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The other reality por CasiopeTW

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Notas del capitulo:

Gracias por leer este fanfic, y perdón por no actualizar seguido.

Recordad que todos los derechos de la saga literaria "Harry Potter" le pertenecen a la escritora J. K Rowling.

Los días pasaron hasta cumplirse una semana de la muerte del Lord Malfoy, muerte y noticia que fue, como Remus intuía, casi un festejo para algunos magos y brujas que, en algún momento en sus vidas, sufrieron ante las manos del difunto Lord.

Supuestamente, el funeral se había hecho dos horas después hallado el cadáver, pero según los rumores, no existió ningún funeral de por medio; solo lo metieron a un ataúd de buena pinta como se debe, y lo enterraron en el ancestral cementerio de Amissa animabus, que se hallaba en una ubicación casi recóndita de Gran Bretaña.

 

Pero solo eran rumores, así que la duda persistía en él, tal como en unos cuantos que, todavía sorprendidos por la muerte de Lucius Malfoy, esperaban que, por lo menos, si le hayan dado una digna despedida antes de botarlo en una fosa.

 

—¡Remus! —dio un brinco ante el grito. Parpadeó y miró a los lados, encontrándose con la verdosa mirada de Harry Potter.

—¿Si, Harry? —balbuceó, irguiéndose en su silla mientras buscaba con la mirada su varita.

—Nada, Remus. —soltó, cruzándose de brazos y torciendo los labios, cosa que extrañó a Remus.

—¿Me dijiste algo, verdad? —interrogó.

—No, tranquilo. —habló con todo calmado, viendo una foto donde estaba él, sus amigos y su novia, Ginny Weasley. —. No es importante.

—Dime, Harry. —pidió amablemente.

El menor, ante esa insistencia por parte del licántropo, no tuvo más que soltar un suspiro retenido y decir:

 

—La señora Weasley pidió que tecomunicará sobre una mini fiesta que realizará mañana —volvió su mirada al mayor—; es para celebrar el año de novios de Ginny y yo, le dije que no era necesario, pero insistió. Y me preguntaba si... tú, Dora y Teddy podían ir.

—Claro, Harry —le sonrió—. Pero debo consultar también con Dora.

—Está bien. —exclamó con una sonrisa.

—¿Será necesario llevar un regalo? —preguntó de repente el mayor. Harry negó repetidas veces.

—Con vuestra presencia es suficiente.

 

Ya terminada esa conversación, el lugar se iba vuelta a reinar por el silencio, silencio el cual provocaba una sensación de inquietud en el licántropo. Remus miraba de reojo a su compañero, mordiéndose el labio de vez en cuando ante las ganas de abrir la boca y hablar de cualquier cosa, todo con tal de no tener ese tenso silencio.

 

—Harry —llamó débilmente—, tú... ¿no has tenido alguna noticia reciente referente a lo sucedido?

—¿A qué te refieres? —ladeó la cabeza, confundido.

—Sobre la noticia más sonada en esta semana —carraspeó. Harry lo miró unos segundos, antes de abrir un poco la boca.

—Ah. Pues no, no hay más noticias relacionadas al suicidio del señor Malfoy. —dijo con cierto desinterés en su voz.

—¿Y sobre su familia?

—Tampoco —se alzó de hombros—. Lo último que supe sobre Draco y la señora Malfoy fue que ambos estaban en una mansión en Alaska.

—¿Desde cuándo? —preguntó Remus, en una mezcla entre sorpresa y extrañeza.

—Después de terminado los interrogatorios para saber el paradero de los mortifagos prófugos; tú y Dora seguían inconscientes, así que por eso puede que no sepáis del tema.

—Vaya... —musitó, recostándose un poco en su asiento—. Entonces Malfoy quedó solo.

—Eso parece.

Volvieron a estar en silencio, que fue acostado segundos después por la gélida y susurrante voz del licántropo.

 

—¿Y ellos saben de la muerte?

—Me imagino que sí. —respondió Harry.

Dicho eso, y soltando otro suspiro, Harry se levantó, tomó su bolso y se encaminó a la puerta del cuarto. Volteó, encontrándose con el rostro extrañado de Remus.

