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Match por mary chan21

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Haruichi Furudate.

Sus sueños solían ser tan asquerosamente familiares y cariñosos que solo podía agradecer que Tsumu no fuera su alma gemela. Si su gemelo también fuera algo así (como acostumbraban a molestar otros niños) sabría acerca del terrible amor que en realidad le tenía, y conociéndolo eso le haría desestimar sus amenazas (a Atsumu todavía le faltaba aprender que amar no necesariamente significaba convertirse en un esclavo de los deseos de sus seres queridos o un títere sin voluntad).


—Samu, por fin vi uno.


Tal vez pronto lo entendería. Después de todo, hoy había visto el primer sueño compartido con su alma gemela. Francamente, no sentía ni un poco de envidia; su hermano podía mirar, y estaba seguro de que tampoco se avergonzaría si alguien veía lo que soñaba: siempre eran sueños épicos, dignos de película. Él, en cambio…


Sin decir una palabra, fue a buscar el calendario de su escritorio y le extendió un marcador para inmortalizar la fecha. Su hermano se apresuró a encerrar el día en una temblorosa flor, único reflejo de sus disimulados nervios.


Osamu se sentó a su lado, observando pensativamente todas las fechas que se encontraban detrás. Entre el cinco de octubre y el veinte de marzo había bastante tiempo de diferencia... En realidad, no demasiado, pero sí es suficiente para descartar que hubiera nacido antes que Atsumu. Después de todo ¿cuánto podía estar un niño de su edad sin soñar? Dudaban que el tiempo pudiera ser meses. La persona en cuestión podría haber nacido cualquiera de aquellos días; era poco probable que simplemente hubiera permanecido como espectador, sin haber soñado nada hasta ahora. Solo necesitaron verse a los ojos para asentir y concluir que debían estar en lo correcto. En el futuro, estarían atentos a personas similares que hubiesen nacido entre esas fechas.


—¿Cómo era? —preguntó, no solo por tener ganas de ayudar, sino por genuina curiosidad sobre cómo podría ser la pareja destinada de su hermano. Le costaba imaginarle, pero como mínimo debía tener una expresión de idiotez similar. O tal vez el destino se había encargado de encontrarle a alguien que cuidara de él, y en realidad fuese todo lo contrario.


—Era… —Viendo su rostro embobado, solo le quedaba rogar que fuera el segundo caso. — Muy lindo. Tenía unos lunares muy raros en su cara, también. Creo que será fácil encontrarlo, o al menos reconocerlo. Su pelo era más oscuro que el nuestro, y tenía unos rizos que… ¡Samu, no pongas esa cara cuando te cuento sobre mi alma gemela!


—Lo siento, es difícil disimular el desagrado cuando alguien con tu mismo rostro se ve tan imbécil. Sigue, pero me niego a seguirte mirando.


—¡Desgraciado! ¡Mamá, Samu se está burlando de mi cara!


Al oír la queja Osamu solo se rio más fuerte; molestar a su gemelo siempre era un placer. Sin embargo, de haber sabido que éste ni siquiera podría devolverle el golpe pronto se habría reído menos. Porque sí, Atsumu había tenido que esperar poco más de cinco meses para vislumbrar a su alma gemela, pero él estaría condenado a esperarle varios meses más. Y, de haber sabido lo que vería esa primera ocasión, quizá tampoco habría querido que llegara estando tan poco preparado para verla.


 




 


—Resulta que también juega vóley —El susurro de Atsumu, que en vano trataba de charlar a escondidas con su padre, fue como una daga directo al corazón. — Puede que hasta sea tan genial como yo. Debe de esforzarse mucho si hasta sueña con eso, ¿no es cierto? ¿Crees que pueda verlo en algún partido?


Apretó los dientes y los puños, y se armó de valor para entrar rápidamente a la escena, como si de verdad hubiese venido con urgencia a buscar un vaso de agua. Incluso fingió tener bastante prisa como para no reparar en el sobresalto de los dos, como si hubieran sido pillados in fraganti. Aunque así fuera, poco le importaba lo incómoda que pudiera resultarles su presencia; si su familia creía que era necesario convertir en un secreto todo lo relacionado con las almas gemelas, se encargaría de volverlo una tarea imposible. Odiaba la estúpida compasión con que lo miraban con cada día que pasaba, y sin que compartiera ningún maldito sueño.


