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Antipatía por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

Para mejor experiencia (sí, cómo no jsjsjs), les recomiendo escuchar Adrián Barba-Usubeni. Me gusta esta canción como el "opening" para este fic :3

 

Sin más, disfruten.

3

Intimidad

 

—Dodoria me dijo que Zarbon tendrá su fiesta de graduación en el antro—el Saiyan levantó su mirada, observando al Son que estaba echado sobre su cama mientras él trabajaba en su mesa—. ¿Vamos?

      —Olvídalo—el menor hizo un puchero—. Ya sabes la razón.

      —Vegeta, estás muy raro—giró sobre la cama, de modo que su cabeza colgara de la orilla del colchón para verlo de forma invertida—. Desde que tú y Granola se fueron a su cita…

      —No fue una cita—interrumpió. El menor rio.

      —Bueno… Desde que fuiste a dejar a Granola a su casa el día que salí con Milk, has estado evitándolo.

      —No lo evito.

      —Vegeta, siempre que salimos y te digo que Granola irá, me cancelas. Y si ya estamos afuera tú buscas excusas—el otro seguía negando—. Él no me quiso decir nada.

      —Kakarotto, ya te lo dije. No nos sentimos cómodos el uno con el otro.

      —Mentiroso. Me dijiste que te cae bien. Y Granola me dijo lo mismo de ti—el otro volteó a mirarlo.

      —¿Te dijo que le agrado? —Goku giró, para volver a mirarlo esta vez correctamente.

      —Bueno, no dijo eso exactamente. Dijo que no eres tan mal sujeto como pensó—el Saiyan volvió a girarse en su silla, para ver su computadora—. Vegeta, no seas sentido. Él es algo tímido al hablar, sé que quiso decir que…

      —Basta.

      —¡Pero…!

      —Déjalo, Kakarotto. Es mejor así—el menor volvió a hacer un puchero—. No quiero relacionarme con él.

      —Dijiste que te agradaba, ¿por qué no quieres verlo? —el otro lo ignoró—. Llevas una semana sin querer verlo. Cuando te dije que vendría a pasar la noche aquí, dormiste afuera. Y cuando estábamos en el restaurante y te dije que nos alcanzaría allá, dijiste que tenías un compromiso y te fuiste antes de que llegara. Y también…

      —Demonios, Kakarotto. ¡Ya cierra la boca! —el Son guardó silencio—. Ve a tu habitación.

      —¡Pero…!

      —Detén esto—tocó su tabique y soltó aire—. Te acompañaré a esa estúpida fiesta, pero deja de insistir.

      —Veg… —suspiró—. Bien. Será el sábado a las diez… Me iré a dormir—observó al Son yéndose, con su mirada hacia el suelo.

     Cubrió su rostro con ambas manos, al observar que aquellos ojos, que siempre estaban iluminados con un brillito de emoción, ahora lucían decaídos. Soltó aire y miró la pantalla de su laptop, viendo aquel documento que tenía abierto. Sacudió su cabeza, sacó sus auriculares y los conectó, para poder mantener aislado cualquier ruido exterior.

      —El reporte se ve bien así…—frunció el ceño cuando en la reproducción automática sonó una canción de aquella banda que el peliverde también disfrutaba. La detuvo y desconectó los audífonos con fuerza, antes de sostener su cabeza con ambas manos, mirando la superficie del escritorio con molestia—. Debo sacármelo de la cabeza. Sólo es un sujeto que no sabe ni siquiera cómo hablar sin amenazar cada cinco minutos.

     >>Desconfía de mí, cree que le haría daño a mi mejor amigo… Y por lo de la vez anterior, seguro es por el simple hecho de que soy alfa—miró al techo, haciéndose hacia atrás—. Sólo porque tuvo un mal incidente, ya culpa a todo mundo…

     Miró hacia la puerta, la cual estaba cerrada. Goku no volvió a molestarlo luego de que lo echó de su alcoba, sino que había acatado aquella indicación. Y es que Goku no solía obedecer cuando le pedía ese tipo de cosas, como cuando estaba de mal humor o estaba en celo, sino que se aferraba a la idea de quedarse con él.

     Pero justo ese momento había hecho exactamente lo que pidió. Quizá, y solo quizá, porque dos amigos suyos estaban en desacuerdo, siendo que se esforzaba en mantener un ambiente agradable para todos y que se cayeran bien.

      —Aunque en ese momento se portó amable, estoy seguro de que volverá a ponerse a la defensiva—cerró sus ojos—. Pero… cuando le regresó su celo, no me echó, estaba tranquilo… No sé si es porque ya confía en mí, o si estaba pensando en golpearme si siquiera lo miraba…

     Miró por mera casualidad su computadora. Abrió el navegador y comenzó a teclear un “omegas de ciclo irregular”, tratando de buscar información acerca de la situación del chico, la cual era bastante delicada, considerando que, sin previo aviso o síntomas para prepararse con anticipación, su celo podría llegar en cualquier momento y cualquier lugar.

      —“Existen alfas y omegas irregulares, cuyo celo es repentino y no sigue un periodo específico”—leyó—. “Puede variar de diferentes maneras. Hay casos donde se presenta durante varios días seguidos, antes de la siguiente temporada que es igual; así como un celo ocasional, donde hay una diferencia variable entre uno y otro que puede ser de una semana hasta doce meses”—sus cejas se alzaron un poco—. Ya veo. Eso es lo que pasó. Lo tuvo una noche, y dos semanas después volvió a tenerlo. Puede que incluso esta semana le vuelva a ocurrir, o que pasen meses hasta que ocurra otra vez… Eso explica por qué siempre carga medicinas, porque nunca sabe cuándo lo tendrá…

     >>Pero… ¿Qué no pudo haberle pasado en la calle y por eso actúa así? Parece como si tuviera miedo—soltó aire—. Hay imbéciles que se excusan del celo de un omega para hacer atrocidades. ¿Será que…? —pensó en la manera en que la primera noche se colocó en pose de pelea, con el fin de defenderse—. Espero que no. Cosas así no deberían ocurrir…

     Apagó su laptop y se levantó, para ir a la cocina y preparar un sándwich con una chocolatada, para poder cenar. Incluso se permitió tostarlo un poco con algo de mantequilla. Vio que un curioso Son se asomaba desde su alcoba al percibir el olor hasta allá.

      —Ven a cenar—comentó, consiguiendo que saliera rápido y caminara despacio hasta llegar a la cocina, sentándose en una de las sillas frente a la mesa central. Le extendió aquel sándwich que había preparado y también el vaso de leche con chocolate, para que empezara a comer.

      —Gracias, Veg—mordió el emparedado, mientras el más bajo preparaba otro—. Vegeta, lo siento.

      —Yo también lo siento—se acercó y le revolvió el cabello, consiguiendo que sonriera.

