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Katze por Arwen Diosa

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Notas del capitulo:

Si has llegado hasta aquí, muchas gracias. 

 

Capítulo
La rueda siguió girando, y todo avanzó hacia un camino en pendiente. Fue difícil pero avanzó. 
 En unos pocos años la vida de un hermoso dios inmortal, Iason Mink se transformó de muchas maneras. Todo desde el día que su ex mueble había puesto su camino entre un recipiente duro que guardaba vida y el piso. El accidente de la maceta los había llevado a todos por caminos inciertos, pero nunca para atrás. 
Eos estaba bien. 
Amoi no podía estar mejor.
Incluso Júpiter estaba impresionada con la cantidad de evolución y avance que existía solo a partir de unas leyes que creaban oportunidad. 
Iason constantemente pensaba en eso y los caminos inciertos del destino, ya no miraba con determinación de águila por la amplia y lujosa ventana de su condominio. Por encima de todos. No, constantemente lo hacía mientras daba sus múltiples recorridos a Ceres, mirando distraído por la ventana de su automóvil, el cambio de las calles y el paisaje armonioso.
Mestizos ciudadanos en una Ceres productiva y sociable. 
Después de ser increpado por Júpiter, los días posteriores, Riki se mostró muy pensativo. Las decisiones que tomó no le gustaron a Iason y tuvieron muchas discusiones a causa de eso, pero con políticas de negociación había logrado algo al menos… Riki era muy testarudo.
Ahora Riki tenía una casa en Ceres y asistía a la Universidad, así tal cual sonaba eso. Pensaba trabajar después, al culminar sus metas y no depender económicamente de Iason ¿Era por orgullo? No, Iason entendió que era por un sentimiento de realización personal. Riki era capaz, él no lo refrenaría. 
Así que las políticas de negociación fueron las noches que pasaría en su casa en Ceres y otras en Eos, sin querer pasar una  lejos de su mestizo, Iason hacía el viaje las demás lunas, esperaba que Riki cambie de opinión en algún momento. Pero al parecer ese momento no se avecinaba. 
La velada de esa noche tocaba en el ático, así que después de cenar pasaron a ver unos documentos a la oficina de Iason en casa. Pero los papeles quedaron esparcidos en el piso alfombrado, la bebida burbujeante corría por los labios de Riki, gotas traviesas haciendo su camino por el cuello esculpido. Con la copa de champagne en la mano, Riki dejaba caer pequeños hilos del líquido sobre su ombligo para que la gravedad hiciera el resto y llevará su dulce sabor sobre su erección creciente que era saboreada por Iason, de rodillas en el suelo con Riki sentando sobre el escritorio. 
Gemidos de placer absoluto llenaban la habitación de la Torre más alta de Amoi. Sonidos lascivos de succión por parte de Iason. 
Consumido por el placer, Riki tomó otro tanto de hojas del escritorio y las desparramó sobre Iason como una lluvia de pájaros de papel. El paisaje nocturno fuera de las ventanas se reflejaban en sus pupilas, viendo y sin ver todo el cambio que él inspiró. 
Tragando toda la semilla que se vertía como fuente de vida, el Blondie permaneció quieto regalando besos aquí y allá. Al final, este era el gobernante de Amoi, a los pies de su mestizo que no sabía, ignoraba o nunca pretendió estar por encima de Iason Mink.
 