 

—Debo hablar con Ron respecto a la fiesta, seguramente ya ha de haber llegado de su misión. —comentó—. Hasta la tarde, Remus.

—Hasta la tarde, Harry… —se despidió en un débil susurro.

 

Recorrió el cuarto con detenimiento, con su cabeza ligeramente pasada, y con el sentimiento de inquietud todavía carcomiéndole. Suspiró y se levantó, encaminándose al escritorio de su compañero para tomar el profeta de hoy.

 

¿La dama Samsonova está viva?

Este sábado se ha esparcido el rumor de que la antigua, y según difunta, dama Samsonova. Hemos intentando comunicarnos con dicha mujer que tiene similitudes con la dama, la cual, cabe añadir, fue la esposa de Abraxas Malfoy.

 

Arqueó las cejas ante lo último, volviendo a ojear la noticia, específicamente la foto que alguien le había tomado a dicha mucha: no aparentaba tener más de treinta, cabello lacio y rubio que cubría parte de su rostro, haciendo que fue difícil distinguir a la perfección los rasgos de la dama.

¿Cómo sería posible que esa mujer fuese madre de Lucius Malfoy? ¡Si parecía ser menor que Malfoy! No podía negar que el cabello de la dama se parecía mucho al del difunto patriarca, pero podría ser coincidencia. Una interesante coincidencia…

Dejó el periódico y volvió a su puesto, esperando a que le llegue una misión, o termine su turno.

 

***

 

Fue el primero en llegar al hogar, así que debía ir y ver a Teddy en casa de Andrómeda. No sin antes se cambió de ropa y alistó la comida de él y Dora. Se metió a la red y apareció en el salón de la casa Tonks, caminó por el salón con mirada analítica, antes de encaminarse al jardín; lugar donde podrían estar.

 

Era un jardín pequeño, lleno de las más hermosas y variopintas flores que existen en Gran Bretaña; una mesa de cristal para el té estaba en medio del lugar, ahí estaba Andrómeda con Teddy en brazos, dedicándole mimos.

 

—Buenas tardes, señora Tonks. —saludó acercándose, captando la atención de la fémina.

—Buenas tardes, Remus. —saludó cortésmente, sin embargo, había falsedad, desconfianza y desdén en sus palabras; podía ocultarlo bien, pero con el tiempo Remus se dio cuenta de que la dama frente a él lo aborrecía, todo porque desposo a su pequeña Dora. — ¿Dónde está Dora?

—Me dijo que apareció un problema y tuvo que encargarse.

Respondió, acercándose y tomando a Teddy, que Andrómeda se lo había extendido. El retoño sonrió al ver al castaño, todo mientras cambiaba su cabello al mismo color de su padre. Remus sonrió, alzando la mirada al oír un carraspeo.

 

—Como… ¿cómo te fue en el trabajo? —preguntó seseante.

—Bien; no tuvimos casos fuera, así que solo estuve ordenando los documentos de mis compañeros.

—Oh. Entiendo.

Un silencio incomodo los envolvió; Remus quería irse, pero sus piernas no respondían. Bajó la mirada a Teddy, sonriendo contagiado por la sonrisa que iluminaba el rostro regordete de su hijo.

 

Para alivio del licántropo, Dora apareció por la puerta, revelando su aspecto cansado y que todavía jadeaba.

 

—¡Remus, que bueno que viniste a ver a Teddy! —exclamó Dora, acercándose al susodicho, tal como hacía Remus.

—¿Estas bien? —preguntó, preocupado.

—Sí; solo hubo una pequeña pelea.

 

Remus torció los labios, pero terminó borrándola al ver como su esposa le sonreía, serena, mientras tomaba a Teddy y le dedicaba mimos y besos en la cara.

Ambas féminas estuvieron varios minutos hablando por un rato, a tal punto que terminaron cenando en la casa de Andrómeda. Regresaron a casa a las ocho, empachados y con su retoño dormido; lo dejaron en la cuna y se encaminaron, abrazados, hasta su habitación matrimonial, mientras hablaban de su día.