      —Gracias—siguió comiendo, mientras el Saiyan se sentaba enfrente y cenaba él también—. Krillin irá a la fiesta. Milk no porque ella tiene una prueba el domingo temprano y debe descansar bien.

      —¿Krillin?

      —Mi compañero de la carrera. ¿No lo recuerdas? Te lo presenté hace tiempo. Cuando estaba compitiendo hace dos semestres—el otro asintió.

      —Ya sé de quién hablas—soltó aire—. ¿Quieres que de todos modos te acompañe a la fiesta?

      —A Zarbon le caes bien—el otro desvió la mirada—. Vegeta, le caes bien a la mayoría de mis amigos. Por eso también te invitan a sus eventos… No seas amargado.

      —¿Amar…? —soltó una risita al escucharlo—. Bien, te acompañaré.

      —¡Genial! Si te sientes mal otra vez, te puedes regresar antes—el mayor sonrió—. ¿De acuerdo?

      —Lo iba a hacer, aunque no lo quieras—el menor ensanchó su sonrisa—. Mañana iré al supermercado, ¿qué falta?

      —¿Podrías traer helado? —el otro rio bajito.

      —Claro. Helado… ¿no falta también llenar el cajón de las verduras y comprar más detergente?

      —Jeje, sí. También eso—rodó los ojos con gracia al ver que su prioridad seguían siendo los dulces—. También se acabó el champú.

      —Cierto. También el dentífrico…—miró al más alto—. ¿Mañana qué harás?

      —Quería ir con el maestro Roshi a entrenar, pero no me ha llegado el pedido—el otro alzó la mirada.

      —¿Pedido? ¿Te refieres al paquete que dejé en la mesa?

      —¿Eh? ¿Sí llegó? —el Saiyan caminó a la sala, donde estaba un paquete en una repisa debajo del mueble del televisor—. ¡Sí es!

      —¿Qué pediste? —vio cómo el Son, con ayuda de una llave, quitaba la cinta de la cubierta. Abrió la caja, levantando las pestañas de cartón y así el mayor pudo ver su contenido—. ¿Re-revistas eróticas? —le estiró la oreja—. ¡Imbécil! ¿Por qué pediste esto?

      —¡Auch! ¡Suéltame, Vegeta! No son para mí…—el más bajo lo soltó, pero todavía seguía con su ceño fruncido, cruzando sus brazos y viendo al Son con una mirada de regaño—. Mi antiguo maestro de artes marciales me dijo que me volverá a entrenar si le llevo esto.

      —¿Te pidió revistas con chicas semidesnudas, sólo para volver a entrenarte? —el Son asintió—. Kakarotto, ¿eso no te dice nada?

      —Vegeta, por favor. ¡Es un gran maestro! Mejoré mi nivel mucho en sólo un par de meses entrenando con él. Si me entrena estos meses, sé que podré superarme—el Saiyan negó—. Estaré bien, Vegeta. De verdad. Tendré cuidado.

      —Por favor, si hace algo indebido…

      —Vendré contigo o te llamaré para que vayas y le patees el trasero. Ya lo sé —el otro sonrió—. ¿Puedo dormir contigo hoy?

      —Termina de cenar primero—el menor fue corriendo a la cocina, para terminar de degustar aquel segundo emparedado que le preparó.

     Por mera curiosidad revolvió el contenido de la caja, notando que eran cinco revistas diferentes, donde en las portadas aparecían chicas en lencería con poses provocativas. Hojeó un poco una, dándose cuenta de que el contenido era similar al de la portada, donde en algunas páginas estaban varias chicas en trajes de baño, mientras que en otras estaban dos o tres muy juntas una con otra.

      —¿Qué tiene de interesante esto? —siguió pasando páginas, algo aburrido de ver chicas de senos grandes en babydoll—. Son chicas lindas, pero… no me producen nada—sin ganas de seguir mirando, arrojó la revista encima de las otras—. Como sea. Sólo espero que el imbécil de ese sujeto no se atreva a tocar a Kakarotto—miró hacia la cocina, donde el menor seguía rebuscando en la nevera por un bocadillo—. Aunque… estará bien, supongo. Sabe arreglárselas solo.

     Soltó un pesado suspiro y fue a su habitación, para poder alistarse para dormir. Acomodó su sábana y se tiró encima del colchón, dejando un espacio suficiente a su costado. Miró con detenimiento el techo, un poco abrumado por las preguntas de hace un rato.

     No es que evitara a Granola, pero… ¿qué no era lo mejor?

     No negaba que la había pasado bien. Haber comido un helado, pese al silencio, hizo que su noche fuera algo agradable. Además, cuando estuvieron en ese parque, charlando… Y esa manera de sonreír que tenía Granola, donde se le entrecerraban sus ojos un poco y mostraba levemente su dentadura. Y su risa, algo bajita…

     Granola era un chico bastante atractivo, no sólo en el físico. Sino también en esos aspectos chiquititos. Aunque, claro, había un detalle importante que no podía ignorar: su actitud.

     Si bien el peliverde le había brindado una compañía agradable en ese ratito, era muy notorio que el tema de “alfa” lo molestaba demasiado, y se notaba por la manera en que cambiaba su estado de un instante a otro. Si bien estuvieron juntos y la pasaron bien la mayoría del tiempo, no podía garantizar que esa buena convivencia pudiera repetirse.

      —Aunque si un imbécil me dice que estando en celo dejó que mi amigo durmiera con él, tampoco me lo tomaría bien… —reflexionó—. Y si es cierto lo que discutimos en ese momento, cuando le cuestioné si fue por toparse a un imbécil, sí tiene un motivo fuerte. Pero no es justificación para ser un asco con todo el mundo—miró que el Son abría la puerta para entrar, después se acostó a su lado en esa cama individual.

      —Vegeta, estaba revisando que mis clases serán en la mañana temprano. Las tuyas también, ¿verdad? —preguntó, tirándose sobre el colchón con su celular en mano—. En las tardes estaré entrenando, ¿tú irás a prácticas profesionales?

      —Sí—se acomodó, dándole la espalda para evitar que la luz de su teléfono le molestara—. La primera semana pongámonos de acuerdo para ver cómo ajustar nuestros horarios. En las mañanas nos podemos ir a la universidad, y ya en la tarde paso por ti, o tomas el metro de regreso.

      —Sí, está bien—apagó su celular y se acomodó, también dándole la espalda al Saiyan—. Mamá me llamó en la mañana. Te manda saludos.

      —¿No te extrañó estas vacaciones? Ya llevamos la mitad y no has ido a casa.

      —Sí, pero como han trabajado mucho dice que al menos se siente tranquila sabiendo que me cuidas—el mayor rio—. Pero dice que vendrá a visitarnos cuando tenga un día libre.

      —Si viene, dile que puede pasar la noche aquí—el menor hizo un sonido de afirmación—. Pero que nos avise con anticipación, para poder tener todo preparado.

