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Quedé embarazado en una dulce noche. (Traducción finalizada) por yuniwalker

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"Quiero que me hagas el amor hasta que tengas que irte."

Dijo.

"No estoy en celo, pero necesito que tomes mi cuerpo y mi corazón antes de que deje de verte otra vez."

Ese día, por un corto periodo de tiempo antes del amanecer, Lucius abrazó suavemente a Nefert como si ambos fueran inexpertos. Él tenía a su segundo hijo dentro de su vientre, por lo que no presionó mucho ni lo forzó más de la cuenta, solo lo amó con todo su corazón para poder alcanzar un clímax que fuera cálido, suave y bastante placentero.

"Ah... Mi hermoso Lucius... Puedo ver... Perfectamente lo que va a pasar con nosotros... Lo noto en tu mirada."

Justo antes de llegar al clímax, Nefert susurró esto mientras sostenía la espalda de su pareja.

"Lucius, te veo como el emperador. Puedo, observar a nuestra familia de cuatro, viviendo felices y juntos en un lugar en donde no hay guerra".

Estaban protegidos por Dios. Era por eso que estaba completamente seguro de que podían caminar en el rumbo en el que los llevara su corazón.

"Espera por mi. Espera por mi, por favor. Vamos a vernos tan pronto como sea posible. Antes de que te des cuenta, mi amor."

"Voy a esperarte. Así que date prisa."

Cada noche, Lucius escuchó las palabras de Nefert en su cabeza. Con un pensamiento nostálgico del dulce aliento que se deslizaba de sus labios a los suyos, cerraba los ojos y comenzaba a recordar como se sentía estar a su lado.

"Mi querido e indefenso Nefert, quiero verte pronto. Te extraño tanto que me estoy muriendo."

Pero mientras hablaba con él en su mente, escuchó una voz ronca llamándole desde el otro lado de la puerta. El niñito que tenía entre sus brazos pareció comenzar a despertar, pero al final solo se acomodó mejor contra su pecho:

"Señor Lucius. Estamos a punto de entrar en Alexandria".

Lucius suspiró ante la voz de su subordinado. El vaivén silencioso del barco, con el sonido de las olas golpeando la proa, el murmullo de las gaviotas y el olor de la marea, eran lo único que le hacía sentir que todo esto era una realidad. Y que tenía que enfrentarla como lo había hecho con todas sus otras peleas.

"Ya veo. Este también es mi destino".

Lucius salió a la oscuridad de la cubierta, todavía con su hijo entre sus brazos, y respiró muy, muy hondo. El cielo todavía estaba envuelto en nubes negras pero, en frente de él, había comenzado a aclararse al mismo tiempo en que el faro que iluminaba Alexandría parpadeaba en el horizonte. No sabía exactamente cuántos días había pasado desde que salió del Reino del Nilo, pero pensó que ya era cuestión de horas para que el flujo del mar Mediterráneo lo empujara hasta el puerto. Para cuando el sol de la mañana brillara por completo sobre la ciudad, ya debería haber llegado hasta la entrada.

"Te amo. Todo estará bien. Definitivamente vendré contigo tan pronto como pueda así que, por favor, tienes que tener paciencia".

Nefert le dijo que serían dos años y medio, pero le había tomado más tiempo de lo que esperaba llegar al día de hoy. El plan era el siguiente: Ya que Galba había sido asesinado por su hijo adoptivo, Theo, y Theo había resultado ser asesinado por una turba en el puerto, Lucius decidió viajar a los estados aledaños, al centro de Roma, para hablar sobre los planes que tenía para la ciudad. Ganó la elección para ser cónsul y entregó a los ciudadanos todas las propiedades que había ganado en torneos y logros militares. Viajó al Nilo, bajo el nombre de ser el "esposo del Faraón" y convocó una conferencia en la que propuso una reducción de su propio ejército para dejarlo permanentemente en el reino. Además, ya que Nefert estaba diciendo exactamente lo mismo en Roma, ambos decidieron renunciar a la fortuna de sus casas con el único fin de ayudar al pueblo de los dos reinos a vivir en una situación más o menos razonable. ¿Y qué mejor manera de mostrar su unión y su buena voluntad que tener al gobernante del Nilo en Roma y al importante cónsul romano luchando contra los invasores de Libia en el Nilo? Era perfecto, una manera de mostrar que eran benevolentes y también, infinitamente honestos con sus deseos de buena voluntad con los ciudadanos. Y de una superpotencia militar terrible, Roma pasó a ser una nación pacífica y respetuosa de la ley. Al hacerlo, el número de ciudadanos que querían la guerra disminuyó poco a poco y la voz por la paz con el Reino del Nilo se hizo más fuerte. No pareció que hubiera una guerra próxima. Y pensando que estaría bien, Lucius planeó retirarse de la política para ir a Nefert lo antes posible.

