tanto en la camioneta, ni modo, este sólo era un retraso. 
-¿Riki the Dark? ¡Claro! Todos lo conocen aquí. Te mostraré cuando deje de llover ¡Ven! ¿Cómo te llamas?
Katze se acercó dudando un poco, pero había dicho que conocía a Riki ¿Por qué iba a mentir?
-Katze.
-¡Katze! Si, me ha hablado de ti.
Caminó detrás del sujeto por algunos segundos, se perdió detrás de una puerta y Katze la cruzó mirando a los lados. Escuchó un silbido, no más. Muy cerca a su oído, pero debió ser tan fuerte que ni siquiera registró el dolor. Sólo cayó en la oscuridad.
Cuándo despertó, tardó en darse cuenta que estaba despertando. Entraba y salía de una pesada conciencia, había dolor y un sinfín de malestares en todo su cuerpo. La cabeza le palpitaba, en la boca tenía un regusto ácido y todo su cuerpo era un solo nervio sensible, cualquier movimiento lo hacía protestar de dolor… ¿Qué pasó?
A través del chirrido en su audición logró distinguir más sonidos antes de poder abrir los ojos. Había voces y el hecho de que sean desconocidas le aceleraron el  corazón.  
-Mira la calidad de estos zapatos, con sólo vender las hebillas tenemos para una moto nueva ¡Imagínate! ¡Seremos ricos! 
-¿Puedes encargarte de eso? – hubo una risa áspera - ¿Te pusiste su ropa? Contigo no va la ropa fina.
-¡Cállate, maldición! 
Logrando recuperar su movilidad a pesar del dolor que le impedía abrir los ojos, los abrió. Sabía que estaba atado porque no podía moverse, ahora vio que con largas víboras de cuero grueso, ambas manos juntas y también alrededor del cuello. El cuero negro se agarraba en un nudo imposible a un pilar de la cabecera de la cama.  Estaba sobre una y era andrajosa y vieja. Olía mal y Katze sintió las fibras duras por cada rincón de su cuerpo… Estaba desnudo.
Boca abajo e inmovilizado de los  pies también. Tobillos juntos y de ahí a una barra de hierro al pie de la cama. En la boca una gruesa mordaza.
Había una luz opaca colgando del techo,  vio algunos muebles apiñados en los extremos de la habitación mediana. No había ventanas.
-Estoy seguro que es una mascota ¿Quién más se vería así? Si lo vendemos a un burdel podríamos irnos de Amoi. 
-No seas idiota no lo vamos a vender.
-¿Por qué? Bueno… también puede  que su Amo lo éste buscando ¿Habrá recompensa? 
Las voces se oían algo amortiguadas, debían estar en otra habitación. Hasta entonces Katze luchaba con esas ataduras sin importar que su piel se rasgara por debajo del rasposo cuero. 
-Iré a averiguar algo. No le hagas nada ¡Puede valer mucho como esta! Nos vemos Clint. 
Hubo pasos y puertas cerrándose. Un momento de silencio ¿Se fueron? Las cuerdas estaban un poco flojas y katze casi estaba seguro que podía liberar sus manos. 
Una puerta a unos pasos de la cama se abrió. 
-Despertaste.
Katze lo reconoció de inmediato, era el sujeto con el que habló al entrar a ese edificio. Fue como si a su estómago cayera un piedra. No estaba seguro ni dónde estaba ¿Lo habían llevado a otro sitio? ¿Cuánto tiempo estuvo desmayado? Con ésta luz podía ver que los brazos de este hombre, estaban cubiertos de tatuajes y su poco cabello estaba aplastado por alguna sustancia grasienta. Sin duda su cuerpo era macizo.
Katze no sintió miedo, fue extraño. Había corrido molesto con Raoul deliberadamente internándose en Ceres, se asustó cuando en la camioneta fue arrojado al suelo y luego se salvó de dar una mamada. Pero ahora estaba desnudo, atado y amordazado con un completo extraño a pasos de distancia que se extinguía a medida que este se acercaba… y se miraron a los ojos, pequeños como rendijas sobre los suyos. 
