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Me Gustas por Iztaxochitl

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Notas del capitulo:

Hola a todos!

 

Aquí un nuevo capítulo en donde la historia sigue progresando al igual que el convivir de nuestros amados protagonistas. 

Espero que les guste tanto como a mí.

 

Amor para todos!!

–Despierta Wheeler– Joey sintió como una suave mano frotaba su brazo, trayéndolo de vuelta al mundo de los vivos. Con lentitud y algo de esfuerzo abrió los ojos, encontrándose con el semblante siempre serio de Kaiba. –Es hora de ir a la escuela. Hay tiempo de que te des un baño, comer algo e irnos– la voz de Seto fue cálida, pero Joey se sintió confundido.


 


–¿Iremos a la escuela?– se sentó en la cama, frotándose los ojos.


 


–¿No te lo dije ayer?– el rubio negó con la cabeza, pero rio con suavidad.


 


–Vaya, al perfecto Seto Kaiba se le olvidó algo; quien diría– Joey rio con algo más de fuerza. Kaiba se le quedó viendo; esbozó una sonrisa.


 


–Con la discusión de anoche lo olvidé. La verdad es que tienes varios días justificados, pero no quiero que tus calificaciones se vean afectadas por esto. Pronto terminará el año escolar– Joey se sonrojó al recordar la discusión que habían tenido anoche, en donde había aceptado que Kaiba le agradaba. –Vamos, báñate mientras te preparo algo de desayunar– el castaño salió de la habitación sin decir nada, dejando a Joey con sus pensamientos.


 


Pero el rubio nunca había sido muy bueno para pensar, así que con ánimos se levantó y se dio un rápido baño. Al salir vio un uniforme que seguramente Seto había dejado para él. No era su talla exacta, pero no le quedaría tan grande. Pronto estaba entrando a la cocina, guiado por un delicioso aroma.


 


–¿Qué cocinas Kaiba?– el rubio se sentó a la mesa, y el castaño puso un plato con varios hot cakes frente a él. Joey sonrió y empezó a comer de inmediato. Kaiba sonrió para sus adentros; le hacía feliz ver al rubio revoltoso recuperado.


 


El castaño se sentó frente a él con una taza de café y un plato de fruta, y se dedico a observarlo comer. Habían pasado tantas cosas en los últimos días que casi no podía creerlo. Sobre todo lo que Joey le había dicho anoche; aún parecía algo irreal pero lo hacía sentirse feliz.


 


–Oye, Kaiba, quiero preguntarte algo– el rubio se había puesto algo serio.


 


–Pregunta entonces– Joey suspiró, tomando valor.


 


–Ahora que estoy mejor y regresaré a mi casa, ¿qué pasará entre tú y yo?– el castaño se sorprendió con la pregunta tan directa, pero como de costumbre no lo expresó. Dejó su café, se recargó en la silla y observó los ojos del rubio, quien se cohibió con ese acto.


 


–¿Qué quieres tú que suceda?– la mirada del ojiazul era intensa, y el tono de voz profundo; quizás más de lo normal.


 


–No lo sé, aún no me entiendo. Pero...– tomó aire y valor para hablar –me gustaría seguir pasando tiempo contigo, conociéndote– el rubio se sonrojó, pero no bajó la mirada. Seto sonrió.


 


–Suena bien. Ya nos las arreglaremos– dijo Seto, sonriendo mientras daba un sorbo a su café.


 


Media hora después estaban en la escuela.


 


El regreso de Joey a clases causó un revuelo tremendo. Había faltado toda una semana a la escuela, pero eso no evitó que todo el mundo lo bombardeara con preguntas. Yugi, quien casi parecía que iba a llorar, lo cuestionó hasta el cansancio.


 


Todo lo que Joey dijo es que había estado enfermo, y que no había tenido ni fuerzas para avisarle a nadie. Cuando Yugi lo cuestionó acerca del día que fueron él y Atemu a buscarlo, dijo que estaba dormido y que de seguro por eso su papá se había molestado, ya que no quería que lo molestaran.


 


Seto escuchó la historia del rubio desde su asiento, preguntándose cómo era que Yugi y los demás no se habían dado cuenta de la precaria situación del rubio. Era tan evidente. Siempre le había parecido que había algo extraño con Joey, aunque no dimensionó qué tan profundo era. De haberlo hecho, quizás lo habría ayudado. Aunque quién sabe, ambos eran orgullosos y no se dejaban llegar con facilidad. La prueba estaba en que ni sus más cercanos amigos conocían las verdaderas condiciones de vida de Joey.


 


Joey trataba de concentrarse en las clases, pero su mirada estaba constantemente sobre el castaño ojiazul que lo había cuidado los últimos días. ¿Quién diría? Habían estado bajo el mismo techo los últimos días y no se habían matado entre ellos. Rio ante su propio pensamiento.


 


Llegó la hora del recreo y Yugi, Tristán, Tea y Duke lo cuestionaron hasta saciarse. De alguna manera no se tragaban lo que el rubio decía, pero se quedó con la historia que había contado al principio, así que no tuvieron más remedio que aceptarlo.


