Recuerdo bien esa noche. Cuando desde ese día sentía cada vez más mi pecho oprimirse al verte sufrir postrado en la cama. En nuestra cama. Como si presintiera que la esperanza en cuestión de un parpadeo pudieras desaparecer junto con él.
- ¿Y si algo te pasa mientras no estoy? – te dije en tono preocupado tomando tu mano cuando mencionaste que no debía estar todo el tiempo a tu lado.
- Recuerda – me devolviste o en tu esfuerzo de sostenerme la mano, mientras me sonreíste algo débil – que todo en la vida cambia – callaste unos segundos – por esa razón, necesito que me prometas que… - sacudí la cabeza en negación interrumpiéndote.
- No importa lo que pase, te prometo no faltarte.
- Lo sé. Pero tal vez yo a ti sí.
Y lo peor de todo, es que muy en el fondo intuía que tus palabras fueran a volverse realidad. Mas nunca me imaginé lo pronto que podría suceder.
- Sebas… - me llamaste con aquel tono apagado que jamás podré olvidar.
- N-no… no hables – te supliqué guardando tu mano dentro de las mías mientras sentía que el corazón palpitaba lo que ni en ningún maratón pudo agitarse, más si veía como el doctor y enfermera intentaban controlar lo inevitable – lucha, lucha por ti – besé tu mano – por mi – la debilidad surgió en forma de cascadas saladas – no me dejes.
- Si… yo… muero… - intentaste sonreír con tus ojos que perdían su brillo - volvería… por ti. Pero… mientras… eso… pasa… sé feliz… - sacudía la cabeza en negación.
- Aunque lo intentara, no podría sin ti. Toda mi felicidad es gracias a ti.
Se siguen quedando cortas las palabras cuando recuerdo que después de decirte eso, tu sin hablar, me pronunciaste “gracias” y para terminar un “te amo” con tu último aliento que el cruel destino decidió cortarte, encaprichándose en arrebatarme al ser más puro que en mi maldita vida pude amar.
Ha pasado un largo, sofocante y doloroso año desde que te fuiste. Desde que me dejaste sin ti. Ahora estoy aquí hincado dejando frente a la tumba que recita tu nombre en esta fría lápida, las flores que sé que son tus favoritas.
- Quiero se sepas, que te amo eternamente. Que cuando dije “si” a nuestro amor, lo dije para siempre – sonrío con melancolía – a tu lado era todo perfecto. Cada detalle tuyo era el mejor. Me hiciste hacer florar mi lado romántico cuando te conocí, tanto, que lo que antes pensaba que era ridículo, se volvió en pasión. Hasta teníamos nuestra canción – la amargura inundó mi boca - ¿la recuerdas? Yo la escucho siempre.
Me puse de pie para acercarme a la lápida y acolchonarme en él con el propósito de querer seguir platicando.
- Pensaba que le enseñaríamos al mundo lo que era el amor. Rebosaba de ese sentimiento que quería que todos lo sintieran – miro hacia el cielo despejado – que tu y yo podíamos con lo que sea – mis labios se volvieron una línea recta – pero me equivoqué. No pudimos con ese enemigo con el que estuvimos luchando más de un año cuando apareció. Todo… avanzó tan rápido – suspiro con frustración - me he odiado por no protegerte, aunque las personas y doctores me digan que no es mi culpa, que a las enfermedades no les importa si eres malo o bueno, rico o pobre; te escoge por azar, por crueldad.
Estuve un rato en silencio sintiendo la brisa del viento que sabía que intentaba consolarme. O más bien, que tal vez fueras tu quien me abraza.
- Tu mente era gratamente particular – vuelvo a sonreír al recordar – amaba y sigo amando las locuras que me hiciste hacer a tu lado. Cuando logré conquistarte, fue inevitable para mi no presumirte ante todos, y por supuesto para decirles que ya no estabas disponible, que Ciel Phantomhive era todo mío, y yo todo suyo… y así será… - fijo la mirada en un punto perdido del lugar para susurrar con cierto toque de reproche – dijiste que volverías por mí. Ya ha pasado doce meses y sigo aquí, sin ti. Te he extrañado y sigo extrañando cada segundo, cada respirar, cada de todo ¿dónde estás?
Si por mi fuera me quedaba toda la noche para seguir platicando, aun tenía cosas por contarte. Los planes fueron frustrados al ser casi sacado por el cuidador del cementerio.
