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Me Gustas por Iztaxochitl

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Notas del capitulo:

Y aquí venimos de nuevo, con otro capítulo más, y con muchas ganas de que les guste. 

 

Gracias a todos los que se toman el tiempo de leer mis locuras, y a quien se toma el tiempo de dejar un review que sea como sea siempre me saca una sonrisa.

 

A disfrutar!

 

Amor para todos!!

–No podemos poner eso ahí, no tendría sentido– la voz del CEO sonaba calmada, pese a que su paciencia estaba siendo puesta a prueba por el revoltoso y necio Joey Wheeler.


 


–¿Por qué no?– la voz de Joey sonaba alterada. No le gustaba seguir órdenes nada más porque sí, y esa era justo la manera de actuar de Seto Kaiba.


 


–Porque si ponemos eso ahí, te estás saliendo del tema central de estas páginas– el castaño le mostró el documento en la computadora, y esperó con paciencia a que Joey lo leyera.


 


–Mmm... tal vez se contradice un poco, pero sigo pensando que es interesante poner esto. La vida de los animales de compañía ha cambiado mucho, y ver cómo lo ha hecho es interesante– el rubio estaba de pie a un laod del castaño, quien estaba frente a la computadora.


 


–El hecho de que te interese la vida de tu especie, no quiere decir que a los demás también– la sonrisa burlona de Kaiba pintaba todo su rostro, y eso hizo enojar al rubio.


 


–Ja, Ja, Ja... muy gracioso. Son datos interesantes, es todo. ¡Y deja de decirme perro!– grito Joey, y escuchó algo que lo descolocó.


 


Seto Kaiba se rio, y con muchas ganas.


 


Joey se quedó quieto, con la boca cerrada y sin saber que decir o hacer. En otras circunstancias, de seguro ya habría salido más de una burla de su boca, pero ahora; después de la confesión de Seto, no sabía nada.


 


–Vaya, parece que viste un fantasma– Joey vio a Seto sonreír burlonamente. Ya lo había visto cientos de veces, pero esta vez su perspectiva fue diferente; seguía sintiéndose tremendamente incómodo.


 


Pero si algo era legendario era el orgullo del rubio.


 


–De seguro sí lo vi, porque te reíste. Ahora dime quién eres tú y donde dejaste a Kaiba– las facciones del rubio se relajaron.


 


Kaiba negó con la cabeza pero sin borrar su sonrisa.


 


–No cabe duda de que el Seto Kaiba que habita en tu mente es muy diferente al de la realidad– las palabras del castaño retumbaron en la mente del rubio. ¿Qué estaba queriendo decir con eso?


 


Sin dar ni media explicación, Kaiba volvió al trabajo en la computadora. Joey se sintió justo como se sentía desde hace semanas... incómodo.


 


Decidió no hacerse mucho caso y retomó su parte del trabajo.


 


Por más increíble que pareciera, Seto Kaiba y Joey Wheeler estaban haciendo un buen trabajo de equipo. Claro que había discusiones porque tenían diferentes puntos de vista y a ambos les era demasiado difícil ceder cuando tenían la seguridad de algo. Pero aún así estaban logrando sacar adelante lo que parecía ser un buen trabajo final. Quizás, gracias a la ayuda de Kaiba, Joey tendría una buena calificación final en la materia de sociología.


 


Para cuando tenían 1 mes trabajando las 3 tardes por semana, tenían un primer borrador muy convincente. Aún tenían 10 días para entregar el trabajo final, y todo indicaba que lo lograrían como buen equipo. Es más, casi podían decir que era agradable trabajar juntos; al menos para Joey, porque no estaba seguro de qué opinara Kaiba.


 


Pero había algo que en verdad estaba molestando a Joey. Y no es que quisiera molestarse por eso, es que en realidad su mente no lo dejaba en paz.


 


Desde que habían comenzado a trabajar juntos, Seto Kaiba no había mostrado de ninguna manera su gusto por él. Se supondría que eso debería darle gusto al rubio, pero más que otra cosa lo confundía.