 
Más tarde esa misma noche Katze terminaba de escribir unas líneas  a la dirección de correo de Riki, le contaba algunos detalles y terminaba por mandar el mensaje. Sabía que recibiría una respuesta al día siguiente. Solían mantener esa línea de comunicación muy seguido, a veces prefiriendo una llamada que duraba muchas horas. 
Le gustaba conversar con Riki, la energía que transmitía el mestizo era positiva y sus mensajes fáciles de leer. Había sido emocionante que los roles se inviertan y ahora era él quien lo llenaba de historias de su viaje y experiencias nuevas. Las personas que conoció, los lugares que vio y la satisfacción de aplicar sus conocimientos de la manera que quería. Fue algo bueno iniciar éste viaje sin fecha de caducidad rodeado de sus amigos. Todos habían explorado e iniciado su propio rumbo. Vivían juntos y en armonía e igualdad. 
Este viaje, sin duda era algo increíble que resultaba a veces difícil de asimilar, toda su experiencia en el Mercado Negro y demás negocios, además de las enseñanzas de Iason en sus clases diarias lo encaminaron a hacerlo un poco más que acaudalado. Había sido difícil  explicar a Riki como funcionaban sus inversiones en la Bolsa de Valores y ahora ese dinero básicamente se movía solo bajo una moderada administración.
Los años trascurrieron subiendo  esta cúspide llena de metas cumplidas y triunfos. Era satisfactorio que en ocasiones, Iason Mink lo contacte para consultar algún movimiento en las Reformas de Amoi o un negocio en particular. Parecía más un cebo para intentar seducir su curiosidad y a Katze le gustaba ese tipo de atención, incluso parecía que Iason tenía alguna propuesta aún sin revelar…
 La vida era buena. La vida era...
Parecía que su vida era una línea compuesta por tres puntos suspensivos.
Y sabía la razón…
Irse molesto con Raoul fue sencillo, culparlo de todas las cosas que le dijo en la cara también fue fácil. Qué el tiempo pasara y continuar sostenido esa “verdad" fue imposible. 
Nadie podía estar enojado para siempre con alguien que hizo… Todo lo que Raoul hizo por él, incluso a costa de su propia piel. 
Katze cumplió con sus objetivos, al menos una gran parte de ellos para el tiempo transcurrido, tenía más en el camino, el trabajo era satisfactorio, la libertad y el respeto irrenunciable. Nunca doblegaría su camino, pero había un momento antes de dormir, cuando apoyaba su cabeza contra la almohada que su mente se imbuía de susurros de su corazón.
Su corazón…
Todos estos años… sus sentimientos no hicieron más que crecer de manera exponencial. Y el tiempo, el peor enemigo, no perdona.
Suspirando intento continuar con su ritual de estas últimas  noches.
Sus dedos pasearon por el teclado nervioso los siguientes minutos, revisando su bandeja de mensajes. Los enviados… los recibidos … viendo los demás portales que podrían ocultar algún mensaje de remitente desconocido.
Pero no.
No tenía respuestas de Raoul.
Bajo la mirada para ver sus manos sobre las teclas, dudando. 
Poco tiempo después de llegar a Tierra 3 juntó a Cal, Yumi y Maku empezó a mandar mensajes a Raoul por lo menos uno cada mes y  ni uno solo obtuvo respuesta. Incluso creyó que Raoul podría estar incapacitado de alguna forma que explicara su silencio, especialmente una neurocorrecion, pero no, después de hablar con Riki, sabía que Raoul estaba bien. 
Entonces estaba decidiendo no responder. Bien… lo entendía, lo aceptaba. Pero la esperanza le susurraba al corazón que aún sus palabras podían ser leídas. Así que nunca dejó de escribir a Raoul. 
-Hola Raoul, ¿cómo estas? –  empezó su misiva, pensando en sus siguientes palabras – Nosotros estamos bien –  se quedó mirando la pantalla inseguro de cómo continuar – Como te comenté antes, a  Cal le fue bien en sus clases aceleradas  de veterinaria. Se graduara en un mes y luego seguirá explorando actividades. Aún no se decide que rumbo seguir, dice que la veterinaria le gustó más qué la psicología, así que por lo menos ya es algo. También quería contarte que la anterior semana les llegó la aceptación de la Dirección de Ceres, así que está confirmado, Yumi y Maku partirán a Amoi en dos meses para ayudar en la transición de las Reformas a Guardián, creo que se hicieron muy buenos cuidando niños y la idea les agrada sobretodo porque estarán juntos y se llevan muy bien – hizo una pausa, viendo el parpadeante cursor que exigía que continúe – También quería contarte, ¿Sabías que aquí, en Tierra 3, se valora mucho la comida que se cocina rápido? No es como allá, que el almuerzo y la cena deben prepararse con anticipación y tienen varios platos, aquí mientras más rápido cocines, mejor… incluso están a la venta preparaciones que solo debes agregar agua y listo, a comer. No es tan rica y obviamente no es igual de nutritiva, por suerte Yumi, Maku y Cal han dejado de obsesionarse con esos platos. Me parece que solo querían descansar de la labor de una larga receta a seguir, todo esto me hace pensar… ¿Sabías que soy bueno cocinando? Nunca cocine nada para ti ¿Verdad?  Excepto cuando era mueble de Iason pero eso era parte de mis tareas y ustedes estaban en medio de una reunión, no creo que te hayas dado cuenta. Me gustaría cocinar algo exclusivo para ti ¿Te gustaría?  – Katze dejo caer la cabeza, pensando ¿Por qué Raoul se interesaría por esto? Nunca respondió ninguna carta.  Las primeras veinte había dedicado párrafos enteros explicando las razones que lo motivaron a marcharse. Sentía que le dolía físicamente la propia crueldad y crudeza de sus palabras ¿Raoul merecía eso? ¿Quedarse pensando que él continuaba sintiéndose así? Se mordió el labio y continuó, sintiendo como su garganta se apretaba – Pero saliendo de eso, ¿Cómo estás tú? Se que las Élites gozan de buena salud pero… Me preocupo por ti… ¿Estás bien? – sus dedos temblaron de indecisión y su corazón afligido golpeó sus costillas, decidió dejar fluir sus emociones, sin frenarse – está bien que no quieras hablarme, lo entiendo, pero si tan solo podrías responder un “Si” me harías muy feliz… sabría al menos que hay alguien ahí leyendo esto y que algún día volverás a hablarme… se que ha pasado el tiempo, se que no está bien como me fui, estaba tan terriblemente enojado que no medí nada ¿Raoul? ¿Te has olvidado de mi?
Ya no pudo escribir más, sus ojos se llenaron de lágrimas, le bloquearon el paisaje y pensando que salido de su corazón era lo mejor, mandó su carta sin leerla o corregirla. Demasiado corta está vez, pero últimamente se quebraba más fácil ante la falta de respuesta.
Despejó su rostro de lágrimas y se acercó a la ventana abierta de su habitación. Estaba a oscuras excepto por el brillo de la pantalla de su computador. Cogió su taza de café y miró el paisaje nocturno.
Una sola luna, estrellas brillando y el ancho mar, perezoso, lamiendo la arena en un suave compás.  
Esta distancia había movido tanto en Katze. Quizá era el silencio que lo mantenía en la punta de la silla, esperando una respuesta. 
La distancia avivando todos sus sentimientos…
Tocaron la puerta de su habitación y sin esperar respuesta Cal asomó la cabeza.
-Ya estamos saliendo al cine ¿Vienes? 
-No, vayan ustedes. Seré un mal tercio de todas formas y verán esas películas románticas que me enferman.
-¿Te enferman? Básicamente te llevan a las lágrimas – acusó Cal divertido, antes de una obvia negativa, continuó – Bien, te salvas esta noche, pero mañana almorzamos todos juntos.
-Vale, adiós. No hagas esperar a tu novio.
Cuando Cal se fue, Katze se quedó en silencio. Convencido que traer a sus amigos fue lo mejor. El echo que uno de ellos lograra entablar una relación amorosa estable a pesar de su condición de eunuco era un soplo de esperanza.
Cal enamorado.
Yumi y Maku en su propia burbuja amorosa.
Él… sintiendo ese vacío en su pecho donde la esperanza gritaba ser atendida.
Después de todo, Katze era un soñador… primero alimentando sus ansias hambrientas de amor atestiguando la relación entre Iason y Riki que permanecieron juntos en una relación mejor después del fuego de Dana Bhan, luego del propio romance de sus amigos que superaban sus miedos.
Pensando en él y en Raoul intentó varias veces minimizar sus sentimientos, no podía gritar fuego con un fósforo encendido, pero sin importar el tamaño de la llama ésta se quemaba parecido al fuego de una vela, despidiendo su propia luz y llorando sobre sí misma, hasta terminar de consumirse en un charco de cera.
Solo y triste.
Muriendo en silencio.
Katze que fatalista, se decía. Pero así se sentía ante la falta de respuesta de Raoul.
 Está bien que no quiera responder sus cartas, pensaba ¿Por qué lo haría después de cómo lo trató? Pero algo debía decir si lo llamaba ¿No? 
Madurando la idea, sus ojos no abandonaron el infinito paisaje del mar que se expandía a los lejos. Haciéndose profundo, misterioso, quieto, romántico y mortal como Raoul.
 
