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Me Gustas por Iztaxochitl

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Notas del capitulo:

Hoy es un buen día para actualizar!

 

Espero que lo sigan disfrutando igual que yo.

Se que los capítulos son más pequeños de los que yo acostumbro hacer, pero precisamente de eso se trata, para expandir mis horizontes. 

A disfrutar!

 

Amor para todos!!

–¡Kaiba!– Joey corrió hacia el ojiazul, alcanzándolo justo antes de que se subiera a su vehículo. El CEO no dijo nada, solo se le quedó viendo a la espera de lo que le tenía que decir. –He... conseguido un... permiso en mi... trabajos...– el rubio, todo sudado y sin aire por haber corrido con todas sus fuerzas, se dobló pra poder respirar con un poco de más facilidad.


 


Tuvieron que pasar unos segundos para que el rubio recuperara la compostura. Segundos que el ojiazul lo observaba fijamente.; Joey podía sentir la penetrante mirada sobre su nuca.


 


–Demonios... conseguí un par de tardes libres entre semana. Creo que eran los martes y miércoles. También puedo los domingos– el rubio se compuso un poco; su respiración aún estaba agitada, pero ya podía hablar.


 


–¿Y tú crees que con 3 tardes a la semana podremos terminar un trabajo final?– Seto Kaiba exudaba superioridad por cada uno de sus poros, y eso chocaba con la personalidad del rubio.


 


–Pues espero que sí, porque es lo máximo que pude conseguir. Tendré que reponer horas los sábados y algún otro día que pueda, así que no me pidas más. Además, creo que es un tema que tú manejas bien, y eso es una ventaja. No estoy diciendo que tú vas a hacer todo, o que haré menos que tú; solo digo que será más fácil dado a que tú te dedicas a la tecnología– Joey le sustuvo la mirada al ojiazul, aunque le costó trabajo.


 


–Está bien. Ven a mi casa el domingo a las 12, ahí nos pondremos de acuerdo.


 


–No puedo tan temprano. Ese día tengo trabajo y salgo 12:30, y todavía tengo que trasladarme hasta tu mansión. Si bien me va, llegaré un poco después de la 1– Joey no daba su brazo a torcer, no porque no quisiera, sino porque en verdad estaba ocupado.


 


–Esta bien. Nos vemos el domingo Wheeler– el CEO no esperó respuesta, solo se subió a su auto y se fue. Joey se quedó ahí, aún sudado y con un poco de jaqueca, como utimamente le pasaba cada que lidiaba con Kaiba.


 


 


 


Después de un muy pesado fin de semana, Joey estaba llegando a la mansión Kaiba casi a las 2 de la tarde. El jefe de la bodega en la que trabajaba los domingos le había pedido ayuda; les había llegado un camión extra de producto, y necesitaban descargarlo. Joey, como buen chico que era, le dijo que por supuesto que tenía tiempo de ayudarlo. El resultado era que estaba llegando tarde, cansado y bastante hambriento a la cada de CEO de Kaiba Corp.


 


–Buenas tardes, Kaiba me espera, soy Joey Wheeler– el portero lo saludó y le permitió pasar a la vez que decía que le avisaría a su jefe. El rubio tuvo que caminar a través de los jardines para llegar a la puerta principal, en donde ya lo estaban esperando.


 


–¡Joey! Que gusto de verte– Mokuba, hermano menor de Seto y amigo del rubio, lo recibía con una gran sonrisa. Joey se puso feliz de verlo.


 


–Hola chibi, a mí también me da gusto verte– le revolvió los cabellos a manera de saludo, y ambos pasaron al recibidor de la gran mansión Kaiba.


 


–Me dijo mi hermano que vendrías a hacer un trabajo con él; me sorprendí la verdad, no pensé que pudieran trabajar juntos– Mokuba era un niño todavía; tenía 12 años. Pero al igual que su hermano mayor, era mucho más inteligente que la mayoría de los niños de su edad. Eso implicaba también que entendía cosas de la vida que pasan desapercibidas a su edad.


 


–Sí bueno, pues fue por sorteo, así que no hubo manera de negarse. Además es para un trabajo final, así que tendremos que trabajar sin matarnos– el rubio rio con suavidad, y Mokuba soltó la carcajada.


