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Match por mary chan21

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—¿Ese es el armador de los Jackals, Miya Atsumu?


—Sí, ¡lo miré de cerca y definitivamente es él!


—Pero tiene un juego que comienza pronto. ¿Será algún truco publicitario?


Los gritos de las chicas lo guiaron hacia la dirección correcta. Irónicamente, al igual que durante la confusión experimentada en su adolescencia, buscar a “Miya Atsumu” iba a llevarlo hasta donde necesitaba llegar. Aunque, a diferencia de ese entonces, quien estaba ahí no era Tsumu.


—¿Es que acaso no saben, chicas? ¡El que está ahí es el gemelo de Miya Atsumu, Osamu-kun!


Esta vez, simplemente tuvo que avanzar hasta el origen de los rumores y encontró el lugar que buscaba: Onigiri Miya. Disfrutando de la charla a su alrededor, se puso en la fila.


—Hace años, los conocían como los hermanos Miya, y eran una de las mejores parejas armador-rematador de preparatoria.


—¡Wow, no tenía ni idea! Soy nueva en esto del vóley.


—¡Me hubiera encantado verlos!


Ah, los viejos tiempos. Él sí había tenido la oportunidad de verlos, en vivo, incluso de enfrentarse a ellos en más de una ocasión.


—Oh, por cierto, Onigiri Miya es muy bueno, les recomiendo que compren algo.


Yamaguchi sonrió cuando las chicas se pusieron a la fila también, detrás de él. Siempre se alegraba de que la fama de la buena comida se extendiera, más aún cuando el dueño era su novio.


De alguna manera, esa fijación que tenía Osamu por la comida se había extendido hasta convertirse en su trabajo, una gran parte de su vida ahora que no se dedicaba al vóley profesionalmente. Tadashi sabía que estaba disfrutando de tener una excusa razonable para poder pensar en comida todo el día, pero era él quien estaba ahí cuando repentinos arranques de inspiración llegaban a la cabeza del otro y, por más maravillosas que fueran sus ideas, también terminaba probando extrañas combinaciones que no estaba muy seguro de querer comer. Por supuesto, era feliz por el simple hecho de poder estar ahí para él, de que valorase tanto su opinión y de que muchas de esas ocasiones (la mayoría) terminaban acurrucados, juntos, incluso si al día siguiente tenían que despedirse temprano.


Amaba verlo en su elemento, con movimientos que parecían casi automatizados por su fluidez, y que sin embargo realizaba con la consciencia muy despierta. Escuchó que decía “gracias, regrese pronto” a otro cliente antes de que pasara frente a él. Por supuesto, lo reconoció al instante.


Todo lo anterior no significaba que Osamu perdiera la costumbre de saludarlo como siempre:


—¡Oye, eres tú! ¡De Karasuno! ¡Tú eres el que tenía ese asombroso saque con salto flotante!


Era la misma forma en la que se había referido a él en su primer encuentro. A estas alturas, Yamaguchi seguía pensando que continuar llamándole así era lo más adorable del mundo, y todavía tenía el impulso de sonreír y suspirar al mismo tiempo. A fin de cuentas, uno de los gemelos Miya seguía recordando ese entonces, destilando una admiración que jamás pensó en ganar.


—Soy Yamaguchi —Era una protesta, incluso si su voz no delataba la leve vergüenza. En fin, se limitaría a decir solo su apellido para que no tuviera oportunidad de llamarle por su nombre. Pudo notar que el otro se daba cuenta de lo que hacía, aunque simplemente sonrió ante su pequeño reproche.


—Oh, sí, esto es Sendai, duh. Es tu territorio —¿Se suponía que se estaba quejando de que continuaba en el mismo territorio? Dios, podía ser tan insistente. Estas pequeñas réplicas pasivo-agresivas se le hacían adorables también.


—Sí, pero aun si el partido no fuera aquí en Sendai… no me perdería este juego por nada —El mayor sonrió, con esa suave sonrisa que llevaba media vida provocándole mariposas, viéndole con complicidad.


—Je. Apuesto a que no.