      —Sí, Veg—giró, de modo en que podía ver la nuca del mayor—. Buenas noches.

      —Buenas noches…

 

***

 

—Hay más gente que la última vez—comentó el pelinegro más bajo, poniéndose de puntitas para poder acercarse a la oreja del más alto. Incluso tuvo que alzar su voz—. ¿Ves a tu amigo?

      —No. Ven, Veg—tomó de la mano al Saiyan para poder guiarlo entre todo ese tumulto de gente.

     Atravesaron el lugar, notando que todas las mesas estaban ocupadas. En un momento sintió que la mano del más alto soltaba la suya seguida de un “¡ya lo vi!”. Con dificultades trató de moverse entre las personas que bailaban, recibiendo choques en su cuerpo, así como uno que otro roce involuntario.

     Cuando consiguió salir de ese grupo, pudo ver al Son en una esquina hablando con un chico muy bajito. En esa mesa también estaba una chica rubia de cabello lacio, así como otro chico muy parecido a ella, pero pelinegro, por lo visto su gemelo.

     Se detuvo abruptamente al notar que un peliverde, que venía en dirección de donde estaban los baños, iba y se sentaba con ellos. Tragó saliva, notando que justo en ese evento también estaba ese chico de ojos bicolor.

     Posiblemente Kakarotto había fungido otra vez como el ángel de la amistad, haciendo que Granola se involucrara también con ellos para hacer su círculo social más grande. Tragó saliva cuando sintió que aquel chico con heterocromía, posiblemente al sentir la mirada fija sobre él, volteó a su dirección.

     Sus miradas se encontraron a pesar de esa distancia y las luces estroboscópicas del lugar. Tomó aire y caminó hacia allá, saludando a todos.

      —Vegeta, te quedaste atrás—el mayor asintió, un poco incómodo de tener al peliverde a un lado, quien se limitó a esconderse tras su bebida, la cual empezó a beber sin detenerse.

      —Sí, te adelantaste—arremangó su camisa para apoyarse en la mesa.

      —¡Esa canción es muy buena! ¿Vamos, Lazuli? —la chica dejó su vaso para poder tomar la mano del chico bajito y seguirlo hacia la pista de baile.

      —Tiene buen ritmo—comentó el Son, volteando a ver al otro chico pelinegro—. Lapis, ¿quieres venir?

     El adolescente terminó todo el líquido que estaba en su vaso antes de seguir al Son hacia el tumulto. En la mesa sólo quedaron el Saiyan y el de ojos claros, sentados uno al lado del otro, evitándose la mirada.

      —No creí que vendrías…—Granola le dirigió una rápida mirada ante su comentario.

      —Goku insistió mucho. Posiblemente me iré en un rato…—dejó su vaso sobre la mesa cuando un mesero llegó a su mesa a levantar todo—. ¿Me traes otra piña colada? Sin alcohol.

      —¡Sí!

      —¿No bebes? —preguntó el Saiyan, sólo para evitar un silencio incómodo con el otro.

      —Hasta que no se me regule el celo, debo evitar el alcohol. Las pastillas pierden efectividad—el Saiyan hizo un sonido de afirmación.

      —Como nunca sabe cuándo llegará, todo el tiempo debe estar preparado para ello—pensó, mirando discretamente al peliverde que recibía aquel vaso.

      —¿Tú no pedirás algo? Bebida, o comida…

      —No, no tengo ganas de comer…—el chico asintió, comenzando a beber—. Tiene sus feromonas bajas, pero… se siente como si estuviera triste…

      —¿Tengo algo en la cara? —salió de sus pensamientos al escuchar la pregunta.

      —En el cabello—con el fin de disimular su insistente mirada en él, subió su mano para deslizar sus dedos por aquella alborotada y ligeramente rizada cabellera—. Tienes un mechón rebelde.

      —Ah, gracias—nuevamente se formó un silencio incómodo entre ellos.

      —Diablos, lo miro demasiado…—se apoyó contra la mesa, mirando en dirección contraria—. Pero se siente decaído… Supongo que no quería venir—perdió su mirada en una mesa de la esquina, viendo que había un florero largo con algunas luces en el agua—. Zarbon seguro quería hacer la celebración más llamativa que la vez pasada.

     Cerró sus ojos, sólo escuchando el sonido de la música y de las risas de todas las personas que estaban cerca. Otra vez esa estúpida máquina de humo, llenando el ambiente de un olor asqueroso, que invadía sus fosas nasales y hasta podía sentir en su garganta un toque seco a causa de aquello.

      —Granola está triste—dirigió una mirada discreta al peliverde, quien jugaba con el popote meneando el líquido del vaso—. Está escondiendo sus feromonas, pero lo poco que alcanzo a percibir…—volvió a mirar hacia otra dirección—. No debería importarme.

     Soltó aire y metió las manos en sus bolsillos, pensando en cómo podría huir de aquel lugar. Sus ojos enfocaron al mesero que llegó a la mesa a dejar una canastilla con papas fritas, acompañadas de un pequeño tazoncito de salsa de tomate y uno de queso fundido.

      —Esa canción…—miró de reojo al más alto quien también había volteado con él—. Es de la banda que nos gusta. ¿Debería…?

      —¡Hola! ¿Bailas? —volteó a su derecha, notando a una chica peliazul que se había acercado con él.

      —¿Qué no estaba ella en la mesa del fondo? ¿Creyó que yo la veía a ella? —miró de reojo al de ojos bicolor, quien seguía en su lugar, nuevamente evitándole la mirada—. Claro, vamos.

     Se levantó, tomando la mano de la chica, yendo hasta la pista de baile. Colocó sus manos en su cintura, comenzando a moverse a como pudo, considerando la multitud que había en la pista de baile.

      —Su olor es empalagoso…—evitó la mirada de la chica, tratando de enfocarse en otra cosa, paseando sus ojos desde el techo, en incluso viendo los rostros de las otras personas que estaban ahí bailando—. Ella es omega dominante. Pero su esencia es extremadamente ácido, no me gusta. Me está provocando náuseas—miró de reojo a la chica, que se veía muy animada mientras bailaba—. Si voy a la mesa con Granola…

      —¡Veg! Creí que no te animarías a bailar—oyó en su oído, giró su cabeza, encontrándose al Son—. Vamos a ir a casa de Lapis, ¿vienes?

      —¿Se irán? —notó cómo los gemelos se iban en dirección a la mesa, para tomar sus cosas—. Olvídalo.

      —Bien. Regresaré mañana en la tarde—avisó, antes de dejar la pista de baile e ir con ellos.

     Se les quedó mirando unos instantes todavía bailando con la peliazul, notando cómo, posiblemente, Goku insistía con el peliverde en que los acompañara, pero él los rechazaba, quedando solo otra vez en la mesa para seguir comiendo.