 


¿Acaso habría sido solo vómito verbal sin realidad alguna? ¿Lo había hecho por alguna apuesta o meta personal inentendible para él? Joey estaba molesto, y lo peor de todo es que ni siquiera sabía bien a bien el por qué estaba molesto.


 


Llevaba todo el mes calmándose a si mismo, diciéndose que Kaiba solo había hablado por hablar, y que no tenía la más mínima importancia. Su mente solía contestarle que elo que pasaba es que, en este mes conviviendo juntos, Kaiba se había dado cuenta de que era poca cosa para el CEO de KC, y se había retractado de sentir algo por él.


 


Entonces se peleaba consigo mismo porque, según él, tenía una autoestima baja y no era poca cosa para nadie. Pero quizás para un millonario como Kaiba sí...


 


Y así se peleaba mentalmente consigo mismo todos los días. En un círculo vicioso que no llevaba a ningún lado.


 


Hasta que el lado irracional e impulsivo ganó, una noche antes de que llegara la hora de irse.


 


–Kaiba, quiero preguntarte algo– Joey estaba sentado en el suelo, revisando algunos detalles en un libro que recién habían encontrado y que podría aportar más a su investigación. El castaño estaba, como siempre, frente a la computadora, leyendo una y otra vez el trabajo y mejorándolo para que quedara perfecto.


 


Seto Kaiba volteó a verlo, expectante de lo que iba a decir. Joey se puso de pie, se acercó a él y habló sin pensar.


 


–¿Qué demonios te pasa?– no era una agresión, su voz estaba tranquila. Fue un impulso puro desde adentro.


 


Kaiba enarcó una ceja, sin entender mucho.


 


–¿De qué estás hablando?–la voz del CEO siempre era tranquila y hasta cortante.


 


–Sí, es que... primero haces que nos veamos en la azotea de la escuela y me dices que te gusto. Luego nos toca un trabajo enorme juntos, y a pesar de todo el tiempo que pasamos juntos, eres totalmente indiferente a mí. No te entiendo– mientras Joey hablaba, caminaba por toda la biblioteca. Kaiba estaba sorprendido, pero tuvo la cautela de no hacerlo notar.


 


Joey volteó a ver a Kaiba, quien lo escudriñaba con la mirada. El ojiazul frunció el ceño.


 


–¿Me puedes decir que es lo que te pasa a ti?– la voz del ojiazul seguía tranquila, pero su mirada era más intensa, y cuando Joey volteó lo notó. No quiso dejarse intimidar, pero no pudo dejar de sentirse cohibido ante esa mirada.


 


–No te entiendo– Kaiba se puso de pie y cruzó sus brazos sobre su pecho.


 


–No entiendo qué es lo que quieres. ¿Quieres que te acose e intente besar a cada momento?– el rubio se sonrojó ante lo que dijo.


 


–No me refiero a eso– la voz del rubio comenzó a subir.


 


–Entonces no sé a que te refieres. Yo quise decirte lo que te dije, y no me arrepiento de hacerlo. Pero no voy a exponer lo que siento si no veo la más mínima posibilidad; no contigo– la voz de Kaiba sonaba muy intensa.


 


El rubio estaba sombrado, y se quiso patear a si mismo por no poder controlar sus impulsos.


 


El castaño dio unos pasos hasta quedar frente al rubio, quien se veía algo nervioso e inestable.


 


–No contigo, porque me importas– la voz del CEO se había suavizado bastante. Levantó su mano con la intención de atreverse a acariciar la mejilla de Joey.


 


Pero el rubio se sintió sobrepasado por la situación. Miró a Kaiba directo a los ojos, e hizo lo único que se le ocurrió hacer.


 


Corrió.


 


Salió corriendo de la mansión Kaiba. Dijo al portero que tenía una emergencia y le abrieron de inmediato; no quería ser alcanzado por Kaiba.


 


Corrió y corrió por las calles de ciudad Dominó. No quería voltear hacia atrás, porque tenía la sensación de que el castaño estaba por alcanzarlo; era una tortura. Atravesó media ciudad hasta llegar a uno de los barrios más peligrosos de la ciudad, que era donde vivía con su padre. Y aún así no detuvo su carrera. Se sentía aterrado, y ni siquiera entendía de qué.