El cielo que antes sonreía y se burlaba de mi miseria, ahora está tornándose amenazante, que en cualquier momento dejará caer una gran furia sobre todo aquel que desee compartir lo mismo. Y ese por supuesto, soy yo.
Me adentro al carro que en el preciso instante en que ingresé, el diluvio se presentó golpeando todo en su camino.
- Con este clima será difícil manejar de regreso. Prometí ser prudente.
Desde que te fuiste, todos a mi alrededor, más mis padres, han temido que cometa alguna tontería en el estado que, a diferencia del inicio, solo se ha amortiguado, nunca calmado. Eso solo yo lo sé….
- Al diablo la prudencia, ¿qué más puede pasar?
Bajo esa decisión, arranco el motor del coche para poder regresar a aquella casa que en aquel tiempo emanaba calidez, ahora solo me espera la frialdad de la noche.
A pesar de que los limpiaparabrisas hacían su mejor esfuerzo, la lluvia no parecía ceder, lo contrario, anunciaba quedarse con la amenaza de ponerse peor.
El rumbo de regreso era algo largo. Uno de tus deseos siempre fue que cuando la muerte te tocara, tu cuerpo debería estar en el mismo lugar donde tus padres llevaban años. Aunque en su momento en que me contaste estaba de acuerdo; me pareció bien. Cuando el suceso pasó, tuve un enorme debate interno de si concederlo o ser egoísta a mi propio deseo de tenerte cerca, donde fuera más fácil de visitarte.
Y heme aquí manejando kilómetros de regreso bajo el sentimiento de que la lluvia a pesar de que está poniéndose complicado, éramos uno solo.
Mantenía la vista fijada en la carretera, intentando concentrarme, pero los recuerdos del pasado emanaron sin poder evitarlo. Y no quería evitarlo.
Notando que el parabrisas se empañaba un poco, maniobro el seguir manejando con abrir la guantera para sacar un pañuelo que siempre dejo ahí para ocasiones como esta.
Al sacar la tela, debajo de ella algo emitió un extraño, pero conocido brillo azul que llevaba tiempo que no lo había visto y que estuve mucho tiempo buscando hasta debajo de las rocas y que justamente en este preciso instante ha vuelto a aparecer en un lugar que no tiene explicación del por qué está ahí.
Es el anillo de compromiso que mandé a hacer especialmente para ti, para pedirte que compartieras tu vida con la mía por la eternidad, aún después de la muerte…
Al sostenerlo en mi mano, en todo el cuerpo se dejó sentir una corriente eléctrica familiar agradable que solo una persona ha logrado provocar en mí.
Era como sostener una parte de ti, era como tener tu corazón, tu esencia; tu alma.
Mi ser se percibía en control, en calma, como con cierto alivio. Podía respirar. Eso era hasta el momento en que me había fundido en los pensamientos y emociones que se desvanecieron con la fuerza de un gran impacto.
Porque eso realmente sucedió…
Antes de que toda la visión y conciencia se sumergieran en la oscuridad, había descuidado la concentración en conducir bajo la fuerza de la lluvia causando que no me percatara de aquella curva que me llevó a caer varios metros a un barranco.
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Despertando por el naciente dolor infernal en todo el cuerpo que sabía que debería estar más que magullado y con la posibilidad de tener algo roto por dentro. Aunque ya de por si tenía hecha añicos el órgano principal desde el día que mi ser amado me dejó ¿qué más daba tener destrozado otras piezas si lo principal ya no estaba?
Me percato que el auto había quedado volcado, con la única diferencia de que estoy tendido en el suelo con una parte del cuerpo casi fuera mientras que el resto sigue dentro. Con el vago recuerdo de que antes de haber recibido un golpe fuerte en la cabeza, y al notar que el césped ha adquirido un color rojo al igual que mis brazos extendidos, intenté con último y en vano esfuerzo de salir o saltar del coche. Más no lo logré y heme aquí con las consecuencias.
Haciendo un escaneo rápido de los sentidos, el que podía mover, lo que no, obtenemos que las piernas no me responden. En su lugar un gran dolor se va extendiendo como llamas devoradoras y sofocantes, ¿no estaré en el infierno?
Puede que solo esté en el proceso de llegar. Siento como la vida se me va, consumiéndose en cada respirar. Es como si pudiera ver mi alma extinguirse.