(Incluso si no me convierto en alguien que la gente pueda seguir, mientras pueda ir a los brazos de Nefert-sama, todo estará bien para mí.)

Pero en realidad, no le habían permitido jubilarse del todo. Y ya había pasado el tiempo máximo en que le permitieron desaparecer de Roma. Después de todo, incluso si la vida ahora pareció ser un poco más "fácil de sobrellevar" para todos, igual temían que al no estar allí por tanto rato, entonces comenzara la tiranía de algún otro cónsul estúpido que quisiera robar el poder. Como resultado y empujado por las voces de los ciudadanos, Lucius decidió convertirse en emperador por sus propios logros en lugar de ser tratado solo como "el esposo de" o un mero sucesor del cónsul. Y aunque ya era algo que se daba por entendido, después de convertirse en emperador absoluto, Lucius proclamó a los ciudadanos que el hijo de Nefert-sama, ese pequeño niño que siempre estaba entre sus brazos, no era de Galba, sino suyo. Fue un discurso que empezó en el Nilo y que llegó hasta cada parte de Roma.

"Con el fin de proteger al Reino del Nilo, a mí y al niño, se sacrificó para satisfacer las demandas irrazonables de Galba. ¡Él ha decidido dar todo lo que tiene por nuestro reino incluso aunque no era su deber! Es una persona de carácter fuerte, que desea la paz. Como su pareja, iré a verlo ahora mismo y después de concluir satisfactoriamente este tratado de paz entre las naciones, me casaré con él de una manera formal. Ya no son dos reinos, solo uno. Creo que merecemos su confianza."

Tanto Galba como Theo fueron criticados por el público por su comportamiento tan egocéntrico. Galba hizo que esclavos lucharan contra leones en una arena de combate y dijo que los iba a recompensar con el cuerpo de Nefert. Además, Theo asesinó a su padre adoptivo de una manera bastante sangrienta así que, podía decirse que fueron víctimas de sus propias acciones egoístas y mal pensadas. Realmente no podía opinar sobre lo qué había pasado entre su difunto padre y Galba, pero le dio un poco de lástima imaginarlo. No era bueno que una persona viviera tanto tiempo con solo odio y resentimiento en su corazón porque sabía lo que se sentía. Él era así en un inicio, tonto y perdido hasta que eligió una vida de amor, no de venganza. Desde el inicio le conmovió terriblemente la nobleza y el orgullo de Nefert y pensó que sería capaz de cambiar por él si se lo pidiera. Al final, probablemente resultó en algo bueno. 

"Quien consigue al Faraón del Nilo se queda con el mundo". 

El amor que le dio desde su corazón y alma llevaron a Lucius a donde estaba hoy. Y reflexionando sobre los últimos dos años y medio, Lucius entrecerró los ojos ante la luz de la mañana que gradualmente teñía de dorado el cielo del este. El otro día, cuando le escribió una carta a Nefert, diciéndole que lo iba a ver pronto ahora que había terminado con su misión y adjuntando un par de huellitas dactilares de su hijo, él le dijo que sus guardias estaban cuidado bien de él, que la gente era amable, más de lo que esperó, y que tenía un montón de pelo negro por todos lados. Incluso le mandó un mechoncito de cabello y un poquito del de Ruti. Dijo que su segundo hijo era Omega.
El hermano mayor, Quinn, se convertiría en el heredero definitivo del Imperio Romano después de pasar un periodo en el Nilo para conocer a su gente, y el menor, Ruti, se convertiría en el gobernante del Reino del Nilo tras hacer exactamente lo mismo. Y eso, por supuesto, haría que el mundo mediterráneo fuera todavía más pacífico de lo que era ahora. Nefert y Lucius los habían criado muy bien porque sabían a la perfección lo que podía pasar de una pelea con su propia familia. Definitivamente no iban a dejar que eso volviera a ocurrir otra vez.