      —No tarda en irse también, él vino por Kakarotto…—miró a la chica, que seguía riendo mientras bailaba, bastante animada—. Una canción más para no ser descortés, y me iré…—abrió sus ojos un poco más al percatarse de algo peculiar—. ¿Está liberando sus feromonas a propósito? —vio que aquella chica se trataba de pegar a su cuerpo ante el cambio de música, donde comenzó una canción más tranquila y romántica—.  Basta.

      —¿Eh? ¿Qué cosa?

      —Detén esto. No liberes tus feromonas—se alejó un paso, el cual ella trató de acortar—. Me voy.

      —Pero… —sintió que la mano de la chica se tomaba con la suya—. Anda, una canción más…

      —No—ella soltó despacio su mano—. Adiós. Linda noche.

     A pasos apresurados caminó hacia su mesa, dándose cuenta de que el peliverde ya no estaba. Se sentó en uno de esos silloncitos, percatándose de dos cosas. La primera es que el tenue y dulce olor del chico seguía ahí, como si recién se hubiera levantado. Y segunda, que las papas estaban a la mitad, incluso notó una papa a medio comer sobre la mesa.

      —¿Se fue así como si nada? —miró a su alrededor, identificando a lo lejos cómo un chico de cabellera rizada y verde era sostenido fuertemente de los hombros por otros dos chicos, con un tercero que los seguía. Frunció el ceño, viendo cómo iban a la zona de escaleras—. No debería entrometerme—tragó saliva, levantando el vaso que pertenecía al chico y bebiendo la cuarta parte que quedaba de un solo trago. Volvió a ver en dirección de las escaleras, dándose cuenta de que ya no estaban—. No me debo… Un momento. Esto sí tiene alcohol.

     Miró el vaso, ya vacío. No, no se veía ningún rastro de nada, ni polvillo ni fragmentos blancos. El toque de alcohol era bajo, ya que las piñas coladas usualmente llevaban sólo un poquito de alcohol, pero si Granola nunca en su vida había bebido (tomando en cuenta que siempre tenía que estar preparado por si su celo llegaba) ni siquiera se había dado cuenta de la presencia del licor.

      —¿Traigo otra bebida? —preguntó el mesero, levantando el vaso de la mesa.

      —¿Esto tenía alcohol? —cuestionó, levantándose. Aquel joven mesero comenzó a temblar al sentir que ese chico lo tomaba del hombro.

      —S-sí, sólo dos onzas… E-es que el chico alto que e-estaba aquí dijo que e-esta vez sí la pedía con alcohol—el Saiyan lo soltó—. ¿N-no debí?

      —Si él lo pidió, está bien—miró hacia las escaleras—. ¿Viste con quién se fue?

      —No, pero… —el Saiyan lo miró ante su silencio—. Hay unos chicos que son bastante problemáticos, y creo que estuvieron aventando algunas servilletas sucias a esta mesa. Esos chicos cuando beben se ponen violentos, en otras ocasiones seguridad los ha sacado por lo mismo.

      —Gracias—revisó que no quedara ninguna pertenencia del peliverde en la mesa o en el sillón y salió en dirección por donde lo vio por última vez.

     Se sintió inquieto de pronto al no visualizarlo en la planta baja. Granola, si bien no era tan alto, podría identificarse fácilmente entre la multitud por su cabello claro y alborotado. Tragó saliva y salió del lugar, llegando a la calle. Miró a su alrededor, dándose cuenta de que no se veía en la calle ni en la banqueta.

      —Diablos…—comenzó a trotar por la acera, mirando en todas direcciones.

     Se detuvo abruptamente al notar al otro lado de la calle, en un pequeño callejón, cómo trataban de acorralarlo entre los tres. Pero Granola soltó el primer puñetazo con el que lo tenía sostenido, consiguiendo que los otros dos se abalanzaran sobre él.

     Se acercó en un trote veloz, el cual volvió a detener al ver cómo ese chico peliverde les hacía frente a todos sin dificultad. Caminó despacio, ocultando sus feromonas mientras se asomaba por un costado del muro. Ese chico estaba dándoles batalla, acertando muchos de sus golpes, aunque recibiendo un par también.

      —¿Sus feromonas están alzándose? ¡¿En serio, justo ahora?! —notó cómo ese chico se recargaba contra la pared, tomando aire—. Esos imbéciles ya lo notaron, los dos alfas están aumentando también sus feromonas para atosigarlo. Será mejor que…

     Abrió sus ojos a más no poder al notar que Granola, pese a sus altas feromonas, seguía firme, y los volvía a golpear fuertemente cuando se acercaron de nuevo, tirándolos al suelo. Se veía agitado por la reciente pelea, pero miraba con el ceño fruncido a quienes fueron sus contrincantes.

     El peliverde volteó en su dirección, encontrándose ambas miradas.

      —Supongo que no necesitabas ayuda—el otro dio una última patada a uno de ellos—. ¿Eh?

     Se acercó cuando vio que sus piernas flaqueaban un poco. Dio un paso, deteniéndose al notar que el chico levantaba el brazo, con su mano alzada en señal de “alto”. Se le quedó viendo, dándose cuenta de que evitaba apoyar en uno de sus pies.

      —¿Te lesionaste? —preguntó, volviendo a dar un paso hacia adelante—. Diablos, siempre sus feromonas se descontrolan. Aunque las está escondiendo, siguen siendo altas.

      —Una mal… pisada… Posiblemente esguince—caminó despacio hacia la salida del callejón—. No me toques, puedo caminar solo.

      —Claro…—notó que se sostenía de la pared, para poder caminar. La respiración del chico era bastante agitada, y su rostro estaba algo enrojecido, no sólo por el celo sino también el esfuerzo realizado peleando con esos sujetos—. Granola…

      —Estoy bien. Me iré a casa—comentó, mientras a interrumpidos pasos seguía caminando.

      —Pero…

      —Puedo hacerlo.

     El Saiyan cubrió su nariz y boca, sintiendo que aquel aroma lo estaba hipnotizando por la intensidad. Se asomó al callejón, al ver a los golpeados chicos levantándose y huyendo por la dirección contraria. Volvió a voltear al frente al oír un quejido, el chico estaba de rodillas en el suelo, girándose inmediatamente para sostener su tobillo.

      —¿Tienes tus supresores? Te conseguiré agua…

      —No los traje—alzó su mirada—. ¿Tú no…?

      —Como me pasó hace unas semanas dejé de cargarlos—el peliverde asintió antes de empujarlo un poco para incorporarse—. No puedes irte solo así. Estás lastimado de un tobillo, y ni siquiera puedes sostenerte…

      —Claro que puedo—consiguió ponerse de pie y siguió su rumbo a pasos lentos, incluso dando uno que otro saltito.

      —Eres tan testarudo—se acercó al chico y con fuerza le estiró el brazo izquierdo, para colocarse debajo y servirle de apoyo—. Vamos a mi auto. Creo que tengo una caja de supresores en la guantera.

      —Puedo caminar.