Katze no tuvo miedo, hasta que las piezas en su mente se armaron… estaba atado, desnudo, amordazado y este sujeto le había dado un golpe tan fuerte en la cabeza que seguramente tenía una herida que había sangrado… manchas rojas en las almohadas de la cama se veían frescas, además de eso el dolor era una mejor referencia.
Intento decirle que  lo soltara, que se alejara, que no se atreviera a tocarlo pero de su boca sólo salieron bufidos ásperos. Ese hombre con todo su peso se subió sobre él, aplastando sus costillas y su rostro contra la cama callando sus intentos de gritar.
-Cállate – ese susurro fue terriblemente mortal – No quiero que nadie mas sepa que estas aquí -hundió su nariz en los cabellos rojos – hueles increíblemente bien, tu piel tan suave, nuca toque algo tan hermoso, si los demás se enteran querrán follarte también. No dejaré que nadie te toque – le soltó la cara -¿Dejarás de gritar? 
Katze no gritaba no porque quería obedecer a ese hombre, sino porque había estado a punto de asfixiarlo contra las almohadas y ahora apenas recuperaba el aliento. Se preguntó si verlo sacudirse como un pez agonizante no le dio alguna señal… tal vez no le importaba.
A pesar de las restricciones, el fuerte peso sobre sus costillas y el miedo su cuerpo recordó cómo seguir respirando y la habitación dejó de dar vueltas. 
-Ese golpe sanara, lo prometo. Se ve mal pero estas bien ¿No? – tocó distraídamente su cabeza rascando la herida apenas tratada y coagulada en sangre, luego pasó a tocarle el resto del cuerpo, sus manos frías o así le pareció a Katze, dejaban un camino helado a su paso. No hubo nada que no tocó – A partir de ahora serás mi muñeca, siempre estarás desnudo, te pondré cerca a la ventana algunos días y te cepillare el cabello, podría ponerte flores a veces ¿Te gustaría? También te bañare y siempre dormiremos juntos ¿Si? ¿Quieres? Will podría usarte algunas veces porque sabe que estas aquí y no tendré opción, él compra mis medicinas y el hijo de puta no entiende nada pero yo si… ¿Sabes? Tiene la polla pequeña así que no te abrirá mucho, seguirás siendo solo mío… ¿Tienes frío? 
Había perdido la voluntad sobre sus reacciones cuando empezó a sentirse enfermo de esas palabras, creyó que iba a vomitar por cómo y dónde lo estaba tocando pero también por la forma en que su alimento caliente le lleno la oreja y claro que estaba temblando pero no de frío.
Ese sujeto se rio. Como si recordará un chiste.
-¡Me tienes miedo!  - le hurgo la herida de la cabeza – Escuché que las mascotas son algo estúpidas pero no tienes que preocuparte ¿Si? – hizo una pausa como si realmente esperará una respuesta. Luego sus manos bajaron por un hombro cincelado y de ahí directo a su entrepierna. Katze cerró los ojos cuando su sexo empezó a ser manipulado con fuerza, casi podía empezar a gritar -¡Dije que no te preocuparas! – rugió en su audición -¡Maldita sea! Estúpida mascota porque… - un fuerte golpe detuvo sus vanas sacudidas de zafarse, fue preciso en el costado, tocando un riñón y una vez más se quedó sin aire – Te dije que eras mi muñeca ¡Mira tus manos! Están rojas por moverte tanto… si crees que por hacer eso te soltare, pues no. Sólo conseguirás enfurecerme - Dos golpes mas, está vez en los muslos. 