De ahora en adelante, Lucius planeaba unir fuerzas con él para criar a sus niños.

Antes de que se diera cuenta, el sol de la mañana había envuelto la ciudad de Alexandría en una luz brillante, iluminando la figura de Nefert allí, de pie en el muelle para esperar por su pareja. Era un faraón de pelo negro y ojos oscuros, vestido de color blanco y oro y con una encantadora sonrisa en su bonito rostro juvenil. Su belleza era la misma que hace dos años y medio. Nada fue diferente.

"Estoy aquí para casarme con un hombre que me dio una piedra muy bonita hace algunos años. ¿Lo has visto?"

Al desembarcar, Lucius tomó la mano de Nefert de inmediato y lo besó en la boca sin prestar atención a los ojos de los demás. Todavía tenía un olor denso y dulce, como el de las flores de nenúfar. Aunque fue como si nadie más que él estuviera atento a eso.

"He estado esperando eso desde la primera vez que te fuiste."

Nefert le entregó el anillo que le había enseñado hace exactamente dos años y medio. 

"Estoy listo. Me voy a casar contigo ahora mismo".

"Jajaja ¿No prefieres mejor hablar primero en el dormitorio?"

Solo ver la sonrisa cautivadora de Nefert le hizo sentir terriblemente mareado. No podía evitar amar su actitud altiva y tan orgullosa como la de la primera vez. Y cuando Lucius pareció estar admirando su propia resistencia por haber estado lejos de él durante dos años y medio, Nefert de pronto se apoyó en su hombro y comenzó a llorar:

"Te extrañé muchísimo. Extrañé mucho a mi bebé y a mi casa. Dios... No sé cómo pude..."

"Nefert-sama ¿Qué estás diciendo? Lo hiciste excelente. Además, estamos aquí ahora ¿No es verdad? Nunca más voy a volver a irme de tu lado."

Pero justo cuando estaba a punto de abrazar a Nefert una vez más, un niñito hermoso, alto, de cabello rubio y mejillas gorditas, saltó entre ellos para colgarse del cuello de su padre al tono de un pequeño "¡Boo!" Y al mismo tiempo, una persona mayor, que pareció ser la nodriza, traía a otro bebé bien acomodado entre los brazos.

"Ay, no. No puede ser. ¿De...? ¿De verdad eres mi niño? ¿Eres mi Quinn? Eres tan, tan hermoso. Mira. ¡Mírate nada más! Ven aquí conmigo. Ven. ¡Te extrañé muchísimo! Mucho, mucho, mucho. ¡Las cartas no sirvieron de nada porque no podía sostenerte así de fuerte!"

"Lo he estado protegiendo bien todo este tiempo. Vamos, abraza bien al niño. Porque es completamente tuyo."

"Haz lo mismo con él. Anda."

"..."

El pequeño, que había estado dentro del cuerpo de Nefert cuando lo dejó, estaba allí afuera en ese momento. Un bebito Omega, de cabello claro, que se veía exactamente como él. ¡Dios, qué hermosos y encantadores eran este niño y Quinn! Estaba seguro de que juntos, iban a poder construir un buen futuro para todo el Mediterráneo.

"¡Papá dijo que íbamos a poder hacer dulces de leche cuando estuviéramos todos juntos!"

"¿... En serio?"

Nefert miró a Lucius con una mirada que gritaba que no sabía qué decir. 

"¿Qué pasa? ¿No me dijiste qué ese era tu sueño?"

"¿Tratas de complacerme tan rápido?"

"Es solo que tenemos hambre. Pasó mucho tiempo."

"Claro."

Nefert mostró una sonrisa preciosa. Algo que estaba lleno de un extraño embrujo, divinidad y también, de mucha inocencia. Le encantaba todo de él y no podía seguir evitándolo. 

"Pero a partir de ahora, te haré feliz con algo más que con solo mencionar dulces de leche".

"Ya quiero ver eso."

Qué precioso era que existiera un amor como ese entre dos personas tan diferentes como ellos. Y saboreando esa alegría, Lucius abrazó a su amado esposo y a sus dos hijos y les prometió que estarían juntos desde ese día, hasta el último de sus vidas. Todo mientras se sentía la densa brisa del mar Mediterráneo y el calor del deslumbrante sol de poniente, iluminando suavemente a una familia que era muy feliz.


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