 


Llegó hasta la calle donde vivía, y vislumbro su casa. Las luces estaban encendidas, por lo que supuso que su padre ya había llegado. No importaba, al menos estaría lejos del castaño que siempre lo incomodaba.


 


Pero su mala suerte parecía haber aflorado esa noche, porque al llegar a la puerta escuchó música a un muy alto volumen. Se desplomó en la puerta, respirando con mucha dificultad, y con los músculos de las piernas quemándole. Sabía que estar en una juerga de las que organizaba su papá podía ser hasta peligroso, pero se había quedado sin energías para irse de ahí.


 


–Mocoso– la puerta de la entrada se abrió, y su papá, evidentemente ebrio, le empezó a gritar. –Entra de una vez, necesito a alguien que nos sirva unos tragos– el señor Wheeler no se molestó en ver el estado de su hijo, quien seguía sin poder levantarse.


 


Tuvieron que pasar unos minutos antes de que Joey pudiera regular su respiración. Estaba a punto de ponerse de pie, cuando un par de chicas se asomaron a la puerta.


 


–Vaya, es el hijo de Wheeler. Es más apuesto en persona– una chica de pelo violeta y una de pelo rojo se habían puesto de pie junto a él, mientras trataba de pararse.


 


–Si quieres podemos ayudarte, chico lindo– las miradas de las muchachas y su manera de hablar le dieron mala espina al rubio. No sería la primera vez que su padre trajera prostitutas a sus juergas, pero él siempre procuraba no estar en esos días.


 


–Podemos hacer algo más que ayudarte, muchacho– eso fue todo lo que el rubio necesito para que sus alarmas se encendieran al máximo. El tono lascivo que la chica había usado le indico que debía sacar fuerzas de donde no las tenía para huir de ahí.


 


Se puso de pie lentamente y con cuidado; los músculos seguían quemando, aunque ya no tanto. Volteó a ver a las chicas, que parecían estarlo desnudando con sus mentes. Negó con la cabeza, pegó un brinco para alejarse y comenzó a correr de nuevo, ignorando los pedidos de las chicas para que se quedara.


 


Estaba consciente de que no podría correr mucho; se desplomaría si lo intentaba. No creeía ser capaz de llegar hasta la casa de Yugi, que era la más cercana, mucho menos la de alguno de la pandilla. Entonces se le ocurrió un lugar en donde refugiarse; de seguro ahí su padre no lo buscaría, y al menos por un rato estaría seguro, en lo que se recuperaba y se iba a casa de Yugi.


 


Se lamentó por no tener un teléfono celular para poder pedir ayuda. Aunque de seguro si lo tuviera, su padre ya se lo habría quitado para empeñarlo por más alcohol. Siempre era lo mismo. El rubio se partía trabajando todo el día para llevar comida a su casa y pagar las cuentas, y su papá le quitaba el resto para ahogarse en alcohol. Alguna vez había ahorrado un poco a escondidas, pero por un descuido de su parte su padre lo había encontrado, y además de gastarselo todo en una gran juerga, lo había golpeado para que no le anduviera ocultando cosas. Decidió no volverlo a hacer; a veces tenía tanta prisa y tantas cosas que hacer que era descuidado, y no le gustaba ser el saco de boxeo de su padre. Tampoco era que un hombre borracho golpeara demasiado fuerte, mucho menos para un joven de su edad y fuerza, pero mermaba su ánimo y lo hacía sentir desdichado y desilusionado de la vida.


 


Anhelaba tener 18 años para poder largarse de ahí sin tener represalias legales en su contra, y que lo obligaran a regresar con su padre.


 


Estaba en eso cuando llegó a su destino, y se desplomó en el lugar. Respiraba con dificultad, le dolía el pecho y casi no aguantaba las piernas. Se quedó acostado, tratando de no pensar, de no desear una realidad diferente...


 


Porque los deseos solo los alimentaba cuando los veía posibles, y él se sentía atrapado en su propia y horrible realidad.


 

Notas finales:

Bonito día!

Hermosa noche!

 

Amor para todos!!


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