¿Y qué si estaba tardando más en encontrar a su alma gemela? ¿Y qué si en realidad no tenía, si quedaba para siempre solo? Ya tenía un gemelo, pero incluso él decidía ocultarle cosas. Este hecho ya hacía que sintiera desconfianza con el destino.


—¿Cómo te fue hoy, Osamu? —La pregunta de su padre, por más común que fuera, resultaba forzada cuando él sabía acerca de lo que hablaban en realidad. Lo peor era que ni siquiera conseguía disimular aquella actitud de sospecha, como si esperase que fuera a ignorar el asunto y ya. Pues no; jamás dejaría ir el tema, aunque a todo el mundo le pusiera incómodo incluirlo.


—Bien, ¿y a ustedes? Deben estar emocionados por la noticia. Si juega puede que lo veamos pronto —No, ya se arrepentía de haber hablado. No por la conmocionada expresión de su padre, sino por esa triste culpabilidad que destilaba su hermano. ¿Cómo podría hacer que volviera a confiarle todo a él? ¿Cómo lograr que entendiera que no era responsable ni debía sentirse mal por soñar con su alma gemela mientras que él no podía? — Si es que fuese la misma prefectura sería fácil… Pero por si acaso, deberíamos hacer lo posible para ser famosos, Tsumu. Vamos a las nacionales. Tendrá que verte sí o sí desde allí, desde cualquier parte del país.


El intento de animarlo pareció funcionar. Atsumu sonrió, tal y como debería hacerlo siempre, y aunque no siguió hablando de su destinado comenzó a hablar sobre el entrenamiento, nuevas jugadas y estrategias para llegar a la cima. La pasión por el deporte siempre era un punto seguro para ellos, y siendo honesto consigo mismo le preocupaba que esta persona pudiera llegar hasta éste y alejarlo de aquella sensación. Sin embargo, sabía que los sentimientos de su gemelo por el vóley iban más allá que los de él, por más que pusiera todo su enfoque en ello. Simplemente, toda una vida por y para el vóley le resultaba lejana. Sabía que no se trataba solo de su edad, porque su hermano ni siquiera había cuestionado una opción distinta a esa. Tal vez fuera bueno que su alma gemela se dedicara a lo mismo, pues dudaba que él pudiera acompañándolo para siempre.


Sin embargo, ahora era su momento. Seguiría siendo el compañero de Tsumu, y eso incluía alentarlo a mejorar y a encontrar a la próxima persona que se encargaría de eso.


 




 


No reconocía el lugar en el que estaba, y esa fue la primera señal de que este no era su sueño. Tal vez a otro niño le habría parecido normal, pero él siempre soñaba con lugares que ya había visitado, por lo menos, o si acaso una mezcla extraña de sitios conocidos. Esta escuela no figuraba entre ellos. Hasta llegó a dudar de que existiera en la vida real, a menos que no se tratase del colegio de su alma gemela, sino de un sitio abandonado o algo parecido. Estaba demasiado oscuro, como en las películas de terror que les prohibieron ver por culpa del insomnio de Tsumu. Estaba tan oscuro que tardó un buen rato en acostumbrar sus ojos para ver alrededor, y tardó otro poco en reparar en la esquina del salón. Allí, ovillado y delatado solo por los temblores de su cuerpo, estaba otro chico. Lucía más pequeño que él (normal, debía de ser un año menor) pero poco más podía decirse, aparte de que era muy delgado. La oscuridad le impedía distinguir el color de su cabello, y su rostro estaba enterrado entre sus brazos.


Un sollozo quebró el silencio, y Osamu solo pudo ver alarmado cómo el niño se sobresaltaba por su propia causa y se tapaba la boca con una expresión de absoluto terror. Entonces, como si aquel sonido hubiese roto una barrera, se oyeron también pasos apresurados desde el pasillo. Supo enseguida que venía más de una persona, cosa que comprobó enseguida cuando se abrió la puerta y entraron tres chicos, definitivamente más altos que el otro.


El malestar en su estómago se extendía con cada paso que daban hacia él. Lo atravesaron limpiamente, como si no estuviera allí


(por supuesto que no, no soy parte de su sueño, es imposible que sueñe conmigo)


Y se pararon con aire amenazante delante del desafortunado niño. Osamu creía que él también debía tener mala suerte, una suerte pésima, si lo primero que veía de su alma gemela era una pesadilla. O peor, un recuerdo.