Quizás esto era lo que quería. Posiblemente no bajo esta circunstancia o tal vez sí, algo parecido. Donde pudiera sentir un enorme dolor, tan grande que pudiera opacar el que yo llevaba sintiendo por meses. Y que al final del camino me llevara a donde quería estar; con él.
No tenía energías para moverme, para tan siquiera intentar salir de aquí a esperar fuera el desenlace de mi vida bajo la lluvia haciéndome compañía, aunque a diferencia de horas atrás, había cedido un poco siendo solo una llovizna.
Con el poco juicio que me quedaba, logro escuchar a lo lejos los sonidos emergentes de las sirenas que emiten las ambulancias. Quizás no lleguen a tiempo… y tampoco lo deseo.
Mirando hacia el frente, noto el mismo brillo azulino que antes de haber caído, sostuve entre en mi mano.
A como da mis posibilidades, empiezo a arrastrarme hasta llegar donde el objeto valioso me esperaba.
Una vez conmigo, no puedo evitar sonreír aún con el dolor tanto en todo el cuerpo como en el corazón.
- Aún recuerdo cuando me lo diste. Fue unos de los mejores días de mi vida. Y jamás me lo quité.
Mi interior dio un enorme vuelco al escuchar decir esas palabras con la voz que desde hace un año solo sonaban en mis pensamientos. No me costó trabajo hallar de donde provenía o más bien, de quien.
Tantas veces desee que aparecieras. Tantas veces desee que te colaras en mis sueños, al menos donde fuera el único lugar que me permitiera abrazarte con añoranza. Tantas veces… y ahora… estás de pie, frente a mí, quizás gracias al producto de mi delirio aborde de la muerte.
- Lo sé… perdona por no consolarte cuando me necesitaste. Cuando te falté. Pero no podía. Al menos no antes… – noto que empuñas tus manos con frustración – yo también deseaba aparecer ante ti.
- ¿E-eres… tu?, ¿eres… real? – las lágrimas acumuladas salieron en contra de mi voluntad.
- Puede que no real… pero tampoco soy producto de tu imaginación – te acercas agachándote hasta donde estoy y acaricias mi mejilla en un tacto que se siente tan real con quizás algo diferente, como si fuera… - ¿Cómo si fuera la brisa del viento? – dices en voz alta lo que pensaba.
- C-como es que…
- Tampoco lo sé – alzas tus hombros - ¿habilidad de ya no pertenecer a este plano? Posibilidades…
Al intentar hablar, en lugar de palabras, una tos que rasgaba la garganta provocó que me revolcara en dolor, además de que de mi boca escupió una sorprendente cantidad de sangre.
- Cuando estabas en mi tumba… tu me reclamaste algo – lo observo con curiosidad – que volvería por ti y no lo había hecho – me dices con una sonrisa de lado – tampoco era porque no quería, más bien porque no podía; no era tu tiempo… - agrado los ojos por esa revelación.
- E-enton…ces… - bajo esta condición resultaba difícil articular palabras.
- Sí. Ya es tu tiempo – miras hacia atrás – ellos no llegarán a tiempo. Tu destino ya estaba marcado – vuelves a verme – no fuiste prudente, Sebastian – tu sonrisa se tornó burlona. Esa sonrisa que siempre me ha encantado verte – rompiste la promesa a tus padres y a todo aquel que te lo hizo prometer – mueves la cabeza en negación, con reprensión.
- Valió… la… pena si… he vuelto a… verte…
- Me hubiera gustado que continuaras tu vida – cambias tu semblante a uno serio y preocupado – cuando te dije esas palabras, no me refería exactamente que fuera un año después – sueltas un suspiro – pero ya está hecho – me extiendes tu mano con una sonrisa preciosa - ¿nos vamos? Ya es hora.
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Las personas encargadas de realizar la búsqueda de sobrevivientes o sobrevivientes de aquel aparatoso accidente, por la condición peligrosa que el lugar amenazaba, tardaron alrededor de dos horas en llegar a la zona de los hechos. Sin embargo… lo único que encontraron fue el descenso que toda persona no quiere imaginar, ni mucho menos ver. Ya era tarde.
Lo que quedaba por hacer era llevar aquel cuerpo inmóvil del conductor a sus familiares, y que a nadie se le desea tal final.