 

Ya bañados, cambiados y acostados, se miraron, cada uno con diferentes emociones plasmadas en sus ojos: Dora siempre detonaba determinación y dulzura, no obstante, ese día había algo más. ¿Inquietud, quizás? Remus no podía determinar en aquel momento lo que aquellos ojos, ahora color avellano, demostraban; tal como Dora, que no podía descifrar aquella mirada que tenía su esposo.

 

—¿Te sientes bien? —preguntaron al unísono, causando que abriesen un poco los ojos y entreabriesen la boca. Rieron nerviosamente.

—Empieza tú. —dijo Remus, sereno.

—Está bien… —musitó Dora con una sonrisita felina. Carraspeó. — ¿Te sientes bien? Te noto extraño, perdido. Tal como ayer de noche.

—Yo… no sé —suspiró—. Creo que estoy preocupándome por tonterías.

—¿Y cuáles son esas tonterías, Remus? —interrogó la fémina.

Remus tardó un rato en responder. No sabía responder, realmente; no había pasado muchas cosas que lo hiciesen sentir así, bueno, el tema de Lucius Malfoy le carcomía la mente de forma lenta y tortuosa. ¿Cómo era posible eso? Le resultaba extraño, y por más que trataba de pensar en otra no podía.

 

—La muerte de Malfoy está en mi cabeza. —admitió el licántropo— suena extraño, lo sé; después de todo solo he visto al hombre un par de veces, y me… ¿angustia?

—Oh… —murmuró, desviando la mirada un instante—. Yo tampoco vi visto mucho a… mi tío. Después de todo era mestiza. —dijo lo obvio—; pero a pesar de eso me resulta impactante saber que se suicidó. Trato de ignorarlo, sin embargo, al ver que muestras inquietud ante su muerte, quizás si daba decirlo.

 

Remus se removió, alzando las cejas, intrigado.

 

—Mi mente me ha hecho preguntas respecto a la muerte de Lucius, y algunas de ellas son como: ¿Acaso se sentía solo? ¿Qué debió pasar en su mente antes de suicidarse? ¿Por qué no busco ayuda para sus problemas? —volvió a desviar la mirada—. Puede que haya matado a muchas personas y que hubiese mano derecha de Voldemort, pero no es prudente burlarse de eso, ¡se suicido! Ninguno sabe porque y no les importa.

—La gente es insensible. —irrumpió Remus al notar la voz de su esposa temblorosa. Dora asintió. —. Es decepcionante escuchar como todos se burlan de la muerte de Lucius, incluso decían que les hubiese encantado estar en el lugar de los hechos para reírse frente al cuerpo de Malfoy.

—¡Es horrible! —chilló horrorizada.

—Lo sé —bostezó, removiéndose—. Parece que no soy el único que se siente inquieto ante la muerte de Malfoy.

—¿Eso es bueno o malo? —preguntó la fémina, arqueando una ceja.

—Depende de donde lo veas. Creo.

Dora no dijo más, simplemente le deseó buenas noches a Remus, acompañado de un casto beso en los labios. Remus tardó un poco y en ese lapso de tiempo admiró a su esposa dormir plácidamente. No era un fetiche raro ni nada, solo le hacía un poco de gracia y ternura ver las expresiones de la fémina mientras dormía.

 

***

 

—¡Remus, Dora, que bueno que hayan venido! —dijo como saludo la señora Weasley, dándole paso a los nombrados para que entrasen. — ¡Awww, Teddy esta grande!

Dora fue acorralada por Molly; le dedicó una mirada a su esposo en busca de auxilio, pero el licántropo solo le brindó una sonrisita y volvió a seguir su camino.

 

—Felicidades, Harry y Ginny. —felicitó, dándole unas palmadas en el hombre al castaño, que sonriente, se levantó y abrazó a Remus.

—¡Ven, Remus! —giró en dirección de la voz, encontrándose con un sonriente Arthur Weasley. Se separó del abrazo y abrazó a la pelirroja, antes de dirigirse hacia el patriarca Weasley.