 
 
A pesar de todo los cambios en Amoi que se hicieron sentir en todos los rincones de las clases sociales, incluso las Élites más conservadoras sintieron la ola que generó, fue tan grande que era difícil permanecer inmune. 
Sólo uno en Amoi permaneció lejos de una evidente transformación. Raoul Am estaba más que imbuido en su trabajo, sin reuniones sociales demasiado ruidosas y más entretenido en cultivar su mente con interesantes retos investigativos. 
Sin Katze en casa y la partida de Yumi con Maku, el silencio en esas paredes era aplastante, no había tomado un “trabajador del hogar” como ahora se denominaba a la persona que ocupaba el lugar que antes tenía un mueble, aunque sus obligaciones eran mucho menores en comparación. Raoul prefería comer fuera de casa, pocas veces preparaba algo complicado para sí mismo y favorecía a la practicidad de las cosas. Contrataba un servicio de limpieza muy seguido para su departamento y así su vida continuó. 
Sin embargo, esa tarde de sol de verano Raoul llegó temprano a casa. Estaba cansado y solo pensaba en su suave almohada que lo esperaba. El equipo de limpieza continuaba ahí terminando su trabajo en silencio eficiente. 
Al entrar a su habitación no quiso perder el tiempo en preguntar quien había puesto sábanas y colchas rojo carmín en su cama, seguramente las sacaron de la habitación que alguna vez fue de Katze. Él siempre usaba en diferentes tonos de verde… demasiado cansado para pensar en eso, caminó a su cama.
-Disculpe, ¿Señor Am? – era la mujer encargada del negocio de limpieza, se veía un poco incómoda. 
-¿Qué pasa? 
-No era la intención de mis chicos pero me aseguraron que la persona que entró a su oficina dijo que lo conoce y que lo iba a esperar ahí y… – la mujer ya no habló ante el cambio de expresión, parecía que podía matar alguien con la mirada.
-¿Estás diciendo que hay alguien en mi oficina? – a paso presuroso Raoul acortó distancia. Indignado por ser el último en saber lo que sucedía  en su casa.
Sin saber a quien iba a encontrar abrió la puerta y un jovencito de claros cabellos marrones se giró de su vista por la ventana.
-¡Maestro! – Yumi sonrió ampliamente  -¡Qué alegría verlo!
-Yumi – Raoul olvidó por completo su molestia. Se acercó al joven que antes era su mueble, se veía más alto y de rasgos más maduros, el cabello también lo tenía en un peinado más largo. Eran casi cuatro años que no lo veía. A pesar del cambio en su apariencia conservaba la suavidad de su mirada – Me alegra verte. Cuéntame ¿cómo estás? ¿Viniste con Maku?
- Estamos bien Maestro, gracias. Maku se quedó con Gideon y Zen, pero yo no quería perder oportunidad de venir a verlo.
-Imagino lo ruidoso que debió estar ese reencuentro ¿Por qué no me dijiste que  venías si  conversamos muy seguido?  
-Si Maestro, solo quería darle una sorpresa.
-  Ya no tienes que me llamarme así, te lo dije un montón de veces… 
-Permítame por favor, muchas cosas han cambiado pero vivir aquí se sintió como tener un hogar y usted siempre será mi Maestro – bajó la mirada sintiéndose conmovido. Era gracias a Raoul y la existencia de Katze que su caminó con Maku se había cruzado. Todo había comenzado aquí. 
-Si es lo que deseas – Raoul sonrió a su antiguo mueble mientras le apretaba un poco el hombro
- Bueno ¿Cómo está usted? En el último mensaje me dijo que extrañaba una buena cena en casa  ¿Por qué no contrata a alguien?
-Sería un desperdicio tener a alguien aquí esperando con una comida. Estoy seguro que me olvidaría de la hora con todo el trabajo que tengo en el Laboratorio.
-Bueno, entonces le prometo una buena cena cuándo quiera.
 -Hablando de la cena  ¡Qué terrible anfitrión soy! Vamos a comer Yumi, ahí tendrás que contarme todo. 
El equipo de limpieza se había marchado dejando la casa con los muebles brillantes y el piso impecable. Yumi se dejó guiar hasta la sala de estar pero de repente el joven se detuvo.
-Quizá en otra oportunidad Maestro, debo irme.
-¿Tan pronto? 
-Si – Yumi desvió la mirada hacia el balcón, Raoul también. Estaba de frente hacia ellos, apoyando la espalda en el barandal – Lo dejo en mejores manos. 
Los suaves pasos de Yumi y la puerta cerrándose. Por muchos segundos nada más sonó.
El cabello rojizo había crecido hasta los hombros, una melena espesa y sedosa se agitaba con gracia por el viento. Su mirada dorada brillaba, presa de la emoción. Tenía los labios  en una sonrisa tenue. Sus rasgos definidos. 
Era Katze. 
Su Azafrán. 
A unos pasos de distancia. Sin embargo, Raoul dudó, quería acercarse y abrazarlo, sentirlo antes que se escape de este esperado sueño o la realidad le confirme que si, ya estaba loco. Pero temía que una efusiva reacción moleste a Katze. En todos estos cuatro años ni una sola vez hablaron. 
El joven se separó del barandal alisando su chaqueta.
-Hola – su mirada viajando de sus ojos verdes al suelo.
-Estas aquí – respondió Raoul sonriendo ampliamente. Katze se acercó, también con vacilación arreglando su melena detrás de las orejas en una mueca de nerviosismo. Raoul lo vio alto y de espalda ancha, con una estructura ósea fuerte. Muy poco quedaba del jovencito que salió de esa casa y más de la imagen del pasado. Estaban frente a frente.
Refrenándose. 