      —No, no puedes—se dirigieron una mirada seria—. Sólo hagámoslo rápido.

      —Tsk…

     Ayudó al chico a caminar, sintiendo que apoyaba la mayor parte de su peso en él ante el dolor. Aquella mano que reposaba en su hombro se sentía caliente, así como todo su cuerpo. Y ese olor intenso proveniente de él lo estaba mareándolo un poco, siendo mucho más fuerte su percepción al tenerlo en su costado.

      —Está muy agitado, se le dificulta mucho tomar aire—sacó sus llaves de su bolsillo para poder quitar la alarma del auto y abrir las puertas—. Creo que estaba aquí—se sentó en el asiento del copiloto, mientras el más alto se quedaba afuera del auto, recargándose con la puerta de los asientos de atrás—. Diablos, no la encuentro… estoy seguro de que estaba una caja aquí…

      —Déjalo—volteó, notando que el peliverde inhalaba con dificultad—. ¿Sabes si hay… una farmacia cerca?

      —A cinco minutos la más cercana. Tu departamento está a diez en auto, no llegarás solo y menos con un tobillo lastimado—el otro chistó—. Sube.

     Vegeta rodeó su auto para poder subir, colocándose el cinturón de seguridad. Granola, luego de unos segundos, se animó a subir y cerró la puerta. Así el Saiyan pudo bajar los vidrios con ayuda del botón eléctrico, para no sentirse ahogado.

     Encendió el motor y comenzó a avanzar, mirando ocasionalmente al peliverde, quien tenía sus ojos cerrados. Granola había reclinado un poco más el asiento, para un poco más de comodidad. Sin embargo, por lo que alcanzaba a identificar por la manera en que su pecho subía y bajaba, el chico estaba resintiendo demasiado el celo, pese a que dijera que “estaba bien”.

      —Me estoy volviendo loco…—apretó con fuerza el volante, tras detenerse en el semáforo—. Aun así, Granola las está controlando lo más que puede… Por cierto, ¿qué ocurrió?

      —Estaban aventando cosas a la mesa, nos insultamos y me sacaron porque querían golpearme—el Saiyan rio bajito—. Creyeron que tendrían oportunidad.

      —¿Bebiste? —el otro hizo un sonido de afirmación—. Creí que no lo harías. Dijiste…

      —Ya sé lo que dije—interrumpió, bufando al instante.

      —Está bien…—giró y siguió avanzando—. Creí que te lo habían dado sin que lo supieras.

      —Sé qué estás pensando, pero siempre reviso las bebidas, aunque no sean con alcohol—el más bajo lo vio de reojo—. No pensé que justo esta noche tendría uno nuevo…

      —Es muy difícil, supongo…—tragó saliva—. Son bastante dulces y atractivas, en un dulzor justo…

      —Tuve una racha de once meses sin celo… Supongo que por eso ahora los tengo muy seguido....

      —Ya veo… —estacionó frente a una farmacia—. Cerraré las ventanas, para que nadie más te moleste—avisó, subiendo los vidrios—. Traeré los supresores.

      —Vegeta…—tomó su brazo, antes de que bajara. El peliverde tenía su mirada gacha, evitándolo—. Compra condones, sólo por si acaso.

      —¿Condones? ¿Está pensando en que…? —miró con pena la imagen del chico que seguía mirando al suelo del auto, avergonzado de su estado—. Claro. Aunque no serán necesarios.

     Cerró la puerta y colocó los seguros, para evitar que alguien tratara de molestarlo. Sintió un alivio al respirar el aire fresco. Entró a la farmacia, bufando al ver que había una larga fila en el área de cajas.

     Paseó por cada estante, buscando algunas cajas de supresores y otras de inhibidores. También agarró una venda al verlas cerca del área de pago, así como una botella de agua del refrigerador. Sintió un poco de pena al percibir algunas miradas curiosas de algunos omegas y alfas que pasaban cerca de la caja, posiblemente percibiendo el tenue olor de Granola impregnado en él.

     Se sintió inquieto, mirando constantemente la fila delante de él. El peliverde en estos momentos estaba pasándola mal, sin poder calmarse con un poco de medicamento. Y, bueno, tampoco podía utilizar otras alternativas que usualmente podían contrarrestar sólo un poco el calor corporal, puesto que estaba en un lugar público. Si acaso, sólo si acaso, si tenía una sudadera cerca podría cubrir la zona de sus piernas e inclinarse hacia delante, colocando un brazo en el tablero, y así poder tocarse con su otra mano sólo para aliviarse un poco, pudiendo evitar que alguien afuera lo notara.

     Granola estaba aguantando demasiado. ¡Y las feromonas de los otros imbéciles tampoco ayudaron! Era sabido que, ante una persona en celo, independientemente si era alfa u omega, si alguien de su contraparte liberaba feromonas conseguía aumentar los síntomas del otro. Por eso, que Granola entrara en celo en medio de su pelea y que dos imbéciles liberaran feromonas, provocaron que el cuerpo del peliverde las notara y se desestabilizara un poco. Además, como el de ojos bicolor era hipersensible en cuestiones de olfato, esto podría ser más fuerte.

      —Aunque… es sorprendente que, a pesar de todo, se mantuviera de pie y los golpeara con fuerza—sonrió de medio lado—. Granola es increíble.

     Sacudió su cabeza y miró al chico encargado de la caja registradora, quien preguntó si quería algo más aparte de lo que llevaba en sus manos. Soltó un suspiro, pidió una caja de preservativos, y terminó de pagar.

     Salió rápido de la tienda, para ir corriendo al auto. Abrió las puertas, liberándose el aroma dulce del chico. Entró y cerró nuevamente, aspirando aquella esencia del peliverde, pero sabiendo que no podría bajar las ventanas hasta que no estuvieran en movimiento o lejos de donde haya personas.

      —Había una larga fila. Toma, aquí están los supresores—avisó, entregándole la cajita. El chico la abrió y sacó un par de pastillas, para tomarlas rápido—. Diablos, no sé si pueda concentrarme para llegar a su casa—metió las llaves y encendió el motor—. Mirada al frente, trata de no voltear. Sólo mira cuando necesites el espejo lateral…

     Comenzó a avanzar, aprovechando la corriente de viento para bajar las ventanas y poder respirar aire fresco. Bufó al tener que detenerse nuevamente en un semáforo en rojo. Miró al peliverde, que seguía en su posición semirecostada, tratando de regular su respiración.

      —No se está bajando, está todavía agitado… Fue mucho tiempo el que pasó antes de que tomara el medicamento—miró hacia adelante, para seguir avanzando—. Demonios, yo también estoy reaccionando…

     Se orilló, sólo para tomarse él también una dosis de supresores. Siguió avanzando, buscando el estacionamiento del edificio donde Granola residía. Frenó en un lugar disponible, y bajó rápido del auto, viendo que el más alto hacía lo mismo a como su cuerpo se lo permitía.