—Hola, Arthur. —saludó cortésmente— ¿Cómo te ha ido en tu nuevo puesto?

 

El pelirrojo se ruborizó y titubeó.

 

—Parece que soy la noticia del día —Remus carcajeó en voz baja—. Pues, me va bien. ¿Y ustedes?

—Más o menos; Dora tuvo ayer un combate y vino cansada, pero nada grave.

—Es bueno.

 

Remus volteó en busca de su esposa, encontrándola junto a los tortolos, quienes abrazaron a Dora y tomaron a Teddy para brindarle mimos. Dora y Remus se sentaron lado a lado, ojeando la mesa para ver la comida de buena pinta y, seguramente, buen sabor.

Minutos después, todos ya hacían sentados en la mesa, comiendo y hablando de temas triviales; pero George, el gemelo sobreviviente, había dicho algo que hizo acallar a algunos:

 

—Un amigo de Lee que tiene a su padre como investigador, dijo que Lucius Malfoy tenía señales de golpes y estrangulamiento. No sé si sea verdad.

—Claro que no es verdad. —dijo el patriarca Weasley entre bocados— casi todas las evidencias mostraban que Lucius se suicidó. —el tono firme les hizo levantar las cejas a algunos—. No me siento bien con su muerte. —recalcó.

—¿Y qué tanto sabes sobre el caso? —preguntó Remus, curioso.

—Es un rumor que empezó a esparcirse hace muy poco. Por eso dije que no si sea verdad.

—Oh, entiendo.

Musitó el licántropo, volviendo la mirada a su plato. Una mano le hizo mirar de reojo a un lado, encontrándose con la comprensiva mirada de su esposa, suspiró, dedicándole una pequeña sonrisa a la fémina.

 

—Creo que, si ese rumor llega a ser cierto, la gente festejaría un más la muerte de Malfoy, además de que le darían gracias al supuesto asesino. —comentó Arthur, viendo un artículo respecto al suicido del antes nombrado—. Nunca creí decir esto, pero me apena mucho lo que está pasando.

—¿Por qué, papá? —interrogó Ginny.

—Pensé que lo odiabas. —murmuró Percy.

—El suicidio no es un chiste; puede que Lucius haya hecho muchas cosas malas, sin embargo, no podemos burlarnos de su muerte sin saber que lo llevo a eso. Es cavernario, un actuar morboso e inhumano.

—Creo que está más que claro que lo llevo a hacerlo, querido. —soltó Molly, sirviendo una torta de zanahoria para después sentarse a lado del nombrado—: soledad, humillación, rechazo… un hombre de su estatus no sería capaz de soportar tal cosa.

—Wow —exclamó Ron—. Se me hace sorprendente oírles diciendo algo “bueno” sobre Malfoy.

—Somos humanos, Ron. Estamos conscientes de muchas cosas y sabemos cuándo es momento de hablar mal de alguien y cuando no; y este no es momento de hacerlo.

Dicho eso el salón volvió al silencio, aunque este era interrumpido por las voces de los más jóvenes. Remus había mantenido la cabeza agachada durante lo comentado, con su mente llenándose cada vez de pensamientos, dudas y presentimientos que no podía definir. A veces se sentía exasperado por todo lo que pasaba, simplemente no entendía porque sus sentimientos y mente se habían puesto sensibles ante la muerte de Lucius. ¡Ni siquiera se conocían! No podía ser empatía, después de todo nunca vivió una situación igual o cercana para decir que entendía el pesar que han de sentir la familia Malfoy; hablando de ellos: ¿Por qué no han dado palabra alguna respecto al tema? Quizás para no obtener más morbo de lo que ya recibía el difunto.

 

Estaba tan confundido, todo eso le hacía recordar todo lo que sintió por la muerte de James y Sirius; sus mejores amigos, o, mejor dicho, sus hermanos.

 

— << ¡Confirmado! ¡La antigua dama Malfoy está más viva que nunca! >> —la voz del patriarca hizo presencia, hablando en voz alta un apartado del profeta— << Nuestros reporteros lograron tener una charla con la mujer similar a la dama Charlestine Malfoy (de soltera Samsonova), confirmando, en efecto, que ella es la viuda de Abraxas Malfoy y madre del recién difunto Lucius Malfoy.