-¿Quieres abrazarme?  - Se animó a preguntar Katze, evitando que sonara como una petición y levantó la mirada a esos a ojos verdes que tanto había extrañado. En respuesta Raoul se encontró moviendo la cabeza, no dijo, “Siempre”, “Para siempre” como quería – Hazlo…
Katze le dijo, pero fue él quien lentamente lo rodeó con ambos brazos y hundió la nariz en un hermoso rizo armando. Raoul lo estrechó casi de inmediato saboreando el momento más allá que cualquier cosa. Pensando aún que podía despertar en cualquier instante y Katze se le escaparía de las manos. Raoul mentiría si decía que no sabía cosas de Katze. Para no molestarlo no lo había buscado, respetando su decisión, pero preguntaba a Iason por él. Sabía que Katze estaba en el planeta hace un par de semanas y vivía en Ceres preparándose para ejercer su puesto. Katze era una pieza importante para toda la estructura de Amoi, trabajar cerca al Primer Rubio sería un destino elegido esta vez. Ahora como Gobernador de Ceres. Casi como un igual a Iason.
Katze se mordió el labio cuando el Blondie rompió el abrazo y se alejó un poco, que Raoul no lo quisiera  era una posibilidad… Raoul continuó  sin  contestar sus mensajes o devolverle las llamadas. Lo hubiera buscado antes, en cuanto llegó a Amoi  pero el temor al rechazo explícito era muy grande, ahora aprovechó que Yumi también vendría. Y reunió coraje.
Intentó controlar sus miedos… Hace aproximadamente cuatro años atrás  salió de ésta casa con toda una diatriba que creía cierta y sabía que había lastimado a Raoul quizá más allá de lo imperdonable. Ahora pensaba diferente, muy diferente y necesitaba que Raoul lo supiera.  
Pero Raoul lo miraba con esa sonrisa sincera y ojos verdes brillantes, Katze también le sonrió. Sin embargo, la sonrisa de Raoul se marchito un poco, cayendo hasta ser su boca una línea recta.
Para Raoul fue horrible entender que este reencuentro sería efímero. Quizá un almuerzo o una cena, conversar un poco y luego se alejaría como la última vez. Sería rascar una herida recién  tratada, el dolor sordo e insoportable.
-Perdona si te molestó Raoul – empezó Katze más serio con la frente arrugada, mirando a cualquier dirección menos a sus ojos, interpretando la actitud de Raoul como rechazo – No era mi intención molestarte de ninguna forma, pero… -  Katze tomó aire pensando cómo expresarse – He tenido problemas de salud estas últimas semanas.
Alarmado por completo Raoul estaba dispuesto a ayudar de cualquier forma que pudiera, jamás le negaría nada a su Azafrán.
-Cuéntamelo todo.
-He tenido muchos problemas para dormir – enlisto – Y dificultades para concentrarme… Pero el síntoma que no me deja tranquilo es este dolor en mi corazón – se tocó el pecho sintiendo  sonrojarse un poco ante la atenta mirada que empezaba a comprender a dónde iba esta conversación – Y por las noches me da frío porque hay cosas que no dejo de pensar… como en decirte: Perdón Raoul, por favor. Se que al irme dije  cosas que fueron crueles. La verdad, la distancia ha aclarado los motivos que te guiaron a actuar así por mi. Pensé en buscarte antes, pero nunca respondiste mis mensajes y eso… yo no puedo estar más tiempo sin decirte lo que pienso – hizo una pausa organizando sus pensamientos. Todos sus miedos latiendo ¿Y si Raoul olvidó el amor que le tenía?  – Perdón por cómo me fui, por todas las cosas que dije y nunca haberte dado las gracias, se que todo eso lo leíste hasta el cansancio… pero necesito saber si algún día… ¿Volverás a hablarme?
Raoul parpadeo.
Katze seguía ahí mirándolo y esperando una respuesta. 
-Entonces no estoy soñando – dijo sujetando al pelirrojo por los hombros sintiendo el calor de su piel a través de la ropa. Katze que empezaba a temer por el silencio prolongado, sonrió ante la inesperada respuesta de Raoul.
- No es un sueño.
-¿Dijiste que dejaste mensajes?
-Muchos mensajes Raoul ¿Cómo…? ¿No los viste?  te dejaba uno  cada mes. Nunca respondiste – Tanta agonía sufrida pensando que era deliberadamente ignorado.
-No recibí ningún tipo de mensaje – alegó  Raoul pensando rápidamente en todas las opciones, miró su comunicador de muñeca con diferentes opciones y entró a su bandeja de correo – ¿Qué pudo suceder? 
-No lo sé, pero no los buscarás ahora ¿Verdad? –   el sólo imaginar a Raoul leyendo sus confesiones delante suyo lo hizo sonrojar.
-Cuando eras un niño jugabas mucho con esto ¿Será que te bloqueaste a ti mismo? – juntando la cabeza a la de Raoul miró en la pequeña pantalla, de echo usaba el mismo correo para esos mensajes ¿Todo este tiempo  estuvo rascando su alma y fue a causa de una travesura infantil? Tras unos toques específicos se reveló la gran lista de mensajes recibidos del mismo remitente.
-Si, ahí están – dijo Katze alejándose y sintiendo un gran alivio en su corazón “nunca fui ignorado” pero también nervioso por estar tan vulnerable – ¿Raoul? No tienes que leerlos, básicamente te resumí todo hace un instante – se mordió el labio pensando en la gran cantidad de cosas cursis que se solían escapar.
Raoul escuchó a Katze  pero sus ojos se quedaron en la pantalla, después de abrir uno al azar leyó rápidamente.
“Hoy me fue fatal en el parque cuando saqué de paseo  a la mascota de Cal, nunca creí que un perro pudiera jalar tan fuerte una correa ¡Me derribó! Cuando Cal y Jared  (su novio, ¿recuerdas?) se llevaron a su perro,  fui de  paseo por la orilla del mar. Sabes, hay un momento preciso al atardecer cuando el sol se oculta,  la poca luz se refleja sobre la superficie y el mar se vuelve de un hermoso color verde esmeralda… Cómo tus ojos Raoul. Sigo pensando  que seria genial que tomes unas vacaciones aquí, la casa que compré está frente al mar y es muy cómoda,  te gustaría… te dejo muchos abrazos. Katze”.