Los responsables auxiliares se llevarán en su memoria de experiencia una pequeña curiosidad de ese accidente que estuvieron involucrados: la persona bajo el nombre de Sebastian Michaelis, a pesar de la gravidez y de todo el dolor que pudo haber pasado cuando estuvo con vida, en su semblante notaron que se despidió del mundo con un sentir de paz, de alivio; y aquella pequeña sonrisa lo demostró. Fue como si era lo que había esperado. Que toda angustia se desvaneció.
En su mano encontraron que hasta lo último se aferró a aquel objeto de piedra zafiro preciosa. Como de un tesoro se tratase.
Toda pertenencia fue entregada a los padres junto con el anillo que encontraron con él. Sin embargo, la persona que hizo la entrega y que además fue testigo del estado en que encontraron a su hijo, les platicó la anécdota que tanto a él como a sus compañeros les pareció algo inusual, pero que a la vez lo llaman algo “maravilloso”.
Los padres al escuchar con atención a cada detalle, sabían lo que aquel anillo representaba para su único hijo. No pudieron evitar, aun con el alma y corazón destrozado, un alivio al saber que ahora él debe estar en paz consigo mismo. Que seguramente ya se encontraba con la persona que más ha amado y que por un gran tiempo estuvo sufriendo. Pero ya no.
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- En la vida y la muerte, los que se quedan son los que les toca sufrir la pérdida – menciono observando a lo lejos a mis padres que están desconsolados lamentando mi pérdida mientras ven mi cuerpo dentro de aquel ataúd ser bajado a las profundidades de la tierra – me duele verlos así y de verdad lo siento, por irme así, de ese modo. Pero les agradezco que concedieran mi petición de que me dejaran a tu lado – miro con un profundo amor al ser que está junto a mí. Por fin.
- Así como a ti, que al principio se debatieron de si hacerlo o no, optaron por cumplir tu voluntad. Hasta incluso se mudarán cerca del lugar para poder visitarte.
- Son excelentes padres.
- Y tú siempre fuiste un buen hijo.
- Tú también – me miras con extrañeza - Te adoraban, ¿sabes? Tu pérdida les dolió tanto como a mí. Para ellos fuiste también su hijo – sonríes con calidez – y es muy probable que no tardaran en tomar la decisión de mudarse para estar cerca de nosotros, sus hijos.
- Recuerdo bien cuando ellos me aceptaron como uno más de tu familia – diriges tu mirada hacia ellos – cuando me dijeron que no perdían a su único hijo, sino que ganaban otro. Me dieron la calidez que yo hace años había perdido. Pero… - cambias la sonrisa por una de tristeza – te he quitado de ellos… - te tomo de la mano entrelazándola.
- Fue mi decisión. Fue mi imprudencia. Yo tracé mi destino. Nadie más que yo es culpable de lo que me pasó y ellos – con la cabeza los señalo – lo saben perfectamente.
- Tu siempre has sido imprudente – niegas con la cabeza divertido.
Nuestra atención se dirigió de nuevo a lo que sucedía en mi sepelio que ya ha acabado al terminar de tapar aquel lugar donde solo mi cuerpo yace. Mi alma continua con vida y con la mejor compañía que yo deseaba pasar por mi eternidad.
- Es todo. Tenemos que ir a otro lugar. Hay unas personas que muero – dices en tono irónico aquella palabra - por presentarte.
- ¿Quiénes? – me encaminas con la unión de nuestras manos.
- En vida nunca los pudiste conocer. Ellos son… - fijas tu mirada en otro punto sonriendo – ahí están – saludas con energía con tu mano desocupada – vamos. Tienes que conocer a mis padres. Te van a adorar.
Sin darme la oportunidad de procesar la información, corremos como si nada más nos preocupara. Y así era. Me sentía liviano, libre, sin dolor.
Y no solo eso, ahora te tenía, lo que tanto añoraba. Mi alma se sentía completo. Solo quisiera decirles a mis padres que no lloren por mí, estoy en un lugar lleno de luz, Ciel es mi luz. Que cuando les toque partir, espero verlos aquí.
La vida es un regalo precioso. Un gran tesoro donde las personas que nos rodean son más brillantes y valiosos que un diamante. Tal valor es único en su tipo. Misma razón que debemos cuidarlos, atesorarlos, porque “vida”, solo tenemos una. Tendremos bellos y malos momentos, que quizás aquellos detalles que parecían no importantes, son las que más invaden nuestra mente cuando algo o alguien nos llega a faltar. Desearemos devolver el tiempo para verlos de nuevo, para darles aunque fuera un abrazo y nunca soltarlos, porque no sabremos cuando sería el último…