 

“Después de la muerte de mi amado, decidí emprender un viaje a modo de luto. Pero parece que aquel pequeño viajecito duro más de lo esperado.” Dijo la dama en la entrevista Charlestine, todo mientras contaba el porqué de su larga ausencia y del cómo se sentía ante la repentina perdida de su hijo: “En un principio creí que era una broma, pero cuando me adentré en la boca de la morgue y vi su cuerpo inerte en una fría camilla, mis pequeñas esperanzas se esfumaron y me dejé llevar por la tristeza, incredulidad y negación absoluta.” >>

 

Hubo silencio. El licántropo podía sentir toda la tensión sobre él, a pesar de que no fuese quien la haya provocado; Arthur carraspeó, dejando a un lado el periódico para no ver la imagen de la desconsolada dama.

 

—Voy a ver otra jarra de jugo.

Soltó Molly con lágrimas en los ojos. Todos, sabiendo que necesitaba paz, la dejaron ir sin decir nada. George también lucia afectado, de hecho, todos los pelirrojos estaban callados y con miradas sombrías.

 

Esto era incómodo.

 

***

 

—Entendido —finalizó Remus, dándole una señal a sus demás compañeros para entrar al cementerio. —. Recordad: No molestéis a los fantasmas si no quieren tener problemas.

Se dividieron los caminos, todo para encontrar a un grupo de magos que vinieron a irrumpir la paz ancestral del cementerio Amissa animabus.

Remus podía sentir como el aura de paz se tornaba más densa, dando paso a una de inquietud que hizo despertar a varios fantasmas.

 

—¡¿Quiénes sois vosotros?! —aquel siseo hizo brincar a varios aurores, incluido el licántropo: Se trataba de un hombre de rasgos finos, cabello que se podía distinguir como rubio platinado, ondulado, y unos intensos ojos espectrales que destellaban enojo.

—Aurores, señor…

—Klaus, Klaus Malfoy —replicó el rubio, acercándose a los vivos con los brazos cruzados— ¿Y cuál es la razón de su agraciada visita, aurores?

—Recibimos un llamado del cuidador; al parecer hay gente irrumpiendo la paz de algunos difuntos.

El antiguo Malfoy, seguramente perteneciente a una época no tan lejana, miró al licántropo en un intento de intimidarlo y hallar algún rastro de mentira en sus ojos miel. Sin embargo, Remus no se dejó amedrentar por la mirada, de hecho, afiló su mirada a tal punto de revelar los ojos del lobo. Klaus parpadeó, alejándose un poco y dando una vuelta de 180 grados.

 

—No hace más de unos minutos oí voces desconocidas: En la zona donde fueron enterrados algunos nuevos. —informó, apuntando el lugar donde se había enterrado hace muy poco a, seguramente, mortifagos o gente perteneciente a familias antiguas, sangre puras y adineradas.

—Gracias, señor Malfoy. —dio un ademán con la mano para que sus compañeros se dirigieran al lugar indicado. Klaus lo detuvo antes de que se marchase.

—Se cuidadoso, las personas con tu… rareza tienden a ser más propensas a sentir la pesadez de algunos fantasmas.

Esas palabras fueron suficiente para estremecer al licántropo. ¿Será por eso que se siente tan mal respecto a la muerte de Malfoy?; mientras su cabeza ya hacia formulándose esa pregunta, Remus se fue alejando del fantasma, dedicándole una última mirada, encontrándose con una horrible herida en la espalda de este: su causa de muerte.

 

Se alejó velozmente para incorporarse a su grupo; aquellas heridas no pudieron haber sido provocadas por un mago, lo más seguro es que aquel Malfoy había muerto a manos de un hombre lobo. Tal vez por eso sabía y parecía percibir lo que él sentía.

 

—¡Cuidado! —muy tarde, el hechizo había caído y todo se tornó negro para el licántropo.

Notas finales:

Gracias nuevamente por leer este fanfic. uwu


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