 


Cuando llegó la hora de la salida, Kaiba salió de inmediato, y Joey esperó a Yugi.


 


–¿Quieres ir a comer a mi casa, Joey?– el tricolor estaba genuinamente feliz de que su amigo estuviera de vuelta. Joey sonrió.


 


–Lo siento Yug, tengo que ir a trabajar. Falté varios días, y no quiero perder mi empleo. De hecho quiero llegar temprano– Joey se apenó un poco, pero Yugi era un buen amigo y supo entenderlo.


 


–Está bien, otro día será– Joey asintió, se despidió de él y de sus otros amigos.


 


Se dispuso a guardar sus cosas, y cuando había terminado, estaba solo. Fu el último en salir del salón, y casi no había nadie cuando salió de la escuela. Emprendió camino hacia el café en donde trabajaba.


 


–Wheeler– una voz conocida llamó su atención. Volteó y al otro lado de la calle vio a Kaiba recargado en su auto azul; parecía estar esperándolo. Joey cruzó la calle hasta quedar frente a él.


 


–Kaiba– su mirada se clavo en la ojiazul, sintiendo toda su intensidad.


 


–Solo quiero tu número de teléfono. Todavía hay que terminar el trabajo final acerca de la tecnología– el semblante de Seto era serio, pero estaba sintiendo tantas cosas por dentro; siempre le pasaba eso cuando estaba con Joey. El rubio por su parte se sintió algo cohibido; suspiró sin perder contacto visual con el más alto.


 


–No tengo– fue la simplr respuesta. Kaiba enarcó una ceja.


 


–¿No tienes o no lo traes contigo?– Kaiba no había entendido.


 


–No tengo teléfono celular, no me alcanza para tener uno. Y si lo tuviera, mi padre me o quitaría para empeñarlo y poder comprar más alcohol. Por eso no tengo– Joey hablaba con tranquilidad, restándole importancia al asunto. Seto tuvo que respirar profundo un par de veces para no decir algo demasiado desagradble.


 


–Wheeler, tú nunca has sido un cobarde. ¿Hasta cuándo vas a dejar que esta situación con tu padre continúe?– Seto se cruzó de brazos; parecía molesto, y Joey pensó que estaba molesto con él por no defenderse.


 


–No soy ningun cobarde Kaiba, pero es mi padre. Prefiero evitar conflictos. Créeme que espero con ansias cumplir 18 años y poder salir de mi casa sin que nada me pueda regresar ahi– el fuego en los ojos del rubio era notorio; estaba expresando un deseo desde lo más profundo de su ser, algo que lo quemaba por dentro.


 


Kaiba se quedó en silencio por unos momentos, estudiando la situación en su mente.


 


–¿Cuándo podemos vernos para continuar con el trabajo?– decidió no decir nada más que lo necesario.


 


–No estoy seguro. Tenía permiso para mañana, pero como he faltado no sé si me lo den. Te aviso mañana en la escuela– Kaiba asintió.


 


–Si no te dan el permiso...


 


–Lo solucionaré de algún modo, no te preocupes. Haremos ese trabajo y quedará listo a tiempo. Solo necesito solucionar lo de mis empleos primero; a fin de cuentas tengo que comer– el rubio se sintió aliviado de poder hablar con alguien sin tener que ocultar parte de su vida. La ironía de todo es que era Seto Kaiba, pero no le importó. De hecho, le agradaba como se sentía.


 


–Bien. Avísame mañana– el rubio asintió y se dio media vuelta. Podía sentir la mirada del ojiazul sobre de él. Pero al contrario de los días anteriores, no se sintió incómodo. De hecho, le agradó.


 


Para su buena fortuna, su jefe en el café no estaba molesto en lo más mínimo por haber faltado. De hecho le dio bastante gusto verlo recuperado, ya que le habían llamado para avisar que estaba bastante enfermo y tenía que estar en reposo absoluto varios días. Joey se apenó, pero se comprometió a darle con todo para compensar sus faltas.


 


Y para su absoluta sorpresa, su jefe le mantuvo el permiso de los martes y miércoles, que necesitaba para continuar su trabajo con Kaiba.


 


Esa noche llegó a su casa bastante cansado. Y parecía que la buena fortuna seguía con él, ya que su padre no apareció en toda la noche. No es que fuera raro en él, pero era un alivio porque, aunque estaba mejor, su cuerpo estaba en las últimas etapas de recuperación, por lo que se cansaba más rápido de lo normal.


 


Esa noche durmió bien, pero no tan bien como dormía en el departamento de Kaiba. Se sorprendió a si mismo extrañando el lugar.


 


¿Sería por la cómoda cama? No, no era eso.


 


¿O la comida que preparaba Kaiba? Tampoco le pareció que era eso.


 


¿Quizás el hecho de no tener que aparentar nada con el castaño? Eso era importante, pero no lo sustancial.


 


Cerró los ojos, y se quedó con hacer nada. Solo después de un rato, y justo antes de quedarse dormido, tuvo el valor de admitir para si mismo que lo que estaba extrañando del departamento de Kaiba era, irónicamente, al mismísimo Kaiba.


 

Notas finales:

Hermoso día!

Bonita noche!

 

Amor para todos!


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