Raoul levantó la mirada.
-Si quiero.
-¿Qué?
-Ir a tu casa en la playa – esto   sobrepasaba todos sus límites, no pudo evitarlo más.
-¡¿Raoul?! ¿Es… estás bien? ¡Estas llorando! 
Katze lo sujetó por los hombros pensando que podía caer, pero sólo eran lágrimas cayendo de esos hermosos ojos verdes. Raoul cerró los ojos y apretó los dientes afirmando con la cabeza, su mano enguantada a rozar las mejillas de Katze, acercándose casi juntando narices. 
-Si, mi asistente ¿Recuerdas a Fler Leso? Creó un medicamento que permite a las élites llorar,  la bebí hace un par de meses y ahora lloro  bajo estímulos deprimentes… pero esto es completamente diferente – explicó mientras su corazón se calentaba cuando Katze empezó a limpiarle las lágrimas – Es de felicidad.
Los ojos dorados pronto se vieron inundados también, llorando los dos con las narices juntas.
-¿Es parecido al que permite a las élites  emborracharse?  
-Si, y también Iason  bebió sin saberlo – contó Raoul, conmovido por completo por su corazón inflado de alegría. Limpiando también el rastro de lágrimas de su Azafrán  – No pudo evitar llorar cuando Riki recibió su diploma.
Katze se rio imaginado la escena pero continuó riendo cuando Raoul se le unió y se abrazaron más fuerte convencidos que no habría rechazo por parte del otro, que el sentimiento era mutuo, correspondido y anhelado. 
-Te extrañe tanto – murmuró Raoul apretando el abrazo en esa figura que amaba, hundiendo la nariz en los cabellos rojos.
-Perdón Raoul, perdón por tardar, por irme, por…
-Shh… 
Una mano de Raoul en su cabello paseando, otra en la espalda. Katze tenía enterrado el rostro en el pecho amplio y un hombro fuerte. Rodeando con ambos brazos por el cuello, sus dedos paseando por los rizos.
Cuando por fin sus miradas se encontraron había tanta energía cargada, tanto lenguaje mudo.  Ya no lloraban pero sus ojos brillaban de emoción. Sus rostros tan cerca…
-¿Quieres besarme? 
Katze murmuró encontrando valor para decirlo en una sola voz y apenas Raoul afirmó con la cabeza juntó sus labios a los que deseaba.
Una vida entera esperando por esos labios.
Un primer beso que se extendió por largos minutos, probándose y acercándose, lento al principio, absorbiendo el fuego del otro, recorriendo con sus manos el rostro, el cuello, enredar los dedos en el cabello y toda la longitud de sus hombros. Cuándo se miraron se sonrieron de nuevo dando pequeños besitos sin querer soltarse ¿Por qué lo harían? Ambos habían deseado éste momento más allá de todo lo inimaginable.
¿Qué pasaría? ¿Qué debían hacer? Definitivamente no querían que el momento terminara, ¿Separarse para conversar? Si, querían saber de los días del otro, contar sus propias experiencias, llenar su vida del pasado viviendo juntos, pero esta vez con una etiqueta muy definida.  Este momento era perfecto para cualquier cosa que decidieran hacer  porque el sentimiento estaba flotando en su piel, burbujeando en su pecho.
Así que cuando se vieron trastabillando por el pasillo, presurosos y enredados en un abrazo, dejando la ropa caer desordenada y casi arrancada no repararon en nada más que en el otro. 
Era su Katze.
Era su Raoul.
Sin abandonar sus labios cruzaron una puerta y cayeron sobre la suavidad de la cama. Fue como caer a una nube, del mismo cielo de todas sus esperanzas echas realidad.
Estaban casi desnudos y se tocaban, ambos desordenando las satinadas sábanas carmín de la cama de Raoul. La tenue luz  brillaba por ambos lados de la cama de pequeñas lámparas en las mesitas de noche. Flanqueando esa pasión contenida, atestiguando los píos entrecortados de sus labios quedos y húmedos. Sin embargo, parecía  que realizaban un baile lento y pausado, la propia satisfacción sexual no estaba presente. Se estaban reconociendo en el lenguaje de sus besos, en largas caricias exploradoras. Atesorando el momento.
-Siempre quise besarte aquí – confesó Katze paseando sus labios por el camino de los hombros  fuertes de Raoul, comprobando que su piel era suave y perfumada – Ahora sí, podría morir en paz.
-No… no digas eso – Raoul volvió a rozar narices mientras lo abrazaba  – Estas aquí ahora.
-Hace tanto que quería esto – dijo sujetando a Raoul con fuerza, uniendo miradas – Te amo, te amo Raoul ¿Me amas aún? 
-Nunca dejé de amarte – Raoul juntó sus mejillas inflado de felicidad. Este sentimiento le alcanzaba para vivir mil años más. Sin querer llegar a las lágrimas  se enfocó en el momento, no fue difícil de lograr. 
Se fundieron en un nuevo abrazo quedándose así por algunos minutos, Katze  apoyado en el pecho amplio de Raoul, meciéndose con el palpitar de su corazón. Raoul acariciaba como pincel la espalda definida y llenando su vista de la hermosa imagen de katze en su cama, piernas largas y muslos delgados, toda la piel nívea exquisita, el hueso de la cadera marcado y la cintura estrecha. Podía ver desde su perspectiva una nalga redonda…
Katze era alto y de físico atlético pero Raoul, un Blondie, tenía una musculatura más desarrollada y una ancha espalda, todavía unos cuantos centímetros más alto que el pelirrojo.