 


–Wheeler, llegas tarde– Mokuba y Joey voltearon y vieron al ojiazul bajando las escaleras, imponente como solo él podía verse.


 


–Sí, tuve un pequeño percance en mi empleo de los domingos y no pude salir antes. Pero aquí estoy, así que vayamos a trabajar– Joey sintió su panza rugir; no había desayunado y el trabajo en la bodega siempre era pesado. Los hermanos se le quedaron viendo.


 


–¿Tienes hambre Joey?– preguntó Mokuba. El rubio se sonrojó.


 


–Un poco, pero no es necesario comer, tenemos un trabajo que hacer– Joey vio como Kaiba enarcó na ceja sin quitarle la vista de encima.


 


–Vamos a comer. Si trabajas así, podrías desmayarte y dañar algo– Kaiba asomó una sonrisa burlona y salió de ahí sin escuchar la respuesta.


 


–¡Ese!– Joey levantó el puño, pero antes de que hiciera otra cosa, un retortijón producto del hambre que sentía lo atacó. Suspiró derrotado y volteó a ver a Mokuba. –Está bien, solo porque tengo demasiada hambre– Mokuba rio con la declaración del rubio.


 


–Pensé que no tenías mucha hambre– el rubio se sonrojó y se rascó la nuca.


 


–Sí, bueno... hem, vamos a comer. Tal vez con comida en la panza se le quite la cara de amargado a tu hermano– Mokuba rio con el comentario de Joey, y pasaron al comedor.


 


Al principio Joey se sintió algo incómodo. Era una mesa como para 20 personas, y ellos solo ocupaban un extremo. Mokuba le dijo que solían comer en la cocina, pero que sería algo incómodo porque estarían apretados, por lo que Seto había pedido que prepararan el comedor.


 


Mokuba y Joey conversaban amenamente mientras comían. Una vez que terminaron, Mokuba se excuso con que tenía que terminar su tarea y se retiró.


 


–Vamos Wheeler– el castaño se levantó de la mesa sin siquiera voltear a verlo y empezó a caminar, seguro de que el otro lo seguiría. Y así fue.


 


Mientras caminaban, Joey observaba a Kaiba. ¿Por qué le había confesado lo que sentía si no iba a hacer nada al respecto? Se sentía algo incómodo de estar trabajando a solas con él, pero sabía que no tenía remedio.


 


Kaiba abrió una puerta y entraron a una habitación espaciosa llena de libros. También contaba con un par de computadoras que Joey supuso que eran de última generación.


 


–Esta es la biblioteca. Aquí podremos trabajar sin ser interrumpidos– el castaño seguía dándole la espalda al rubio. Caminó y empezó a sacar algunos libros de las estanterías. Joey estaba solo parado, sin saber qué hacer.


 


–El tema es «cómo la tecnología ha cambiado la manera cotidiana de vivir de la gente»– dijo Joey. Por primera vez en todo ese rato, Kaiba lo volteó a ver a los ojos.


 


–Empieza por leer algo de esto. Son unos libros de historia; ahí podrás encontrrar cómo vivía la gente antes– le extendió varios libros bastante gruesos.


 


–¿Tú que harás?


 


–Empezaré a descargar artículos en la computadora. Luego compararemos datos y empezaremos a armar cómo era la vida antes de la tecnología actual. Cuando eso esté listo, nos enfocaremos en cómo es la vida ahora, y entonces sacaremos conclusiones de cómo hemos sido impactados– Joey no se sorprendió de que el castaño lo tuviera todo calculado. A fin de cuentas era el CEO de KC, y eso era mucho decir.


 


–Bien– sin decir más se acomodó en el suelo junto un estante, y empezó a leer.


 


El castaño por su parte se sentó frente a una de las computadoras y empezó su investigación. Trabajaban en silencio; el ambiente era algo tenso.


 


Pero pasó poco tiempo para que la voz del rubio interrumpiera la calma.


 


–Kaiba, ¿en dónde puedo anotar?– el castaño no apartó su mirada de lo que estaba haciendo.