—Tus pecas se ven realmente horribles cuando lloras —¿Pecas? Las pecas eran geniales. Y ese tipo debía ser un idiota para meterse así con alguien más débil que él. Trató de interponerse, solo para volver a comprobar que su hermano y los demás le dijeron la verdad antes: era incapaz de intervenir en el sueño. No podía ayudar a su alma gemela ni en su mente, ni consolarlo, ni mucho menos salvarlo en la realidad. ¿Cómo podría, sin conocer ni su nombre ni el de esos niños? Siendo así de ignorante, tampoco podía decirle a algún adulto que lo ayudara. Al menos ahora, solo quedaba la impotencia. Lo único que podía hacer era observar, con el dolor de su alma, grabando a fuego cada rostro ante él, así como las tristes expresiones del pobre chico. Si llegaba a encontrarse a alguno de esos matones en el futuro, hallaría alguna excusa para tomar justicia por su propia mano. Y en cuanto a su destinado, se encargaría de cuidarlo y protegerlo hasta el final de sus días.


No lo conocía, ni sabía si el otro querría una relación romántica o no, pero sí sabía cuánto podía doler su corazón al verlo sufrir. Al menos para evitar eso (le diría) se encargaría de mantenerlo seguro y junto a él. Se lo prometió, sin apartar la mirada de sus ojos aguados, y tampoco la apartó cuando llegaron los golpes.


A la mañana siguiente, se limitó a comunicar que a su alma gemela sí lo dejaban salir de noche, y que con la falta de luz se le había hecho difícil reconocerlo. Luego, para evitar las preguntas acerca de los detalles de su sueño, les mostró el retrato que había hecho nada más despertar de la mañana. Atsumu se atragantó con su cereal por la risa, pero no le molestó que se burlara. Después de todo, él también pensaba que el dibujo no le hacía justicia. Se dejó guiar por su hermano hasta el calendario que compartían, y cuando le entregó el marcador dibujó una estrella sobre la fecha.


 




 


La siguiente pesadilla fue en un parque. Esta vez no era de noche, sino que atardecía. El cielo nuevamente le complicaba la vista. En serio, ¿de qué color era su cabello? ¿Castaño? ¿verde? ¿Gris, tal vez? Fuera cual fuera la respuesta, parecía ser que también era un motivo de burla por parte de los mismos chicos de antes, que le enterraron un cono de helado en la cabeza al pasar.


De verdad comenzaba a detestarlos. Lo mismo con el maldito parque, que (como pronto pudo comprobar) se convertiría en un sitio recurrente para las pesadillas y para el acoso escolar.


Cuando ya llevaba más de diez sueños con el parque de mierda, algo cambió en el paisaje. Al principio no se había dado cuenta, pero por primera vez era de día. El sol brillaba, y él solo podía agregarlo como motivo a su enfado por el cruel contraste que hacía con la escena que tenía enfrente.


—¡Tu cara está llena de pecas! —Había agregado algo más. Su nombre, presumiblemente, porque no pudo oírlo, aunque estuviese viendo cómo movía los labios aquel imbécil. — ¿Por qué eres tan débil?


Los tres niños estaban allí de nuevo, y uno había empujado al otro sobre la arena. A estas alturas, Osamu ya casi agradecía que cayera allí y no en un sitio más duro. La frustración jamás se iba, pero había comenzado a valorar esos ridículos detalles. — Necesitas entrenar tu cuerpo, para que puedas empezar a cargar nuestras mochilas.


Entonces lo que más le atormentaba siempre comenzó a suceder. Los ojos del más pequeño se llenaron de lágrimas, y sus labios comenzaron a temblar por todos los sollozos que se esforzaba por contener. El resto de su cuerpo le siguió de inmediato, lo mismo que las burlas.


—¿En serio vas a llorar?


—¡Él llora por todo! ¡Llorón!


Por el rabillo del ojo, Osamu notó que pasaba otra figura. La tensión se disparó por su cuerpo. ¿Quién era el nuevo? Su rostro era poco amigable, y era mucho más alto que él mismo. ¿En qué grado iría? ¿Iba a unirse para atormentarlo?


Para sorpresa suya y de todos los presentes, el rubio se limitó a decir una sola frase:


—Qué patéticos.