Katze salió de su ensoñación para dejar besos en el pecho y el cuello, pasando sus dedos como toque de mariposa por el abdomen fuerte. Gozando de cada sensación que atravesaba sus sentidos, la vista de  las piernas gruesas, el olor dulce de su piel, la sensación bajo sus dedos de la ondulación de los fuertes músculos y el marcado bulto que amenazaba romper las costuras de su ropa interior… 
Cuando los besos de Katze se hicieron más pausados usando su lengua exploradora y llegaron a un punto específico de su cuello, Raoul jadeo de placer, apretando sus manos en la carne que tenía cerca, un muslo y la cadera.
-Raoul… - esa voz gimiendo lo llevó más allá de todo. Calentando sus ansias.
Volvieron a besarse en los labios al principio para después desviarse a zonas más bajas, como el cuello y hombros, gemían y exhalaban suspiros reconociendo lo excitados que estaban, el placer prometido y el morbo de la primera vez.
Se abrazaron y rodaron por la cama. Por la obvia cercanía sus miembros atrapados por la tela de su ropa, se rozaron, erguidos y expulsando las primeras gotas de placer.
Katze no lo esperaba, en verdad no. Pero cuando se dio cuenta de la posición de sus piernas con las de Raoul y la mirada esmeralda cargada de sentimientos se conmovió hasta que sus ojos se llenaron de lágrimas. Su corazón acelerado con la amenaza de romper su pecho, ante la pacífica sonrisa de Raoul que pretendía entregar esa parte de sí mismo. Raoul sentado con las piernas flanqueando la cadera de Katze.
-Espera… - Katze no pudo evitarlo, cerró los ojos, sonrojándose profundamente se mordió el labio.
-¿Qué pasa? ¿No quieres…? – preguntó mientras le arreglaba los cabellos de la frente – Temo que si lo hacemos de otra forma… No quiero lastimarte.
-Yo… - su voz salió a través de su garganta apretada – Quiero que me tomes Raoul. Lo que intento decir es… deseo tenerte dentro de mi, para sentirte siempre. Así confío en ti.
Descendió a sus labios y calmo su nerviosismo con besos lentos.
-¿Estás seguro? – preguntó  frenándose un poco más, quería cumplir esos deseos sin reparos – Necesito saber que estas seguro.
 - Si – respondió mientras cambiaban la posición de sus piernas y Katze las abría, Raoul entre ellas.
-Antes, te haré unas preguntas – le dijo mientras dejaba besos en los labios húmedos y su mano descendía lentamente por el pecho, tocando un pezón, bajando por el abdomen trabajado y deteniéndose en la liga de su bóxer, sin sacárselo acarició la tela hasta llegar a la unión de las nalgas. La rozó con la punta de los cinco dedos –  ¿Has tenido sexo?
Katze afirmó con la cabeza, el labio atrapado entre sus dientes y una sonrisa.
-¿Cómo?
Se encogió de hombros mientras sus mejillas ardían – Dar… recibir… –  respondió.
Raoul también sonrió sin dejar de pasear los dedos por la hendidura oculta entre esas carnosidades. 
-¿Cuándo fue la última vez que “recibiste”?
-¿Por qué tantas preguntas?
-Dame la mano – respondió, prefiriendo ilustrar sus razones en vez de nombrarlas. Con un movimiento delicado puso la mano abierta de Katze sobre su hombría. 
-Oh –  fue todo lo que  pudo formular, abriendo mucho los ojos, en definitiva ese miembro era el más grande que alguna vez recibió. Ahora entendía el fondo de esas preguntas  – Pues si, pasó algún tiempo desde la última vez – admitió. Desde que no pudo dejar de pensar todas las noches en Raoul y su concentración se vio afectada durante el día ya no frecuentaba los lugares donde encontraba alguien agradable para pasar el rato, cuando la idea de buscar a Raoul maduró ni siquiera pensó en tener sexo. Serían unos cuatro o cinco meses – Aún quiero hacerlo – dijo ante la mueca dudosa del rubio.
-¡Bien! Vamos a necesitar mucho de esto – dijo sacando del cajón de la mesita de noche una botella pequeña, Katze la  miró con el ceño fruncido.
-¿Es aceite para dar masajes a un bebé?  La usaste en mí ¿Cierto?
-Y ahora lo seguiré haciendo – declaró Raoul con firmeza besando el ombligo de Katze, usando su lengua para regalar deliciosas sensaciones. Los mechones rubios cayeron en una cascada sobre su pecho desnudo acariciando al compás de sus labios.
Su mano no se había movido del turgente sexo del Blondie, duro como una roca  atrapado por la ropa interior, acariciaba con la yema de los dedos y la palma entera, disfrutando del reconocimiento táctil y sin verlo… aún, exhalo los primeros gemidos complacido por los besos que le daba Raoul, sintió que su ropa era despojada. Bajando por sus caderas, los muslos y luego desaparecía al final de sus pies. 
Completamente desnudo debajo de Raoul.
-¿Te masturbas estimulando por aquí? – preguntó dibujando con los dedos el perineo y los fruncidos pliegues.
-No, yo… sólo me acaricio – respondió.
-Mmmm – cavilo Raoul volviendo a sus labios carnosos, sintiendo complacido como la mano de Katze volvía a su entrepierna. Cuando sus caricias se volvieron más osadas le sacó el trozo de tela que guardaba su  sexo, pero no asomó la mirada dorada, con los ojos cerrados disfrutando sus besos continuó tocando el miembro de Raoul  - Entonces... eres táctil. 
- Se siente maravilloso – respondió, masajeando la increíble longitud y asombrado que apenas pueda rodearla con los dedos. También acariciaba la fina piel de los testículos, uno a la vez.
Sin querer perder el control, Raoul continuó su interrogatorio – Entonces, ¿alguna vez te tocaste pensando en este momento?