      —Déjame ayudarte—comentó, estirándolo de un brazo—. Apóyate en mí.

      —No podré usar el ascensor—dijo, recargándose contra el auto—. ¡Demonios, el supresor no me está haciendo efecto!

      —Lo ideal es tomarlo con diferencia de mínimo media hora, en caso de que no haga efecto—el otro asintió—. ¿Entonces será por las escaleras?

      —Hay unas escaleras, las de ruta de emergencia—el Saiyan amarró la bolsita en una de las presillas de su pantalón y se acercó, para ayudarlo a apoyarse contra él—. Es en el tercer piso…

      —¿No pudiste haber pedido tu departamento en el octavo mejor? —bromeó, consiguiendo que riera—. Diablos, Granola tiene bonita sonrisa.

      —Puedo hacerlo solo—el Saiyan aferró su agarre en su cintura—. Oye, no me…

      —¡No seas terco! —alzó su voz, comenzando a caminar a pasos firmes, de modo que al más alto no le quedó opción más que avanzar también—. Demonios, entiende que no pienso nada más. Sólo quiero ayudarte…

      —No es eso…—el otro lo miró—. Tus feromonas.

      —Las mantendré bajas—avisó, todavía guiándolo. Llegaron a las escaleras, las cuales se veían bastante estrechas pero solitarias—. Será complicado. Apóyate en mí si lo necesitas—el peliverde apoyó difícilmente con su pie izquierdo, antes de apoyarse nuevamente en su totalidad con su pie derecho, inclinándose lo suficiente contra el Saiyan—. Huele tan bien, como algodón de azúcar…—tragó saliva—. Tampoco me están haciendo efecto los supresores, estar cerca de él me está haciendo reaccionar…

     >>Diablos, esto es completamente complicado. Tardaremos mucho en llegar al tercer piso—comentó, al ver que apenas llevaban la mitad de los escalones para llegar a la primera planta—. Sube a mi espalda—comentó, inclinándose un poco hacia adelante—. Anda.

      —Olvídalo, Vegeta—dijo, antes de seguir subiendo, sosteniéndose del barandal.

      —Granola, no puedes caminar—se acercó, quedando en el mismo escalón—. Diablos, estoy enloqueciendo…—el de ojos bicolor subió un escalón más, sosteniéndose fuertemente del pasamanos cuando su pie flaqueó—. Dame tu mano.

     Lo ayudó a incorporarse, para ponerse de espaldas y agacharse un poco, de modo que él pudiera subir a su espalda. Con un poco de dificultad subió las escaleras, pero con mayor velocidad que cuando iba a su lado.

      —Desde ese momento, donde estuvimos juntos… —recordó su estadía en el parque—. Y luego hace rato, ver que es un chico demasiado fuerte. Y cómo cuida de mi mejor amigo, de verdad se preocupa por la gente…—sacudió su cabeza—. ¿Es este piso?

      —Sí—bajó de su espalda, antes de volver a apoyarse contra él—. Habitación 3-G—la voz quedita del más alto lo hizo sentir que su piel se erizaba.

      —Claro—se acercó sólo un poco—. Su esencia… tan dulce…—mordió su lengua—. Contrólate, imbécil—siguió reprimiendo sus feromonas, sintiéndose incapaz de seguir escondiéndolas más tiempo—. Necesitaré el inhibidor…

     Llegaron a la puerta y, luego de que el más alto quitara el seguro, se adentraron ambos. Se dio cuenta de que era un espacio algo pequeño, siendo un cuarto amplio, donde había en un extremo una barra pequeña con un fregadero, un refrigerador a un lado y a pocos metros una estufa eléctrica.

     Lo ayudó a caminar hacia la puerta de la izquierda al notar que trataba de ir hacia ahí. Al abrirla se dio cuenta de que era la recámara, donde había una cama enfrente, cerca de la puerta que, creyó, era el baño. A la derecha en la pared había un mueble tipo clóset, y en la pared donde estaba la puerta estaba un televisor.

      —Diablos, las pastillas no me hicieron efecto…—comentó, antes de tirarse en la cama.

      —Ten—desamarró la bolsa de la presilla para entregarle otra vez la cajita de pastillas y la botella de agua—. ¿Puedo agarrar un vaso?

      —Sí, tómalo.

     Vegeta caminó a pasos lentos hacia el área de cocina, la cual era muy pequeña. Se sirvió un poco de agua del pequeño garrafón que estaba ahí. Empuñó sus manos, apresando la tela de su pantalón, sintiéndose cada vez más embobado con la esencia de aquel chico.

     Fue a la habitación, para sentarse en el suelo y recargarse en la puerta ya cerrada. Miró desde ese lugar a Granola, que estaba sentado en la orilla de la cama, tratando de tomar aire y regular su respiración.

      —Esto es demasiado…—sacó de la bolsa un inhibidor y se lo inyectó, para evitar que sus propias feromonas se dispararan —. Los inhibidores hacen que las feromonas dejen de salir, pero no que mi cuerpo no reaccione. Al ser de efecto duradero, muchas personas, sobre todo omegas, los usan desde temprano para que su esencia se mantenga oculta todo el día. Pero, claro, no funciona para controlar el celo, sino ocultar el aroma. Y tardan hasta una hora en empezar a funcionar…

      —¿Tra-trajiste otro… inhibidor? —preguntó el otro chico, se veía bastante afectado en esos momentos. Sus mejillas estaban totalmente enrojecidas y lucía tan agobiado.

      —Sí, pero no sé si sea sano para ti someterte a tantas hormonas. Creo que agregar esto puede considerarse sobredosis.

      —Era para no seguir molestándote… —el Saiyan alzó la mirada al escuchar eso.

     ¿En serio Granola estaba pensando en someterse a más dosis sólo para no seguir afectándolo con sus feromonas, siendo él también bastante sensible a ellas? ¿Tan considerado era ese chico que estaba pensando también en él en esos momentos?

      —¿Estás… en condiciones de conducir?

      —Necesito reposo… Además, los inhibidores me causan adormecimiento muscular—el otro le dirigió una mirada rápida, antes de asentir—. Granola, puedes entrar al baño para que te liberes. O puedo irme al otro lado de la puerta.

      —No… sólo esperaré a que haga efecto. No debe tardar… Siempre puedo afrontarlo, incluso si no tengo medicamento…

      —¿Le da vergüenza tocarse? —colocó su mano en su muslo,  donde había inyectado—. Siento que mi pierna se durmió…

     Permaneció un largo rato tratando de estimular la circulación en su músculo con un leve roce, para poder levantarse e irse de ahí. El aroma dulce del chico había llenado la habitación, ¡ya ni siquiera podía percibir su propio perfume! Estaba tan absorto en aquel aroma, que no podía concentrarse en alguno otro.