La mordaza dejó pasar dolorosos gemidos, ocultó la cara en la almohada para reprimir todo impulso de ponerse a llorar. Sólo ladeo un poco la cara para mirar en dirección a la puerta. Deseando, con todas las fuerzas de su corazón que Raoul la  atravesará  y lo llevará con él… sólo pensar en eso casi lo hizo llorar de nuevo. Pero se aferró a Raoul, a su imagen hermosa de cabellos dorados, a su tierna forma de tratarlo siempre y a su incondicional afecto, necesito de eso para no dejarse llevar por el pánico de ser tocado entre las nalgas y la fría  sustancia pegajosa que le unto. La gruesa punta roma que le hizo encoger el estómago.
-Será mejor que te relajes, ¡porque te dolerá! Quería que nuestra primera vez juntos sea bueno para los dos ¡Felicidades! No será así, será bueno para mí. Agradece que puse algo para que resbale, pero es más para mi que para ti. 
Ante lo inminente, se sacudió casi quitándose ese cuerpo de encima. Luchó violentamente con sus ataduras y uso lo más fuerte que pudo su voz. Fue inútil. Su cabeza fue presionada contra la almohada y el peso del otro cuerpo lo dejó inmovilizado. 
 La intrusión lo paralizó, perdió el aire y estuvo seguro que el dolor en su columna subiendo por toda la espalda presagiaba que sus piernas iban a caer por los lados. Lo estaba partiendo por la mitad, eso fue todo lo que pensó. Y las reacciones estúpidas de su cuerpo provocaron que cada músculo se contrajera, intentando protegerse sólo se tensaba más queriendo expulsar de su interior el empuje áspero como arena que se abría paso sin consideraciones o esperas. Patalear no funcionó, intentar levantarse tampoco, ese hombre lo sujetó de la cadera con fuerza para dejar marcas y estrelló su carne contra la suya.
Envuelto en cada sacudida escuchó su propia voz emitiendo llantos como de un cachorro herido, sus nudillos apretados y sus propias lágrimas mojando sus labios. Pero esa misma parte de su mente que registró su estado le impidió perderse, sujetó la única cuerda de su raciocinio e intentó escapar de ahí. El único refugio que encontró es donde siempre estuvo a salvó.
Raoul.
Daría todo por verlo cruzar esa puerta. Y ahí comprendió por que antes no tuvo miedo, pues sabía y estaba consciente que sin importar qué Raoul lo estaría buscando y daría la vuelta Ceres por él, fue precisamente por eso que corrió… había sido estúpido y lo lamentaba ahora pero ¡oh! Raoul, sólo su nombre lo elevaba de esa cama. 
¿Qué tipo de ilusiones se hizo al creer que podía internarse en Ceres conociendo todas las historias contadas por Riki?
Sólo debía aguantar.
Con unas embestidas particularmente fuertes el movimiento que se extendió tanto se detuvo al fin, y el sujeto se dejó caer a su lado, continuó tocándolo sin seguir algún patrón solo manos ásperas sobre la carne expuesta. 
Con largas respiraciones Katze dejó de temblar y enfocó sus pensamientos lejos de la tristeza, la amargura, las ganas de llorar y sin querer prestar atención a la molesta humedad por el sudor de su violador en la espalda y su semen escurriéndose entre sus muslos. Antes de lograr algún pensamiento de acción ese hombre se levantó de la cama pasando delante de Katze. Estaba desnudo, en algún momento se había sacado la ropa y buscaba más en los rincones. Cuando terminó de vestirse volvió con algo entre las manos.
Katze soltó un gritó cuando sin aviso le separo las nalgas tan fuerte que lastimó la tierna carne de su ano recién lacerado. Pasó una tela sin mucho cuidado limpiando los restos de la vejación. 
-Eres una putita llorona – se rio. Gateando sobre la cama estuvo otra vez sobre Katze que ocultó la cara en la almohada mojada de lagrimas. La idea de que lo volviera a penetrar era repulsiva, soltó unos gritos cuando lo golpeó en los riñones otra vez.
-¡No te estoy haciendo nada! ¡¿Estas loco?! ¿Por qué lloras, mierda?
Intento quedarse muy quieto sin que su respiración sea entrecortada mientras su cabello era olfateado, y sus pezones retorcidos.