Ante la pregunta inesperada río entre dientes, no iba a hacer daño ser sincero, pero también quería respuestas.
-¿Y tú? ¿Has tenido sexo Raoul?
Uniendo miradas, el verde esmeralda brillando respondió de inmediato.
-Si, muchas veces – sin poder contenerse más empezó a acariciar la cadera de Katze, descendiendo por un muslo y luego al centro, donde parecía que su cuerpo gritaba por una caricia. Al envolver sus dedos en  el tronco, el pelirrojo suspiro entrecortado.
-¿En serio? – apenas articuló.
-Un sinfín de veces te apareciste en mis sueños, me sedujiste, me envolviste y te dejaste llevar al placer más decadente de todos – torciendo los dedos de los pies, Katze sintió la hábil mano de Raoul dando masajes lentos sobre su pene – Por ejemplo, te encanta que haga esto – el dedo pulgar apretó la punta llorosa en círculos y la boca hábil descendió sobre un pezón. 
De inmediato su cuerpo hizo un arco sobre la cama hacia esa hábil mano y húmeda boca. Gimió abiertamente… cuando abrió los ojos el mismo pulgar lo tenía como una invitación sobre sus labios, Katze la aceptó y lamio las  primeras gotas de su propia esencia.
-Entonces, mis sueños no mienten – una sonrisa amplia ante la mirada dorada complacida – responde a mi pregunta.
Parpadeando, recordó y logró un pensamiento coherente.
-Si, he fantaseado con este momento muchas veces – confesó.
-¿Y cómo sucede en tus fantasías? 
-Primero tienes que prepararme y me encanta imaginar que lo haces así. 
Mareado de la emoción tuvo delante la imagen más sensual que mando olas de deseo a través de su cuerpo. 
Raoul estaba muy familiarizado con el cuerpo humano, no solo desarrollaba las mascotas de más alta calidad en Amoi, también tuvo muchas en sus largos años y fue testigo de un sinfín de cuerpos desnudos delante suyo. 
 Pero solo Katze lo hizo conocer el deseo carnal, la  excitación más allá de la  física. Raoul quería recorrer ese cuerpo, penetrarlo, poseerlo, llevarlo al éxtasis de todos los sentidos. Pero también él mismo entregarse sin miedo, ser vulnerable y  cálido. Eran tantas metáforas por explorar.
Arañó el colchón con dedos temblorosos después de ponerse boca abajo y con las caderas levantadas. Katze  sabía que estaba sonrojado después del intenso escrutinio y la pronta acción que le siguió. Raoul aceito sus dedos, mientras una mano paseaba por la espalda baja la otra se concentró en las nalgas. Amasando, apretando y dando algunas caricias fuertes . 
Estar consciente que eran SUS manos la que estaban tocando ASI a Katze amenazaba con romper su autocontrol, y más ante la vista del pequeño portal revelado. Katze tenía las caderas estrechas, ante la delgadez de sus piernas en esta posición prácticamente apenas se agachó y se mostró con facilidad.
Entre besos por toda la espalda, acariciaba con una mano una nalga, y la otra dedicada a expandir dedo a dedo ese apretado músculo. Tomándose su tiempo.
-¿Estás nervioso? – susurró Raoul al sentir las señales de su cuerpo.
-Si.
-Seré muy paciente – dijo mientras aceitaba más sus dedos y volvía a introducir midiendo su receptación.  
Tomando aire se dejó guiar por el ritmo lento y amable de Raoul. Recordó un detalle cuando esos besos subían por su columna.
-¿Viste esto? – Katze despejó sus cabellos que cubrían hasta los hombros mostrando letras medianas, artísticas pero sobrias, pintadas en negro. Tenía escrito el nombre por el que era llamado con tanto cariño, tatuado en la base del cuello – Siempre seré tu Azafrán.
Completamente conmovido besó las letras de su cuello, pasando una por una.
-Es un detalle hermoso. Te amo Katze,  por sobre todo.
Descendió a besar los labios rojos, entrelazando sus lenguas y dando unos mordiscos. Empezó a  perforar un cuerpo más relajado, su otra mano a acariciar el interior de los muslos, la sensible piel que  colgaba y el miembro erecto.
Katze giró sobre su espalda cuando esos dedos lo abandonaron y acuno entre sus piernas a Raoul. Mientras esos labios robaban sus suspiros sintió que Raoul acomodaba sus piernas, se aceitaba el miembro y tomaba posición. La anticipación fue tanta y la preparación tan cautelosa que  después de superar los primeros centímetros con profundas bocanadas de aire, el deseo pudo más que la razón, mandando las señales correctas a su cerebro dio la bienvenida a su cuerpo y dejó que se amoldara al masaje que pinchaba el punto glorioso de sus entrañas. 
Para Raoul, que era su primera experiencia, fue el conjunto de sensaciones más vívidas que tuvo en toda su existencia. Piel, corazón y cerebro conectados mandando olas y olas de placer abrumador a cada fibra de su cuerpo ante el apretado abrazo de Katze. El fuerte abrazo de sus brazos sobre su espalda, el abrazo de sus piernas alrededor de su cadera y el abrazo de su interior protagonizando el lento empuje y el marcado choque de sus caderas.
Beso a beso y estocada a estocada el ritmo aceleró. 
Fue imposible detenerse o imponer otro compás cuando Katze alcanzó el clímax entre sus brazos. Mandando la cabeza atrás gimió con lujuria, cerrando los ojos dorados y brillantes mientras parecía que sus músculos se contraían alrededor de su miembro.
Ahogó sus gemidos en los labios rojos que amaba, mientras gozaba del primer orgasmo de su vida. Su Azafrán dichoso y sonriente lo besaba también.
 