      —Pensaba alejarme de él, por el bien de ambos. No creí que podríamos coincidir, siendo ambos hipersensibles. Pensé que sólo estaríamos evitándonos, que terminaríamos asqueándonos el uno con el otro sólo por nuestras feromonas. Además, no creí que simpatizaríamos, pero…—sonrió, cerrando sus ojos—. Por lo que dijo Kakarotto, tenemos mucho en común. Y lo de aquella tarde, en el parque… Granola es alguien que se preocupa por la gente que quiere. Es alguien dulce, y es atento. Es alguien que tiene muchas cualidades que… ¡Ouch!—se quejó y cayó a un lado, al sentir que un cojín impactaba en su cara.

      —¡No liberes tus feromonas, idiota!

     Estando todavía en el suelo, giró su cabeza para ver al más alto. Lucía bastante inquieto y agitado, como si esa segunda dosis no funcionara otra vez. Pero, pese a eso, seguía fuerte. Su porte recto, firme, como si no estuviera pasándola mal en esos instantes. Demostrando que nada era suficiente para mantenerlo quieto o acorralado, dándole a entender que podía todavía levantarse y pelear si fuera necesario.

     Vegeta lo analizó unos instantes, comparándose incluso. ¿Él podría hacer eso? ¿Podría resistir tanto sin doblegarse? Si su último celo lo había pasado con inquietud, maldiciendo el haber tomado la pastilla sólo media hora tarde, pero siendo que ya había optado por tocarse para aliviar un poco su situación. Granola en esos momentos seguía actuando con total calma, siendo fuerte, pese a que su cuerpo estaba ardiendo y sus sentidos estimulados en su totalidad. Sin duda era un chico increíble por su fortaleza para afrontar todo.

      —Me emocioné de sólo pensar en él, que mi cuerpo liberó feromonas para atraer su atención inconscientemente—cerró sus ojos—. Hubiera sido agradable conocerlo en diferentes circunstancias, pero lo cierto, por la manera en que lo he visto actuar en los diferentes escenarios, es que…—sonrió—. Granola me gusta.

     En esos instantes desearía poder tener una oportunidad para poder conocerse más y salir, poder saber más el uno del otro y ser ellos mismos, sin tener que preocuparse por eventos desagradables como el de esa noche. Alzó su mirada, para verlo. Seguía en la misma posición, sólo que se concentraba esta vez tratando de apoyar su pie en el suelo, como si quisiera identificar qué tan grave era su lesión. Soltó aire, agarró su bolsa y se levantó, para ir con él.

      —Compré una venda. Déjame ver—se arrodilló a un lado de la cama, frente a él—. Te quitaré el zapato—avisó, desanudando los cordeles. Sin querer, su mirada se levantó un poco, dirigiéndose por inercia a la altura de su entrepierna, notándola marcada en su ropa. Porque, claro, como cualquier humano estaba reaccionando su cuerpo ante su estado.

      —No creo que esté grave—miró hacia arriba, hacia el rostro del chico. Esa expresión donde sus ojos estaban un poco entrecerrados y sus mejillas sonrojadas. Tragó saliva—. Fue leve, posiblemente esguince grado 1.

      —Entiendo. Lo vendaré para que puedas apoyar un poco—quitó su zapato y su calcetín, para abrir la venda y posicionarse mejor—. Luce muy inflamado, probablemente sí sea un esguince… Tu pie debe estar en ángulo recto—se acomodó, de modo que el pie del chico quedara contra su muslo—. Haré un cruce para soporte arriba, después algunos en el pie en forma de 8, para que quede bien estable.

      —¿Sabes mucho… de esto?

      —Cuando competía en preparatoria, me lesioné. Aprendí a vendarme… Aunque es la primera vez que vendo a alguien más—el peliverde asintió—. Se ve agotado, está resistiendo mucho.

     Siguió con su labor, evitando la mirada del otro y concentrándose únicamente en su tobillo, tratando de sujetarlo perfectamente. Al terminar la tira, la aseguró con el broche metálico.

      —Gracias—su voz se oía demasiado entrecortada, mucho más que las veces anteriores—. Diablos, en serio no me están haciendo efecto… —lo observó cerrar sus ojos con fuerza, tomando aire profundamente—. Vegeta, sólo hazlo.

      —¿Eh? —notó cómo Granola subía su mano a su cabeza, mordiendo su labio inferior casi con dolor, como si fuera a romper en llanto en cualquier instante a causa de la desesperación.

      —Ya me cansé, no creo poder resistir y… ¡Ouch! —recibió un almohadazo en la cara que lo hizo recostarse en la cama.

      —Sí puedes—el peliverde lo miró—. Sólo unos minutos más, deberán actuar, sólo que tendrás somnolencia. Por eso estás agotado—lo ayudó a acomodarse en la cama, sintiéndolo casi un peso muerto por la pesadez de su cuerpo. El peliverde quedó con su pecho contra el colchón, con su cabeza girada hacia él—. Me iré a casa, para no seguir ahogándote con mis feromonas—pudo identificar que en sus ojos se acumularon lágrimas—. Podrás superarlo, me debes seguir amenazando, ¿lo recuerdas? —el chico mostró una sonrisa, la cual se veía triste ante su situación. Como si sintiera vergüenza de sí mismo.

      —Mis llaves—extendió su mano, para tratar de alcanzarlas. El Saiyan se las facilitó—. T-toma una copia, para… para que cierres por fuera…

      —Sí, después te la devuelvo—la tomó, viendo que el peliverde sólo dejó caer el llavero con el resto de sus llaves al suelo—. Debes descansar.

     Se dio cuenta de que había una libretita sobre su mesita de noche. Colocó las llaves del peliverde ahí, junto a su teléfono, y comenzó a escribir en el cuaderno, para después volverlo a dejar ahí.

      —Te dejé mi número. Y te dejaré los supresores aquí, junto con el agua. Si ocurre una emergencia, por favor llámame. Vendré lo más pronto posible —el otro hizo un sonido de afirmación, todavía con sus pestañas húmedas sumado con ese surco pequeño de aquella lagrimilla rebelde.

      —También te estás reprimiendo. Se te nota en el pantalón—susurró.

      —Estoy enloqueciendo de tantas feromonas—rio bajito—. Tendré que despejarme un poco antes de conducir.

      —Sí…—el Saiyan se levantó, pero fue sostenido del brazo—. ¿También… te acostumbraste?

      —Tenemos a una persona que transporta el aroma del otro, era cuestión de tiempo—Granola rio bajito, cerrando sus ojos—. Estarás bien, sólo descansa.

      —No… no te eché porque me molestaran tus feromonas—el otro se agachó sólo un poco, para poder escuchar mejor la bajita voz del más alto—. Sino porque estaba empezando a reaccionar.