Fue inevitable sonreírle también, encantado observando cómo preparaba su pedido, ambos inmersos en una charla ociosa. Incluso siguieron hablando cuando se lo entregó, aunque se apartó un poco cuando llegó el turno de las chicas de antes. Permaneció al margen, sabiendo que estaba profundamente enamorado de él y de toda la historia que compartían. Sí, estaba contando la bochornosa situación donde involucró al gemelo equivocado, pero aquello fue solo el comienzo de muchos capítulos. Algunos tristes, como cuando al inicio del verano Karasuno perdió las preliminares de la inter-high contra Dateko, y Osamu lo reconfortó por llamada. Otros confusos, como cuando él mismo no sabía qué sentir o qué hacer ante su derrota al año siguiente, pues fueron los hermanos Miya quienes les ganaron (y, aunque su corazón se rompió un poquito, la sonrisa de ambos fue como un curita para él). Llevaban años juntos, aunque fuera a la distancia. Crecer separados no dolía nada en comparación con años de incertidumbre por su primer sueño. Y, siendo honestos, era reconfortante haber podido madurar para presentarse ante él. Él, que fue valiente hasta cuando dejó el vóley, cuando comenzó de cero a crear su propio lugar. Él, que demostraba cuánto quería a su familia de tantas maneras.


Osamu siempre viajaba a cocinar a los lugares donde su hermano tenía un partido importante. Y, cómo no, siendo su pareja lo acompañaba cada vez que podía, o asistía al propio partido, encantado de poder animar a su cuñado los dos juntos (y, por supuesto, escuchando las divagaciones correspondientes sobre Sakusa y lo que fuera que tuvieran).


Claro que, en esta ocasión, el enfrentamiento le interesaba por muchas más personas que iban a reunirse. Iba a ver jugar a sus antiguos compañeros de equipo (dejando de lado a Tsukki, que por supuesto frecuentaba cada vez que podía). Ahora jugarían como rivales, igual que en su propio comienzo. Dios, los comienzos podían ser tan irónicos, era cosa de pensar en el suyo nada más.


Yamaguchi se preguntó si, sabiendo todo lo que sabía ahora, volvería a dar el primer paso como en ese entonces. Fue sencillo responderse de inmediato: por supuesto que volvería a invitar a salir a Tsumu. Después de todo, gracias a eso fue que pudo prepararse para conocer a Osamu, y era mil veces mejor conocerle así que teniendo una crisis en pleno partido preguntándose cuál de los dos sería su alma gemela.


(Le ocurrió eso, también, pero la crisis pudo ser mucho peor si no hubiera conocido a ninguno de los dos antes).


Además, como extra, Osamu tenía razón en una cosa: jamás le habría dicho lo que de verdad pensaba de su antiguo color de cabello si se hubiesen presentado correctamente desde el comienzo. Gracias a ese pequeño desliz, su novio volvía a lucir ese cabello color castaño que le encantaba (y, gracias a la confianza que ganó con Atsumu, también pudo sugerirle otro tono de rubio). Claro, en parte había optado por su tono natural para que dejaran de confundirlo (sin mucho éxito), debido a su justificable recelo de que creyeran que era su hermano quien salía con él.


—Oye, hablando de territorios… —Comenzó, acercándose cuando por fin se detuvo la fila. Todos estaban pendientes del televisor más allá. La mirada de Osamu también lo estaba, hasta que él estuvo a su lado. — En mi último lugar de práctica me dieron una recomendación de trabajo —Su chico expresaba todo a través de los ojos. Aquella apariencia tranquila delataba tanta ilusión contenida que fue un placer soltar la noticia—: El próximo año comenzaré a trabajar en tu territorio. Espero que me des la bienvenida.


Llevaban toda su relación a distancia. Ambos tenían claro que esto sería un gran paso. Por un lado, dejarían de hacer tantos esfuerzos para verse. Por el otro, empezaría otro tipo de esfuerzo, para mantenerse juntos.


—¿Crees que voy a esperar tanto para darte la bienvenida? Ven aquí, Tadashi —Al instante fue arrastrado a un fuerte abrazo. La calidez también se extendió a su corazón. Sabía que esta persona era su hogar, desde el primer momento. Y siempre buscó volver a él. — Gracias. En serio, gracias.


—Pero ¿qué estás diciendo? Me moría de ganas de hacer realidad este momento. Dame mi recompensa.


No tuvo que pedirlo dos veces. El mayor volvió a sonreír, enternecido, antes de besarlo allí mismo, encantado por la posibilidad de tener un futuro unidos, como siempre había querido.


Yamaguchi amaba su vida como era ahora. Y sentía, desde lo más profundo de su ser, que se pondría todavía mejor a partir del próximo año, por fin junto a su alma gemela.


 


Fin.

Notas finales:

Bien, hasta aquí llegó mi primera historia de esta pareja, pero apuesto que no será la última... Quisiera prometerlo, en realidad, porque son de lo más dulce que me he encontrado en un tiempo.


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