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Me Gustas por Iztaxochitl

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Notas del capitulo:

Tal parece que en esta historia los capítulos me están quedando más cortos. Aún así espero que los disfruten tanto como yo. Poco a poco se irán extendiendo un poco más.

 

Disfruten!

 

Amor para todos!!

–Jóvenes, el día de hoy estaremos comenzando con los trabajos para fin de curso– hubo algunos murmullos entre los alumnos. El maestro saco un frasco de plástico transparente y lo puso en su escritorio. –Dentro de este frasco se encuentran los apellidos de la segunda mitad de ustedes, según el número de lista. Irán pasando por número de lista y sacando el apellido de aquel que será su compañero para el trabajo– los murmullos se incrementaron, y en su mayoría se escuchaban como quejas.


 


–Vaya, ni tú ni yo escogeremos papel– dijo Tristán, dirigiendose a Joey. El rubio asintió con algo de pesar. En su mente solo deseaba que su peor pesadilla, una de ojos azules, no se hiciera realidad.


 


–Que mal por ustedes, a mí sí me toca pasar– dijo Duke con una gran sonrisa burlona. A sus amigos no les hacía mucha gracia.


 


–A mí también chicos, y espero que me toque con uno de ustedes– Tea sonrió a sus amigos.


 


–Silencio. Pasarán en orden de lista– sacó otro frasco, pero esta vez era blanco y no se podía ver el interior. –Una vez que tengamos todas las parejas listas, el compañero que no ha pasado elegirá un papel de aquí, en donde verán cual es el tema de su trabajo– de no ser por la severa mirada del maestro, las quejas abrían subido de volumen.


 


El maestro empezó a llamarlos por orden de lista. Casi como magia, a Duke le tocó con Tristan, quien no estaba seguro de si celebrar por quedar con un amigo, o desilusionarse porque sabía que Duke no era del tipo trabajador; no cuando algo no le interesaba de verdad.


 


Pronto fue el turno de Tea, quien quedó con otra chica del salón.


 


Conforme iban pasando, Joey se ponía cada vez más nervioso; su nombre aún no había salido. ¿Sería que el destino se había encaprichado con él?


 


Tan solo faltaba un compañero, Kaiba, una chica y Yugi, quien resultó ser el último que alcanzaría a pasar. Joey rezaba a todos los dioses que conocía y a los que aún no por quedar con su amigo tricolor.


 


Cuando llegó el turno de Kaiba, pasó con su típico semblante serio e inmutable. Metió una mano al fraco y sacó un papel. Lo abrió y se lo pasó al director inexpresivamente y sin voltear a ver a nadie, y regresó a su lugar.


 


–Wheeler, te toca con Kaiba– todo el salón se quedó en silencio. Era de conocimiento universal que esos dos, perro y gato, se odiaban a muerte. De seguro más de uno pensaba que no entregarían su trabajo por estar peleando.


 


Y Joey no podía creer su mala suerte. Bueno, no es que se considerara la persona más suertuda del mundo; mucho menos con su situación familiar y de vida en general. Pero de eso a quedar con Kaiba de nuevo... ¡vaya desastre!


 


Volteó a ver al castaño, quien leía en silencio mientras el sorteo terminaba; no había volteado en todo el rato. El rubio suspiró. ¿Por qué el destino era tan... hijodesumadre con él?


 


Cuando las parejas estaban hechas, llegó el momento de escoger el tema. Joey se sintió tentado a pedir que lo cambiaran de pareja, pero no tenía una buena excusa. No quería tener que decir «profesor, Kaiba se me declaro hace unas semanas y me es incómodo trabajar con él, por favor póngame con alguien más...


 


No, no tenía la más mínima intención de exponer al castaño de esa manera. De cierto modo, las palabras de Yami habían hecho eco en él, y una parte de él se sentía halagada por ser quien despertaba algo bonito en el castaño. Pero de eso a querer estar con él era algo muy distinto.


 


–¡Señor Wheeler!– la voz del maestro lo regresó a la realidad. –Si fuera tan amable de pasar a tomar un papel y dejar de entorpecer la dinámica para los demás, todo se lo agradeceríamos mucho– el rubio se sonrojó y algunos de sus compañeros rieron.


 


Se puso de pie y volteó a ver a Kaiba, quien seguía con su atención en el libro. Metió la mano al frasco y saco un papel.


 


«Como la tecnología ha cambiado la manera cotidiana de vivir de la gente».


 


Bueno, supuso que podía ser peor. Kaiba era muy bueno en todo lo relacionado a la tecnología; de hecho él era bueno en todo. Esos conocimientos de seguro harían que todo fuera más fácil.