Aquella sonrisita irónica estaba fuera de lugar. ¿Quién demonios sonreía al ver que atormentaban a un niño? ¿Y por qué rayos no aclaraba quiénes eran los patéticos? ¿Los matones? ¿Ellos y el pequeño, por no poder defenderse? El trío insoportable comenzó a gritarle de inmediato, aunque por lo visto la estatura había bastado para intimidarlos, pues no lo persiguieron ni nada. Osamu avanzó un par de pasos también, pero se detuvo al notar que alguien no se había movido. Seguía sentado en el piso, aunque ahora su rostro lucía completamente distinto: sus ojos brillaban por la emoción, y sus labios se apretaban con más fuerza para contenerla. Nada más verlo comprendió que, al menos para él, aquel rubio era alguien increíble.


Una pequeña punzada de celos apareció en su pecho, pero la ignoró rápidamente. Después de todo, no era alguien mezquino como para enfadarse cuando su alma gemela se sentía mejor. Tal vez habría sido mejor que el rubio no lo rescatara como él quería hacerlo, porque si el chico había reaccionado así de maravillado por tan poca cosa, seguro ahí sí que se habría enamorado de él.


 




 


Lejos de allí, un par de días más tarde y en otra prefectura, Yamaguchi Tadashi se negaba a irse a la cama. Lamentaba profundamente estarle causando un dolor de cabeza a su mamá, pero era inevitable que se resistiera. Ya se sentía como una mala persona, por hacer que su pobre alma gemela tuviera que presenciar el acoso en el que se había visto envuelto. Pero ¿cómo se sentiría después de haber soñado lo de la otra noche? Esperaba que no se malinterpretase su admiración por el otro chico.


Tenía miedo de dormir porque hoy se le había vuelto a acercar. En realidad, en un comienzo su plan era espiar desde la puerta del gimnasio, pero fue descubierto y terminó por confesarle sus intenciones de jugar vóley.


A primera vista daba algo de miedo… pero quiso agradecerle, aún si no le recordaba. Al principio la conversación fue tan torpe como cualquiera en la que él se involucrara… Pero Tsukishima Kei no fue malo con él. Un poco arisco sí era, pero no se lo tomaba personal con él, simplemente era de esa manera. Por un instante, cuando el chico hablaba de su hermano, incluso pensó…


"Lindo".


Y sí, esa era la auténtica razón por la que no quería dormirse. ¿Cómo podría mirar a su alma gemela a los ojos si volvía a soñar con él? ¿El subconsciente le aclararía que solo le parecía un niño agradable? ¿Que quería ser como él y que sentía tanto porque quizá sería su primer amigo? Resultaba imposible saberlo. Y dudaba que su destinado pudiera entender lo que sentía ahora… Después de todo, conocía sus sueños. Siempre lo relajaban, porque podía verlo siendo feliz con su familia, sus amigos, su hermano que siempre estaba con él… Oh, seguro que su alma gemela no sabía lo que era la soledad ni ser despreciado. Él, en cambio, era rechazado por algo que no había elegido. Su físico era un problema, aunque cada noche sus padres besaran sus pecas y dijeran que eran bonitas. Sabía que no había nada que pudiera hacer con su rostro, pero ya había tomado la decisión de cambiar su cuerpo. Si dejaba de ser pequeño y flacucho, nadie se metería con él. O tal vez solo bastaba con ser alto y tener una actitud fuerte, aunque eso último sonaba mucho más difícil que verse fuerte.


Si tuviera que decir la verdad, no quería soñar. No quería hacerlo, hasta ser alto, fuerte y sorprender a su alma gemela con su cambio.


—Tadashi —lo llamó su madre, quizá por enésima vez. ¿Debería de salir de debajo de la cama? Ciertamente, a su edad ya quedaba muy infantil hacerlo…— ¿Quieres hablar?


El tono fue suficiente para que estallara la culpabilidad. Ahogando un sollozo, salió de su escondite y preguntó con voz quebrada:


—¿Se puede crecer sin dormir? No quiero seguir soñando.


Ella debió adivinar lo que pasaba por su corazón, porque al segundo siguiente ya estaba envuelto en un abrazo. Como por arte de magia sus lágrimas desaparecieron, y se dejó consolar por el alivio de sentirse amado. Las suaves caricias en su cabello no evitaban ese mechón desordenado que jugaban a tironear algunos niños, incluso parecía que jugaban otro tipo de juego con él. ¿Se sentiría así su futuro? ¿O ya había decepcionado a su alma gemela? Podía ser que también en este momento, en otro lugar, estuviera pensando que no quería dormirse si eso significaba tener que ver sus sueños.