      —Lo sé…—el chico seguía con sus ojos cerrados. Su mirada enfocó su nuca, y sin querer tragó saliva, subiendo su mano a esa zona—. Si alguien muerde aquí, él nunca más tendrá celo… Pero estará vinculado para siempre…

     Cerró su mano, antes de tocar ahí, empuñándola. Seguía cerca de él, casi mezclándose ambas respiraciones. Subió las yemas de sus dedos hacia su cabellera, pasándolos despacio, consiguiendo que el otro chico abriera sus ojos sólo un poco.

      —Vegeta…—susurró, consiguiendo erizarle los vellos.

      —Descansa, me voy a casa. Recuerda que, si necesitas algo, puedes llamarme—comentó, todavía deslizando sus dedos por su melena.

      —Ve con cuidado, Vegeta…

      —Claro que sí…—susurró, antes de incorporarse.

     Caminó a la salida y cerró con llave, antes de ir a las escaleras para bajar al estacionamiento. Se sentía inquieto, había estado tanto tiempo con ese chico en ese ambiente cerrado, aspirando sus feromonas, viéndolo en esa imagen de su rostro sonrojado, pero con ese ceño fruncido y mirada hostil fija en él.

      —Diablos…—subió a su auto, donde nuevamente aspiró aquel aroma que se había mantenido contenido—. Granola…—cruzó sus brazos contra el volante y se apoyó contra él, tratando de estabilizarse—. Será mejor que vaya a casa ahora, pero… —tragó saliva—. Quisiera regresar, me preocupa que la pase mal… —encajó sus uñas en la goma que cubría el volante—. Pero es fuerte, estará bien…

     Tomó aire y encendió el motor, para poder emprender camino hacia su departamento. Si seguía más tiempo ahí, si esperaba sólo unos segundos más, no resistiría y subiría nuevamente a su habitación para cerciorarse de que estaba bien.

     Llegó a su edificio, bajó de su auto y se recargó contra él, respirando profundo. Alzó su mirada al escuchar unos pasos, el tacón golpeando el suelo resonaba en aquel espacio solitario. Sus ojos enfocaron aquella figura femenina, quien incluso volteó deteniendo su paso. Esa chica con quien ya semanas antes se había encontrado en el elevador.

      —¿Por qué ahora me causa tanto repele su esencia? —sin esperar el posible saludo que saldría de aquellos labios, apresuró su huida hacia las escaleras, sabiendo que entrar al ascensor con el aroma del peliverde impregnado en él provocaría que se encerrara en el elevador, siendo incómodo para cualquier otra persona que necesitara subir.

     Llegó hasta la mitad de los pisos que requería subir, sintiéndose acalorado. Se sentó en un escalón para poder respirar profundo y desabotonar los primeros botones de su camisa, teniendo la sensación de asfixiaba. Miró a su alrededor, ese espacio era tan reducido y solitario, con una única luz blanca que iluminaba las paredes color beige.

     Se levantó y subió las escaleras restantes, a pasos apresurados, dando zancadas de hasta tres escalones. Llegando a su piso corrió a su departamento, se adentró y cerró detrás de sí. Recordó ante la soledad de su hogar las palabras de su compañero, quien se mantendría fuera de casa hasta el día siguiente.

     Se encerró en su habitación, se quitó la camisa y se tiró encima de la cama, olfateando su prenda donde seguía presente el aroma dulce de aquel chico. En la oscuridad de la alcoba se permitió desabrochar su pantalón, sosteniendo su camisa con sus dientes en lo que bajaba un poco su ropa interior para poder acariciarse tocando directamente su piel.

      —Granola…—sin querer pensó en aquella nunca, sintiendo cómo su boca salivaba un poco y hormigueaba ligeramente las encías de sus caninos e incisivos—. Mordida… Marcar…

     Sacudió su cabeza antes de levantarse rápido, entrar a su baño y abrir la llave de la regadera, dejando que el agua helada cayera sobre él, enfriando su piel. Se recargó contra el frío azulejo, sintiendo vergüenza y odio hacia sí mismo.

      —Contrólate, imbécil—se giró para golpear su frente contra la pared, todavía con el agua corriendo sobre él—. No eres un animal, ¡detente! —se fue deslizando, hasta llegar al suelo. Se encogió en su lugar, escondiendo su rostro en sus rodillas—. Esto está mal…—estiró su cabello—. No debería…

     Se levantó del suelo al sentir que su miembro estaba abajo. Aprovechó para ducharse y retirar cualquier aroma del peliverde en su piel y salió del baño, con una única toalla en su cintura. Sintió que su piel nuevamente se erizaba al percatarse de que su habitación estaba inundada del aroma de Granola, todo debido a sus prendas donde se había impregnado aquella esencia.

     Se vistió y se tiró en la cama, tomando su teléfono para intentar distraerse.

      —¿Tengo un mensaje de un número desconocido? —abrió el buzón, leyendo un “¿Llegaste bien?”. Sonrió, abrazándose a su camisa—. Es de Granola.

     Respondió con un “Sí, llegué bien. ¿Cómo te encuentras?”. Agregó aquel número a su lista de contactos, para poder tenerlo en prioritarios por si ese chico le llamaba en algún momento por alguna emergencia. Abrió nuevamente el chat ante la notificación del mensaje nuevo.

 

Granola: Estoy agotado.

Pero ya hizo efecto.

¿Y tú?

 

Vegeta: Tuve que bañarme con agua fría.

Reaccioné.

 

     Sintió un vuelco al percibir un tardado “Visto”, donde el chico ni siquiera marcaba un “Escribiendo…”. Soltó aire, sabiendo que ese chico posiblemente se habría molestado.

     ¿¡Y cómo no!? Si había estado insistiendo en que no intentaría nada y, aunque no hizo nada con él, llegar a casa y masturbarse con el aroma del chico no era algo que…

 

Granola: Yo también.

Se quedó tu esencia.

 

      —¿Entonces él…? —sintió menos culpa al leer ese mensaje. Incluso pudo inferir que en esos instantes el peliverde también sentía vergüenza de revelar algo íntimo como aquello.

 

 

Granola: Creo que me está dando fiebre.

Estoy quedándome dormido.

 

Vegeta: Claro, descansa bien.

Y no te sobreesfuerces.

Buenas noches, Granola.

 

 

      —A pesar de todo, se tomó la molestia de preguntarme si llegué bien. Sabe que me fui bastante agitado…—sonrió, acomodándose de lado y acercando un poco más aquella prenda a su rostro, sintiendo que ese aroma lo serenaba—. Ya lleva rato sin abrir el mensaje. Debió quedarse dormido—bostezó y se acurrucó mejor, apresando en su mano su camisa—. Es alguien bastante especial… Quiero conocer más de él… Pero…

     Soltó un pesado suspiro, antes de arrojar su camisa al otro extremo de la habitación, lejos de él.

     —Tal vez sí sea mejor dejarlo así. Después de todo, estoy siendo un egoísta—se cubrió hasta la cabeza con la sábana—. No quiero cometer esa clase de errores...

Notas finales:

24/07/2022


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