-Si tan solo se te ocurre moverte, gritar o cualquier estupidez te llevaré a un burdel y serás la cogida gratis de todos ¿Entiendes? -después de decir eso simplemente se recostó a su lado y se preparó para dormir con un brazo pesado sobre sus costillas.
Largos momentos Katze se quedo en blanco repasando lo sucedido, mirando tristemente a la puerta y los alrededores. Sentía que sus ojos se llenaban de lágrimas y su garganta se constreñía pero con un esfuerzo reprimió su  amargura y suspiró. Sólo esperaría a que esté profundamente dormido para que le brinde la oportunidad de liberarse  y huir.
No fue así, dormido lo sujetó del brazo y enrollo sus piernas con las suyas, cada vez que Katze se movía en tentativa para desamarrar sus ataduras el mestizo gruñía, largos fueron los momentos que pasaron así. Cuando lo intentó de nuevo sonó la puerta.
-¡Clint! ¡Abre! – hubo golpes y ese sujeto  despertó, dio mordiscos algo fuertes en los hombros a Katze y jugó con sus dedos en la entrada adolorida. 
-¿Dormiste mi muñeca? – le susurró en la oreja con su aliento repulsivo – No olvides que las muñecas deben verse hermosas siempre.
Katze estaba tan quieto, pero sobre todo quería evitar otro ataque de golpes, como al parecer esperaba una respuesta cerró los ojos y movió la cabeza en afirmación.
-Buena puta.
Se levantó y caminó sin prisa dejando pasar a un tipo un poco más bajo y delgado
 -¡Dime que no lo lastimaste!
-Cállate Will a mi nadie me da órdenes. 
 Will al parecer acostumbrado a ese trato lo ignoró  y caminó a la cama. Katze lo vio por debajo de la cortina de su cabello y la humedad de sus pestañas, el tipo cejudo lo miraba con disgusto y también noto que  vestía su ropa.
-¡Ya lo tomaste! Eres un animal Clint – dijo verdaderamente molesto, con seguridad la habitación aún olía a sexo. El otro se sentó en la cama y empezó a frotar  la espalda de katze
-Fue el hoyo más apretado que goce en mi vida ¡Puedes creerlo! Con esa cara de puta y el culo más estrecho, son ironías.
Will sólo negó en respuesta y se acercó un poco más a observar al pelirrojo que al parecer estaba por empezar a llorar.
 - Si, no hay duda ¡Es él! Dijeron cabello rojo puro, ojos dorados y piel clara – se acercó a katze hasta arrodillarse en el suelo y mirar su rostro de cerca. Le levantó los cabellos rojos de la frente sin dejar de observar sus rasgos – Es demasiada coincidencia ¡Debe ser él! ¿Cómo dijiste que se llama? 
-Katze – respondió de mala gana y Will sonrió ampliamente.
Katze casi olvidando la mordaza quería decirle que si, era él, seguramente Raoul, Iason y Riki lo estaban buscando. Llévame, llévame quería gritar. 
-Dijeron sin rasguños… bueno una cogida no es precisamente un rasguño ¿No?
-No con tu polla al menos – se burlo Clint con una risa sardónica. 
Sin inmutarse Will lo observó unos segundos más para de repente  empezar a desatar los pies de Katze de la cama.
-No hombrecito, Katze  se queda con papá.
-Pero, son “ellos” Clint. Se enterarán tarde o temprano y si vamos ahora habrá mucho dinero ¡Mucho! Podrás comprarte una puta mejor, mil putas si quieres y les harás esas cosas raras que te gustan.
- Que no  son raras ¡Maldición! Bien, vamos. Igual ya disfrute de la cogida. 
Katze cerró los ojos con alivio mientras las restricciones de sus pies se aflojaban y su carne lastimada por fin se liberaba del cuero. 
A partir de aquí todo se volvió confuso, no le sacaron la mordaza ni le desataron las manos o el cuello, simplemente lo pusieron de pie y lo obligaron a salir así, desnudo y casi cojeando por el dolor en la región baja de su cuerpo. 