—¿Qué pasa en esta cabecita cuando duermes? —suspiró su madre, para después regalarle un beso en la frente. Tadashi se encogió por la pregunta, dudando sobre cuánto debía contar para salir de la situación… Lo que menos quería era hacerla llorar.


—Tuve una pesadilla —comenzó. Que fueran múltiples y que estuvieran basadas en hechos reales podía omitirse. — No quiero hacerlo sufrir por mis sueños.


Sus ojos permanecieron fijos ante los suyos, suspicaces. Sin embargo, Tadashi ya sabía cuál era el truco para ganar esa clase de batallas, así que mantuvo su mirada firme y se prometió que podría llorar tranquilo más tarde.


Finalmente, su madre se rindió con otro suspiro. Tuvo que esforzarse por contener una sonrisa.


—Todo el mundo tiene pesadillas, cariño.


—Él no. Sus sueños siempre son dulces. A veces me gustaría poder vivir en su mente.


Si Tadashi hubiese visto la cara que puso su madre en ese momento, habría sabido que ella simplemente le había hecho creer que ganó en la batalla de miradas. Y también se habría sentido terrible, porque en ese instante ella no supo cómo ocultar su tristeza.


—Pues a mí me gusta verte en mi realidad, amor. Tu alma gemela también querrá verte de verdad.


—¿Estás segura? ¿Aunque le cause pesadillas? —Por más convencida que la viera, le resultaba complicado creerlo. —¿Incluso estando enojado conmigo?


Había muchas otras preguntas, pero ninguna que pudiera hacerle.


—Puedes intentar no tenerlas. Piensa en las cosas agradables del día antes de irte a la cama —aconsejó, con el vago temor de que quizá no hubiera muchas cosas buenas en las que su hijo pudiera pensar. Si tan solo tuviese algún amigo, tal vez la situación sería distinta. — Imagina lo que te gustaría que pasara. De esa manera soñarás cosas lindas.


El pequeño asintió, poco convencido, aunque con toda la disposición para intentarlo. Quería esforzarse por su alma gemela, incluso si con todo lo que tenía simplemente lograra que no lo odiase.


Cuando llegó la hora de dormir, tuvo que admitir con decepción que su día en realidad no tuvo nada con lo que valiera la pena soñar. Trató de pensar en el escenario de la última película que había visto con su familia, pero terminó triste al recordar que jamás pudo comentarla con nadie de su edad. Tampoco tenía tanta imaginación como para visualizarse en el lugar del protagonista… él en su lugar, habría salido corriendo de casi todas partes. Además, si soñara que él mismo era un superhéroe… ¿no sería mentir? ¿Estaría engañando a su alma gemela, vendiéndole una imagen falsa?


Sus ojos se llenaron de lágrimas al pensar que jamás podría llegar a ser así de genial. Se regañó, pues sabía que era una meta poco realista, mas con esa idea terminó por preguntarse si había alguien genial en su vida al que quisiera parecerse.


Avergonzándose por recordarlo, la imagen de aquel rubio volvió a pasar por su mente. La manera en que parecía sencillamente superior a los otros niños de su edad, su sonrisa y las jugadas que le había visto hacer, escondiéndose tras la puerta del gimnasio. Sí, ese chico era genial. ¿Podría parecerse a él?


Esa noche Yamaguchi durmió poco, y tampoco soñó. Sin embargo, cerró los ojos con la determinación de una persona que ya había encontrado una meta, y que al menos vagamente sabía qué tenía que hacer para conseguirla. Lo primero sería hablar con aquel rubio. Agradecerle, y demostrarle que estaba dispuesto a seguirlo.


Los del equipo de vóley no parecían dar tanto miedo como los demás.

Notas finales:

Ok, realmente no sé cuántos capítulos vaya a tener la historia, pero no pude evitar tener debilidad por el OsaYama, aunque sea algo crack (y por el topic de almas gemelas, que es adorable). El alma gemela de Atsumu sí es quien creen, pero realmente no los convertiré en pareja secundaria, apenas y se van a mencionar en el futuro.

¿Opiniones? Realmente mis sueños no son la mejor referencia para este tipo de cosas.

En fin, espero poder actualizar pronto, ¡hasta la próxima!


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