 
Katze dormía profundamente, haciendo exhalaciones por la nariz con pausas profundas, estaba de lado sobre la cama, dándole la espalda a Raoul que lo sostenía contra su pecho. Pero el Segundo Rubio de Amoi no descansaba aún de su encuentro. Atesoraba el momento más allá de cualquier cosa…
 Esa misma mañana se había levantado transformando el oxígeno en amargura, como cada día desde la partida de Katze. Decidido a seguir con su vida y conformarse con la satisfacción de saber que Katze vivía según sus deseos.  
Y ahora, estaban aquí, juntos en su cama. Disfrutando una de las primeras noches sin fin. Raoul bañaría cada luna con miel… 
Sonrió cuando Katze también lo hizo en sueños. 
Sin pensarlo más, salió de la cama con decisión, se puso una bata y fue rumbo a su oficina en casa.
Desde su computador podía cumplir con sus objetivos.
Nunca más haría lo que hizo.
Cuando el destinó había marcado un final, él  decidió literalmente sobre la vida de Katze.  
No más, nunca.
Éste era Katze y era único.
Ingresando un código borró todo el banco de memoria de Katze que todavía estaba almacenado. Unos pasos más y mandó instrucciones de destrucción a las cápsulas de almacenamiento de su ADN en su laboratorio.
No iba a temer nunca más, amaría a su Azafrán dejando que la vida siga. Qué el tiempo avance… Por que el tiempo no termina.
 
 
-¡¿Y si muero Raoul?! ¡Tengo miedo! 
-¡No morirás! Lo prometo.
Una pausa, vacilación… al final terminó de colocarse los protectores sobre los ojos y se aferró a las correas.
-¡Vamos, mi amor! – gritó el pelirrojo.
Y Raoul saltó del avión con Katze aferrado a su cuerpo en un esperado Salto Tándem.
 
 
Fin.
 
Notas finales:

Déjame saber lo que piensas!

Lo agradecería mucho.

Abrazos.


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