 


El maestro observó el papel y anotó lo correspondiente en sus notas. Joey dio unos pasos hasta el escritorio de Kaiba, puso el papel en su mesa y se retiró en silencio. Cuando llegó a su propio asiento, volteó solo para ver que el castaño seguía enfrascado en su lectura, y el papel seguía en el mismo lugar que él lo había dejado.


 


Se quedó ahí, sentado y en silencio, pensando cómo sería trabajar con Kaiba después de lo que le habia dicho. Por supuesto que no esperaba que fuera meloso o cariñoso; se espantaría si se empezara a comportar así. Pero tampoco creía que se fueran a tratar con la punta del pie como solían hacerlo.


 


–Bien, con los equipos formados y los temas elegidos, no me queda más que informarles que tienen 1 mes y medio para concretar el trabajo. Debe de constar mínimo de 50 páginas, contar con ilustraciones y una detallada bibliografía. A todos aquellos equipos que cache en el «copy & paste», se verán tremendamente afectados en sus resultados finales. Cualquier duda, ya saben donde encontrarme. Pueden retirarse– todos empezaron a guardar sus cosas.


 


–Vaya Joey, te tocó con Kaiba– Tristan tenía ganas de decir alguna burla o broma, pero la cara apesumbrada de su amigo lo hizo reconsiderar.


 


–Buena suerte con él, de seguro será un infierno– Duke no ayudaba mucho, y su sonrisa de complejo de superioridad tampoco.


 


–Vamos, Kaiba no es tan malo. De seguro aprenderán a llevarse mejor, Joey– el siempre optimista Yugi le sonrió a su amigo. Casi de inmediato las carcajadas de Tristan y Duke llenaron el lugar. Joey estuvo a punto de corretearlos para darles un golpe, pero al levantarse notó que Kaiba estaba de pie junto a la puerta, observándolo fijamente. Se cohibió; no supo cómo sentirse, y mejor se volvió a sentar.


 


Tea regañó a los dos muchachos burlones, y un poco después todos salían juntos de la preparatoria. Cuando salieron y empezaron a caminar hacia la tienda de juegos del abuelo de Yugi, Joey tuvo el impulso de voltear hacia atrás; se encontró con Kaiba observándolo de nuevo. Estaba recargado en un auto color azul que Joey supuso que era de él.


 


No le hizo ninguna seña ni nada por el estilo, pero de alguna manera supuso que lo estaba esperando para ponerse de acuerdo acerca del trabajo.


 


–Ahorita los alcanzo chicos, tengo algo que solucionar– se dio la vuelta y se fue. Si Duke y Tristan no volvieron a hacer otra broma, fue por la amenaza de Tea de no traerles almuerzo en 1 mes si no se callaban. Yugi dio una última mirada a su amigo cuando llegaba con el CEO, y luego siguió su camino, seguro de que los alcanzaría.


 


–Kaiba– fue lo único que se le ocurrió decir.


 


–Wheeler. Dime qué días estás libres por las tardes para juntarnos a hacer el trabajo– directo, así era Seto Kaiba. Joey pensó por un momento.


 


–Estoy disponible los lunes– el castaño enarcó una ceja.


 


–¿Solo los lunes? Un día a la semana no bastará para hacer un buen trabajo, y no pienso hacer trabajo por ti; si quieres tu nombre en el papel, participa– Joey se empezó a exasperar.


 


–Yo no te estoy pidiendo nada, ricachón. Es solo que el único día que tengo disponible por las tardes son los lunes. Quizás algún domingo, pero no lo puedo asegurar– Seto cruzó sus brazos.


 


–Pues haz lo que tengas que hacer para conseguir un par de días más a la semana. De lo contrario entregaré mi propio trabajo; no pienso llevar un trabajo mediocre solo porque estas ocupado y no le das la seriedad suficiente a tus estudios– la voz de Seto era dura, y Joey tuvo que hacer acopio de su paciencia para no irse sobre de él a golpearlo.


 


–¡Oye, el hecho de que tenga que trabajar por las tardes no te da derecho de juzgarme! No es que no me tome en serio mis estudios, es solo que tengo trabajo– no supo muy bien porque estaba explicando eso. –Hablaré con mi jefe y veré que puedo hacer; no prometo nada– Kaiba se dio la vuelta y abrió su auto.


 


–Solo hazlo Wheeler, sin excusas. Cuando sepas qué días tienes libres, me avisas– sin esperar respuesta subió al auto y arrancó, dejando a un rubio al borde del colapso nervioso.


 


¿Cómo era posible que Seto Kaiba lo sacara de sus casillas con esa facilidad?


 


No estaba seguro, pero sabía que sería un muy largo mes al lado del ricachón engreído, como él lo llamaba.


 


 


 


 

Notas finales:

Hermoso día!

Linda noche!

 

Amor para todos!!


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