Clint lo empujaba  desde atrás para hacerlo caminar más rápido y Will jalaba por delante la correa que unía sus manos y cuello. 
Hubo gradas que bajar, salieron a la calle y las lunas los recibieron en su mortal silencio y oscuridad a medias. Faltaba poco para el amanecer. Frío repugnante lo caló en los huesos, patadas en el trasero o la espalda para apresurarlo y jalones sorpresivos le hacían perder el equilibrio ¿Qué rayos? ¿No lo estaban llevando con Raoul? Donde sino…
Estaba seguro que sangraba de la planta de los pies, había tantas piedrecitas filosas en el camino, al caer en las gradas se había rasmillado las rodillas y codos, seguramente se veía como un miserable condenado yendo al paredón. Todo esto estaba mal, todavía tenía impreso en sus recuerdos las calles aledañas a la guarida de los Bison y cada vez se adentraban a paisajes sucios llenos de basura, casas caídas y un fuerte olor a carne podrida. 
La incertidumbre ganó, Katze estaba muerto de miedo. Estaba claro que su destino no era Raoul.
Ya no podía aguantar más, cayó de rodillas al suelo, juntando los muslos, sin esperar que lo golpeen busco la mirada de Will, parecía ser más racional que el otro e intentó hablar a través de la mordaza.
-Camina que sólo lo harás más difícil para ti si tengo que golpearte – le gritó Clint – ¡Párate!
Siguió el camino de su cabeza siendo levantada por los cabellos y estabilizó las piernas, mirando a Will intentó comunicarse de nuevo.
-Estas equivocado, nada me hará dejarte ir ahora – le dijo, Katze negó con la cabeza y completamente llevado al límite tuvo que usar otra forma de comunicarse, junto las rodillas y se encogió un poco. La correa que unía sus ambos a su  cuello eran tan corta que era imposible hacer alguna seña.
-Sácale la mordaza, intenta decir algo – dijo Will un poco divertido. Intrigado Clint le susurró al oído algunas amenazas que Katze tomó en serio, sabía que no iba a gritar. No pretendía huir ¿Qué tan lejos llegaría de esta forma? 
-¡¿Dónde me llevan?!Tengo mucho dinero ¡Viste mis zapatos, los créditos en mis pantalones!- cuando la mordaza volvía a su boca entró en pánico - ¡Por favor! ¡A dónde me llevan! – algunas lágrimas cayeron -¡Necesito ir al baño por favor! –  a su pesar confesó, el dolor en su vejiga era insoportable hace un par de horas ya.
Ambos mestizos se echaron a reír y la mordaza volvió a restringirlo. Katze cerró los ojos sintiendo que el miedo lo invadía mientras lo llenaban de insultos. Le dejaron en claro que no  iban a ayudarlo  y que era mejor que soltara sus necesidades. 
- Dónde vamos te estrellaran la cara al piso apenas lo hagas – le dijo Will cuando terminaron de reírse. Quizá para su propio entretenimiento lo empujaron contra un callejón y lo dejaron mirando a la pared. 
Totalmente humillado y aterrorizado dejó que sus funciones corporales se cumplan. Y orino. 
Las carcajadas a su espalda lo hicieron llorar de nuevo.  Algunos segundos después lo volvieron a jalar de la correa y  continuaron.
Cuando el nuevo día se asomaba, entre calles confusas hubo otra puerta que cruzar, gradas que subir y se quedaron quietos. 
Tomando aire apoyado en una sucia pared, hubo algo que llamó la atención de Katze, algo que había visto antes en la oficina de Iason entre sus documentos, y también el mismo papel en manos de Raoul. La puerta  delante tenía una letra o símbolo rodeado de un círculo todo pintando en rojo. En un rápido recuerdo la voz de Iason diciendo que ese símbolo era de alguien peligroso que estaba siendo buscado por graves crímenes, le vino a la mente. Se le encogió el corazón.
  ¿En que rayos estaba metido?
 

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