 


–¿No has traído tu mochila?– Joey se pareó mentalmente. ¿Cómo se le pudo haber olvidado? Iban a hacer tarea, y no trajo nada.


 


–La verdad es que salí a mi empleo desde temprano y no regresé a casa; me vine directo y no se me ocurrió llevarme mi mochila– Joey se sintió algo tonto, y ese sentimiento creció cuando el castaño no le contesto; seguía con toda su atención en la pantalla. –Hem... entonces...– el castaño se puso de pie sin previo aviso, sacándole un pequeño susto al rubio por lo brusco de su movimiento.


 


 


Se acercó a una estantería y tomó algunas cosas. Regresó a donde trabajaba en la computadora y tomó lo que parecía una pluma. Extendió su mano hacia el rubio.


 


–Usa esto– no dijo nada más, ni siquiera lo volteó a ver. Solo le había pasado lo que parecía ser un cuaderno y una pluma. El rubio agradeció y continuó con lo suyo.


 


Así, en silencio y cada quien haciendo su parte, pasaron toda la tarde, en su mayoría en silencio.


 


Cuando cayó en cuenta de que el cielo se veía oscuro, Joey preguntó la hora al castaño. Una vez más le contestó sin siquiera voltearlo a ver.


 


–Son las 7:30 de la noche.


 


–Demonios, me tengo que ir– El rubio cerró los libros que estaba usando y los puso junto a la computadora que no estaba siendo usada. –Creo que sería bueno dejar esto aquí, para que no lo olvide de nuevo– el castaño asintió y Joey dejó el cuaderno que había estado usando.


 


Se estiró, casi como queriendo tocar el techo, y bostezó. El castaño volteó a verlo sin expresión alguna.


 


–Bien, me tengo que ir. ¿El martes a qué hora puedes?– pese a las malas calificaciones del rubio, se tomaba en serio sus estudios. Todo se iba al carajo cuando su atención se dividía en tantas cosas, y relegaba sus estudios lo más que podía.


 


–Te avisaré mañana en la escuela, necesito revisar mi itinerario– el rubio asintió y se dirigió a la puerta. La voz del CEO lo detuvo cuando estaba por salir.


 


–Te acompaño– no fue una pregunta; es más, casi sonaba a orden.


 


Quizás en otras circunstancias el rubio se habría sonrojado. Pero en ese momento, lo único que sintió fue incomodidad.


 


Asintió en silencio y dejó pasar al castaño, quien lo guió hasta la puerta. Joey pensaba que ahí se despedirían, pero se sorprendió cuando Kaiba empezó a caminar fuera de la mansión; al parecer lo acompañaría a la reja de entrada.


 


–Kaiba, no es necesario que me acompañes. Se como salir de este lugar y no me voy a perder– Joey se sintió aún más incómodo con las acciones del millonario.


 


–Quiero asegurarme de eso; no deseo un chucho suelto por mi jardín– la voz de Seto sonó a absoluto sarcasmo, y Joey se molestó con lo que dijo. Como no lo veía de frente, no pudo ver la sonrisa burlona que mostraba su rostro.


 


–¡Ay, contigo no se puede! Ya me voy, adiós– dijo el rubio cuando llegaron a la reja. El guardia abrió para que el rubio saliera y Kaiba regresó al interior de su mansión.


 


Cuando hubo llegado a la esquina, Joey empezó a correr. Necesitaba llegar pronto a su casa, pues si no estaba ahí cuando llegara su padre, se molestaría mucho con él. Y con su papá prefería evitar conflictos.


 


Para su buena suerte llegó antes que su padre, y todo pasó tranquilo esa noche.


 


Cuando estaba acostado, pensó en Kaiba. ¿Por qué demonios se portaba tan indiferente? No es que fueran amigos ni mucho menos, pero antes de la declaración había una especie de relación de odio en que los dos desfogaban estrés contra el otro; ese tipo de relación sí le gustaba. Ahora parecía que era igual que un árbol para el CEO.


 


Joey suspiró sin saber qué pensar o sentir. Se dio la vuelta y se quedó dormido.


 

Notas finales:

Hermoso día!

Bonita noche!

 

Amor para todos!!


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